martes, 25 de agosto de 2020

BOMBEROS FORESTALES COMO LA COPA DE UN PINO

 



 

En Castilla y León el servicio de extinción de incendios forestales está privatizado. Iba a poner el servicio público de extinción de incendios forestales, que es lo que es, ahora explicaré por qué, pero no lo debo poner porque la Junta de Castilla y León se lo contrata a una “empresa privada” y entrecomillo las palabras empresa y privada porque el objetivo de una empresa privada es el de ganar dinero o, dicho de otra manera, obtener beneficios económicos.

Ustedes, señores y señoras lectoras, se preguntarán dónde está el beneficio en apagar incendios forestales, y se preguntarán muy bien ya que la respuesta es clara: apagar incendios forestales, en sí, solo produce pérdidas a cualquier empresa. Es, por tanto, un gasto social que la Administración debe asumir, igual que asume los gastos en apagar incendios urbanos, educación, sanidad y seguridad pública. Para que ustedes me entiendan, una empresa fabrica, por ejemplo, una caldera con un coste de 800 euros, se la vende a la empresa instaladora a 1200 y esta a su vez la vende al usuario a 2100 euros, dos empresas salen ganado por esta transacción comercial, el fabricante y el instalador. Las dos empresas, entonces, obtienen un beneficio económico, el cual, repito, es la finalidad de cualquier empresa. Con este beneficio el empresario vive, paga a sus trabajadores, la Seguridad Social y puede invertir para mejorar o modernizar el servicio que presta.

Pero, apagar fuegos en el monte… ¿qué beneficio puede producir a la empresa encargada de ello? En principio ninguno, los incendios forestales no se venden como una mercancía, al menos que yo sepa. Un incendio no es un coche, o un bocadillo que la empresa encargada de apagarlos pueda vender a un consumidor. Entonces, dónde está el truco, cómo puede sobrevivir una empresa que se dedica a apagar incendios, cómo puede pagar los helicópteros, las horas de vuelo (creo que una hora de vuelo de un helicóptero cuesta unos seis mil euros), cómo puede pagar a los bomberos que apagan los incendios, sus entrenamientos, su estancia en la base, el material anti incendios, el equipamiento de los bomberos forestales

¡Ah!, perdón, me dicen por la otra línea que los bomberos que apagan bosques en llamas y arriesgan su vida para salvar pueblos, vidas, propiedades, naturaleza viva y productiva no son bomberos, son peones especialistas, que no cobran el sueldo de un bombero ni los pluses de peligrosidad… Pero, vamos a ver, con todo el respeto para los peones que realizan trabajos forestales de desbroce, limpieza, talas, podas cuyo trabajo es loable, un bombero forestal, ¿no se entrena física y mentalmente para realizar el trabajo de bombero, de apagar incendios forestales, para meterse en el fuego en lugar de huir de él?, ¿no va equipado con trajes ignífugos?, ¿no se sube a vehículos aéreos o terrestres que se dedican a apagar incendios forestales?... no creo que se suban a estos aparatos para irse de picnic al campo.

Entonces de qué estamos hablando. Al parecer de bomberos forestales que hacen el trabajo de bomberos forestales, pero que en el contrato y en la nómina constan como peones especialistas, con un salario de peones, no de bomberos. Estamos hablando de que trabajadores preparados física y mentalmente para arriesgar su vida, para meterse en un incendio, para apagar espacios en llamas, para que no se extiendan a zonas pobladas, a espacios naturales relevantes, no cobran como bomberos sino como peones.


Vaya, me dicen por WhatsApp que me estoy liando, que lo que digo es correcto pero que estaba hablando de empresas. Cierto, es que me encabrono cuando a personas que deben ser consideradas héroes se las maltrata o no se las trata como merecen. Pero vamos al tema de las empresas, ¿por dónde iba?, ya, ya, por el asunto de los beneficios que mantienen a cualquier empresa. Bien, puedo afirmar y afirmo que no hay beneficio alguno en apagar incendios forestales, y por ello afirmo nuevamente que el servicio debería ser Público en vez de privado. Como la educación, cuando es obligatoria y no se cobra es pública, como la sanidad, cuando es universal y no se cobra es pública, como la seguridad, cuando la ejercen las distintas administraciones es pública, como apagar incendios urbanos, cuando es responsabilidad de la administración es un servicio público. Entonces, los maestros, profesores, médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, administrativos, policías, bomberos urbanos… no reciben su salario de una empresa privada sino de la administración correspondiente, sea esta nacional, regional, o local. Entonces, qué diferencia hay.

Vuelvo a afirmar que no hay ninguna diferencia en cuanto al trabajo realizado entre un bombero forestal y un bombero urbano, los dos están bien preparados para luchar contra el fuego y salvar vidas. Lo que pasa es que en Castilla y León el servicio de apagar incendios forestales es contratado por la Junta a una empresa privada que es la que se encarga de facturar a la Administración el trabajo realizado, es decir, a todos nosotros. El beneficio, entonces, radica en que lo facturado debe exceder a lo gastado o, dicho de otra manera, que lo gastado siempre sea menor a lo que la Junta paga por apagar incendios forestales.

Sí, lo sé, parece estúpido que la Administración, es decir todos nosotros, paguemos más por apagar incendios forestales para que una empresa privada tenga beneficios, que es su razón de ser. Sí, ya lo sé, ustedes se preguntan que si no sería más rentable que fuera la Junta de Castilla y León la que se hiciera cargo directamente de apagar y prevenir los incendios forestales de forma pública, que los profesionales que ahora son considerados y pagados como peones especialistas, sean considerados como lo que son: bomberos forestales públicos, y reciban el tratamiento como tales en salarios, seguridad, dignidad y continuidad laboral.


Porque, esa es otra, me están diciendo mediante mensajes de humo que a los BOMBEROS FORESTALES, vamos a llamarlos de una vez por todas lo que son, no tienen trabajo fijo, que les contratan de junio a septiembre y luego a la puta calle. O sea, que en Castilla y León no se puede vivir como bombero forestal y aquellos profesionales, preparados física y mentalmente para arriesgar su vida por nosotros, por el medio ambiente, para que no haya que evacuar pueblos, para que no haya que cortar carreteras, para que no haya muertes entre la población civil, son despedidos en septiembre o en octubre. Que por ahorrar o por no gastar, las empresas que les contratan les dotan de una equipación de una calidad inferior a la de los bomberos urbanos. Que se meten en el humo con un simple tapabocas, por citar solo un ejemplo. Que reciben un salario muy inferior al trabajo que realizan…

A mí, personalmente, me parece una faena y un agravio comparativo con respecto a otros trabajadores de lo público. Creo que la Junta debería reflexionar y tratar a los bomberos forestales como lo que son, darlos la estabilidad laboral y el reconocimiento que se merecen: trabajadores públicos que arriesgan su vida por nosotros.

La palabra que más se me asemeja a la labor que hacen los bomberos forestales es la de héroes.

En cambio la palabra que más se asemeja al trato que reciben estos trabajadores por parte de la administración es tiranía.

 

Verano de 2020.

Luis J. Martín.





Todas las imágenes se han obtenido de Internet.




sábado, 22 de agosto de 2020

LISTÚPIDO

 


 Hay estúpidos listos.

También hay listos estúpidos.

Si alguien que representa la ley, el orden y la justicia social de un país, no paga sus impuestos y defrauda al Erario Público, es decir a todos los ciudadanos a los que representa, qué duda cabe de que se le podría denominar estúpido.

Pero si coge las maletas y se fuga a un país sin tratado de extradición con el país del que se fuga, donde va a vivir a cuerpo de rey con los montones de euros defraudados, timados, hurtados, rateados, robados, en ese caso la tradición, tal vez injustamente, llama listo al delincuente.

Si alguien que es una persona famosa, se sirve de su fama y prestigio para anunciar o sumarse a una manifestación contra las medidas adoptadas durante la pandemia del coronavirus Cobid-19, que ha causado casi un millón de muertes en el mundo, para que la gente acuda de forma masiva, sin mascarilla y sin guardar la distancia de seguridad, qué duda cabe de que se le podría denominar estúpido.

Pero si la convocatoria la hace desde miles de kilómetros de distancia, con el mar océano de por medio, sin la intención de asistir a la manifestación que convoca o apoya, la tradición, a esta serie de personas de aviesa locuacidad les suele llamar, tal vez injustamente, listos. 

No sé si son listos estúpidos o estúpidos listos, lo que no cabe duda es que estas personas son listillos, pues se aprovechan de su situación de privilegio, creando ilusión y falsas apariencias entre la gente que les respeta o admira, para poder cometer sus tropelías. 

Propongo una nueva entrada en el diccionario para este tipo de personas:

listúpido, da.

 

En Arévalo, a veintidós de agosto de 2020.

Luis J. Martín García-Sancho.

 

  fotos de internet.




viernes, 14 de agosto de 2020

ENARBOLAR




Es curioso.

El diccionario de la Real Academia tiene cuatro acepciones para la palabra “enarbolar”:

1.  tr. Levantar en alto un estandarte, una bandera o cosa semejante para que se vea bien.

2.  tr. Levantar un arma o algo con lo que se amenaza a otra persona.

3.  prnl. Dicho de un caballo: encabritarse.

4. prnl. Enfadarse, enfurecerse.

A día de hoy son muchos los que enarbolan la bandera patria. Lo que está muy bien, cada cual tiene derecho a levantar o mostrar lo que quiera, siempre que no ofenda. Y la bandera, la nuestra, la de todos, ni es ni puede ser un símbolo de ofensa o de exclusión pues todos los que tenemos la nacionalidad española somos españoles, incluso aquellos que quieren dejar de serlo.

Otros, menos, usan la bandera y la enarbolan para mostrar su furia y su enfado, añadiendo a nuestro símbolo nacional el mensaje: “Por tu mala gestión gobierno dimisión” a lo que añaden “Viva España”. El enfado es libre. La crítica, afortunadamente, también.

Incluso, sé de algunos que les gustaría usar la bandera como arma, es decir, levantarla para amenazar a todos aquellos que no piensan como ellos, y no como el símbolo que nos representa a todos, pensemos como pensemos.

Lo que puedo asegurar es que, objetivamente, no tiene por qué ser más español el que cuelga su bandera del balcón que el vecino que no la cuelga. La españolidad no consiste en enarbolar un trozo de tela bicolor, ya sea como bandera o como arma. Más bien consiste en sentirse español. Y los sentimientos, como todos sabemos, ni se ven ni hace falta enseñarlos, pues son algo íntimo y personal.

Solo espero no encabritar a nadie con estas palabras.

Cuidaos.

 

En Arévalo, a catorce de agosto de 2020.

Luis J. Martín.