Doña Candelas, Candelitas y don Luis.
Presentación de la novela “Don Luis”, de Juan Martín García-Sancho
Arévalo, a seis de mayo de 2023, Casa
del Concejo.
Introducción
de Luis J. Martín, hermano del autor.
Mi
hermano Juan nació en Arévalo el 16 de enero de 1965. Hijo de Candelitas y
César, nieto de Candelas y Luis y de Dolores y Domingo.
La
educación básica la cursó en varios colegios: Amor de Dios, D. Hilario y Salesianos;
el bachillerato y COU en el Instituto Eulogio Florentino Sanz. Estudió la
carrera de medicina en la Universidad de Salamanca, cuna del saber, y encontró
a la rana de su fachada, pues se licenció seis años más tarde con notas
brillantes, lo que le ayudó a que, tras el examen de MIR, ingresara durante
cuatro años como residente de inmunología en el Hospital Universitario La Paz
de Madrid, centro de referencia para esta especialidad. Allí le ocurrieron dos
acontecimientos importantes para su vida: En la faceta profesional, su
impecable formación como inmunólogo. Y a nivel personal, conoció a Carolina
González, que trabajaba en el mismo departamento como química becaria, y que se
convirtió en su compañera, su amor y madre de Juan y César, sus dos hijos.
Tras
un año de propina en el laboratorio de La Paz, marchó al hospital de León,
donde, años más tarde, consiguió su plaza de inmunólogo; a donde también le
acompañó Carolina y donde formaron su familia. Lo que le proporcionó, según él
mismo reconoce, su trabajo más importante y satisfactorio: el de padre.
El autor junto a su obra.
Seguramente,
gracias a nuestros padres, nunca ha perdido el vínculo con Arévalo, donde acude
cada poco tiempo. Y sé, ahora que han fallecido los dos, que este vínculo no se
perderá, por lo que es muy probable que continúe con sus hijos.
Su formación
Cultural, debido al ejemplo de nuestros padres y abuelos, lo convirtieron en un
gran lector, lo que le proporcionó una amplia cultura literaria, y le llevó a
escribir desde la tierna infancia convirtiéndose en el escritor que es. También
es muy cinéfilo, lo que le ha llevado a escribir un guion de cine. También
melómano, con una amplia cultura musical.
En
cuanto a la faceta de escritor: tiene dos novelas y un relato publicados: Secundarios (2011), novela finalista en
los premios Azorín en 2002 y Río Manzanares en 2008. Angustia, Relato breve seleccionado en el Premio Orola y editado
junto a otros 150 seleccionados (2012). El
sueño de la hormiga gigante (2013). Además de otras obras inéditas,
novelas, relatos y cuentos, poemas, guiones cinematográficos…
Juan
es una persona alegre y bromista, motero (no por su afición a las motos, sino
por su afición a poner motes a “to quisque”),
gran contador de historias, irónico sin ser sarcástico, heredado de nuestro
padre y, casi siempre, con la sonrisa de nuestra madre en los labios.
Luis J. Martín, Juan Martín y Fabio López, durante la presentación.
Aunque
él hablará sobradamente sobre “Don Luis”,
valga una pequeña introducción:
Se
trata de una novela que gira en torno a la figura de Luis García Sancho,
nuestro abuelo, muy conocido y querido en Arévalo y comarca como Don Luis el
dentista.
La
novela se centra en los años en los que fue médico de Montuenga, en la novela Alpende,
durante los últimos años de la II República y el inicio de la guerra civil. Aunque, a través
de algunos personajes, el relato se extiende hasta la década de los 60, que ya
vivía como médico dentista en Arévalo.
Juan Martín durante la presentación de su novela "Don Luis".
A
través de cuatro narradores, cuenta
la vida de la España rural de aquellos años, con la figura de Don Luis como
personaje coincidente en todas ellas, lo que eleva al personaje de secundario a
protagonista indiscutible de la historia.
La
primera narradora es Candelitas,
nuestra madre, fallecida muy recientemente. En tercera persona, reproduce y
novela los recuerdos que nos contaba sobre su vida cuando era niña en Montuenga;
sus amigos, sus juegos y anécdotas muy concretas y muy detalladas, muchas de
ellas relacionadas con sus padres y, de forma especial, con su padre, Don Luis,
que por aquella época era el médico de Montuenga.
El
segundo narrador es Práxedes, maestro
del pueblo, junto a su esposa, Catalina que también era maestra a pesar de ser
ciega. Amigo íntimo del médico, de nuestro abuelo. Personaje real, que existió,
pero con otro nombre y que Juan describe como una persona culta y con unos valores
humanos y solidarios destacados.
La
tercera narradora es Amelia, sobrina
de los anteriores personajes y que vivía con ellos en los años descritos. Y su
narración se alarga hasta bien entrada la década de los 60. Otro de los
personajes que existieron en la realidad con otro nombre, y que Juan recrea y
novela, ganando en fuerza narrativa a lo largo que avanza la novela.
El
cuarto narrador es Arsenio,
personaje totalmente inventado por el autor, natural de Cumbrios, un pueblo
creado para la novela. Se trata de una persona acomplejada por una tara física,
y bastante reprimida por su ideología política y sus creencias religiosas, lo
que le convierte en un personaje un tanto desequilibrado en cuanto a sus
relaciones, en especial con las mujeres. Se podría decir que es el contrapunto a la figura de don Luis.
Estos
cuatro narradores se van intercalando de forma magistral y amena a lo largo de
la novela, creando o convirtiendo a la figura de Don Luis en indiscutible
protagonista de la obra.
Sala de conferencias de la Casa del Concejo de Arévalo durante la presentación.
En
el texto se intercalan de forma audaz aspectos de la época narrada relacionados
con la cultura, principalmente, literatura y música. También sobre los
acontecimientos históricos y políticos acaecidos durante la II República y la
guerra civil. También es un fiel reflejo de la vida rural del segundo tercio
del siglo pasado, e intercala, con gracia y maestría, letras de canciones del
momento relacionadas principalmente con la cultura popular o los juegos
tradicionales, algunos ya desaparecidos.
Juan
nos demuestra la riqueza del castellano, nuestro idioma, usando gran cantidad
de términos, preciosos y precisos, como: cenceño, alharaca, agorero, bagatela,
acoquinar, lenguaraz, remoquete, guedeja, befa, huesa, añagaza, arrapiezo… entre
otros muchos, utilizando en todo momento un lenguaje comprensible, pero lleno
de matices y términos que encuentran un encaje perfecto con los textos. Y su
habilidad para poner motes queda demostrada, pues casi todos los personajes
tienen su apodo: Palomino, Mascabotas, Colodrillo, Mancaburros, Boquirrubio,
Patato, Rindecuentas, Conejero, Pimiento Morrón, Calamillo, Bandurriano… son
solo algunos ejemplos.
Hablando
del Bandurriano, voy a leer un breve texto que he seleccionado para la ocasión:
Escena del reclutamiento de jóvenes de
Alpende para ir al frente:
Camiones
llenos de soldados jóvenes, entonando canciones alegres, divertidas, joviales. Risas,
carcajadas, bromas… “quien canta sus males espanta”, nunca mejor dicho. Se
produce la despedida del Bandurriano, que ha sido reclutado para ir al frente, a
su novia, Rufina, sirvienta en casa de don Luis.
Justo
después, escena en el interior de la casa del médico, personajes: Candelitas, Candelas,
Don Luis y Rufina.
“La niña se despide de sus
amigos. Le taconea por dentro una risa rítmica y guerrera. Entran en casa.
Oscuridad. En el pasillo, junto a la mesilla, doña Candelas llora en silencio.
Candelitas se asusta,
¿Qué te pasa, mamá?
Nada, hija, esos soldados,
procura contenerse sonándose los mocos.
¡Pero si estaban muy
contentos!
Don Luis abandona la mano de
Candelitas. Se llega hasta su esposa. La abraza tenuemente, con ternura. Doña
Candelas se aferra a su talle escurrido. Apoya la cabeza en su hombro. Llora
abiertamente, sin ningún pudor,
¡Ay, Luis! ¡No son más que
niños! ¡Ni siquiera se dan cuenta de dónde los llevan! ¡Ay, Luis, tan jóvenes!
Rufina pasa rápidamente al
lado de Candelitas. Observa a la pareja y se cubre los labios con la mano,
¡Ay, señorita!
Corre hacia el patio. Doña
Candelas la ve esfumarse. Levanta una mano,
¡Perdóname, hija, no lo
puedo evitar!
Oculta el rostro en el
hombro de don Luis. Él le acaricia la espalda. Le besa la frente, los párpados
mojados. En silencio.
¡Tan jóvenes, Luis, tan
jóvenes!
Candelitas redondea la
mirada. Sus padres abrazados, en el pasillo. La silueta de Rufina, a contraluz,
en el patio, los hombros agitados por el llanto.
Siente frío.”
Genial,
frases muy cortas, sencillas, pero con un resultado inmejorable. Como decía Don
Miguel Delibes: “En literatura nada hay
más difícil que la sencillez”, el párrafo anterior es una buena muestra de
ello.
Ya
para terminar dos anotaciones:
La
primera: La novela de Juan es una de las mejores que he leído últimamente. Su
lectura podrá gustar más a unos que a otros, pero seguro que a nadie dejará
indiferente y le hará reflexionar en torno a la figura de Don Luis, en torno a
nuestra historia como pueblo. Y, aunque no podemos cambiar la historia, lo que
pasó, pasó; sí podemos y debemos recordarla para evitar que se repita:
“No podemos
cambiar la historia, pero sí ayudar a nuestros semejantes, el tono de don Luis
es pausado, firme.”
La
segunda: quiero agradecer a Juan, muy especialmente, el que haya recopilado los
recuerdos de nuestra madre, todas las anécdotas que nos contaba antes de perder
la memoria. Pues esa pérdida de memoria fue muy dolorosa para todos los que la
conocimos, especialmente para nuestro padre y para todos sus hijos y
familiares.
Muchas
veces nos arrepentimos de no haber hablado más con nuestros padres o abuelos,
de no haberles preguntado más sobre diferentes acontecimientos de su vida, que
no es otra cosa que la historia lisa y sencilla de nuestra tierra contada por
personajes reales y anónimos.
Con
nuestra madre recientemente fallecida, esta obra es el mejor tributo que
podrías rendir a su vida, a su memoria, pues sus recuerdos, querido hermano,
ahora, gracias a ti, ya son inmortales.
Muchas
gracias.
Una de las últimas fotos de Candelitas García-Sancho junto a su hijo Ignacio.
Venta de la Novela: Tienda Domingo (Arévalo, Ávila).
Puesto de libros de Alberto (Ambulante).
Por internet en el siguiente enlace:
Algunas imágenes del Acto:
Carolina y Juan entre el público.