LA HOGUERA
Hoguera realizada en Arévalo frente a la iglesia de Santo Domingo cada ocho de febrero. Foto: Luis J. Martín.
En todas las culturas la hoguera ha simbolizado la fuerza del sol. Su calor y su luz que se imponen sobre el frío y la oscuridad del invierno. En la actualidad, hay muchas fiestas relacionadas con el fuego cuya antigüedad podría remontarse a los albores de la humanidad.
Desde el momento que el hombre es hombre se sintió atraído por el fuego. Primero con miedo, con curiosidad después y, por último, con verdadero interés, hasta que logró dominarlo e incorporarlo a su vida cotidiana.
En ese instante la humanidad entera comenzó a sentarse en torno a la hoguera a hablar, a escuchar, a discutir. Comenzaron a contarse historias al calor y a la luz del fuego. Seguramente, al principio serían relatos reales sobre algo que sucedió a algún miembro de la familia en la caza, en un viaje, en una lucha tal vez… De esta manera, se puede decir que, en torno al fuego, comenzó la historia de la humanidad, la cultura, la civilización tal y como la conocemos actualmente.
Las historias irían cambiando alrededor del fuego. Pronto aquellos relatos reales y sencillos se irían complicando con narraciones fantásticas que intentarían explicar un hecho inexplicable. De esta manera, la hoguera pasó a convertirse en algo ritual, mágico, donde las creencias fueron imponiéndose a realidades cotidianas.
Innumerables rituales sobre la vida o la muerte están directamente relacionados con lumbres, hogueras, luminarias, candelas, velas. Las diferentes religiones han incorporado todas y cada una de las, mal llamadas, fiestas paganas a sus rituales y festividades. La iglesia católica no ha sido menos, haciendo como propias festividades que ya eran celebradas por nuestros antepasados desde que el hombre es hombre.
Hasta el punto de que la fiesta pagana y primigenia quedó en el olvido y se impuso la ceremonia de carácter religioso. Muchas veces este olvido se aceleró de forma obligada o forzada, sencillamente, con la prohibición de la celebración original y sustituyéndola por una festividad cristiana que, en ocasiones, se hacía coincidir en el calendario de forma intencionada.
Pero estas fiestas, llamadas paganas por muchos y a las que yo prefiero llamar primigenias, aunque no lo parezca, en la actualidad todavía persisten e incluso prevalecen sobre las de carácter religioso. La noche de San Juan es un claro ejemplo de ello: Cuando las hogueras vencen a la oscuridad durante el solsticio de verano, es decir, durante la noche más corta.
En Arévalo, tanto las Candelas como la hoguera de las Angustias son dos ejemplos de cómo se han mantenido esos ritos originales a lo largo de miles y miles de años, seguramente debido a que la humanidad se reunía y se reúne en torno a la hoguera para celebrar que ya ha pasado la mitad del invierno y que el breve, pero reconfortante, tiempo cálido ya se aproxima. Y el calorcillo que desprende la pira nos lo recuerda y nos hace más llevaderos los rigores del clima.
En Arévalo a 11 de febrero de 2013.
Por Luis J. Martín