HABITANTES DE LA NOCHE
Comienza a oscurecer. La blanca silueta de una lechuza
que cruza el trozo de cielo que se ve desde mi ventana me recuerda que el
estudio de campo se ha quedado un poco cojo en cuanto a aves nocturnas y
crepusculares se refiere. No me gusta dejar trabajo sin hacer. Así que cojo el
radiocasete, la cinta con los cantos de aves nocturnas una linterna y carretera
y manta. Me acompaña Ana, la he contado como lo he hecho en otras ocasiones y
tiene curiosidad por ver y oír a esos habitantes de la noche que generalmente
pasan desapercibidos.
Lechuza común (Tyto Alba). Fotografía de David Pascual Carpizo.
Cogemos el camino del Lavajuelo. Algo más de media luna
en cuarto creciente es toda la iluminación natural que recibimos. Apago las
luces del coche, el motor y pongo el reclamo del búho campestre, parecido al
búho chico pero de hábitos terrestres ya que anida directamente sobre el suelo.
A nuestro alrededor campos de cultivo. Espero cinco minutos pero nada. Cuando
ya estoy recogiendo, una silueta silenciosa nos sobrevuela y se posa en un
montón de alpacas. Es un mochuelo de redondeada cabeza, gran consumidor de
insectos y pequeños roedores. Se lo enseño a Ana, susurrando. Al principio no
lo ve, pero imito su reclamo y empieza a volar por encima de nuestras cabezas.
Me contesta otro mochuelo desde la lejanía y hacia allí se encamina nuestro
sorprendido visitante.
Mochuelo común (Athene noctua). Fotografía de David Martín Fernández.
Bueno, ha empezado bien la noche. Apunto los datos a la
luz de la linterna y proseguimos viaje. En un trecho muy corto se nos cruzan
cuatro liebres, alguna se queda parada en el camino mirando hacia los focos del
coche. Tengo que aminorar para no atropellarla.
Giro hacia la izquierda y me adentro en un pinar isla.
Aquí la sensación de oscuridad es mayor pues la escasa luz que refleja la luna
queda tamizada por las ramas de los árboles. Repito la operación pero esta vez
pongo el reclamo del búho chico, una rapaz nocturna de mediano tamaño con un par de penachos de plumas que parecen orejas, especializada en cazar pequeños roedores.
En esta ocasión no hace falta esperar tanto para notar su presencia. Primero
nos contesta un individuo, luego otro y otro. Insisto con la grabación. Pronto
empiezan a sobrevolarnos varios, cuento siete, pero seguramente
habrá alguno más pues la visión con tan escasa luz es bastante deficiente. Uno
de los búhos parece algo más enfadado, emite el reclamo territorial y el
palmoteo característico, producido al entrechocar las alas en vuelo, lo que provoca
un sonido hueco con el que los búhos chicos intentan ahuyentar al intruso. La
verdad es que en la oscuridad de la noche impresionan tantos búhos volando
sobre nuestras cabezas. Así me lo hace saber Ana cuando se acerca un poco más a
mí.
Nuevamente, anoto los datos y continuamos la marcha.
Ahora nos encaminamos hacia el río Arevalillo. En la zona de contacto entre el
río y el pinar, una sombra achaparrada cruza el camino y se pierde por el
bosque, es un tejón que ha empezado su jornada de campeo. Un poco más adelante
paramos, nos apeamos del coche y, bajo un gran pino que se abre a la ribera
izquierda del río, imito el reclamo lastimero del cárabo, no me hace falta
reproducirlo en el radiocasete pues me sale bastante bien. Tras diez minutos de
espera, no hay resultados. Ana se ríe de mí: “Nada, no te quieren los cárabos.
A ver si no los imitas tan bien como te crees”.
Rapaces nocturnas ibéricas. (Fotografía Internet)
Cambiamos de camino y de ribera, cogemos uno que serpea
por el margen derecho del Arevalillo entre viejos pinos resineros que parecen
gigantes con los brazos abiertos. Vuelvo a repetir la operación, incluso Ana se
anima a hacer la imitación. A los tres o cuatro minutos contestan dos cárabos
desde dos puntos diferentes. En el silencio de la noche el ululato impresiona.
Uno de ellos se acerca, nos sobrevuela y se posa en un pino cercano, se ha
quedado mirando al coche dándonos la espalda. Imito nuevamente el reclamo y el
cárabo nos mira fijamente girando la cabeza 180 grados. Insisto con la
imitación, la rapaz levanta el vuelo, pasa muy cerca de nuestras cabezas,
silencioso, sin hacer ruido alguno al aletear y desaparece en la oscuridad. Ana
me confiesa que asusta un poco la visión tan cercana del cárabo en su ambiente,
la noche.
Ahora nos dirigimos al Adaja. La sombra de la ribera en
la oscuridad se asemeja a una serpiente gigantesca, no se aprecian los colores del otoño. Cerca de una zona escarpada
imito nuevamente el reclamo del cárabo pero, nada, no hay suerte. Insisto. A
los diez minutos Ana me dice susurrando que se está quedando helada, que lo deje
ya. Pero justo en ese momento se oye el profundo reclamo de un búho real. Le
contesto. El búho contesta nuevamente, incluso se oye otro algo más lejano.
Tanto insisto en la provocación que le hago acercar. Una gran silueta oscura y
silenciosa sobrevuela la zona para intentar descubrir al intruso que se ha
atrevido a invadir su territorio.
El gran búho real por encima de nuestras cabezas, esto sí
que impresiona en la oscuridad de la noche.
Arévalo, a tres de octubre de 2015
Luis José Martín
García-Sancho.
Publicado en el número 77 de
La Llanura de Arévalo, en octubre de 2015.
Búho chico (Asio otus). Fotografía de Antonio J. Palomo.
Cárabo (Strix aluco) Fotografía Internet.
Búho real (Bubo bubo). Fotografía Internet.
Búho campestre (Asio flameus). Fotografía Internet.
Lechuza (Tyto alba). Fotgrafía J. J. Aparicio.
Guía de las aves de La Moraña y Tierra de Arévalo. De Luis José Marín García- Sancho y Gabriel Sierra González.
Muy ético el uso del reclamo, sí señor... No se debe usar el reclamo para satisfacer las propias observaciones o fotografía, amén de estar prohibido. Las molestias innecesarias también son perjudiciales para las especies que nombras. Para otra vez tenlo en cuenta.
ResponderEliminarAlfredo Gómez (Seo Birdlife)
Muchas gracias Alfredo Gómez (Seo Birdlife). El relato que narro es fruto, no de satisfacer propias observaciones, que también, sino de la realización del trabajo de campo para la "Guía de aves de La Moraña y Tierra de Arévalo" de la que soy coautor junto con Gabriel Sierra González(también de SEO Birdlife), al que quizás conozcas. El trabajo de campo consistió, para aves nocturnas y crepusculares, en escuchas nocturnas o al amanecer o atardecer, a veces usando reclamos y otras veces sin reclamo, con los permisos correspondientes para ello. Se hicieron cuatro salidas al año barriendo toda la comarca. Dados los buenos resultados obtenidos con la utilización de sonido grabado recomiendo esta técnica para el estudio de aves, eso sí, siempre con el correspondiente permiso.
ResponderEliminarRepito, gracias por tu aportación ética, por cierto, muy necesaria.
La observación de aves puede generar molestias a las mismas. Aunque para su estudio, tanto desde organismos oficiales, como desde asociaciones ornitológicas, se las captura, tanto en nido como en hábitat natural, se las manipula, se las marca, se las extrae sangre, se las anilla, se colocan placas alares grapadas a su piel, se fijan molestos emisores. Algunas mueren y todas, indudablemente, son sometidas a un fuerte estrés, tanto durante la captura, como durante la manipulación, como posteriormente portando esas placas, emisores, anillas o collares. La SEO a la que dices pertenecer, lo hace.
ResponderEliminar¿Es necesario? Para la ciencia sí, que intenta conocer la distribución y estado poblacional de las especies estudiadas para facilitar su conservación. Eso es precisamente lo que se intentó con el trabajo de campo en la "Guía de aves de La Moraña y Tierra de Arévalo". Y puedo asegurarte que durante el mismo no se perjudicó a ninguna especie, ni a su hábitat ni a sus puestas o pollos.
Aunque también creo que, a veces, ciertas exageraciones nos hacen perder credibilidad.
"Cuando ya estoy recogiendo, una silueta silenciosa nos sobrevuela y se posa en un montón de alpacas. Es un mochuelo de redondeada cabeza, gran consumidor de insectos y pequeños roedores. Se lo enseño a Ana, susurrando. Al principio no lo ve, pero imito su reclamo y empieza a volar por encima de nuestras cabezas. Me contesta otro mochuelo desde la lejanía y hacia allí se encamina nuestro sorprendido visitante. "
ResponderEliminarSi ya ha visto al ejemplar y constatada la presencia de la especie para su estudio y sin uso de reclamo, ¿es necesario aún así ponerlo para excitar al ave? Imagino que sí según su teoría de que con autorización todo vale.
Un saludo "ético".
Gracias de nuevo, lector ético.
ResponderEliminarNo sé si es ético cortar los textos a conveniencia. Lo digo porque al texto que cita, en el mismo párrafo, le precede el siguiente: “Apago las luces del coche, el motor y pongo el reclamo del búho campestre, parecido al búho chico pero de hábitos terrestres ya que anida directamente sobre el suelo. A nuestro alrededor campos de cultivo. Espero cinco minutos pero nada. Cuando ya estoy recogiendo, una silueta silenciosa nos sobrevuela…”
No sé si será usted de la SEO Birdlife, pero creo que no entiende o no sabe en qué consiste un trabajo de campo serio y riguroso.
De todas formas, en mi dilatada vida, me habían llamado de todo, pero perjudicial para las aves, nunca.
ResponderEliminarEn fin, nunca dejo de sorprenderme de aprender, quizás sea mi forma de ser.
Utilizo en ocasiones el reclamo y para nada ha perjudicado a ninguna especie.
ResponderEliminarSuele ser efectivo las primeras veces. Después se lo aprenden y no funciona pero no hace mal como las capturas k se hacen para poner antenitas, incursiones a nidos y muchas más gilipolleces donde lo k suele haber detrás son suvenciones.
no hay k ser ni permanecer en ninguna asociación para ser más respetuosos con los animales si cabe.
Supongo k cebar es pecado mortal...
Veo que se une otro partidario del reclamo,pero éste no se con qué fin, si el de la fotografía o el estudio. También partidario de cebar, viendo su blog, supongo que será habitual la práctica. Y todo lo hará conforme a normativa y "ética" del fotógrafo, sin olvidar de usar paloma como cebo, libre de tricomonas.
ResponderEliminarExtraordinario trabajo de campo, sonidos en la noche🌙🎶, asi como la descripción y fotografia.
ResponderEliminar👍👏
Gracias María Jesús.
EliminarComo siempre, magistral descripción de una parte de la vida silvestre muy desconocida.
ResponderEliminartal como lo cuentas, lo haces sentir... y vivir.
Enhorabuena.
Juan Segundo.