En la rotonda tomo la salida de Tiñosillos y
atravieso el paseo de la Alameda. A la altura de Machín, un milano real planea
sobre el Arevalillo. Este puede que se quede a criar, es de los pocos individuos
reproductores que van quedando en la península, lo que ha hecho que la especie
sea catalogada en peligro de extinción.
Pronto la carretera atraviesa una masa continua
de pinar conocida como el corredor del Adaja, valioso y desprotegido espacio
natural, muchos de los pinos están resinados y, a poco que apriete el calor, empezarán
a llorar perlas pegajosas y balsámicas. Mi abuelo decía que el olor de la
resina era bueno para prevenir catarros. Un poco más adelante, en las
Bachilleras, un milano, pero esta vez negro, que no hace mucho que ha llegado
de África, sobrevuela la carretera en busca de algún animal atropellado. Un
cernícalo vulgar se cierne como una grácil libélula, sobre una de las fincas
mientras es contemplado por un ratonero posado en el poste de un tendido
eléctrico, completamente ajeno al riesgo de electrocución que corre.
A la altura de la Pradera de los Huevos un azor
atraviesa veloz la carretera y desaparece en menos de un segundo entre las
copas de los pinos. Y pasada la casa de Resti, la silueta del águila calzada
sobrevuela el pinar esperando asustar a alguna torcaz e intentar darla caza.
Muy cerca del Adaja, la nueva pareja de imperiales ya ha terminado sus vuelos
nupciales y comienzan a aportar ramas para construir el nido situado sobre un
viejo pino resinero, donde intentarán criar a su prole, la temporada pasada
fracasaron. Varios de los cuarteles de estos Montes de Utilidad Pública, fueron
olivados el año pasado pero las ramas, ahora secas, no fueron retiradas por lo
que, junto con las caídas durante la gran nevada del siete de enero, este
verano se pueden convertir en gasolina para el bosque.
Atravieso Tiñosillos, El Bohodón y Villanueva
de Gómez, el pinar desaparece a la derecha dando paso a amplias parcelas de
cultivo. Luego, Hernansancho y Gotarrendura, en todos ellos las cigüeñas ya
están echadas en sus nidos. Pronto se ven a la derecha las pequeñas choperas
que acompañan al arroyo Berlanas. Según avanzo, la llanura se ondula y se ven
cada vez más cerca los primeros y oscuros cerros de la Sierra de Ávila.
Tractor haciendo cabañones y cigüeñas blancas alimentándose. Foto de Luis J. Martín.
En Las Berlanas me desvío a la izquierda en
dirección Zorita de los Molinos. La estrecha carretera es ondulada y algo
zigzagueante, siempre he pensado que sería el lugar idóneo donde rodar un
anuncio de coches. Un tractor fumiga un campo de cebada que, con las lluvias
caídas, en muy poco tiempo ha mudado el color de panzaburro a verde intenso.
Otro tractor ara con las vertederas en una parcela alomada, mientras nueve
cigüeñas blancas consumen con voraz apetito las delicatesen en forma de topillos, lombrices y larvas de invertebrados que las sucesivas pasadas del arado van
dejando al descubierto. Aunque están demasiado lejos, paro para hacer una foto,
con el zoom tal vez quede bien. Apago el motor y me bajo, cámara en mano,
situándome en el morro del coche. Mientras enfoco, un churrrrr, churrrr,
churrrr, me hace levantar la vista justo a tiempo para ver a una pequeña
bandada de ortegas posándose en un barbecho. Las localizo con los prismáticos y
monto el telescopio para observarlas, son once las ortegas que picotean tranquilas
entre la vegetación espontánea del antiguo rastrojo.
Retomo la marcha y, tras una loma, de pronto
aparece mi destino: Garoza, una antigua aldea nacida durante la repoblación que
siguió a la larga etapa de reconquista y que probablemente deba su nombre a
Doña Garoza, mujer del Alcalde del rey en Ávila en esa época. Es citada ya como
Garoça en 1250 y quedó abandonada en el siglo XVII, concretamente en el año
1619, convirtiéndose desde entonces en uno de los muchos despoblados que
pueblan estas tierras. La leyenda dice que fue abandonado por sus moradores
debido a una plaga de termitas que acabó derribando sus casas, pero esta
leyenda es común a casi todos los despoblados de la comarca y, seguramente, de
otras vecinas.
Al llegar descubro en la lejanía el poderoso
picado de una joven águila real, seguramente, procedente del espectacular cañón
del Adaja situado aguas arriba de la presa del Batán, con el que pretende dar
caza a uno de los conejos pobladores del cauce seco del arroyo Navares que
serpentea entre la incipiente y ondulada llanura. Las calandrias y cogujadas
cantan contentas su amor y su territorio. Una perdiz corre por el camino y se
pierde entre los firmes brotes de un trigal. El sol tendido de la tarde
enrojece los ladillos mudéjares de los tres únicos elementos que aún se
mantienen en pie: Justo al lado de la carretera, la espadaña de lo que fue la
iglesia de Garoza y entre el arroyo Navares y el camino, que es a su vez, vía
pecuaria, camino de Santiago y ruta teresiana, se alzan dos altas estructuras
verticales de ladrillo que fueron los machones de dos de las cuatro esquinas de
una torre defensiva construida con ladrillo, piedra arenisca, cal y arena, similar
a otras de esa misma época que existieron por la región. Este tipo de piedras son
abundantes por la zona y una de ellas, oculta entre las roderas de un camino
carretero, fue la responsable hace años de la grave avería de la caja de
cambios de mi coche, un R11 convertido a la fuerza en un improvisado todo
terreno. Pero eso es otra historia.
Despoblado de Garoza. Foto de Luis J. Martín.
Al encontrarse estas estructuras verticales de
ladrillo en la imaginaria línea divisoria entre las primeras estribaciones de
la Sierra de Ávila y las extensas llanuras mesetarias, podríamos definirlas, de
forma más poética que real, como “las
puertas de La Moraña”, aunque, muchas veces los límites entre literatura y
realidad se entremezclan sin quedar del todo claros.
Después de rodear los restos de la antigua
torre, me dirijo a la espadaña de la iglesia. Al acercarme un sonido áspero
corto y repetitivo me indica que el cernícalo primilla es uno de los escasos
pobladores de este despoblado. Efectivamente, uno de los mechinales está
ocupado por una hembra de blancas uñas y sobre mi cabeza se cierne el
escandaloso macho indicándome que estoy invadiendo su territorio de cría. Me
retiro discretamente pues, este pequeño halcón devorador de insectos, se
encuentra bastante amenazado y en claro retroceso, entre los años 70 y 80
estuvo en una situación crítica con escasas parejas debido a los insecticidas
agrarios. Tras una leve recuperación entre los últimos años del pasado siglo y
los primeros del actual su población ha vuelto a descender debido a dos causas
asociadas: la escasez de insectos y el uso de pesticidas fumigados en los
cultivos. Lo que ha llevado a algunas comunidades autónomas a declararlo en
peligro de extinción.
La ministra de Agricultura, Pesca, Alimentación
y Medio Ambiente, en ese orden, en lugar de intentar restringir el uso de
determinados productos y, seguramente, debido a su pasado como directiva de
Fertiberia, el mayor productor español de fertilizantes, en lugar de proponer
una reducción de determinados productos peligrosos, defiende, por ejemplo,
concentraciones de cadmio cuatro veces superiores a las propuestas por la Unión
Europea.
Tal vez por eso cada vez hay menos vida en las
llanuras cerealistas, más si las comparamos con terrenos forestales o acuáticos
donde la biodiversidad se dispara. Pero lo realmente preocupante es que
especies adaptadas a estos medios agrícolas, las conocidas como aves
esteparias, también están desapareciendo. Por ejemplo, la ganga ibérica es ya
casi un recuerdo del pasado, cuando hace poco aún era fácil su observación. Pero
no es la única, el sisón o el alcaraván son dos especies con poblaciones cada
vez más exiguas. La alarmante disminución o desaparición de estas aves ligadas
a espacios abiertos, debería servirnos como indicador de que algo estamos haciendo mal con la gestión del
campo, de la agricultura. Algo que también puede repercutir negativamente en la
especie humana, porque no olvidemos que el hombre es parte de natura y que todo
está relacionado.
Es necesario que reaccionemos a tiempo para que
estas especies no desaparezcan, para que
no cerremos a natura las puertas de
La Moraña porque nos las estaremos cerrando a nosotros mismos.
En Arévalo, a cinco de marzo de 2018.
Luis José Martín García-Sancho.
ACTORES Y ACTRICES POR ORDEN DE
APARICIÓN:
- Milano real:
Milano real (Milvus milvus). Foto de David Martín Fernández
- Milano negro:
Milano Negro (Milvus migrans). Foto de David Pascual Carpizo.
- Cernícalo vulgar:
Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus) macho. Foto de Pepe Rodríguez Matías.
Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus). Foto de David Pascual Carpizo.
Véanse las uñas negras características de la especie.
Izquierda: Ratonero (Buteo buteo). Derecha: Milano negro (Milvus Migrans).
Foto de David Pascual Carpizo.
- Azor:
Azor (Accipiter gentilis). Foto de David Pascual Carpizo.
- Águila calzada:
Águila calzada (Aquila pennata) en fase clara. Foto de Iván Peralta.
Águila imperial ibérica (Aquila adalberti). Foto de David Pascual Carpizo.
- Cigüeña blanca:
Cigüeña blanca (Ciconia ciconia). Foto de Luis J. Martín.
- Ortega:
Ganga ortega
hembra (Pterocles orientalis). Foto de Gustavo Peña.
- Conejo:
Conejo (Oyctolagus cuniculus). Foto de David Pascual Carpizo.
- Cogujada común:
Cogujada común (Galerida cristata). Foto de Pepe Rodríguez Matías.
Pollos de cernícalo primilla (Falco naumanni). Foto de Pepe Rodríguez Matías.
Macho de Cernícalo primilla (Falco naumanni). Foto de J. Martín.
En ambas fotos véanse las uñas blancas características de la especie.
- Ganga ibérica:
Ganga ibérica macho (Pterocles alchata). Ilustración de Antonio Ojea Gallegos.
- Sisón:
Sisón macho (Tetrax tetrax). Ilustración de Antonio Ojea Gallegos.
- Alcaraván:
Alcaraván (Burhinus oedicnemus). Ilustración de Antonio Ojea Gallegos.
Foto de Wikipedia.
Las imágenes son propiedad de sus
autores:
- David Pascual Carpizo.
- Pepe Rodríguez Matías.
- Antonio Ojea Gallegos.
- Luis José Martin García-Sancho.
- David Martín Fernández.
- J. Martín.
- Gustavo Peña.
- Josef Hlasek.
- Iván Peralta.
Autor de los textos: Luis José Martín García-Sancho