miércoles, 28 de octubre de 2020

POSEER LA BELLEZA

 



 

Poseer indica poder, apoderarse, adueñarse. Pero, ¿se puede poseer la belleza?

La especie humana lo intenta desde la noche de los tiempos, pues está claro que, como especie, somos bastante posesivos. Nos creemos dueños de aquello que nos rodea.

Lo peor, que, por regla general, cuando el hombre, como especie, como sociedad, se apodera de la belleza, esta deja de serlo, al menos, para el resto de las personas. Pues la individualidad del ser humano suele hacer suyo lo que antes no pertenecía a nadie y, por lo tanto, todos podíamos disfrutar de ello.

Si hablamos de belleza, quizás a muchos de ustedes se les vengan a la cabeza varias imágenes, casi seguro que una de ellas será una flor, pues representa una belleza simple, sencilla, natural.

La flor de la imagen es la Sternbergia lutea una flor emparentada con el narciso, símbolo de belleza, incluso en la mitología clásica. Esta flor rastrera, pero indudablemente bella, no pasa desapercibida. Su color, su textura, su brillo, su época de floración otoñal, cuando la mayoría de las flores ya se han marchitado, hacen que sea atractiva para la vista, incluso a quien no le gusten las flores.

Se trata de una flor que crece de forma silvestre, tanto en la ribera del Adaja como en la del Arevalillo. Cualquiera puede admirar su belleza, pues crece en el campo en otoño, generalmente formando corros. No tiene dueño, dueño humano me refiero, pues, en realidad, todos pertenecemos a natura.

Pero el afán de posesión humana no tiene límites y es capaz de adueñarse de aquello que no le pertenece o de aquello que nos pertenece a todos.

Entre las fotos que muestro a continuación solo pasó una semana.

entre estas dos imágenes solo pasó una semana.


Alguien, provisto con un azadón, se apropió de varias plantas Stembergia lutea, también conocido como narciso de otoño.

Corros de Narciso de otoño en la ladera del Arevalillo a su paso por Arévalo.

En esta imagen se aprecia cómo quien se adueñó de los narcisos de otoño, destruyó varios bulbos.

Lo que antes podíamos disfrutar todos, ahora solo lo disfrutará la persona o las personas que arrancaron las flores. Pues se han apoderado de ellas. Poseer algo, para nuestra especie indica poder y si es bello el poder se incrementa.

Esto es un pequeño ejemplo de lo que implica el afán de la especie humana por poseer la belleza, privatizar, individualizar lo que antes pertenecía a la colectividad. Pero pasa lo mismo con paisajes o parajes. Un lugar, en natura, suele ser bello, sencillamente, porque es natural, porque la especie humana no ha intervenido. Pero el afán de posesión nos hace, una y otra vez, destruir esa belleza, adulterarla, modificarla para nuestro disfrute personal o grupal. Para ello levantamos, urbanizaciones, campos de golf o cualquier otra construcción, en lugares hermosos, por lo que automáticamente dejan de serlo, pierden su esencia. O los Hacemos accesibles con carreteras, autovías, cómodas pistas, por lo que un espacio hermoso y tranquilo deja de serlo por la masificación y lo que ésta conlleva: basuras, desperdicios, degradación, extinción o desaparición de especies…

Lo que empieza con poseer una simple flor, con privatizar su hermosura, se convierte en poseer todo el espacio donde crece, adueñarse de paisajes prístinos.

Salvo excepciones, cuando la especie humana se apodera de la belleza, también, la hace desaparecer como tal. Arranca todas las flores de una ladera, con lo que la ladera, hermosa por las flores, pierde belleza. Construye una urbanización en un paraje natural bello, con lo que el paraje natural pierde su belleza original.

Me pregunto si seremos capaces algún día de disfrutar de la belleza sin más, sin tener la necesidad de poseerla, de destruirla.

No soy optimista con la respuesta.

Lástima.

 

En Arévalo, otoño de 2020

Luis J. Martín.

 

Gracias a F. de Sande y a J. García por poner nombre a esta flor.





sábado, 17 de octubre de 2020

VOTO FEMENINO Y GOBIERNO DE LOS JUECES

 


 

Cuando allá por 1931, en la segunda república, Clara Campoamor, elegida diputada por Madrid por el partido Radical, defendió en el Parlamento español el sufragio femenino, es decir, que las mujeres pudieran votar en todas las elecciones, muchos parlamentarios de distintas ideologías y partidos políticos se la echaron encima, como Victoria Kent o Roberto Novoa, porque pensaban que una buena parte del voto femenino estaría dirigido o influenciado por la iglesia católica y, por tanto, sería un voto de derechas y contrario a la república.

Finalmente, la propuesta quedó aprobada por una mayoría simple: 161 votos a favor, 121 en contra y 188 abstenciones, una abstención muy superior a la de los votos favorables. Al parecer, había muchas dudas sobre si la mujer era capaz de elegir libremente a los representantes políticos.  De esto no hace ni noventa años, hoy en día, nadie duda de la capacidad de la mujer para elegir, entre otras cosas, porque poner en duda esa capacidad de libertad de las mujeres es anticonstitucional.

Clara Campoamor

Pero ustedes se estarán preguntando qué tendrá que ver el voto de la mujer con el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), es decir, con el órgano de gobierno de los jueces y, por tanto, de uno de los tres poderes del Estado: el Judicial, así reconocido en la Constitución de 1978, que en el punto 2 de su primer artículo dice lo siguiente:

“La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.”

No dice que la soberanía nacional resida en los partidos políticos, ni que de estos emanen los poderes del Estado. Dice, de forma clara, que reside en el pueblo español, es decir en usted, en mí, en todos y cada uno de nosotros. Entonces, según el artículo 117 de la Constitución: “La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley.”

La clave constitucional está, entonces, en que la justicia emana del pueblo y en la independencia de los jueces y magistrados respecto a los otros dos poderes del Estado, el legislativo y el ejecutivo.

Es cierto que, a los miembros del poder legislativo, es decir, diputados y senadores, los elige el pueblo español, pero el pueblo español no elige al gobierno de los jueces, al CGPJ. Para muchos, como a los parlamentarios los elegimos nosotros, si los parlamentarios eligen a los miembros  del órgano de gobierno de los jueces, es como si los estuviéramos eligiendo nosotros mismos. Que para qué tantas elecciones, que nos vamos a cansar de votar, que no somos capaces de discernir qué juez o qué jueces deben ser los que dirijan el poder Judicial, y que, por lo tanto, los diputados y senadores deben encargarse de elegir, puesto que ellos sí entienden y, al fin y al cabo, han sido elegidos por el pueblo español.

Sinceramente, creo que negar a los españoles de a pie la capacidad de saber o de poder elegir a uno de los poderes del estado es hacernos a todos de menos. Lo comparo con el querer negar el voto a la mujer, hace 90 años, porque sería incapaz de elegir libremente y podría estar manipulada.

Por otro lado, la clave está en la palabra “independientes”. Difícilmente, uno de los poderes del estado, el judicial, será independiente de los otros dos, legislativo y ejecutivo, si a los miembros del poder judicial los eligen miembros de los otros dos poderes. Esta táctica, pactada entre partidos políticos, que se ha venido produciendo durante todo el periodo democrático, lo único que ha conseguido es prostituir la independencia del poder judicial. Si los partidos eligen a los jueces que deben dirigir el CGPJ, ¿dónde coños está la independencia judicial?, ¿dónde cojones está “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.”?

Repito una vez más, pensar que el pueblo español no está preparado para elegir al gobierno de los jueces, es hacernos a todos de menos, igual que se hacía de menos a las mujeres por no permitirlas votar hasta la segunda república, hasta bien entrado el siglo XX.

No se debe tener miedo a las elecciones, a los sufragios, a los referéndums, pues una sociedad que no se atreve a elegir su destino es una sociedad acomplejada y, por supuesto, menos libre.

En Arévalo, a diecisiete de octubre de 2020.

Luis J. Martín. 



lunes, 12 de octubre de 2020

APRENDIZ

 

89.-

APRENDIZ

Cuanto más aprendo,

más pequeño me siento.

Otros, en cambio,

se creen sabios

porque han oído algo

alguna vez.

Miro a natura desnudo,

vacío y me empapo

de su saber.

Todo me parece nuevo,

diferente,

observo como el niño

que empieza a ver.

Con ojos limpios,

oídos atentos,

sin atavismos

que contaminen

el estar y el ser.

Así,

formo ser y sentimiento,

el deseo de aprender,

y cuanto más aprendo,

más pequeño me siento.

 

En Arévalo, a veintitrés de noviembre de 2019.

Luis J. Martín.