Mi abuelo paterno, que era una persona sensata
y curtida por la edad, cuando algo o alguien era lo contrario a lo que contaban,
solía apostillar “PLC”, por ejemplo: que hablaban de fulano como una persona
decente, cuando él sabía que no lo era, te miraba con aire socarrón y decía en
tono irónico: “Sí, fulano es el tío más
decente del mundo”, seguía una corta pero intencionada pausa acompañada de
un guiño de ojo, y añadía “PeLeCé”,
luego te hacía un gesto con el dedo para que te aproximaras y te susurraba al
oído: “Por Los Cojones”.
Opositora
u opositor es la persona que concurre a unas oposiciones, siendo estas el conjunto de pruebas selectivas en que
los aspirantes a un puesto de trabajo, generalmente en la Administración
pública, muestran su competencia, que es juzgada por un tribunal.
Voy a poner el ejemplo de una persona opositora
al Cuerpo de Maestros de Educación Primaria e Infantil. En sus manos estará la docencia de
niñas y niños de entre tres y doce años, delicada etapa en la que nuestros
hijos, nietos, sobrinos se están formando para convivir y desarrollarse como
personas en el mundo actual. Es un periodo crucial y, por lo tanto, debería
estar en las manos y en el buen hacer de los mejores profesionales de la
enseñanza.
Para una persona que se tome en serio el papel
de opositora, la vida es muy dura. La rutina se impone, todos los días son
iguales, horas de estudio, de consultas, de preparación de trabajos materiales
o de diferentes pruebas. Mientras sus amigos, familiares, parejas, compañeros,
se divierten o se relajan, para ellas no hay tregua posible, ni distracción
aconsejable. De hecho, muchas de las personas opositoras que rompen su rutina,
un día, un solo puto día, después se sienten culpables, como si hubieran
cometido una grave falta contra su futuro. Suelen ser seis días de intenso y
monótono trabajo y uno de descanso y desconexión, cosa que no llegan a
conseguir, pues ni descansan al cien por cien como sería lo aconsejable, ni
desconectan de sus estudios pues mentalmente van dando vueltas a lo que llevan
días, semanas, meses o años preparándose a conciencia.
A la comprensión y memorización exhaustiva del
largo temario se suma la búsqueda y
estudio de legislación nacional y autonómica relacionada con todas las facetas
de la docencia, bibliografía publicada sobre la educación en sus diversas
especialidades, supuestos prácticos
variados en los que se puedan dar todo tipo de situaciones en las aulas o fuera
de ellas para tratar de buscar la mejor manera de solucionarlas o llevarlas a
buen término, siempre de manera correcta y, a ser posible, con los protocolos
de actuación previstos.
A parte de esto, la persona opositora ha de
preparar una programación que
consiste en detallar todas las unidades didácticas a desarrollar durante un
curso completo con sus objetivos a cumplir, legislación en la que se basa, materiales
utilizados, recursos didácticos, criterios de evaluación… es decir todo lo
relativo al día a día del docente y alumnado en el centro educativo.
Todo esto, como ya se ha dicho, ocupa a la
persona opositora meses o años donde el nerviosismo y la incertidumbre es
moneda común. Cualquier trabajador sabe que su esfuerzo es reconocido con un
salario mensual. En cambio, el opositor no sabe si tantas horas de trabajo diario
van a servir, siquiera, para lograr un puesto de trabajo que les permita vivir,
independizarse, tener un futuro para el que se han formado.
Por si esta carga psicológica fuera poco, luego
está el asunto de las interinidades.
La cosa tiene gracia, por denominarla de alguna manera no ofensiva. La
administración las llama, y así las convoca, como oposiciones de “turno libre”. En las que aquellas
personas que han acabado su carrera recientemente y que, por lo tanto, jamás
han trabajado, compiten en desigualdad de condiciones con aquellas personas que
sí han trabajado como interinos, es
decir cubriendo una baja por enfermedad, paternidad, maternidad, o vacantes por traslado, excedencia, jubilación o defunción. Y digo en
desigualdad de condiciones porque a pesar de llamarse de turno libre, las
pruebas selectivas tienen dos fases muy diferenciadas:
- Fase
de oposición en la que, al menos hay tres pruebas: un tema del amplio temario a desarrollar por sorteo. Uno o dos supuestos prácticos. Y finalmente la programación, en la que la persona
opositora debe defender oralmente la programación de un curso entero y, además
explicar detalladamente una de las unidades
didácticas de entre tres elegidas al azar. Momento en el que los miembros del tribunal
pueden realizar todo tipo de preguntas.
Hasta aquí podríamos hablar de igualdad de
condiciones para todas las personas opositoras, pero falta una segunda fase.
- Fase
de concurso: donde se puntúan todos los méritos que pueda aportar la persona
opositora ya sean cursos, diplomaturas, licenciaturas, máster, idiomas,
publicaciones… hasta un máximo de cuatro puntos. Y también, y he aquí la gran
cabronada para los que realmente se presentan en turno libre, la experiencia laboral en la que se
computa el tiempo trabajado en forma de puntos, donde los interinos de largo recorrido,
muchas veces, alcanzan los doce puntos. Es este el gran agravio comparativo, la
descomunal cabronada, la enorme farsa, la desmesurada injusticia de meter en el
mismo saco a los interinos con las personas que realmente concurren en turno
libre, con las ilusiones a flor de piel, con ganas de trabajar, con ideas
frescas y actuales para desarrollar con sus alumnos.
Porque en miles de ocasiones se da el caso,
amigos lectores, que un interino que jamás ha aprobado una oposición o, en el
mejor de los casos, ha sacado un aprobado raspón, se coloca por delante de un
opositor que ha aprobado con muy buena nota, incluso con una puntuación de ocho
o nueve o, en ocasiones, incluso más. Pero como se computan los años trabajados
en forma de puntos y hay gente interina que lleva haciendo sustituciones y
cubriendo vacantes diez o veinte años, toda su vida laboral, se coloca por
delante de la brillante persona opositora que aprueba con buena nota.
Esta es la mayor cabronada que se puede hacer a
una persona que lleva preparándose para un puesto de trabajo años, es decir aprobar la oposición, pero sin plaza. A
este opositor u opositora al Cuerpo de Maestros, cuya motivación muchas veces
es vocacional, que ha aprobado con buena nota, pero sin plaza le queda el consuelo
agridulce de entrar en bolsa de trabajo. Su esperanza es la de estar en un buen
lugar de partida. Así que esta persona que ha aprobado sin plaza, que ha sacado
una buena nota, se consuela pensando que estará entre el puesto veinte o
treinta de la bolsa de trabajo y que muy pronto le llamarán para hacer una
sustitución o cubrir una vacante, pero, su gozo en un pozo, de nuevo la
cabronada de un sistema que es concebido de forma cruel e injusta desde su
nacimiento, hace que el elevado número de interinos con experiencia laboral se
coloque por delante y le releguen al puesto mil y pico.
Y entramos en una tercera fase que no viene en la convocatoria oficial pero perfectamente orquestada:
- Fase de desánimo: Así, van pasando las semanas, los meses. La
persona opositora que ha aprobado por méritos propios con buena nota, pero sin
plaza pide todos los destinos que van saliendo semanalmente: plazas que quedan
vacantes por una u otra razón. Cada semana desciende unos cuantos puestos en la
lista de la bolsa de trabajo y se acerca un poco más a su objetivo: trabajar. Pero en un momento
determinado del curso, se da cuenta de que en lugar de bajar puestos los sube… ¿qué
está pasando?, se pregunta. La respuesta no es otra que los interinos que
estaban realizando una sustitución de dos o tres meses han vuelo a la bolsa y,
como siguen teniendo mayor puntuación por sus diez, doce puntos de experiencia
laboral, se colocan nuevamente delante de la persona opositora que ha aprobado
la oposición con buena nota, pero sin plaza. Ahora, la brutal cabronada se
convierte en indecencia. Y les da por pensar: “¿cómo voy a tener experiencia laboral si no me dejan trabajar, si me
ponen en el mismo saco que a los interinos?”. Y a muchos el desánimo, el desencanto, les hace tirar la toalla, abandonar... para la ceguera de la administración, un problema menos.
Esta es la cuestión, señores administradores de
lo público, sean ustedes consejero, ministro, presidente o monarca, el sistema
de oposiciones a turno libre está viciado desde el principio y deben concurrir
de forma separada personas interinas y personas sin experiencia laboral.
- Primero:
Se deben regularizar a todos los
interinos que demuestren que valgan para la docencia, es decir para dar
clases a niños en la crucial edad de aprender a vivir comprendida entre los
tres y los doce años, haciéndolos una prueba selectiva en exclusiva para ellos
y, a partir de ahí:
- Segundo:
Una vez regularizados los interinos, todas
las vacantes que vayan saliendo anualmente ofertarlas en nuevas oposiciones a
turno realmente libre para que sean cubiertas por aquellas personas opositoras
con ilusiones que hayan aprobado pero que nunca han trabajado.
- Tercero:
Una vez regularizados los interinos, todas las vacantes y sustituciones que
vayan saliendo a lo largo del curso cubrirlas de forma interina con los que han
aprobado sin plaza las nuevas oposiciones de turno libre. Y a estos
regularizarlos de forma cíclica.
Así, sí serían oposiciones realmente justas y
libres, y trabajarían las personas que demuestren mejores aptitudes y actitudes
para la docencia.
Este es el dato, 130.000 docentes de la
enseñanza pública no universitaria son interinos, trabajan sin una plaza fija en las aulas y
cambian de centro hasta varias veces al año. La pregunta es bastante clara y
creo que muchos nos la hemos planteado más de una vez: ¿por qué hay tantos
interinos en la enseñanza?, ¿por qué no se regularizan esas plazas interinas anualmente?,
¿a quién puede interesarle que el 25% de los profesionales de la docencia estén
en la precaria situación de interinidad, es decir, que uno de cada cuatro maestros
no tenga su plaza en propiedad y tenga que ir cambiando de puesto de trabajo y
de vivienda una o dos veces al año? Lo lógico, lo decente, lo justo sería
regularizar anualmente al mayor número de interinos y convocar oposiciones en
turno realmente libre con todas las plazas que queden vacantes para que los
nuevos opositores o los que han aprobado sin plaza, pero con buena nota, puedan
optar, por fin, a un puesto de trabajo vocacional.
Por otra parte, lo cierto es que tantos años de
trabajo interino, precario e inseguro cansan al docente más paciente y llegan oírse
comentarios de interinos de largo recorrido tales como “a mí ya ni me gustan los niños”. Lamentable que por culpa de un sistema
defectuoso e injusto se lleve a profesionales a estos extremos de desencanto.
Siempre se ha dicho que en las oposiciones
obtienen un puesto de trabajo los mejores de forma justa, pero lo cierto es que,
tal y como están planteadas en la actualidad, las oposiciones al Cuerpo de Maestros,
ni son justas, ni trabajan los mejores.
Si esto lo oyera o leyera mi abuelo paterno
añadiría de forma socarrona y guiñando un ojo: “Actualmente, las oposiciones al Cuerpo de Maestros son justas PeLeCé ”.
En Arévalo, a diecisiete de julio de 2019.
Luis José Martín García-Sancho.