Entonces, vieron a Braulio subido al olmo y fueron hasta donde se encontraba.
Le
llamaron a voces, pero no quiso bajar. Se limitó a preguntarles que qué querían de
él.
Se
miraron todos y, finalmente, uno de ellos le preguntó que por qué no celebraba la navidad como
el resto de la gente.
Entonces,
Braulio descendió hasta una de las ramas bajas y les habló así:
- Hace
cientos de años un artesano escultor derribó un coloso árbol. De su tronco
talló las estatuas de un Cristo, de un santo y de una virgen.
La
gente se arrodilló ante ellas durante siglos, sin darse cuenta de que a quien
rezaban realmente era a trozos de un árbol colosal, al que se le arrebató la
vida para que las personas se sintieran redimidas de sus miedos, de sus faltas
y de sus complejos, a los que llamaban pecados.
Todos se
miraron sin comprender. Muchos se marcharon sin decir nada. Pero dos o tres se
quedaron con la intención de quemar el olmo con Braulio incluido.
Pero
desistieron porque empezó a llover.
En
Arévalo, a veinticuatro de diciembre de 2020.
Luis J. Martín.
En la foto: Vladimir Mayakovsky (Autor: Alexander Rodchenko).
Ingenioso, pero no es así.
ResponderEliminarLa Navidad verdadera fue precisamente como le gusta a Braulio. Por eso de ella sólo se dieron cuenta los magos y los pastores, que miraban en silencio las estrellas.
Gracias por tu comentario Javier, la navidad es una fecha controvertida, para muchos somo demuestra la hipocresía del ser humano. Un día de buenos deseos que se desvanecen a las pocas horas.
ResponderEliminar