miércoles, 26 de noviembre de 2014

PASEOS EN LA NATURALEZA CERCANA (2)


Rutas contadas en Radio Adaja:

PROPUESTAS PARA NOVIEMBRE:

Lagunas de El Oso:


Laguna de los lavajares y Lavajo Salado:
Laguna de los lavajares. Luis J. Martín

 Otoño en el adaja:
Río Adaja en otoño. Luis J. Martín

 Reserva Natural Lagunas de Villafáfila:
Salina grande desde Otero de Sariegos. Foto Miguel Ángel Madrid.

 

sábado, 22 de noviembre de 2014

INTERINOS

Otoño en el Adaja. Luis J. Martín.
 
        En el campo, el otoño es momento de cambios importantes.

        Me choca mucho cuando nuestros políticos afirman que para paliar la crisis hay que suprimir a los interinos de las instituciones públicas. Seguramente, dos de las más dañadas serán Educación y Sanidad. Tanto en centros públicos de enseñanza: colegios, institutos y universidades, como en centros públicos de asistencia sanitaria, es decir, ambulatorios y hospitales.
        Por lo tanto, es posible que volvamos a ver aulas con más de treinta alumnos en nuestros colegios y listas de espera para consultas o intervenciones quirúrgicas que agoten la paciencia del pobre paciente, nunca mejor dicho. Dicen que lo hacen para ahorrar ante la crisis pero, lo curioso del caso, es que se dan situaciones en las que pacientes, con una determinada dolencia, son citados para hacerse las correspondientes pruebas costosas, o muy costosas, con tal retraso que la dolencia ha desaparecido. Gasto innecesario, entonces, y posible fallo del sistema de prevención.
        Mal vamos.
        En la naturaleza esto no pasa así, cada cual tiene su puesto y todo encaja perfectamente. Tomando como ejemplo el mundo de las aves, las hay que tienen puesto fijo: Estas son las especies sedentarias, también llamadas residentes. Hay otras que sólo “trabajan” durante la primavera y el verano: Se trata de las especies estivales que acuden a esta tierra nuestra a reproducirse para así perpetuar la especie. Cuando las especies estivales nos abandonan, su lugar lo ocupan otras aves que vienen del frío y lejano norte  o de las montañas a pasar el invierno en las campiñas castellanas: Son las especies invernantes.

Grulla común. Dibujo de Anotio Ojeda
 
        Estas especies que no tienen “plaza en propiedad” se pueden considerar como interinas pero, como veremos, sus estancias se suceden y encajan perfectamente. Hay casos muy curiosos en los que el “interino” estival y el invernal ocupan el mismo espacio y utilizan el mismo recurso alimenticio. Por citar un ejemplo: El aguilucho cenizo, llega del continente africano, allá por el mes de marzo/abril y se alimenta de pequeños roedores entre los campos de cereal, dando para ello vuelos rasantes, con los que parece acariciar las mieses con las puntas de sus alas. Entre agosto y septiembre regresa a África. Lo curioso es que cuando el cenizo se va, llega del norte su primo mayor, el aguilucho pálido, que ocupa el mismo territorio y se alimenta también de roedores y con el mismo sistema de vuelo. Este es sólo un ejemplo pero hay decenas de ellos: El cernícalo primilla o el alcotán son sustituidos por el esmerejón. Al bisbita campestre lo reemplaza el bisbita pratense. A las cigüeñas las grullas. Lavandera boyera por lavandera cascadeña. Collalba gris por pinzón real o lúgano…
 
Hembra de aguilucho cenizo. Luis J. Martín

        La avutarda, por ejemplo, se alimenta todo el año de granos, plantas e invertebrados entre las llanuras cerealistas, pero en otoño llega la grulla y, ambas especies, comparten el mismo nicho ecológico y el mismo tipo de alimentación. No hay peleas, ni ceses, ni despidos. Hay campo para todas ellas, no pasa nada. Incluso se suma a este trabajo temporal el ganso común para suplir el espacio dejado por el sisón o el alcaraván que hace poco marcharon a tierras extremeñas. Como podemos comprobar, todo vuelve a encajar de nuevo.

Aguilucho cenizo macho. Dibujo Antonio Ojeda
        Incluso, se da el caso de que algún interino decide hacerse fijo y tampoco pasa nada. La naturaleza es sabia y sabe asimilar todos estos cambios sin inmutarse. Este es el caso, por ejemplo, de la cigüeña blanca. Normalmente, estas simpáticas zancudas, abandonan torres y campanarios, campos, lagunas y ríos a finales de agosto. Pero, últimamente, unas cuantas cigüeñas se resisten a abandonarnos y se quedan en nuestros pueblos y lagunas. Hace ya bastantes años que las torres de Santa María o del Salvador, acogen a alguna cigüeña que se queda a dormir o a descansar en la época en la que sus compañeras han partido hacia África, atravesando el desierto del Sahara en un vuelo épico. Supongo que dirán: “para qué pasar calamidades en tierras tan inhóspitas cuando tenemos asegurada la comida en casa”.
        Algunos ecólogos achacan este cambio en la conducta de las aves migratorias al calentamiento global. La clave, entonces, parece estar en estos “interinos” de la naturaleza. A una gran mayoría nos asalta una duda: Este cambio climático evidente, ¿es producido por el hombre o se trata de un ciclo térmico completamente natural? Sin buscar polémica, me resulta acertada la teoría de que los cambios climáticos se vienen produciendo de forma cíclica desde la noche de los tiempos. Pero, y ahí entramos los humanos, todas las actividades realizadas por la especie humana, especialmente desde finales del siglo XIX, han producido la aceleración del proceso.
        Esto de eliminar interinos para paliar la crisis que pretenden hacernos tragar nuestros políticos, no es más que eso: Un mal trago innecesario. Podemos aprender de las aves, del campo, de la naturaleza. Señores representantes de la voluntad popular, con un poco de colaboración se soluciona: Dos o tres mensualidades sin pagar a todos nuestros políticos y esta maldita crisis se suaviza. Además, sin la necesidad de prescindir de buenos profesionales interinos, convirtiendo en fijos a los mejores para que nuestro sistema sanitario o educativo no se resienta. Igual que lo hacen bisbitas y lavanderas desde hace decenas de miles de años. Antes incluso de que los autodenominados hombres que piensan hubiéramos aparecido sobre esta tierra que nos acoge y que algunas mentes pensantes consideran suya.
        A menudo miramos pero no vemos. Oímos, pero no escuchamos. Respiramos, pero no olemos. Tragamos, pero no saboreamos. Tocamos, pero no acariciamos. Andamos, pero no avanzamos ni un milímetro, más bien retrocedemos. La naturaleza es sabia. Realmente, pienso que nos da cien vueltas. Creemos que dominamos la tierra, pero no es más que un sueño. Porque, en realidad, la tierra no nos pertenece. Al contrario, nosotros pertenecemos a la tierra.
        Es sencillo, aprendamos de ella. 

En Arévalo a 25 de octubre de 2011.
Por: Luis José Martín García-Sancho.
       

Artículo publicado en La Llanura de Arévalo en noviembre de 2011

miércoles, 12 de noviembre de 2014

DUMBO

 

Cuando te cortaban el pelo tenías miedo de que se riesen de tus orejas.
"Yo a mis hijos les pongo esparadrapos para que no se les pongan de soplillo como a ti". Había dicho una tía tuya. Y tú, asomándote a la cuna del pequeño Luis, comprobaste que era cierto, tenía las orejas pegadas a las sienes con esparadrapo.
"Tengo las orejas grandes". Pensabas. "Y la gente se ríe de mí". Y estabas deseando que te creciese el pelo de nuevo para tapar las orejas que a ti te parecían enormes en tu pequeña cabeza. Pero en cuanto el pelo te crecía como para cubrirlas... A Pedro el peluquero. Dumbo, dodo, marciano, se reían tus compañeros, y tú esperando a que te creciera el pelo de nuevo. Nunca conseguiste tener el pelo largo hasta que la cabeza te creció en proporción con las orejas, entonces ya no desentonaban. Aún así, al peinarte te las cubrías sin darte cuenta. Ahora todavía te peinas así y no lamentas que nadie te pusiera esparadrapo en las orejas. Debería ser incomodísimo.
Arévalo, verano de 1982
Luis José Martín García-Sancho.
Fragmento de "El Cuaderno Azul": 17.- Dumbo.

martes, 4 de noviembre de 2014

HUMEDALES

Laguna del Hoyo, El Oso, Ávila. Foto Pepe Rodríguez
 
        Un humedal es un terreno plano, ligeramente deprimido, que suele inundarse total o parcialmente, bien sea por el agua procedente de los afloramientos del acuífero o por el de las precipitaciones.
        En La Tierra de Arévalo estos humedales son de carácter estacional: Sólo se inundan en periodos lluviosos, secándose durante el verano o en épocas de prolongada sequía. Son varios los nombres utilizados para designarlos: laguna, zona húmeda, lavajo, charca, bodón... dependiendo de su extensión o profundidad. Otros nombres o topónimos que también suelen estar relacionados con la presencia de agua superficial son: Regajal, mullidar, fuente, caño, charco, hoya, chorro... o sus derivados.
        En nuestra comarca los pocos humedales que tienen agua de forma permanente, es como consecuencia de la intervención humana. Un buen ejemplo de ello son las Charcas del Águila: Conjunto de nueve Charcas artificiales entre Maello y Sanchidrián, creadas como graveras y que se encuentran por debajo de la capa freática del río Voltoya y raramente se secan. El entorno de una de las dos charcas ubicadas en el término de Sanchidrián, concretamente la de La Almarza, ha sido sensiblemente modificado al encontrarse dentro de un campo del golf de reciente creación, por lo que ha perdido parte de su estado silvestre, lo que ha influido negativamente en su fauna y flora.
Charcas del Águila. Foto Lus J. Martín.
 
        Los humedales de Ávila en general y de La Moraña en particular son hábitats pequeños y, por tanto, muy sensibles a cualquier tipo de alteración:
- Durante las últimas décadas muchos de estos pequeños humedales han ido desapareciendo fagocitados por las tierras de cultivo circundantes o convertidos en vertederos en otros casos.
- Otras zonas húmedas han visto reducida su capacidad de inundación y su extensión al haber sido drenadas durante las concentraciones parcelarias.
- El aumento de regadíos en la comarca durante las últimas décadas ha provocado un acusado descenso del nivel de la capa freática, lo que ha producido la reducción tanto del acuífero superficial como del profundo. Por ello muchas de las lagunas antaño encharcadas en periodos lluviosos no son más que un recuerdo en los ancianos del lugar.
- En otros casos estas zonas húmedas se ven contaminadas por productos agrarios peligrosos o por vertidos de aguas residuales.

Lavajo del Ganso entre tierras de cultivo. Foto Luis J. Martín


        La mayoría de los humedales de La Moraña carecen de protección legal. Sólo cuatro de estas lagunas están reconocidas como tales e incluidas en catálogo de zonas húmedas de interés especial, reconocimiento más formal que efectivo:
- Laguna de los Lavajares (entre Rágama y Horcajo de las Torres): Un buen ejemplo de laguna esteparia de gran importancia ecológica pero en lamentable estado de conservación.


Laguna de los Lavajares. Foto: Luis J. Martín
- Laguna de San Antón: Laguna semiurbana de Adanero.
Laguna de San Atón. Foto. Luis J. Martín

- Laguna del Hoyo, en el Oso, una de las más importantes zonas húmedas de Ávila en la actualidad.
Laguna del Hoyo. Foto: Pepe Rodríguez Matías
- Laguna Redonda, situada en San Juan de la Encinilla, fue uno de los humedales más importantes de Ávila a mediados del siglo pasado  pero, en la actualidad, las obras de acondicionamiento del río Villaflor, el drenaje abusivo al que ha sido sometida y el estado del acuífero impiden que retenga el agua que antaño la hizo merecedora de salir en uno de los programas del excelente naturalista y comunicador Félix Rodríguez de la Fuente. 
Laguna Redonda. Foto, Luis J. Martín

Pese al reducido tamaño de la mayoría de nuestros humedales, estos son sus principales valores:

- Son utilizados por muchas aves durante sus viajes migratorios como lugares de descanso o alimentación.
- Son utilizados por la fauna acuática, tanto sedentaria como invernante, para reproducirse, alimentarse, emparejarse o refugiarse.
Foto J. L. Calleiras

- Son utilizados tanto por la fauna esteparia como bebedero, como por las aves rapaces como cazadero.
- Pese a ser un hábitat que sólo ocupa una superficie cercana al 1% de la comarca, algo más del 50% de las especies de aves han sido observadas en los sotos o humedales. Por lo tanto, poseen un marcado carácter diversificador y enriquecedor de la fauna y flora local.
        Las Zonas Húmedas de La Moraña, a pesar de su valor, no están protegidas. Deberían pertenecer a alguna Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), al menos, los siguientes humedales:
- El conjunto de Charcas del Águila incluida la charca de La Almarza y su entorno.
Charcas del Águila. Foto: Luis J. Martín
 
- El Conjunto de Zonas Húmedas de El Oso-Redonda que también deberían incluir, al menos, otros seis pequeños humedales en un estado lamentable y en serio peligro de desparecer: Lavajo de Ortigosa, laguna del Egido, laguna del Tesoro, lagunas de las Saladas, lavajo de Esteban y laguna del Hoyo de Cabizuela. 
Lavajo de Ortigosa. Foto Juan Antonio Herranz

        Todos los Humedales de la Moraña deberían estar catalogados como Zonas Húmedas de Interés Especial para frenar su degradación y evitar su desaparición. Se debería hacer un proyecto que englobe a todas las zonas húmedas para intentar la recuperación de aquellas que se encuentren en un estado precario o, incluso, de  las que hayan desaparecido del mapa. Sólo una actuación conjunta entre administración, municipios, agricultores, ganaderos, cazadores y grupos ecologistas puede hacer que las láminas de agua vuelvan a brillar bajo la luz del amanecer como antaño.
Lavajo Salado. Foto: Luis J. Martín.
        Casi siempre valoramos más lo que viene de fuera, aquello que quieren enseñarnos, aunque sean muy pocos los que puedan disfrutar de ello. Gran error pensar que lo pequeño, lo humilde, carece de valor por encontrarse cerca. He oído decir a gente que va de experta que los pinares de la Tierra de Arévalo no son bosques, que las lagunas de La Moraña están tocadas de muerte y que ya no se pueden considerar zonas húmedas. Lo cierto es que a lo largo de mi vida he oído muchas tonterías.
        Ojalá que los alegres reclamos de patos, gansos y grullas se sigan escuchando tal y como los escucharon nuestros antepasados. Espero que mis hijos puedan enseñar a mis nietos las bandadas de aves migratorias acudiendo en perfecta formación a estos humedales, mientras cae la tarde, con la luz mágica del ocaso, tal y como yo se lo enseñé a ellos.
 
Arévalo, otoño de 2012
Por: Luis José Martín García-Sancho
Artículo publicado en La Llanura de Arévalo en diciembre de 2012   
 
       

sábado, 1 de noviembre de 2014

PASEOS EN LA NATURALEZA CERCANA (1)

Paseos en la naturaleza cercana:
 

Rutas contadas en Radio Adaja:

Las propuestas para Octubre:



- Río Arevalillo: Presa romana - catedral de las Zorreras:

- Charcas del Águila:
Registro Sonoro: http://www.radioadaja.es/fonoteca/2014-10-07/las-charcas-del-aguila

Todas las fotos son propiedad de Luis J. Martín