102.
Despierto cada mañana con arena en la boca,
como un trapo andrajoso de indigente
y con llagas en las manos transparentes
sacio mi sed a golpe de martillo de la forja,
bebiendo el fuego de una hoguera ausente.
Me agarro a un clavo ardiendo y miro al cielo,
aquel por el que vuelven las cigüeñas,
el mismo por el que huye la tormenta
que no quiere regar la yerma parcela,
siembra de los años vividos torpemente.
Solo la voluntad de seguirte impide el desaliento,
voluntad teñida de recuerdos placenteros,
recuerdos de tanto tiempo transcurrido
junto al fresco manantial de amor sereno
y vuelvo a revivir, porque estoy contigo.
En Arévalo, a dieciocho de febrero de 2021.
Luis J. Martín.
Fragmento del dibujo de "El cuaderno azul" (1984).
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