Se
acercó hasta el olmo con un libro de Bukowski bajo el brazo y le llamó a voces.
- ¡Baja
mariconazo que te he traído un regalo!
Braulio
se asomó desde las ramas altas a ver quién le llamaba, aunque por el tono de
voz sabía que se trataba de su amigo Artemio. Bajó como una exhalación, casi como si se
deslizara por una cuerda, descolgándose de rama en rama sin ninguna dificultad.
Los
dos amigos se fundieron riendo en un largo y fuerte abrazo, terminado por
sonoros manotazos en la espalda.
- Toma
–dijo Artemio-, para que luego digas que no te traigo nada. No lo he encontrado
en castellano, así que te lo he traído en versión original.
Mientras Braulio ojeaba el libro “Ham on Rye”, que en la versión española
se había titulado “La senda del perdedor”,
Artemio buscaba algo en su móvil.
- Mira
–dijo Artemio enseñando su móvil a Braulio-, te han salido muy bien estas fotos
de corzo. Estarías muy cerca, ¿no?
- Qué
va –respondió Braulio-, estaban lejos, lo que pasa es que el zum de mi nueva
cámara es bastante potente.
Siguieron mirando un rato las fotos que
Braulio había publicado en Internet, y comentando si este o aquel era corzo o
corza, corcino o corcina.
- Cada
vez que disparo a un corzo –dijo Braulio agarrando a Artemio por el hombro-,
entiendo menos a los cazadores.
- Por
eso no eres cazador, mariconazo.
- Oye
Artemio, cuando disparas sobre algún animal, como estos corzos –preguntó Braulio
acercando su cara a la de su amigo-, ¿nunca te has sentido como un asesino?
- ¿Y
tú no te sientes ahora mismo como un gilipollas haciéndome esa pregunta? –dijo
Artemio agarrando a Braulio por la nuca.
Los
dos amigos rieron a carcajadas durante un buen rato.
- No
me jodas Braulio –dijo Artemio-, he venido al pueblo solo a tomarme unas cañas
contigo, ¿acaso quieres que pasemos la tarde discutiendo?
Braulio
y Artemio se tomaron un par de cañas, luego dieron un largo paseo por el campo
hablando un poco de literatura, algo de política y bastante de natura. Después quedaron
en que otro día tenían que repetir.
Pero
no volvieron a tomar cañas juntos, la maldita pandemia se lo impidió.
En Arévalo,
a catorce de febrero de 2021.
Luis J. Martín.
CUATRO GATOS Y UN MILLÓN DE CERDOS
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