"Cada mochuelo a su olivo".
Los dichos populares, con frecuencia, tienen un origen local y luego se generalizan. El que hoy traigo a colación quiere decir que cada cual se ocupe de sus asuntos, o que se vaya a su casa. Sirve tanto para dar por finalizada una reunión, como para frenar a entrometidos.
El refranero suele guardar
relación con la naturaleza, representando a una sociedad que estaba íntimamente
unida a su entorno natural, una sociedad rural que, en las últimas décadas, está
sufriendo un desprecio y un olvido que provocan su lenta pero
inexorable desaparición, a no ser que se tomen las medidas adecuadas… que no se
toman.
Hoy por hoy muchos de los
refranes populares serían difíciles de entender para una persona que jamás ha visto
un mochuelo en el hueco de un árbol. A diferencia de los niños y niñas del medio rural
de hace muchos años, que se criaron entre árboles, mochuelos, ríos y campos tan
abiertos como la vista abarcaba. Rodeados de todo tipo de animales y plantas
útiles, con las que guardaban una estrecha relación.
El mochuelo y el olivo, ya guardan
una relación ancestral en la sabiduría popular. En aquellos lugares donde no
hay olivos, ni casi árboles, como es el caso de nuestra comarca, el hueco que
proporciona el árbol a esta diminuta rapaz nocturna es sustituido por un buen
mechinal, como el de la imagen que encabeza el texto.
En las construcciones antiguas, estos mechinales, estos huecos en los muros, servían para sujetar los andamios a las fachadas y asegurar su estabilidad. Era un elemento que evitaba accidentes. Algo tan en boga y necesario en los últimos tiempos, como es la prevención de riesgos laborales, ya se practicaba en la edad media, al menos en lo que al andamiaje se refería. Y, además, los mechinales se dejaban una vez terminada la obra, con la intención de que en las futuras tareas de mantenimiento del edificio se pudieran anclar de nuevo los andamios de forma segura y rápida. Los edificios se hacían con la intención de perdurar.
A lo largo del tiempo, mucha
fauna encontró refugio en estos huecos de las paredes: vencejos, estorninos, grajillas,
mochuelos, cárabos, cernícalos primillas o vulgares, halcones, lirones o
murciélagos de diferentes especies y tamaños, han utilizado los mechinales igual
que un hueco en un árbol, una repisa o una grieta en una pared rocosa, para
criar su descendencia, para pasar la noche o el día, dependiendo de los hábitos
de cada especie.
Actualmente, estos huecos
son casi monopolizados por la paloma doméstica, desplazando a otras especies, lo
que produce su desaparición local. Por ejemplo, en Arévalo donde antes
criaban grajillas, cernícalos o se refugiaban murciélagos, ahora solo hay
palomas. Por otro lado, últimamente, en las obras de restauración de edificios
o monumentos antiguos, se tiende a tapar los mechinales, lo que produce la
desaparición de estas especies, muchas de ellas escasas, amenazadas o
beneficiosas, por la cantidad de insectos que consumen.
Pero hoy en día, los mechinales
desaparecen de nuestras construcciones, de nuestro entorno inmediato, como los
mochuelos, los cernícalos, los vencejos o los murciélagos; como desaparece la sabiduría
rural y el refranero popular se hace absurdo o inexplicable para los niños y
niñas de hoy, que serán las mujeres y hombres de mañana y que, culturalmente, habrán
perdido su vital relación con natura.
En Arévalo, a treinta y uno
de marzo de 2023.
Luis J. Martín.