miércoles, 30 de enero de 2013

SOBRE LA NOCHE


         Se apagaba el día ante mis ojos. La enorme esfera anaranjada sucumbía entre unos pinares lejanos. La luz difusa proyectaba una sombra alargada tras de mí. Ésta se apagaba como el día pero no por ello dejaba de ser enorme, como gigantesco era lo que con ella se perdía.
Foto Primo.
 
         Yo permanecía como una piedra. Mirando caer la luz. Poco a poco la oscuridad me rodeaba, devoraba mi sombra que cada vez se hacía más tenue al pasar a ser parte de la sombra de la noche.

         Cerré los ojos.

         Yo permanecía como una piedra, mientras que en mi interior amanecía nublado. Como si hubiese estado absorbiendo esa claridad difusa del sol poniente.

         Yo permanecía como una piedra, formando parte de un todo. La sombra, tras de mí, se perdía en el tiempo. Mientras, en mi interior, la enorme mole de piedra sobre la que estaba, era demolida lentamente, hasta quedar reducida a polvo empujado por el aire. Y la noche se llevaba mi sombra con el viento.

         Una mano suave me tocó en el hombro. Al abrir los ojos pude ver como la luna, casi encima de nuestras cabezas, proyectaba nuestras sombras unos centímetros por delante.

         Sonreí.

         Dije:

         Buenas noches...

 

Arévalo, verano de 1981 (fragnento de "El Cuaderno Azul")

por: Luis J. Martín

 

lunes, 14 de enero de 2013

VIAJE AL PASADO


Paseo por el pasado
Texto y fotos Luis J. Martín

            En el municipio segoviano de Domingo García, en medio de la llanura cerealista castellana, entre los valles del Eresma y del Voltoya, se encuentra el cerro de Cuesta Grande con una altitud máxima de 986 msnm.
Cerro de Cuesta Grande

            Como otros cerros que hay por los alrededores, se trata de una elevación con afloramientos rocosos de pizarras y cuarcitas, desde donde se domina toda la planicie circundante. La peculiaridad de este otero es que ha sido utilizado por el hombre para expresar diferentes formas de arte desde el paleolítico superior hasta nuestros días, ya sea representando figuras en forma de petroglifos, es decir grabadas sobre piedra, como construcciones de carácter religioso o funerario.



           






 Petroglifos sobre pizarra

 









Ermita de San Isidro






Entre los petroglifos, destacan los de dos épocas muy concretas:
- Paleolítico superior: son grabados realizados en un periodo que se remonta entre 22.000 y 13.000 años. Los hay de dos estilos distintos: piqueteados sobre la roca o de trazado continuo que se distinguen peor que los anteriores. Son de representación naturalista, principalmente caballos, cabras, ciervos y bóvidos. Destacan dos grandes caballos piqueteados de mayores dimensiones que el resto de los grabados.
Grabado paleolítico que representa a un caballo, realizado por la técnica de piqueteado.

                                             cabra piqueteada sobre pizarra

- Post paleolítico: Multitud de petroglifos representando tanto figuras aisladas, como escenas realizadas en un periodo que comprende desde la edad del bronce hasta el siglo XI de nuestra era. Datándose los más antiguos hace unos  3.200 años. La mayoría son figuras humanas a pie o a caballo y, muchas de ellas, nos muestran escenas de lucha, caza o pastoriles. En este grupo destacan grabados de jinetes en actitudes bélicas provistos de espadas, lanzas y escudos.
            Escena bélica de dos jinetes con escudo y espada


                                             



                            Jinete provisto de lanza y espada






            Por otro lado, en una elevación menor se encuentran las ruinas de la ermita de San Isidro, que data del siglo XII y que da nombre al cerro sobre el que se levanta y que, como otras muchas de la época, se piensa que pudo ser construida por los templarios, ¿teoría o leyenda? A los pies de la ermita se pueden ver tumbas antropomorfas escavadas sobre roca, que algunos autores datan como visigodas, y que, inicialmente, estarían tapadas por una gruesa lápida de pizarra.
                            Restos de la ermita de San Isidro















Tumbas antropomorfas escavadas en roca
















            Muy cerca de allí, en el municipio de Ortigosa de Pestaño, se pueden observar dos signos evidentes del pasado y como los avances del "progreso" castigan especialmente a los pequeños núcleos rurales:
            Por un lado, lo que fueron antiguos tendidos eléctricos cuyos postes se construyeron en piedra y que hoy quedan como un pintoresco y original recuerdo de antiguos usos. Guardando las distancias, si en Italia se puede visitar la torre inclinada de Pisa, aquí se puede ver el famoso poste inclinado de Ortigosa, desafiando la misma ley que la renombrada torre: la de la gravedad.
 Famoso poste inclinado de Ortigosa

  Antiguos postes de tendido eléctrico en Ortigosa de Pestaño. 
            Y por otro lado la olvidada y abandonada estación de ferrocarril con sus andenes, vías sin raíles, silo... Presenciando, tal vez con cierta envidia como justo al lado del pueblo pasa el Ave que va a Valladolid, pasando olímpicamente de pequeños pueblos como Ortigosa y condenándolos al olvido y a la desaparición. El Ave es el paradigma de un progreso que une ciudades con rapidez a costa de hundir pueblos lentamente.
    Estación de tren de Ortigosa de Pestaño
 
VISITA AL CERRO DE CUESTA GRANDE:
Petroglifos y ermita de San Isidro:
            - Fecha: 3 de febrero de 2013

- Lugar de encuentro: plaza del Arrabal de Arévalo

- Hora de salida: 9:45 de la mañana
Actividad propuesta por el Grupo de Medio Ambiente de La Alhóndiga de Arévalo:

 Localización del cerro de Cuesta Grande

Entrevista en radio Adaja:

lunes, 7 de enero de 2013

LA LLUVIA SILENCIOSA


La lluvia silenciosa

        Una sola gota de agua, tiene más valor que todo el oro, el petróleo y los diamantes del mundo juntos, porque en su pequeñez encierra el misterio de la vida.
            El hombre es un animal visual. Por eso uno de los fenómenos climáticos que menos nos gusta a los humanos es la niebla, porque nos dificulta el sentido que tenemos más desarrollado: la vista.
Niebla en un pinar de la Tierra de Arévalo 
        Lo cierto es que en los inviernos secos con prolongados periodos anticiclónicos el único aporte de humedad que recibe el suelo es precisamente por la niebla. La multitud de diminutas gotas de agua que componen la niebla van pasando lentamente por los campos empujadas por las corrientes de aire dominantes. Cuando esas gotas tocan el suelo muchas se quedan atrapadas por la arena, por la hierba o por los cultivos. En zonas deforestadas, una mínima parte del agua que contiene la niebla pasa a humedecer el suelo. Pero en los bosques, un número  muy superior de gotas quedan retenidas entre las hojas o el follaje y van goteando lentamente humedeciendo el suelo que queda justo debajo, en forma de lluvia silenciosa.
             Gotas de agua retenidas por las acículas de un pino en un día de niebla.                 
            En inviernos secos resulta muy curioso ver como sólo debajo de los árboles la hierba se mantiene verde. Se podría decir que llueve bajo las copas. Igualmente, cuando la niebla se hiela, fenómeno que se conoce como cencellada, los árboles parecen bolas gigantes de nieve. Así, cuando el sol calienta y empieza el deshielo, la mayor parte del agua retenida por las hojas o las ramas pasa al suelo. Mientras, una tenue nube de vapor asciende lentamente empujada por el viento. Sólido del hielo, líquido de las gotas y gaseoso del vapor: Los tres estados de la materia se producen en el mismo instante.
            En una comarca tan deforestada como la nuestra, donde la superficie forestal sólo ocupa el 3,3%, conservar los pocos bosques que nos quedan es vital para asegurar un mayor aprovechamiento del agua. Sólo manteniendo o aumentando esta pequeña superficie forestal podremos asegurar que la lluvia silenciosa no pasará de largo.

Arévalo, invierno de 2013

texto y fotos: Luis J. Martín.