Laguna del Hoyo, El Oso, Ávila. Foto Pepe Rodríguez
Un humedal
es un terreno plano, ligeramente deprimido, que suele inundarse total o
parcialmente, bien sea por el agua procedente de los afloramientos del acuífero
o por el de las precipitaciones.
En La Tierra
de Arévalo estos humedales son de carácter estacional: Sólo se inundan en
periodos lluviosos, secándose durante el verano o en épocas de prolongada
sequía. Son varios los nombres utilizados para designarlos: laguna, zona
húmeda, lavajo, charca, bodón... dependiendo de su extensión o profundidad.
Otros nombres o topónimos que también suelen estar relacionados con la
presencia de agua superficial son: Regajal, mullidar, fuente, caño, charco,
hoya, chorro... o sus derivados.
En nuestra
comarca los pocos humedales que tienen agua de forma permanente, es como
consecuencia de la intervención humana. Un buen ejemplo de ello son las Charcas
del Águila: Conjunto de nueve Charcas artificiales entre Maello y Sanchidrián,
creadas como graveras y que se encuentran por debajo de la capa freática del
río Voltoya y raramente se secan. El entorno de una de las dos charcas ubicadas en el término de Sanchidrián, concretamente la de La Almarza, ha sido
sensiblemente modificado al encontrarse dentro de un campo del golf de reciente
creación, por lo que ha perdido parte de su estado silvestre, lo que ha influido
negativamente en su fauna y flora.
Charcas del Águila. Foto Lus J. Martín.
Los
humedales de Ávila en general y de La Moraña en particular son hábitats pequeños
y, por tanto, muy sensibles a cualquier tipo de alteración:
- Durante las últimas décadas muchos de estos pequeños humedales
han ido desapareciendo fagocitados por las tierras de cultivo circundantes o
convertidos en vertederos en otros casos.
- Otras zonas húmedas han visto reducida su capacidad de
inundación y su extensión al haber sido drenadas durante las concentraciones
parcelarias.
- El aumento de regadíos en la comarca durante las
últimas décadas ha provocado un acusado descenso del nivel de la capa freática,
lo que ha producido la reducción tanto del acuífero superficial como del profundo.
Por ello muchas de las lagunas antaño encharcadas en periodos lluviosos no son más
que un recuerdo en los ancianos del lugar.
- En otros casos estas zonas húmedas se ven contaminadas
por productos agrarios peligrosos o por vertidos de aguas residuales.
Lavajo del Ganso entre tierras de cultivo. Foto Luis J. Martín
La mayoría
de los humedales de La Moraña carecen de protección legal. Sólo cuatro de estas
lagunas están reconocidas como tales e incluidas en catálogo de zonas húmedas
de interés especial, reconocimiento más formal que efectivo:
- Laguna de los Lavajares (entre Rágama y Horcajo de las
Torres): Un buen ejemplo de laguna esteparia de gran importancia ecológica pero
en lamentable estado de conservación.
Laguna de los Lavajares. Foto: Luis J. Martín
- Laguna de San Antón: Laguna semiurbana de Adanero.
Laguna de San Atón. Foto. Luis J. Martín
- Laguna del Hoyo, en el Oso, una de las más importantes
zonas húmedas de Ávila en la actualidad.
Laguna del Hoyo. Foto: Pepe Rodríguez Matías
- Laguna Redonda, situada en San Juan de la Encinilla,
fue uno de los humedales más importantes de Ávila a mediados del siglo pasado pero, en la actualidad, las obras de
acondicionamiento del río Villaflor, el drenaje abusivo al que ha sido sometida
y el estado del acuífero impiden que retenga el agua que antaño la hizo merecedora
de salir en uno de los programas del excelente naturalista y comunicador Félix
Rodríguez de la Fuente.
Laguna Redonda. Foto, Luis J. Martín
Pese al reducido
tamaño de la mayoría de nuestros humedales, estos son sus principales valores:
- Son utilizados por muchas aves durante sus viajes
migratorios como lugares de descanso o alimentación.
- Son utilizados por la fauna acuática, tanto sedentaria
como invernante, para reproducirse, alimentarse, emparejarse o refugiarse.
Foto J. L. Calleiras
- Son utilizados tanto por la fauna esteparia como
bebedero, como por las aves rapaces como cazadero.
- Pese a ser un hábitat que sólo ocupa una superficie
cercana al 1% de la comarca, algo más del 50% de las especies de aves han sido
observadas en los sotos o humedales. Por lo tanto, poseen un marcado carácter
diversificador y enriquecedor de la fauna y flora local.
Las Zonas
Húmedas de La Moraña, a pesar de su valor, no están protegidas. Deberían
pertenecer a alguna Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), al menos,
los siguientes humedales:
- El conjunto de Charcas del Águila incluida la charca de
La Almarza y su entorno.
Charcas del Águila. Foto: Luis J. Martín
- El Conjunto de Zonas Húmedas de El Oso-Redonda que
también deberían incluir, al menos, otros seis pequeños humedales en un estado
lamentable y en serio peligro de desparecer: Lavajo de Ortigosa, laguna del
Egido, laguna del Tesoro, lagunas de las Saladas, lavajo de Esteban y laguna
del Hoyo de Cabizuela.
Lavajo de Ortigosa. Foto Juan Antonio Herranz
Todos
los Humedales de la Moraña deberían estar catalogados como Zonas Húmedas de
Interés Especial para frenar su degradación y evitar su desaparición. Se
debería hacer un proyecto que englobe a todas las zonas húmedas para intentar
la recuperación de aquellas que se encuentren en un estado precario o, incluso,
de las que hayan desaparecido del mapa.
Sólo una actuación conjunta entre administración, municipios, agricultores,
ganaderos, cazadores y grupos ecologistas puede hacer que las láminas de agua vuelvan a
brillar bajo la luz del amanecer como antaño.
Lavajo Salado. Foto: Luis J. Martín.
Casi siempre valoramos más lo que viene
de fuera, aquello que quieren enseñarnos, aunque sean muy pocos los que puedan
disfrutar de ello. Gran error pensar que lo pequeño, lo humilde, carece de
valor por encontrarse cerca. He oído decir a gente que va de experta que los
pinares de la Tierra de Arévalo no son bosques, que las lagunas de La Moraña
están tocadas de muerte y que ya no se pueden considerar zonas húmedas. Lo
cierto es que a lo largo de mi vida he oído muchas tonterías.
Ojalá que los alegres reclamos de patos,
gansos y grullas se sigan escuchando tal y como los escucharon nuestros
antepasados. Espero que mis hijos puedan enseñar a mis nietos las bandadas de
aves migratorias acudiendo en perfecta formación a estos humedales, mientras
cae la tarde, con la luz mágica del ocaso, tal y como yo se lo enseñé a ellos.
Arévalo, otoño de 2012
Por: Luis José Martín García-Sancho
Artículo publicado en La Llanura de Arévalo en diciembre de 2012