De paseo por la sierra de Ávila.
Texto y fotos: Luis José Martín García-Sancho
El
23 de mayo fuimos al nacimiento de nuestro río Arevalillo.
Salimos
de Arévalo temprano. Pasé a buscar a Juan Carlos, amigo y compañero de muchos “fregaos”,
que me esperaba en la entrada a Machín, y rumbo al sur por la carretera de
Tiñosillos.
En
la ermita de Rihondo nos esperaba mi buen amigo Pepe Rodríguez con quien tan
buenos ratos he pasado y espero seguir pasando. Aunque embozados, nos dimos
un abrazo porque hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
Nuestro
río Arevalillo que desemboca en el Adaja en Arévalo, en el paraje conocido como
la Junta, justo por debajo del Castillo, nace en el municipio de Narrillos del Rebollar
en la Sierra de Ávila, prácticamente, a los pies del Cerro Gorría, punto
culminante de esta emblemática sierra, con 1725 metros de altitud.
A
esta altura se le conoce como Rihondo o Río Hondo, de ahí el nombre de la ermita
en la que nos esperaba Pepe, y pasa a llamarse Arevalillo pasado el castro de
Mesa Miranda.
Dejamos los coches en la localidad de Benitos, y comenzamos a andar hacia las fuentes del Arevalillo. Benitos conserva bastante bien la esencia propia de los pueblos serranos, con su caserío construido mayoritariamente a base de grandes sillares de granito.
Desde
la rama seca de un viejo melojo (Quercus
pyrenaica) cercano a la carretera nos contempla un águila calzada (Hieraaetus pennatus).
Pronto
llegamos a una hermosa chopera compuesta principalmente de álamo temblón (Populus tremula) y cruzamos el cauce del
recién nacido Arevalillo.
Remontamos
su cauce hacia los piornales y pastos de montaña salpicados de multitud de
flores de diversas especies y colores.
Las
vacas pastan tranquilas ajenas a nuestra presencia.
Una
joven salamandra (Salamandra salamandra)
vivaqueaba tranquila por uno de los abrevaderos para el ganado.
El
nacimiento del Arevalillo se produce en este pasto de la ladera de la montaña
entre berrocales graníticos, piornos, flores y vacas. El día ha salido
fabuloso, buena temperatura y cielos con nubes dispersas, que siempre mejoran
las fotografías. Desde allí se ve al recién nacido Arevalillo serpentear entre alamedas
abriéndose paso hacia la llanura.
Ascendemos por la ladera, entre los piornos, para ganar el cordal divisorio de ambas vertientes de la Sierra de Ávila. Desde allí contemplamos, hacia el norte, las interminables llanuras de la cuenca del Duero, con La Moraña en primer término, salpicadas por decenas de pueblos y, hacia el sur, el Valle de Amblés, y las sierras de Zapateros, Serrota y Villafranca en primer término y las cumbres de Gredos algo más alejadas. Una atalaya fabulosa para intentar localizar los hitos geográficos y geológicos de nuestra tierra.
Se
localizan perfectamente desde aquí los puertos de Menga y Villatoro partiendo
las sierras y montañas.
Según avanzamos en nuestro camino hacia el Cerro de Gorría, pronto aparecen los polémicos aerogeneradores que hace años inundaron esta bella y valiosa montaña. Desde el cordal de la Sierra, se extienden hasta el mismísimo cerro Gorría, como ya se ha dicho, punto culminante de la Sierra de Ávila, pero que ha sido prostituido igualmente en pro de un progreso mal entendido, ya que no respeta los lugares más emblemáticos y representativos de nuestra tierra. Todos queremos energía, todos preferimos las energías “limpias” pero no a cualquier precio, no a costa de destruir paisajes que deberían ser “sagrados”.
Durante el tiempo que paseamos junto a los aerogeneradores, cruzan entre sus aspas varios buitres, Aegypius monachus y Gyps fulbus.