“No hay
sino nacer y morir, lo demás es cosa vana”.
Así empieza la novela de Cristóbal Medina Montero. Una obra que une diferentes mundos,
religiones, sexos, clases sociales y culturas, siempre desde el respeto y la
neutralidad histórica. Intentando no tomar partido por ninguna de las partes o
personajes que se ven envueltos en la trama. Lo que consigue efectos muy
positivos para el lector, que sigue con gran interés el devenir de la historia,
narrada de forma magistral por el autor.
La obra transcurre a principios del siglo
XVI, entre Ávila y México. Los personajes principales son tres: Bartolomé,
Martín e Inés, cada uno con su forma de pensar y sus planes de futuro; los de
Bartolomé e Inés casarse y asentarse en Ávila siguiendo la tradición familiar y
los de Martín partir al nuevo mundo en busca de aventuras y pingües beneficios.
Está dividida en seis libros. El primero de
ellos transcurre en Ávila, ciudad natal de Bartolomé, de raíces mudéjares, e
Inés, perteneciente a una de las mejores familias de cristianos viejos de
Ávila. Describe, con gran fuerza narrativa, la sociedad abulense de principios
del siglo XVI, con la expulsión de moros y judíos que no se habían convertido
al cristianismo y la delicada relación de los mudéjares conversos con los
cristianos viejos.
El segundo transcurre durante el camino a
Sevilla, donde Martín tiene planeado embarcarse hacia las indias occidentales,
un mundo recién descubierto y, por tanto, con grandes posibilidades para la
aventura y el enriquecimiento personal. Las primeras decepciones se producirán
durante este periplo que recuerda, en cierto modo, las aventuras de don
Quijote, unido a los relatos de Sancho y a la literatura picaresca tan característica
en la época descrita.
El tercero describe el viaje oceánico hacia
lo desconocido, con inesperadas sorpresas que hacen ganar interés al desarrollo
de la novela. La llegada a Fernandina, la actual Cuba, y la decepción de los
aventureros y aventurados personajes que se embarcaron en tamaña aventura, al
comprobar que no va a resultar tan fácil hacer fortuna como pensaban. De nuevo,
la picaresca y el ingenio hacen aparición, dando a la trama un mayor interés y
agradables pinceladas de humor.
El Cuarto libro transcurre por las costas orientales
de la península de Yucatán, cuando los exploradores castellanos pensaban que
era una gran isla. Los primeros asentamientos, como Vera Cruz, y los contactos
con los diferentes pueblos indígenas. Aparecen personajes históricos de la
categoría de Hernán Cortés, e indígenas como Doña Marina, la mítica Malinche,
que sirvió de intérprete y embajadora para los castellanos, evitando así enfrentamientos
y derramamiento de sangre por ambas partes.
El quinto libro describe el acercamiento a
los pueblos del interior y la habilidad de Cortés para, con muy pocos hombres
castellanos o “kaxtiltekas”, ganarse
la alianza y el apoyo de varios de estos pueblos indígenas contra el gran
imperio de Moctezuma, con la llegada final a México-Tenochtitlán. La ciudad mítica
asentada en una isla de la laguna de Texcoco rodeada de canales y puentes que
la hacían prácticamente invencible e infranqueable.
El sexto y último libro describe de forma
bastante fiel la entrada de Cortés en la ciudad de Tenochtitlán, las tretas y
artimañas para ganarse la confianza del temido y respetado Moctezuma. Los
sangrientos enfrentamientos ocurridos para dominar a los mexicas asentados en
las grandes ciudades en torno a la laguna, hasta la caída final de la ciudad de
México.
Con un pequeño, sorprendente e inesperado
epílogo.
Trata con gran respeto y sensibilidad la
falta de identidad en aquella época tanto de los mudéjares como de los
judío-conversos, ciudadanos castellanos de pleno derecho, con mayores
obligaciones fiscales, pero denostados tanto por los cristianos viejos, como
por los escasos musulmanes que aún quedaban en Granada años después de la
rendición de Boabdil, último rey de Granada, a los reyes Isabel y Fernando en
1492:
“¿Te
fijaste? –dijo Martín por el camino-, somos más parecidos a los cristianos
viejos, que tanto nos desprecian, que a los de tu raza, que no nos entienden
¿Qué somos nosotros?”.
Describe la algarabía que hablaban los
musulmanes en la edad media y la aljamía que era una jerga, mezcla del
castellano y del musulmán.
Se puede asegurar que la novela es fiel a la
historia y, aunque se trata de una novela de aventuras, tiene, además, una
segunda lectura más filosófica, tratando temas intemporales como la violencia, el amor, la
identidad religiosa, el diferente sentimiento de libertad entre hombres y mujeres o la diferencia de moralidad entre los que ostentan el poder y los que le acatan, con sutiles pinceladas hacia la homosexualidad o la pederastia. Según el propio autor “fue un
poco difícil lidiar tanto con los posicionamientos indigenistas, que consideran
un holocausto la conquista, como con los imperialistas, que defienden su
culturización”. En todo caso Cristóbal
Medina ha intentado ser fiel a lo que ocurrió y “que cada uno responda por lo que hizo”. Y asegura que tiene algún
lector mexicano que le ha gustado mucho y con eso se siente feliz.
Es, por tanto, una obra histórica narrada con
un ritmo que mantiene siempre viva la trama y la intriga. Su lectura es amena y
engancha de tal manera que te hace querer continuar, en todo momento, hasta el
punto de que, a pesar de su extensión, te deja tan buen sabor de boca que
desearías seguir leyendo.
El libro, además, adjunta dos planos o mapas,
uno de Ávila del siglo XVI y otro de la disposición de las principales poblaciones
en torno a la ciudad de México-Tenochtitlan.
Tanto la literatura como el cine, están
plagadas de relatos históricos pero, curiosamente, muy pocos narran
nuestra historia. Y es que, en nuestra querida España, valoramos y respetamos relatos
que cuentan hechos históricos acaecidos a ingleses, franceses o estadounidenses
por encima de los propios, aquellos que, con más o menos acierto, protagonizaron
nuestros antepasados patrios, fueran estos mudéjares, judíos o cristianos.
“Lo
demás es cosa vana”, de Cristóbal
Medina, logra contarnos hechos históricos importantes desde una óptica
actual, con una prosa amena, divertida y muy fácil de seguir. Una obra al
alcance de cualquiera que guste de la lectura de obras de calidad y auténticas.
Una obra, en fin, que no intenta en ningún momento posicionarse, glorificando a
una parte para humillar a la otra. Una novela respetuosa con la historia que
narra.
En Arévalo, a veintiocho de junio de 2020.
Luis J. Martín.
Cristóbal Medina Montero autor de "Lo demás es cosa vana".