Foto: Nadia Wicker
TETAS JOROBADAS®
Por: Luis José Martín García-Sancho
Son las seis y media de la tarde. Alexia se
lava cuidadosamente sentada en el bidé del cuarto de invitados de cara a la
pared, mientras dos lagrimones se deslizan por su mejilla derecha.
Juanón
se acerca a ella y le acaricia el hombro con dos dedos.
- ¿Ves
tonta? -dice Juanón mientras deja tres billetes de 500 doblados dentro del vaso junto
a un tubo dentífrico casi gastado-, no ha sido para tanto. Así podrás ir al
funeral. No me digas que no soy una buena persona. Fíjate, lo poco que tú me has
dado y todo lo que yo te doy. Y, ya sabes, si quieres que te pague el billete de
vuelta -mientras le besa delicadamente en el hombro-, pásate mañana por mi
despacho antes de ir al aeropuerto. No sabes tú muy bien lo cómodo que es el
sillón de piel de leopardo que tengo.
Alexia retira el hombro con
asco, mientras hace chirriar la vulva de lo fuerte que la frota, recordando
aquel bigote áspero y maloliente, hace tan sólo un instante,
besuqueando y baboseando su cuello con ímpetu.
Juanón
sale de la habitación de invitados y baja las escaleras de dos en dos.
- Muy contento estás tú hoy hermanito -le dice
Mariví que cruza el hall con un vermut en la mano- ¿No habrás visto a Alexia? Va
a empezar a llegar la gente y aún no ha preparado la mesa en el salón de té. No
sé qué le haces últimamente que cuando llegas se pone nerviosita. Fíjate, yo
creo que le gustas, por lo tonta que se pone, que es que no da ni pie con bola.
- Mujer no seas tan dura con ella -contesta Juanón
intentando poner un gesto de desagrado-. Estará así porque esta misma mañana se
ha enterado de que han matado a tiros a su padre y a su hermano ¿Cómo quieres
que esté?, Marivivi, ¿cómo estarías tú si me hubieran matado a mí a tiros?
- Anda, anda, no seas coplero -protesta Mariví
con un mohín de desaprobación-. Y no me llames Marivivi, que no me gusta.
Bastante tengo yo con aguantarla. Toda la santa mañana suspirando y gimoteando
cada dos por tres. Ya le he dicho: "cariño, deja de pensar en tu familia
que nada puedes hacer por los muertos y concéntrate en tu trabajo para que te
ayude a paliar tu dolor y su pérdida. Mañana estarás con ellos. Ahora no puedes
hacer nada, excepto cumplir con tus obligaciones y no dejarme tirada con tantos
invitados" ¿No crees que he hecho bien en intentar que esté entretenida
para hacer más corta la espera? Yo creo que es lo mejor, hasta que no salga
mañana su vuelo, que trabaje. Además me da grima tener que buscar, precisamente
hoy en el cumpleaños de la niña, a una sustituta con los invitados a punto de
llegar. ¡Uy, no, qué horror! Mira, se me revuelve el estómago sólo de pensarlo.
- Eres una tirana -contesta Juanón pellizcando
las mejillas a su hermana-. Deberías haber pagado a Alexia un vuelo privado
para que llegase hoy mismo a su país y acompañar a los suyos en este dolor
-mientras se golpea el pecho teatralmente con la palma de la mano-. Eres más
vil que Cruella de Vil.
- Quita,
quita. Qué fácil es ser generoso con lo ajeno -protesta Mariví-, además no
tengo tanto dinero. Ya sabes que tu cuñadito ha regalado a Pauli diez mil euros
por su cumple para que se opere de una vez. Un capricho, ya ves, que no sabe
decir que no a todo lo que le pide nuestra hija, que si no fuera por mí estaría
malcriada. Además no tengo por qué ser una hermanita de la caridad con todos
estos inmigrantes que aparecen hasta debajo de las piedras.
Al mirar hacia la escalera, descubren a
Alexia, vestida de negro con delantal y cofia blanca, asomada a la barandilla.
Juanón arrebata el vermut a su hermana, levanta el vaso hacia la joven criada y,
con una sonrisa forzada, se gira hacia la entrada y sale por la puerta
principal al jardín.
- Gracias por la copa hermana -grita Juanón
mientras desaparece por la puerta.
-
Vamos Alexia -ordena Mariví bajando la mirada-. Apresúrese, que aún hay mucho
que hacer. Y no haga caso de lo que dice mi hermano, ya sabe lo bromista que
es. Acuérdese que la mesa del salón de té está aún sin preparar y los invitados
llegarán en un cuarto de hora.
Mientras
tanto, Pauli se mira los pechos frente al espejo. Los sube con ambas manos, los
junta, los separa, los deja caer para repetir nuevamente la misma operación.
Llaman a la puerta. Pauli se pone la
blusa y contesta: "Adelante". Entra Ximo. Pauli se tira a su cuello, con
la blusa abierta, rodeándole con ambas manos y besándole con dulzura.
- ¡Qué sorpresa! -grita la joven mientras
repite los besos y los abrazos- ¡Qué alegría que hayas podido venir a mi cumpleaños!
Pensé que te ibas hoy mismo al Caribe.
-
No, cariño -contesta Ximo-. Te dije que me iba hoy para darte una sorpresa. En
realidad me voy mañana. Toma, mi regalo.
Pauli da un chillido mientras rasga el
papel del pequeño paquete que le acaba de entregar Ximo. Abre el estuche y saca
una cadenita y un colgante con la figura de una ballena. Inmediatamente se lo
pone al cuello sobre sus pechos desnudos y se mira nuevamente al espejo con una
risita nerviosa.
- ¡Qué bonito cari! -dice Pauli muy
sonriente- ¡Qué bien! Te has acordado de mí ¿Te gusta? -pregunta Pauli mientras
se gira hacia Ximo.
- Ya lo creo que me gusta -responde el
joven-. Pero me gusta aún más lo que hay debajo.
- ¿Tú crees? -duda Pauli girándose hacia el
espejo-. Sólo tengo una 85. Es muy poco, todas mis amigas tienen la 95 ó la 100.
- Claro, así se puede -protesta Ximo-, la
mitad están operadas. Son pechos artificiales. Estos son bonitos y naturales
-le susurra Ximo al oído mientras la rodea con sus brazos por la espalda para
atrapar ambos pechos con las manos-. Seguro que no tienen nada que ver con un
trozo de silicona ¡Uhmmm! Tus tetas me vuelven loco ¿Nos da tiempo a uno
rapidi…
- Ya lo hemos hablado otras veces cari -le
corta Pauli de forma tajante-. Yo quiero unas tetas más grandes. No quiero ser
la planeta del grupo. Ya sabes que mi padre me ha regalado una operación de
aumento de pecho por mi cumple. Mira -mientras abre el cajón de su coqueta-,
estos diez mil euros me los ha dado esta mañana para que haga la primera entrega
a la clínica mañana mismo.
- Ya veo que yo no pinto nada -contesta Ximo
enfadado-. No te importa mi opinión. Sabes que estoy loco por ti desde que eras
una niña sin tetas, entonces, como tú dices, sí eras planeta, no ahora, y ya me volvías
loco. A mí me gustas como eres Pauli, sin aditivos, ni aumentos, ni
disminuciones.
- Anda cari, no te enfades que es mi cumple y
mañana te vas -responde Pauli poniendo un tono mimoso-. Si yo te voy a seguir
queriendo, si voy a ser la misma pero con más pechuga. Tonto, ven aquí, si vas
a tener más dónde agarrar.
- La
verdad es que no te comprendo Pauli. No hay quién te entienda. Si ganas una
talla de pantalón te coges un cabreo monumental. Pero, en cambio, quieres aumentar
a toda costa dos tallas de pecho. Quien lo entienda que me lo explique -termina
Ximo resignado.
Se escucha en el jardín delantero un
pitido de coche alegre y continuo. Pauli sale corriendo hacia la puerta,
dejando a Ximo con los brazos abiertos para abrazarla nuevamente.
-
¡Es mi papo! -grita Pauli mientras se dirige hacia las escaleras-. Le voy a
decir que no te has ido al Caribe y que me has dado una sorpresa.
Pauli llega al hall al mismo tiempo que
su padre abre la puerta principal, portando un maletín en la mano izquierda.
- Mira papá -grita Pauli nerviosa-. Ximo ha
venido a mi fiesta de cumpleaños. No se ha marchado al Caribe como me dijo
ayer. Lo ha hecho para darme una sorpresa. Y mira que colgante tan bonito me ha
regalado.
- Ya
veo, ya veo -Responde su padre con cierto tono de indiferencia-. Este Máximo es
todo un detallista. Bueno, bueno, vaya cetáceo que te ha regalado. Este es uno
de esos que todavía cazan los japoneses, ¿no, Máximo?
Ximo iba a empezar a contestar pero le
corta Pauli.
- No empecéis otra vez papá -corta Pauli tajante-.
No en la fiesta de mi cumpleaños.
-
Tienes razón Pauli -dice Alberto extendiendo su mano derecha a Ximo-. Ven
Máximo, acompáñame a la bodega a elegir el vino de la merienda.
Al ir hacia la bodega atraviesan el
pabellón de caza que Alberto ha ido llenando de trofeos de todo tipo. Una
decena de cabezas de venados con cuernas descomunales. Varios corzos con la
cuerna de tres picos con variados perlados. Machos monteses de largos cuernos
en forma de lira, jabalíes con sus pares de afilados colmillos como navajas.
Incluso un macho entero de avutarda disecado haciendo la rueda. A Ximo no le
agrada entrar en el pabellón. Nunca le ha gustado la caza. El padre de Pauli lo
sabe pero disfruta enseñando sus trofeos al novio de su hija. Al pasar junto a
uno de los machos monteses Alberto comenta a Ximo que ese ejemplar lo cazó en
Gredos acompañando a su majestad.
-
Nos subieron en helicóptero hasta el Refugio del Rey -cuenta Alberto despacio,
saboreando las palabras-, por las altas praderas se distinguían varias manadas
de machos. Los guardas nos guiaron hacia una de las más pequeñas, apenas cinco
machos. Pero qué machos. Uno de ellos tenía los cuernos más grandes que había
visto nunca. Nos apostamos tras unas rocas, los animales parecían confiados.
Quizás las bolas de sal dispersas por aquella pradera habían ayudado a que se
mostraran más confiados de lo normal. Uno de los celadores nos indicó los dos
machos sobre los que debíamos disparar. Yo maté al más grande, un medalla de
oro, porque se me puso a tiro antes que a su majestad. Pero los guardas se lo
adjudicaron al rey y a mí me dieron este que no está nada mal, ¿verdad? y
siempre podré presumir que lo mató el mismísimo rey.
Ximo no atiende. Ha oído tantas veces
esa historia que le aburre. Casi le repugna el que se pueda matar así a un
animal tan noble. Pasan al fondo del pabellón donde hay un buen número de
rifles, escopetas y trofeos mayores como leones, búfalos, antílopes, osos,
incluso un par de manos de gorila que hacen las veces de cenicero.
- ¿Estos también los has matado con su
majestad? -pregunta Ximo al pasar junto a un par de colmillos de elefante
africano-. Fue en Botsuana, ¿no?
-
Tengamos la fiesta en paz, hijo -corta Alberto muy serio, mientras le da unas palmaditas
en las mejillas-. Se lo hemos prometido a mi hija.
Cuando
entran en el salón de té ya han llegado casi todos los invitados. La tía
Margot, esposa del tío Juanón, con sus tres hijos Juan, Anselmo y Margarita.
Beatriz, vecina y una de las amigas operadas de Pauli, con sus padres Gloria y
Ernesto, catedráticos de la Universidad y socios, a su vez, del bufete de
abogados que regentan Mariví y el tío Juanón y, por último, Alba y Sole,
vecinas y amigas de Pauli, con su madre, Soledad, de quien dicen que le viene
el nombre de perlas pues Juan Pablo, su marido y uno de los mejores clientes de
Alberto, raramente está en casa. Como siempre, sólo falta por llegar Maurita,
una amiga sotera de la familia que se apunta a todas las fiestas. Al parecer, fue
novia del tío Juanón en su juventud y aún le pone ojitos en cuanto la tía
Margot se despista, que es con mucha frecuencia.
Cuando
llega Maurita ya están sentados a la mesa. Pauli abre todos los regalos con
mucha alegría. El que más ilusión le ha hecho es un sujetador de la talla 95 de
la prestigiosa marca italiana Christine, especialmente por la dedicatoria:
“Para que tus nuevos pechos encuentren la mejor acogida. Con cariño Sole y
Alba”. Todos ríen y celebran la ocurrencia excepto Ximo que se muestra serio e indiferente.
Alberto se da cuenta. Sus miradas coinciden. Ximo se pone aún más serio,
incluso frunce el entrecejo. Alberto le aguanta la mirada, hasta que empieza a
reír de forma exagerada al ver a su hija con el sujetador puesto por encima de
la ropa.
Entonces, Mariví toca la campanilla. Son
las siete menos cuarto. Inmediatamente aparece Alexia con su uniforme, al que
ha añadido unos guantes blancos y, sopera en mano, comienza a servir una crema
de marisco templada. Maurita, que está sentada entre Gloria y Ernesto, se da
cuenta de cómo Juanón mira a la muchacha. La está desnudando con la mirada,
piensa mientras Alexia continua sirviendo con delicadeza cada plato. Al llegar
a la altura de Gloria, Maurita golpea disimuladamente con su codo el codo de la
sirvienta, lo que provoca que parte de la cucharada se vierta sobre el vestido
de Gloria.
- ¡Por dios muchacha! -protesta Gloria
airada-. Mira cómo me has puesto. Si no fuera el cumpleaños de la niña, le
pediría a Mariví que te pusiera de patitas en la calle.
- Disculpe señora Gloria -Dice Alexia casi
llorando-. Quítese el vestido si quiere y yo misma se lo intentaré limpiar.
- ¡Vamos, anda, mona! Voy a dejar yo que
pongas tus manos en este vestido, diseño exclusivo de Roberto Torres, para que
me lo destroces.
- Váyase ahora mismo a su cuarto a meditar sobre
lo ocurrido -interviene Mariví arrebatando a Alexia la sopera y el cazo-. Ande,
ande. Si quiere haga las maletas y váyase al aeropuerto, que para lo que está
haciendo... Esta chica está cada día más tonta. Perdona amor. Ya veremos cómo
podemos arreglar este desaguisado ¡Qué horror! Si es que lo tiene que hacer una
todo. No puedo con ella.
- Pauli, cariño -continua Mariví-. Por favor,
acompaña a Gloria a mi vestidor y mirad a ver qué vestido se puede poner, una
40, ¿verdad, amor?
- No, no guapa, lo que me faltaba, ¿con qué
ojos me ves? -protesta Gloria mientras se levanta frotándose con una
servilleta-. Una 38 y gracias.
- Mira
a ver si te vale el vestido fucsia de Marino y Luciano -grita Mariví mientras
Gloria y Pauli suben por las escaleras-, ese que me ponía cuando estaba más
rellenita.
- ¡Qué mala es tu madre! -se oye protestar a
Gloria-. Se empeña en que estoy más gorda que ella. Si desde que nos conocemos
de la uni siempre he gastado una 38, no como ella, que ha llegado a gastar una
42 ó 44.
-
Por cierto -interviene Ernesto-, hablando de la universidad, mirad qué sorpresa
me he llevado al abrir el periódico universitario esta mañana.
Ximo se queda mirándole fijamente.
Intuye por dónde van los tiros. Ernesto abre el periódico y busca entre sus
páginas.
-
Aquí está -sonríe Ernesto mientras comienza a leer-, "Activistas y
simpatizantes del grupo ecologista Blue Sea Green Forest se manifiestan en la
Facultad de Biología con el objetivo de recaudar fondos para su campaña contra
la caza de ballenas que empezará este mismo mes entre las aguas del Atlántico
tropical y el sur del Caribe". Pero mirad la foto, a ver si reconocéis a
uno de los que aparecen colgados de las ventanas del tercer piso desde donde
desplegaron una pancarta gigante con el lema "no a la caza de las
ballenas".
Todos se levantan para mirar la foto
con curiosidad. Todos menos Ximo y Alberto, que permanecen sentados mirándose
el uno al otro. En ese momento regresan Pauli y Gloria.
-
Mira hija -dice Alberto con tono socarrón-. Mira como el radical de tu novio se
descuelga por las ventanas de la facultad como una cabra. En lugar de estudiar
y aprender a callar y a ser tolerante con otras culturas, que es lo que debería
hacer.
Ximo se levanta de la mesa y sale de la
sala, da vueltas por el hall con los puños apretados, quiere contenerse,
prefiere tranquilizarse. Finalmente se dirige a la cocina a beber un vaso de
agua. Mientras traga, escucha unos gimoteos contenidos. Se asoma a la puerta de
la cocina que da al jardín trasero y encuentra a Alexia sentada en las
escaleras, llorando con la cara tapada por las rodillas. Ximo le ofrece un poco
de agua.
- No llores Alexia -dice Ximo con voz tenue y
cálida-. No merece la pena. Ninguna de las engreídas personas que están
sentadas a la mesa merece que derrames ni una sola lágrima por ellas.
- No lloro por eso, señorito Máximo -contesta
la muchacha con la cara empapada en lágrimas y los ojos enrojecidos por el
llanto-, lloro porque echo de menos a mi mamá. Porque me gustaría estar ahora
mismo con ella. Porque siento no poder acompañarla en estos momentos de dolor.
- ¿Qué le ha pasado a tu madre? -pregunta
Ximo- ¿Está enferma?
- No, no es eso, señorito Máximo -responde
Alexia algo más calmada-. Es que esta misma mañana han matado a tiros a mi papá
y a mi hermano y, como comprenderá usted, me gustaría estar ahora mismo allí
para abrazarla y acompañarla en su dolor.
- Pero eso es terrible, ¿cómo puedes estar
aquí trabajando pensando en que han asesinado a tiros dos miembros de tu
familia?, ¿cómo pueden hacerte esto? Es inhumano.
- No, señorito Máximo, no hable usted así de
mis señores. Ellos siempre se han portado muy bien conmigo. Bueno el señor
Juan, el hermano de mi señora no tanto. No, el hermano de la señora no debería
haberse aprovechado de mi situación. Yo soy una chica honrada y trabajadora,
así me educaron mis papás desde que era una niña. El hermano de la señora no
debería haber utilizado la muerte de mi papá y de mi hermano para aprovecharse
de mí.
- Pero, qué dices Alexia -interroga ahora
Ximo muy indignado-. Me estás diciendo que Juanón, el tío de ni novia, se ha
aprovechado de ti, ¿ha intentado violarte o algo parecido?
-
No, no exactamente -comienza a llorar nuevamente Alexia-. No señorito. No me
haga caso estoy hecha un lío. No entiendo nada de lo que me está pasando. Él me
chingó, señorito, él me chingó. Pero yo me dejé, yo me dejé chingar.
Compréndalo señorito Máximo. Yo quería volver a mi país enseguida para
acompañar a mi mamá. Quería llegar a tiempo al funeral
Las lágrimas vuelven a colmar sus ojos
y un llanto más amargo aún comienza a brotar de su garganta.
-
¿Qué te hizo ese cabrón? -Pregunta ahora Ximo llorando también-, Te ofreció
dinero para volver con tu madre, a cambio de acostarse contigo, es eso, ¿verdad?
Alexia no contesta. Sólo asiente con la
cabeza entre las rodillas. Mientras intenta contener un llanto entrecortado,
con hipo. Ximo se sienta junto a ella abrazándola con delicadeza.
- ¡Qué cabrón! -grita Ximo en voz baja con
los ojos humedecidos- ¿Cómo se puede llegar a caer tan bajo?, si no le falta de
nada ¡Qué hijo puta!
- ¡Qué vergüenza señorito! -responde Alexia
con la voz entrecortada por el hipo que le produce el llanto-, no debería
habérselo contado. Va a pensar usted que soy una puta y no lo soy, señorito Máximo,
no lo soy. Mi papá me enseñó desde pequeña a ser honrada y trabajadora igual
que lo era él, igual que lo era mi hermano y, mire, les han matado como a
perros.
- Cálmate Alexia, por favor -intenta
tranquilizar Ximo-, yo no pienso ni pensaré jamás que eres una puta. Ya veremos
cómo se puede arreglar esto. Tranquilízate. A ver, cuéntame, ¿por qué han matado
a tu padre y a tu hermano?
- Por la gente del partido del general
-cuenta Alexia intentándose calmar-. Ya les amenazaron con violarme si no contrataban
a la gente del partido ¿Sabe? Mi papá tiene un barco de pesca, lo bautizó “MARIOLA”
en honor a mi mamá, lo escribió con grandes letras doradas, dijo que nos
traería suerte. Y la verdad es que nunca nos fue mal. Hemos sido gente
trabajadora. Al empezar la campaña de la sardina, le fueron a visitar a mi
papá. Le dieron cinco nombres de gente del partido o amigos suyos para que los
contratara. Al despedirse le dijeron: “Señor Anselmo, debería usted salir a pescar
con estos amigos nuestros, así estamos todos contentos. Usted pesca sus
sardinas y gana su platita y nuestros amigos pueden llevar algo que comer a sus
casas para que sus hijitas se puedan poner tan sanotas como su Alexia. Se
comenta mucho en el puerto lo guapetona que se está poniendo su hija. Sería una
pena que le pasara algo malo, ¿verdad, señor Anselmo?”.
- Mi papá, siempre ha sido un hombre
tranquilo y trabajador -continua Alexia-. Me ha repetido muchas veces que en la
casa manda mi mamá y en el barco sólo manda él. Así que reunió todos los
ahorros que tenían, pidió algo a los abuelos y a los tíos y me envió para acá, jamás
consentiría que me pudiera pasar algo malo. Después, contrató a los que quiso,
como siempre lo hacía. Dice que en el mar no vale cualquiera y que la
experiencia siempre puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. No
eligió ningún nombre de la lista. Yo llevo aquí un año. Casi todo lo que he
ganado se lo he enviado a mis papás para que devolvieran lo que habían pedido prestado
para que yo pudiera venir a trabajar a casa de los señores. Ahora empezaba una
nueva campaña de la sardina. Llegó una nueva lista y mi papá volvió a ignorar
las amenazas. Hoy, mientras descargaban las cajas con la pesca del día, se ha
acercado un auto y los han tiroteado desde las ventanillas. Han matado a mi
papá, a mi hermano y a Andrés, uno de los marineros que mi papá contrata
habitualmente, y han herido a otros dos. Como ve, en mi país vale muy poco la
vida de una persona. O haces lo que te dicen o te matan, no más. Eso es lo que
vale una vida por allá. Como ellos te recuerdan con mucha frecuencia, vives
hasta que sus balas quieren. No más, señorito Máximo, no más.
- Entonces, no tenías dinero para pagar el billete
de avión, ¿verdad? -pregunta Ximo-, y has tenido que acceder a los deseos del
cerdo del tío Juanón. Pero, dime Alexia, ¿acaso no saben Mariví y Alberto que
no tienes dinero porque casi todo se lo envías a tu familia?
-
Supongo que sí, no lo sé -contesta Alexia volviendo a llorar de nuevo-. Se lo
quería pedir, para devolvérselo después con mi trabajo, pero me daba mucho
respeto porque la señora siempre anda diciendo que ella no es una hermanita de
la caridad. Además hoy mismo la he oído que decía a su hermano que el señor se
había gastado mucho dinero para la operación de pecho de la señorita Paula.
Perdone, lo he escuchado sin querer. No sé qué hacer, estoy hecha un lío. Si
acepto el dinero del señor Juan, todos van a pensar que soy una puta. Pero si
se lo devuelvo, no me podré ir mañana a acompañar a mi mamá, ¿qué hago
señorito? ¿Qué hago?
Alexia rompe a llorar de nuevo con
fuerza, Ximo la abraza e intenta consolarla.
- No te preocupes -le dice Ximo al oído-, yo
te daré el dinero que necesitas.
- Que asqueroso eres Ximo -irrumpe Pauli en la puerta de la cocina- ¿Qué estás haciendo abrazado a esta cerda a
mis espaldas? Ya me lo había advertido mi padre.
- No
estoy haciendo nada -protesta Ximo-, no sabía que han matado a los padres de
Alexia. Y no la trates así, no es ninguna cerda. Sólo una mujer que está lejos
de su casa y sufre.
Alexia intenta reponerse, dejar de
llorar. Quiere pedir perdón a Pauli pero sus palabras surgen entrecortadas por
el hipo del llanto. No se entiende nada de lo que dice y sale corriendo
precipitadamente, entra en la cocina y se dirige hacia su habitación.
- Ya, ya veo -Insiste Pauli con desdén-.
Debería haber hecho caso a mi padre hace tiempo. Te he pillado abrazando y
besando a la criada y encima soy yo la mala. La que falto al respeto a una
guarra que lo único que pretende es quitarme el novio y, por lo que oigo,
dejarte sin un céntimo.
- Te repito, cariño, que he venido a la
cocina y la he visto llorando y me ha partido el corazón porque no sabía que…
- Ya, ya -continúa el reproche de Pauli-.
Eres un cerdo y ella una puta, como todas las que vienen a España a buscar un
marido rico que las saque de la miseria.
- Nunca has hablado con Alexia de su familia,
¿verdad? -dice Ximo intentando no alzar la voz-, nunca habéis hablado con ella sobre
los motivos por los que ha tenido que huir de su país. Por qué ha tenido que
abandonar a su familia.
- ¡Qué tonterías dices! -contesta Pauli
alzando la voz-, ¡qué sé yo, será por hambre! Como todas las de su calaña.
- Entonces, no sabes nada de su vida -insiste
Ximo con voz tranquila-. No sabes que su padre era marinero, que tienen un
barco de pesca y que vivían bien…
- Y tú qué sabes -corta Pauli nerviosa y
alzando aún más la voz-. Tú qué sabes, ¿eh? Te crees todo lo que te cuenta.
Vamos a ver, si vivía tan bien de la pesca, por qué coños ha venido a trabajar
aquí de criada roba novios. Eres un cabrón, la crees a ella más que a mí.
- Pero Pauli, cariño -intenta reflexionar
Ximo-, si tú sólo has dicho que está muerta de hambre y que intenta robarte al
novio y eso es mentira.
- Tú sí que eres un mentiroso -insiste
Pauli-, Si ya me lo lleva diciendo mi padre mucho tiempo, que eres un
ecologista sandía y el día menos pensado me dejarás por una de esas que enseñan
los pechos para protestar delante de los políticos o de las celebridades.
- Y, qué significa eso de sandía, si puede
saberse.
- Que eres verde por fuera y rojo por dentro
-contesta Pauli.
- Y, qué quiere decir tu padre con eso
-insiste Ximo-, que soy un comunista o algo así.
- No, que engañas -responde Pauli-, que a
primera vista pareces un ecologista moderado y en realidad eres un ecologista
radical de esos que están en contra de la propiedad privada y del progreso. De
esos que se cargarían la fiesta nacional, todas las presas y las centrales
nucleares.
- ¿Es eso lo piensas tú de mí? ¿Qué pinta tu
padre en todo esto? -pregunta Ximo perdiendo un poco la paciencia-, tú sólo
haces lo que te dicen tus padres. A mí sólo me tienes como un capricho para
presumir delante de tus amigas de lo progre que eres con un novio ecologista.
- No es cierto, eso sí que es mentira -vocea
Pauli-, si así fuera, si sólo hiciera caso a mis padres, ¿tú te crees que
estaría contigo?
- Vamos, anda, Pauli -pierde la paciencia
Ximo-. Si hasta tu papaíto te prepara las papeletas en las elecciones.
- No es cierto -empieza a llorar Pauli- Sabes
que en las últimas elecciones fui a votar contigo.
- Lo que te dijo tu papo -insiste Ximo-.
Jamás te he preguntado a quién votas ni quiero saberlo. Es tú elección o, al
menos, debería serlo.
- Claro, Claro, ahora que has encontrado a
una puta -contesta Pauli entre llantos-, no quieres saber nada de mí.
- Yo no he dicho eso -dice Ximo indignado-.
Hablando de saber el uno del otro, ¿sabes Pauli?, ni siquiera me has preguntado
a qué voy al Caribe.
- A qué vas a ir. De vacaciones, ¿no?
- No, no, ¿ves cariño? -dice Ximo otra vez
con tono tranquilizador-, eso es precisamente lo que quiere tu padre que creas.
- Entonces, ¿a qué vas?
- A luchar contra los balleneros japoneses -responde
Ximo acercándose a ella-.Voy como activista de Blue Sea Green Forest para
intentar salvar a las ballenas que se acercan al Caribe por estas fechas.
- ¿Ves? Es lo que dice mi padre, ¿qué te dan
a ti las ballenas que las antepones a nuestra relación?
- Yo
no antepongo nada a lo que hay entre nosotros Pauli. Pero si no lo comprendes
creo que todos estos años hemos perdido el tiempo. No sé, no sé, tú no
entiendes lo de los bosques o lo de las ballenas y yo no entiendo cómo pueden
ser más importantes unas tetas de goma que nuestra relación.
Entonces, Pauli se va corriendo hacia
su cuarto, mientras balbucea algo entre llantos que Ximo es incapaz de
entender. Intenta ir tras ella pero se cruza en el pasillo de la cocina con
Alexia que va cargada con una maleta de ruedas, una gran bolsa de viaje y una
mochila.
- Me voy señorito Máximo -le dice Alexia
tendiéndole la mano-. Muchas gracias por su ayuda. Me ha tranquilizado mucho
desahogarme con usted. Diga a la señorita Paula que me perdone si en algo la he
ofendido. La verdad es que siempre se ha portado bien conmigo. La tengo mucho
aprecio.
- No Alexia -contesta Ximo-, no me trates de
usted, por favor. Se puede decir que ya somos amigos, llámame simplemente Ximo.
Y gracias a ti. Eres tú la que me has ayudado a comprender ciertas cosas que no
quería ver aunque estuvieran delante de mí ¿Sabes cuál es mi coche? Pues toma
las llaves, mete las maletas y espérame dentro. No voy a permitir que pases
toda la noche en el aeropuerto. Subo a hablar con Pauli y bajo enseguida, no
puedo irme mañana de viaje dejando así a Pauli, me importa demasiado.
- No
por favor -contesta Alexia-, no se preocupe por mí. Hay una parada de autobús
llegando a la autovía, apenas a cinco minutos. Bastante daño les he hecho ya usted
y a la señorita Paula.
Pero Ximo ya no la escucha y se dirige
apresuradamente hacia las escaleras mientras el reloj del hall comienza a dar
siete campanadas.
Tres
semanas más tarde, el señor Alberto estrella un vaso de whisky contra la pared,
cuando abre un enlace de vídeo que le han enviado a su correo electrónico. Son
imágenes del grupo ecologista Blue Sea Green Forest, sobre su campaña por el
Caribe contra los balleneros japoneses, tomadas desde un helicóptero: Mientras
el barco nodriza de los ecologistas se acerca al costado de un ballenero
japonés, intentando abordarlo para desplegar una pancarta, un pequeño pesquero
se interpone entre la proa del arponero y un grupo de ballenas jorobadas.
El arpón pasa por encima del barco pesquero y se hunde en el mar. "Han
fallado, han fallado". Se oye gritar al locutor. Entonces la cámara hace
un zoom para acercarse al pequeño pesquero de nombre "MARIOLA",
escrito con grandes letras doradas. La cámara hace un barrido por la cubierta
en la que se distingue a dos personas. Aumenta el zoom para captar la alegría
de los tripulantes. Ahora se reconocen perfectamente sus caras, son Alexia y
Ximo, se abrazan haciendo el símbolo de la victoria con sus dedos, mientras miran
a la cabina del patrón donde parece haber un tercer tripulante. El helicóptero
se acerca hasta lograr enfocar al timonel. Es Pauli que sonríe con una mano en
el timón y con la otra haciendo el mismo símbolo que sus compañeros. Luce una
camiseta con el dibujo de una ballena en la que se puede leer en letras
mayúsculas:
"POR CONSERVAR LA 85, SALVO
BALLENAS"
"GRACIAS
PAPÁ"
Arévalo, 27 de diciembre de 2013.