martes, 23 de febrero de 2021

CADA MAÑANA


102.


CADA MAÑANA

 

Despierto cada mañana con arena en la boca,

como un trapo andrajoso de indigente

y con llagas en las manos transparentes

sacio mi sed a golpe de martillo de la forja,

bebiendo el fuego de una hoguera ausente.

 

Me agarro a un clavo ardiendo y miro al cielo,

aquel por el que vuelven las cigüeñas,

el mismo por el que huye la tormenta

que no quiere regar la yerma parcela,

siembra de los años vividos torpemente.

 

Solo la voluntad de seguirte impide el desaliento,

voluntad teñida de recuerdos placenteros,

recuerdos de tanto tiempo transcurrido

junto al fresco manantial de amor sereno

y vuelvo a revivir, porque estoy contigo.

 

En Arévalo, a dieciocho de febrero de 2021.

Luis J. Martín. 


Fragmento del dibujo de "El cuaderno azul" (1984).

domingo, 14 de febrero de 2021

BRAULIO Y AMISTAD

 


 

Se acercó hasta el olmo con un libro de Bukowski bajo el brazo y le llamó a voces.

- ¡Baja mariconazo que te he traído un regalo!

Braulio se asomó desde las ramas altas a ver quién le llamaba, aunque por el tono de voz sabía que se trataba de su amigo Artemio. Bajó como una exhalación, casi como si se deslizara por una cuerda, descolgándose de rama en rama sin ninguna dificultad.

Los dos amigos se fundieron riendo en un largo y fuerte abrazo, terminado por sonoros manotazos en la espalda.

- Toma –dijo Artemio-, para que luego digas que no te traigo nada. No lo he encontrado en castellano, así que te lo he traído en versión original.

         Mientras Braulio ojeaba el libro “Ham on Rye”, que en la versión española se había titulado “La senda del perdedor”, Artemio buscaba algo en su móvil.

- Mira –dijo Artemio enseñando su móvil a Braulio-, te han salido muy bien estas fotos de corzo. Estarías muy cerca, ¿no?

- Qué va –respondió Braulio-, estaban lejos, lo que pasa es que el zum de mi nueva cámara es bastante potente.

         Siguieron mirando un rato las fotos que Braulio había publicado en Internet, y comentando si este o aquel era corzo o corza, corcino o corcina.

- Cada vez que disparo a un corzo –dijo Braulio agarrando a Artemio por el hombro-, entiendo menos a los cazadores.

- Por eso no eres cazador, mariconazo.

- Oye Artemio, cuando disparas sobre algún animal, como estos corzos –preguntó Braulio acercando su cara a la de su amigo-, ¿nunca te has sentido como un asesino?

- ¿Y tú no te sientes ahora mismo como un gilipollas haciéndome esa pregunta? –dijo Artemio agarrando a Braulio por la nuca.

        Los dos amigos rieron a carcajadas durante un buen rato.

- No me jodas Braulio –dijo Artemio-, he venido al pueblo solo a tomarme unas cañas contigo, ¿acaso quieres que pasemos la tarde discutiendo?

        Braulio y Artemio se tomaron un par de cañas, luego dieron un largo paseo por el campo hablando un poco de literatura, algo de política y bastante de natura. Después quedaron en que otro día tenían que repetir.

        Pero no volvieron a tomar cañas juntos, la maldita pandemia se lo impidió.

 

En Arévalo, a catorce de febrero de 2021.

Luis J. Martín. 

 ENTRADAS RELACIONADAS:

EL TONTO DE LAS DOS CARAS

GENTE POCO IMPORTANTE

DIJO BRAULIO

EN EL BOSQUE HERIDO

BRAULIO Y DIOS

BRAULIO Y LA INEXISTENCIA

BRAULIO EN LA FRONTERA

BRAULIO Y PATRIOTISMO

ESTÚPIDO

ENTRE CERDOS

PRIMA NATURA

SOBRE EUTANASIA

DEJAD DE TOCARME LOS COJONES

ESCRITO EN EL AIRE

CUATRO GATOS Y UN MILLÓN DE CERDOS

BRAULIO Y NAVIDAD

BRAULIO Y AMISTAD

HAGO LO QUE ME DA LA GANA

HECHOS

BRAULIO Y MATERNIDAD



 

 


jueves, 4 de febrero de 2021

ALDABA


 

ARGOLLAS EN LAS PAREDES.

No sé si se habrán fijado ustedes alguna vez en viejas argollas de hierro clavadas a las fachadas de edificios con solera, generalmente, próximas a viejas puertas carreteras.

El término “argolla” es muy vago proviene del árabe hispánico y significa literalmente “cepo”. Una de las acepciones que recoge el diccionario de la Real Academia es: “1. f. Aro grueso, generalmente de hierro, que, afirmado debidamente, sirve de amarre o asidero.” Esta acepción podría servir para definir el elemento que encabeza este artículo, pero buscando un poco más se puede encontrar otro término mucho más apropiado.

La palabra “aldaba”, también proviene de nuestro pasado musulmán, ya que deriva del árabe hispánico y significa literalmente “lagarta”, quizás por la forma que originariamente tuviera alguno de estos elementos metálicos.

El diccionario de la Real Academia recoge varias acepciones para aldaba:

1. f. Pieza de hierro o bronce que se pone a las puertas para llamar golpeando con ella.

2. f. Pieza, ordinariamente de hierro y de varias hechuras, fija en la pared para atar de ella una caballería.

3. f. Barreta de metal o travesaño de madera con que se aseguran, después de cerrados, los postigos o puertas.

Las tres acepciones siguen siendo válidas en la actualidad. La primera acepción de aldaba es el llamador o tirador de las puertas, aunque, con los modernos timbres eléctricos, han pasado a ser meros elementos decorativos, perdiendo su carácter funcional. Muy poca gente golpea con la aldaba en la puerta si existe el interruptor de un timbre eléctrico en la pared o en el umbral. Sobre estas aldabas o llamadores ya se hizo una revisión más amplia en la entrada “Arévalo en puertas”, cuyo enlace se facilita al final del presente artículo.

Aldaba que es  llamador de una puerta.
Aldaba de cierre en la puerta de la Oficina de Turismo.

Con la tercera acepción, en algunas puertas sigue habiendo aldabas de metal que aseguran los postigos. Aunque este sistema de cierre, prácticamente, ya no se usa en la actualidad, quedando relegado a casas o establecimientos antiguos. También en la entrada “Arévalo en puertas”, se mostró alguna de estas antiguas puertas con postigos o cuarterones asegurados mediante aldabas metálicas.

Puerta de la plaza del Real con aldaba metálica que asegura los postigos de madera.



Pero la acepción de aldaba que hoy nos ocupa es la segunda que recoge la RAE, es decir, la de la argolla que se sujeta a la pared para atar caballerías, pues, más pronto que tarde, puede caer en el más absoluto olvido debido a que esta actividad ha desaparecido. En las viejas casas de Arévalo, ya no se atan caballerías. Es obvio que ya no se amarran ni burros, ni caballos, ni mulos, ni mulas a las puertas de ninguna de las casas de nuestra ciudad. A pesar de ello, todavía quedan algunas de estas aldabas en varias fachadas, como testigos mudos de un pasado y de una actividad que ocurría de forma cotidiana en las calles de cualquier pueblo y ciudad castellana. Al final del artículo se muestran documentos gráficos antiguos recopilados y digitalizados por la Asociación La Alhóndiga de Arévalo que reflejan lo dicho de forma fidedigna, dado que las imágenes de vida cotidiana transcurren en Arévalo.

Las dos partes de una aldaba: armella y argolla.

Esta aldaba se usaba no hace tanto tiempo para atar a las caballerías, tan útiles para carga y transporte de personas y todo tipo de mercancías. También se denomina "arrendadero" definido por la RAE como: "anillo de hierro con una armella que se clava en la madera o en la pared, y sirve para atar las caballerías". Consta de dos piezas de forja realizadas artesanalmente en cualquiera de las herrerías que había por los pueblos de la geografía castellana. La primera consiste en un potente clavo, la armella, que se fija fuertemente a la pared, cuya cabeza es un pequeño aro al que se inserta una argolla mucho mayor. Con este sistema la argolla grande, tiene movilidad y resulta mucho más fácil atar y desatar al animal.

Vamos a ver algunos ejemplos de las pocas aldabas o arrendaderos que van quedando en Arévalo:

- En la casa que hay junto al mirador en la calle San Ignacio de Loyola aún se conservan dos aldabas, una a cada lado de la puerta carretera de madera.

Puerta carretera del "Mirador" donde se aprecian dos aldabas, una a cada lado:
Arriba: aldaba derecha de la casa del "Mirador"
Abajo: aldaba izquierda de esta misma casa.


- En la casa en ruinas que hay junto a la iglesia de San Martín aún se aprecia una Aldaba junto a la puerta carretera de madera.

Arriba: Puerta carretera cerca de San Martín donde se aprecia una aldaba.
Abajo: detalle de la aldaba de esta puerta carretera:

- En la calle de la Lechuga hay una vieja aldaba junto a una puerta carretera que fue de madera y hoy es metálica.

Arriba: Puerta carretera de la calle la Lechuga donde se aprecia una aldaba.
Abajo: detalle de la aldaba que hay junto a esta puerta carretera:

- En la plazuela del Paraíso hay una vieja puerta carretera de madera, junto a la cual se puede ver una aldaba para atar caballerías. La propia puerta tiene una aldaba a modo de tirador.

Vieja puerta carretera en la plazuela del Paraíso donde se aprecia una aldaba.
Arriba: Detalle de la aldaba de cierre.
Abajo: detalle de la aldaba que hay junto a esta puerta carretera:

- En una de las bodegas del Arevalillo, junto a una puerta tapiada con bello arco de medio punto aún se conserva una vieja aldaba en la que se atarían las caballerías que iban a transportar los toneles de vino.

Arriba y abajo, detalle de una de las bodegas del Arevalillo, donde aún se conserva una aldaba.

Arriba: Puerta tapiada de una de las bodegas 
donde se aprecia una aldaba.
Abajo: detalle de la aldaba que hay junto a esta puerta:


- Una de las fachadas con mayor profusión de aldabas es la del Asador “las Cubas”, que antes fue bodega de venta de vinos y licores. Tiene cuatro arrendaderos en su fachada de la calle Figones y otro en la esquina con la calle Larga. Lo que nos muestra la gran actividad que este establecimiento debió tener en su anterior dedicación, con varios burros, mulas o caballos atados a la fachada principal esperando para cargar o descargar los caldos que trasportaban.

Vista de la fachada principal con dos de las cinco aldabas que posee el establecimiento.

Arriba: esquina de la calle Figones con la Calle Larga donde se conserva una aldaba.
Abajo: detalle de dos de las cinco aldabas que posee el establecimiento.


Seguramente, hace no muchos años habría una o varias aldabas cerca de las puertas de muchos corrales o establecimientos de Arévalo o de cualquier otro pueblo. Ahora estos curiosos y humildes elementos de forja van desapareciendo lentamente de nuestras fachadas. Ya no son funcionales, no tienen utilidad, así que son eliminados sistemáticamente en reformas. Y en nuevas construcciones, ni siquiera se plantea la posibilidad de utilizar una vieja aldaba como elemento histórico o decorativo de la fachada.

         Son elementos de nuestra historia, que terminarán desapareciendo. Parece que lo que no sucede en los Estados Unidos de América no ha sucedido nunca, pero tengan en cuenta que antes de que alguien atara un caballo en América por aquí nuestros antepasados ya llevaban siglos atando sus caballos a las aldabas. Así que cuando en alguna película del lejano oeste vean que el vaquero o el viajero ata a su caballo a la puerta del “saloom”, piensen que aquí también había vaqueros o viajeros que, igualmente, ataban su caballo a la aldaba de la bodega.

     Hasta nuestro rico idioma castellano recoge expresiones con esta palabra que están cayendo en desuso, como "tener buenas aldabas", que significa tener buenas puertas donde atar el caballo o a las que llamar, es decir buenas relaciones, buenas influencias. Gente, en definitiva, con poder.

     Somos así, valoramos más lo ajeno que lo propio.

      Así nos va.


En Arévalo, a tres de febrero de 2021

Luis J. Martín


Enlaces relacionados:

ARÉVALO EN PUERTAS

 IMÁGENES RELACIONADAS:

Colección de imágenes digitalizadas por La Alhóndiga de Arévalo con el título de "Memoria fotográfica de Arévalo":









Plaza del Arrabal de Arévalo un martes de 1916.

ENLACE RELACIONADO:  

MEMORIA FOTOGRÁFICA DE ARÉVALO.

COLECCIÓN DE FABIO LÓPEZ:

Padre e hijo en el mismo caballo en Aldeaseca.








martes, 26 de enero de 2021

HABITANTES DE LA NOCHE (2)

 





DE NOCHE POR TIERRA DE  ARÉVALO.

 

El verano del 98 no ha hecho más que empezar. Continúo con los trabajos de campo para realizar la guía de las aves de La Moraña y Tierra de Arévalo que gestiona ASODEMA. Pero hay algunas especies que se resisten a ser observadas por los cauces habituales, es decir, paseos o escuchas. Así que hay que provocarlas para hacerlas salir de su invisibilidad, para que se muestren de forma corporal o auditiva.

Quieren los resultados de presencia de especies por términos municipales, para reflejar en un mapa de la comarca aquellos en los que cada especie ha sido observada. Así que suelo elegir áreas en las que coincidan varios términos municipales y que sean aptas para la presencia de determinados grupos de aves.

La hora crepuscular es un espectáculo visual, siempre diferente. El sol aún está sobre el horizonte reflejando una paleta de colores de encendido fuego entre las nubes bajas. Empezamos por los Lobos. Me acompaña Ana. Escucho atentamente sobre la entrada del puente. A este no ha hecho falta provocarle, un autillo emite su chillido corto y lastimero mientras decrece la luz del fondo del valle del Arevalillo. Le contesto cuando calla y vuelve a emitir su reclamo que nos recuerda al pitido del sonar que se escucha en todas las películas de submarinos: "ii-iip", dos sílabas muy seguidas y muy agudas. El autillo es la rapaz nocturna más pequeña de Europa, apenas un puño, con unos graciosos penachos de plumas en la cabeza a modo de orejas. Al alimentarse de insectos viene a reproducirse en el periodo de primavera-verano y se marcha en octubre cuando sus presas comienzan a escasear, aunque en algunos años de tiempo benigno he escuchado autillos en pleno mes de diciembre, caprichos del clima. Oírle es relativamente fácil, verle casi misión imposible pues, tanto su tamaño, como su plumaje mimético y sus costumbres nocturnas dificultan su observación visual. Escuchamos al menos a dos individuos, uno río arriba y otro en la alameda a la altura del puente.

Nos encaminamos hacia la Lugareja con la intención de poner el reclamo de lechuza pero los ladridos de unos perros me hacen desistir. En uno de los caminos entre este fabuloso monumento mudéjar y Vinaderos, junto a un campo de girasol y un pastizal, pongo el reclamo del alcaraván, como la grabación es muy corta, también imito con la boca su lastimero canto. Es como si estuviera mandando a dormir al resto de las aves, un agudo y repetitivo "dormiiir, dormiiiir..." por eso algunos lugareños también le conocen como dormilero. Aunque ya casi es de noche, al cabo de unos minutos contesta un alcaraván que se posa en el prado, lo bastante cerca del coche como para distinguir a simple vista sus enormes ojos, tan amarillos como el sol que se despide. Al rato se pierde correteando hacia la oscuridad y no vuelve a contestar. Pongo ahora el reclamo del búho campestre, pero después de cinco minutos sin resultados desisto. Realmente esta rapaz nocturna es escasa como nidificante en la Tierra de Arévalo, sólo tengo anotados dos o tres citas a lo largo del trabajo de campo.

Una luna llena anaranjada comienza a elevarse por encima de la línea de pinares situada entre Arévalo y la Nava. En apariencia es enorme pero dicen los expertos que no es más grande que cuando está sobre nuestras cabezas, que solo se trata de un efecto óptico al tener en el horizonte algo con lo que comparar su tamaño, pero que a ambas lunas, a esta que parece gigante y a la que estará en lo alto horas después, no se las llega tapar con un pulgar extendido mientras guiñamos un ojo. Lo comprobamos Ana y yo, y sí es cierto.

Hacia esos pinares nos encaminamos. Durante el recorrido se cruzan algunos topillos, un par de conejos, varias liebres y una comadreja no más grande que uno de los perritos calientes que ahora mismo estarán sirviendo en las ferias de Arévalo. Apagamos las luces del coche dejándonos guiar solo por la luz del crepúsculo. Nada más entrar en el pinar pongo el reclamo del chotacabras gris, una de las aves nocturnas más desconocidas de la comarca, gran devorador de insectos voladores nocturnos. Los caza en vuelo abriendo considerablemente la boca y ayudado por unos pelos rígidos que tiene en la base del pico llamados vibrisas. Contesta uno y nos sobrevuelan dos. Ana se pone contenta, es la primera vez que los ve. Se distinguen perfectamente los cuatro puntos blancos que posee en su plumaje gris, dos en la cola y uno en cada ala. Aunque Ana me dice  que los puntos los veré yo porque ella no distingue más que su contorno mientras vuelan y escucha su vibrante reclamo. Uno de ellos se posa en un pino cercano en el que descubrimos siete siluetas iguales alineadas en la misma rama, son pollos volanderos.

Para terminar he quedado en el Adaja con el gran duque. Espero que no falte a la cita. No hace falta llamarle ni provocarle. Nada más llegar, a la hora convenida, su grave y profundo saludo se escucha por todo el valle "buubu, buubu".

Ana y yo reímos y respondemos a su saludo bajo las ramas del gran pino de dos copas, iluminados solamente por la luz azulada de la primera luna llena del verano. El brillo alegre de sus ojos refleja su luz... recuerdo entonces unos versos que escribí hace muchos años...

"Ojos negros los míos,

iris blancos de luna."


En Arévalo, a tres de julio de 2016.

Luis José Martín García-Sancho.

(Artículo publicado en La llanura nº 86 de julio de 2016)


ENLACE RELACIONADO:

HABITANTES DE LA NOCHE 1


Habitantes por orden de aparición:

Ana y Luis (Foto Pepe Rodríguez)

Autillo (Otus scops) (SEO Birdlife)

Perro mastín español (Canis lupus familiaris)

(Imagen de Antonio Ojea Gallegos)

Topillo campesino (Microtus arvalis) (foto Luis J. Martín)

Conejo (Oryctolagus cuniculus) (Foto David Pascual Carpizo)

Liebre ibérica (Lepus granatensis)

Comadreja (Mustela nivalis) (Foto de Internet)

Chotacabras gris (Caprimulgus europaeus) (Foto de Internet)

Búho real (Bubo bubo) (foto de Internet)

"Ana y yo reímos y respondemos a su saludo bajo las ramas del gran pino de dos copas, iluminados solamente por la luz azulada de la primera luna llena del verano."