Texto y fotos Luis José Martín García-Sancho
El
paseo que hoy propongo nos permite disfrutar de historia, arte y naturaleza al
mismo tiempo. Recorreremos la ribera del río Adaja a su paso por Arévalo.
Es una
antigua propuesta de la Alhóndiga para dotar a Arévalo de una senda ecológica
que una las riberas de ambos ríos, Adaja y Arevalillo, a la altura de La Cañada, formando así un auténtico cinturón verde accesible.
Recordar, una vez más, que a pesar del valor
natural y patrimonial que tiene el espacio natural conocido como el corredor
del Adaja carece de protección legal, aunque se ha solicitado de forma
reiterada su declaración como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA)
y Lugar de Interés Comunitario (LIC) en cumplimiento de las Directivas de Aves
y de Hábitats para que así quede incluido en la Red Natura 2000, tal y como le
corresponde por sus destacados valores naturales y ambientales, sin que hasta la fecha hayamos obtenido respuesta de la administración.
detalle del recorrido
El recorrido comienza en el Puente de San
Julián o puente viejo de la estación, construido a mediados del siglo XVI y
restaurado profundamente en el siglo XVIII. Es un puente con factura en
ladrillo y piedra, con grandes sillares de granito, pero también rajuela y
canto rodado. Posee cinco arcos de medio punto, siendo el de mayor luz el cuarto que
es por donde pasa el río. También posee grandes contrafuertes, que sirven de
refuerzo a sus muros, y tajamares de piedra en los pilares que rompen la
corriente. El quito arco está reforzado con tirantes de hierro y madera en su
parte más alta seguramente para evitar su desplome debido a grietas.
Puentes nuevo y viejo de san Julián o de la Estación
Justo al empezar el recorrido pasamos un
pequeño puente de un solo ojo enteramente construido en piedra, nombrado por
Rodríguez Almeida como el “pontón de la loma” que por su modo constructivo y
anchura de 4,10 m seguramente tenga su origen romano para dar paso a una
calzada que pasaría tanto por este puente como por el de la Mora, situado por debajo del
cementerio.
Puente romano de la Loma o de la Vega
Ancho de la calzada que coincide con el de una calzada romana
Pasado este pequeño puente el camino se bifurca
y podremos seguir hacia arriba, es decir hacia la loma, o hacia abajo, a la
ribera del Adaja. Tomaremos el de la izquierda que nos lleva hacia el río.
Río Adaja a la altura del puente de la Estación
Iremos río abajo por la alameda hacia dos
impresionantes chopos negros (Populus nigra) que tendrán cerca de 200 años, dos
de los árboles incluidos en el catálogo de Árboles singulares de Arévalo
elaborado por Galérida Ornitólogos.
Chopos singulares por su edad y porte.
Sendero trazado por varias especies de animales silvestres.
Desde aquí seguiremos un sendero que se ha
formado por el paso de varias especies de animales tales como jabalí, corzo,
zorro, tejón, nutria, garduña y conejo, entre otros, y que va paralelo al río. De
todas estas especies podremos encontrar huellas si el terreno lo permite.
Macho de corzo en el corredor del Adaja en Arévalo, en sus recorridos habituales abren senderos
Huellas recientes de nutria en una playa del Adaja a su paso por Arévalo.
Este sendero transcurre unos tramos por dentro
de la alameda y en otros por fuera. El primer tramo trascurre por una zona de
pastos situada entre la ladera del río y la alameda. Más adelante el sendero se
sitúa entre una tierra agrícola y el soto. Un poco después el sendero se introduce por el bosque de ribera, formado principalmente por chopo, álamo, sauce,
fresno y arbustos de sauce, zarzamora, escaramujo, majuelo que a veces
transcurren entre espadañas y carrizos, cuyas hojas secas agitadas por el
viento nos pueden hacer creer que algún animal se mueve entre la maleza.
ribera junto a una parcela agrícola
tramo del sendero que transcurre por dentro de la alameda.
En algunos puntos la vegetación permite
asomarnos al río y, con un poco de suerte, observar a varias decenas de
especies de aves que habitan estos sotos e, incluso, la nutria o el turón.
Algunos años se observan remontando la corriente para buscar un lugar apropiado
para la freza algunas especies de peces tales como bermejuela, gobio, barbo o
carpín. También estas riberas fueron el hogar del cangrejo de río autóctono,
hoy extinguido en este tramo de río debido a la introducción de especies
foráneas tales como el cangrejo señal.
Zona del Adaja previa a la pesquera conocida como la recurva.
Vistas de Arévalo desde la recurva.
En una curva que da el río se produce una
pequeña cárcava, conocida como la recurva, que debemos salvar por arriba y que
acaba en una explanada conocida como la pesquera, donde una pequeña presa de
hormigón embalsa el agua para desviar una parte al caz del molino de Don Álvaro
de Luna. En este punto debemos cambiar de ribera por unos bolardos de cemento
que se construyeron al mismo tiempo que la presa para poder cruzar el río. Hasta ahora hemos avanzado por el margen derecho del Adaja, a partir de este
momento seguiremos ruta por el margen izquierdo.
Presa de la pesquera
Bolardos para atravesar el río.
La construcción que aquí llama la atención es el
Molino de Don Álvaro de Luna, edificio seguramente reedificado sobre un antiguo
molino del siglo XV. En el conjunto destaca también una gran chimenea
industrial de ladrillo. En este punto, un camino de cemento sube hasta las
cuestas de Foronda y la plaza de Ángela Muñoz.
Molino de Don Álvaro de Luna
Entre el Adaja y el caz del molino se extiende
una exuberante y bella alameda conocida por el nombre de La Isla. Al final de
esta isla debemos cruzar el caz de desagüe del molino por el tronco de un gran
chopo caído.
Alameda de la Isla
Vista de Arévalo desde la Isla
Ahora el sendero transcurre encajonado entre la
ribera y el último tramo de las, casi verticales, cuestas de Foronda, desde donde tendremos unas
vistas muy poco conocidas de las casas que se abren al río, del mirador y de la
muralla. En algunos tramos la vereda se hace un poco más complicada debido
tanto a desprendimientos de ladera como a los restos de la muralla medieval que
han ido cayendo al río a lo largo de los años y por las zarzas y cardos que
pueden llegar a cerrar el paso en verano.
Cuestas y casas de Foronda.
En la zona del mirador la senda se complica, las cuestas son casi verticales.
Conjunto de casas que se abren a la ribera entre Foronda y el mirador.
Detalle de una casa colgante en el mirador.
Espectacular vista de la muralla reconstruida en exceso.
Al llegar a la zona de los jesuitas la ribera
se abre nuevamente formando un frondoso y cerrado soto donde aún sobreviven a
duras penas rebrotes de viejos olmos infectados por la grafiosis, entre
cambroneras, sauces, chopos, álamos y fresnos y la presencia de algunos
cornejos.
Detalle del soto a la altura de los jesuitas formando casi un túnel.
Ribera del Adaja a la altura de los Jesuitas.
Entre las cambroneras y saúcos se aprecian restos de la muralla de la
ciudad, construida con grandes piedras de rajuela unidas con argamasa de cal y
arena, que delimitaba lo que se conoció como huerta de los jesuitas. Un poco
más adelante un camino baja hasta el río desde la calle de la lechuga que nos lleva
directamente a la plaza de la Villa. Al otro lado del río, otro camino sube
hasta la Loma. Aquí el río forma una tranquila playa de arena circundada por
chopos, sauces y fresnos de gran porte.
detalle de restos de muralla construida con grandes piedras de rajuela (Jesuitas).
Siguiendo por la vereda río abajo llegamos hasta más restos de la muralla realizada a base de grandes piedras de rajuela entre fuertes machones de ladrillo, que se han conservado en una de las paredes del matadero municipal. Llama la atención un antiguo portillo con arco adintelado de ladrillo y sobre él un arco ojival de descarga hecho también en ladrillo mudéjar.
Restos de muralla a la altura del matadero construida con grandes piedras de rajuela y ladrillo. Se aprecia un portillo de arco adintelado en ladrillo y un curioso arco ojival de descarga.
Continuamos por la vereda procurando ir pegados
al Adaja porque un poco más adelante el río hace una pronunciada curva que ha
producido un carcavón casi vertical en la marga arcillosa de la ladera, en una
zona repoblada en la década de los 50 con pino piñonero. En esta zona, por la
parte alta, es donde empieza o acaba el paraje conocido como la Loma.
Carcavón de la loma situado a unos 100 metros aguas arriba del puente de Valladolid.
Desde esta parte de la ribera se tiene una
buena vista del Castillo precedido por las ruinas del puente de Valladolid y el
puente nuevo de Valladolid cuya construcción parece haber condenado al olvido a
un importante monumento representativo del arte mudéjar.
Vista del Castillo de Arévalo, y puentes viejo y nuevo de Valladolid.
En esta zona recomiendo recorrer los siete arcos
del puente mudéjar de Valladolid, con calma, por arriba, por abajo, pasar por
alguno de sus ojos, observar sus adornos en ladrillo, sus arquivoltas, asomarse
a los pretiles que aún no se han desplomado… Comprender al puente que fue una
de las puertas de la ciudad. Esta magnífica y olvidada obra de ingeniería civil
fue construida en el siglo XIV y restaurada en el siglo XVIII durante el
reinado de Carlos III tal y como queda reflejado en una placa labrada en
granito junto a uno de los pretiles: «Reinando Carlos III y siendo su
corregidor de esta villa don Juan Antonio Sigüenza (Abat) se reedificaron estas
obras a las que contribuyeron los pueblos de treinta leguas en contorno. Año de
1781.» En invierno se hace más fácil su observación, pues la falta de hojas en
los árboles circundantes hace que pueda ser admirado en toda su dimensión.
Para más información sobre este monumento:
Después continuaremos ribera abajo, avanzando
por alguno de los senderos lo más cerca posible del Adaja. A todo este paraje
se le conoce como la Junta, porque es aquí donde el, normalmente, mísero cauce
del río Arevalillo se une a las aguas color caramelo del Adaja, padre y columna
vertebral de la Tierra de Arévalo. Solo el poderoso castillo de Arévalo, como
la quilla de un buque apuntando a la desembocadura, es testigo de lo que ambos
ríos se cuentan al encontrarse.
Ribera del Adaja en la Junta
Este último tramo vuelve a ser un intrincado
laberinto de sauces, chopos, álamos y fresnos, donde los cornejos, zarzas,
espinos y enredaderas como nueza y lúpulo acompañados en primavera por las
gigantescas hojas del lampazo, convierten este espacio en algo parecido a una
selva tropical.
Junta del Arevalillo con el Adaja
Vista del castillo de Arévalo desde la Junta
Al llegar a la Junta, podremos subir al
castillo y dar por concluida la caminata o volver al punto de partida por la
loma. Tomando un camino que sale nada más atravesar el puente de Valladolid a
la derecha. Aunque antes podemos acercarnos por la carretera del cementerio hasta el puente de
la Mora, pequeño puente de factura mudéjar que, según algunos autores, unía la
calzada romana que trascurría por la loma con el puente romano descrito al
principio.
Puente de la Mora, cerca del cementerio.
Por la loma podemos tomar dos caminos, o bien seguir el camino descrito anteriormente que sale del puente de Valladolid, paseo bastante cómodo y relajado.
Vista de Arévalo desde la Loma
O ir campo a través entre el estrecho lindero
que dejan las tierras de labor con el borde de la Loma, desde donde obtendremos
algunas de las mejores vistas de Arévalo.
Vistas de Arévalo desde la Loma
Tanto siguiendo el camino de la Loma como el
borde de la misma, acabaremos necesariamente en el puente
romano descrito al principio.
Cada momento del año tiene su atractivo para
pasear por estos intrincados senderos, pero ahora en invierno si cabe, con las
ramas desnudas de los árboles, gana en espectacularidad pues se pueden observar los
monumentos descritos en todo su esplendor. Además, los senderos están abiertos
o más practicables. Aunque cualquier época del año tiene su aliciente y su
atractivo. Decir también que más de cien especies de aves se han observado es
este valioso espacio.
Lavandera blanca (Motacilla alba) en la Isla
Lavandera cascadeña (Motacilla cinerea) en la Isla.
Seguramente, este es uno de los paseos más
bellos por el municipio de Arévalo pero, desgraciadamente, pasa desapercibido para
la inmensa mayoría de los arevalenses.
A pesar del elevado valor patrimonial,
cultural, histórico y natural de este cercano espacio puedo aseguraros, sin
temor a equivocarme, que muy pocos conocéis todos y cada uno de los rincones
descritos.
Un espacio que merece protección y no la tiene,
un espacio que merece ser conocido y no lo es.
Para valorar aquello que tenemos y lo que
podemos perder es preciso conocerlo primero.
Solo conociendo nuestro patrimonio aprenderemos
a valorarlo, a respetarlo, a protegerlo.
Recuerda que el campo siempre está abierto para
tu disfrute y aprendizaje.
En Arévalo, a veintitrés de enero de 2017
Varias fotos Invernales de la ribera del Adaja:
Vista de la ribera del Adaja desde las cuestas de Foronda.
Restos de la muralla original de Arévalo que han rodado hasta la ribera del Adaja.
Líquenes en un fresno
Musgos en un chopo
Hiedra en un chopo
Chimenea industrial en La Isla
Puente de San Julián y harinera.
Mito (Aegythalos caudatus)