Río Adaja desde las cuestas de Foronda de Arévalo
fotos de Luis J. Martín
Piensen, queridos lectores, en un lugar con
arte e historia, con monumentos civiles y religiosos de primer orden, con
reconocida tradición cultural y, además, con un medio ambiente al alcance de
todos que permita el disfrute de valiosos espacios naturales sin realizar
desplazamientos. Un lugar, entonces, en el que con un simple paseo podamos
disfrutar de tradición, arte, historia y naturaleza, todo en el mismo lote. Pues
ese lugar existe, le tienen ustedes mucho más cerca de lo que piensan. Sí, es
nuestro querido Arévalo. No dan crédito, ¿verdad?
Arévalo en su conjunto y, en especial, su
casco histórico está flanqueado por los valles y riberas de los ríos Adaja, por
el este, y Arevalillo por el poniente, que forman un espacio natural de
incalculable valor pero que, desgraciadamente, pasa desapercibido para la
mayoría de los habitantes habituales y de los visitantes ocasionales. En Arévalo
no hemos sabido o no hemos querido aprovechar este auténtico cinturón verde, a
pesar de que hemos visto como otras ciudades, menos afortunadas ambientalmente,
inventaban o creaban algo parecido a lo que nosotros poseemos desde siempre,
para que sus habitantes o turistas puedan pasear tranquilamente, resguardados
de los fríos y los calores, disfrutando de la naturaleza. En estas ciudades su
Ayuntamiento apostó por la naturaleza y ganó: en prestigio, reconocimiento,
calidad de vida. Absurdo, ¿verdad? Arévalo posee lo que otras ciudades ansían
tener pero lo ignora, lo menosprecia, lo deteriora, lo ningunea.
Río Arevalillo en la primavera de 2013
Las riberas de los ríos Adaja y Arevalillo
son todo un espectáculo de colorido cambiante, un museo natural con diferentes exposiciones
temporales según la época del año. Un auditorio abierto a todo tipo de
conciertos naturales donde solistas como ruiseñor, mirlo, petirrojo, chochín o
curruca capirotada son acompañados por una sinfonía de jilgueros, verderones,
verdecillos, pardillos, pinzones, carboneros, herrerillos… Todo ello acompañado
por el arrullo de la corriente y el aire entre el follaje. Y los olores…
Desde la Alhóndiga propusimos hace años
incorporar este espacio verde, que la
naturaleza nos regala de forma gratuita, para ofrecer a propios y extraños
una mayor oferta de ocio, deportiva o turística. Presentamos al Ayuntamiento
una iniciativa de rutas eco-deportivas que irían paralelas al cauce de los dos
ríos. Pero parece que la propuesta, como tantas otras, cayó en el saco roto de
la inacción municipal. Tenemos la naturaleza en estado puro al alcance de la
mano pero la damos la espalda.
Lástima.
Artículo publicado como Editorial en número
59 de La Llanura de Arévalo, en abril de 2014.
P.D.: Parece que algo se va logrando. Todavía queda mucho por hacer... raciones enormes de paciencia.
río Adaja en primavera de 2013 desde el castillo de Arévalo
Aspecto deteriorado del Adaja justo debajo del mirador en el año 2013