BRAULIO Y CONSTITUCIÓN
Entonces, Braulio reunió a todos bajo el
olmo y les dijo:
- A ver, para que quede claro, soy lo que soy,
lo que siempre he sido, al menos, desde que soy consciente de ello.
Soy republicano, ecologista, creyente en la
inexistencia de dios y no me gustan ni la tauromaquia ni la caza. A pesar de
ello, soy tan español como cualquiera de vosotros, no os quepa duda.
Además, defiendo un estado público e
igualitario, con sanidad, enseñanza, medio ambiente, política social y económica,
seguridad y justicia públicas como derechos básicos de todos los españoles. Y entiendo que estos derechos deben ser
prioritarios por encima de intereses estatales, económicos, particulares o
privados. Es decir, el Estado no debe legislar, por ejemplo, contra una sanidad
pública, ni favorecer, por ejemplo, la enseñanza privada por encima de la
pública.
No rechazo, iniciativas privadas en cualquier faceta
económica, productiva, educativa, sanitaria o religiosa, pero, por supuesto,
con dinero privado.
Rechazo la xenofobia, el machismo, el terrorismo,
el racismo, la dictadura y cualquier otro acto de exclusión o desigualdad
social, incluidas las prácticas insolidarias del mal llamado “neoliberalismo
económico” que se ha instalado en Europa en las últimas décadas de la mano de
sus poderes económicos y políticos, convirtiéndolo en doctrina de obligado
cumplimiento. Esta doctrina, impuesta por los poderes económicos, y su
acatamiento por parte del Estado español ha llevado a modificar el artículo 135
de la Constitución española, por la puerta de atrás, es decir sin someterlo a
referéndum. Esta vergonzosa modificación del artículo 135 de la Constitución,
sitúa el pago de la deuda pública por encima de derechos sociales básicos: “Los créditos para satisfacer los intereses y
el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre
incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de
prioridad absoluta.”
Parece mentira que los dos partidos
mayoritarios, allá por 2011, se pusieran de acuerdo para llevar a cabo esta vergonzosa
modificación de la Constitución, sin someterla a referéndum, y no se pongan de
acuerdo en temas básicos como vivienda, sanidad, educación, trabajo o medio
ambiente.
Creo que la libertad es posible, y no es
ingenuidad, no, no lo es. A pesar de sus
defectos, creo en la Democracia, aunque no creo que haya ningún partido
político en la actualidad que la practique plenamente, sin apellidos, sin
rodeos ni atajos, sin adulterarla con intenciones partidistas.
Creo que la política debe cambiar radicalmente,
porque todos los partidos políticos, sin excepción, utilizan la Democracia para
sus fines partidarios. Cuando, sabido es, que si se utiliza la Democracia con otra
finalidad que no sea la propia voz del pueblo, se está prostituyendo.
Los partidos políticos deben servir a la
Democracia, y no servirse de ella para sus fines partidistas, porque el pueblo,
que es de dónde emana realmente, es mucho más que un partido político. Todos
los partidos políticos se llaman demócratas, cuando todos sabemos que unos son
herederos reinventados de la dictadura y otros utilizan la democracia para
llegar al poder y, una vez encaramados a él, se olvidan de ella durante tres o
cuatro años, para volverla a utilizar a medida que se acercan nuevas
elecciones. Se podría decir que solo miran al pueblo para que les voten,
utilizan al pueblo para después olvidarse de él. Cuando el pueblo no es un
pañuelo de usar y tirar, pues tiene memoria o, al menos, debería tenerla.
Todos nosotros, deberíamos tener memoria, para echar en
cara a los políticos que hayamos votado, el incumplimiento de sus promesas o el
olvido de las mismas, que para el caso es lo mismo. No por pertenecer a un
pueblo, a un mundo en declive en vías de desaparición, merecemos el olvido de
los políticos que nos representan y de las políticas que pudieran paliar la
situación del denostado medio rural.
Me diréis que no todos los partidos son
así, que hay partidos realmente demócratas porque hay muchos políticos que sí
lo son. Yo no digo que no los haya, la generalización es tan irreal como
simple. Pero creo que está en manos de todos los partidos, y de todos los
políticos, demostrar que son demócratas, transparentes, incorruptibles,
defensores de la justicia social, de la igualdad, de la libertad, del medio
ambiente, en fin, de todos los valores que emanan de la Constitución. Bueno de
casi todos, porque la Constitución debe de evolucionar, por el mero hecho de
que la sociedad no es un ente estático e inamovible, al contrario, la sociedad
evoluciona y cambia, por ello, la Constitución debe adaptarse a estos cambios.
Por eso, en algunos aspectos se ha quedado anticuada o defendiendo valores
puramente económicos y sectarios por encima de valores sociales de igualdad y
dignidad.
Por ejemplo, muy pocos de los actuales votantes
hemos votado en alguna ocasión por la monarquía como titular indiscutible y
hereditario de la jefatura del Estado, ya que los que pudieron votar la
Constitución de 1978, ahora tienen más de 60 años. Todos los que tenemos menos de
sesenta años no hemos votado la constitución, no hemos votado si la monarquía
debe ser titular indiscutible de la jefatura del Estado español, pues muchos
entendemos que este cargo de máxima representación de la patria debe ser
elegido por la voluntad popular y, de ninguna manera, debe ser hereditario. Por
lo tanto, el rey actual podrá ser una persona muy preparada, pero nadie le ha
votado para que sea el jefe del Estado, represente a todos los españoles y
nuestros intereses.
Por otro lado, la Constitución concede al rey
carta blanca para delinquir a su antojo pues dice literalmente. “La persona del Rey es inviolable y no está
sujeta a responsabilidad.” Aspecto del que, presuntamente, se ha
aprovechado el anterior rey, el padre del actual, para no pagar impuestos en
España, todo un ejemplo de patriotismo y solidaridad del máximo representante
del pueblo español.
Por otro lado, la monarquía es machista ya que
la línea de sucesión favorece al varón por encima de la mujer: “La sucesión en el trono seguirá el orden
regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea
anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más
remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer,…”. Por este artículo de la
Constitución el rey actual lo es por encima de los derechos de su hermana
mayor, Elena de Borbón, primogénita del anterior rey. Esto no es muy igualitario que se diga.
Tenemos, por tanto, una figura, como es la del
jefe del Estado actual, que no ha sido votada, que no puede ser juzgada por sus
actos, presuntamente, delictivos y que es puramente machista. Vamos, todo un
ejemplo de Democracia, de igualdad y de solidaridad.
- No soy ni de derechas ni de centro, algunos
me tacháis de radical por mis ideas, otros, en cambio, de excesivamente
moderado. Entonces, por lo que parece, debo ser un radical excesivamente
moderado o un moderado excesivamente radical, ni yo mismo lo sé, ni tampoco me
importa demasiado, pues soy lo que soy, guste o disguste a quien sea.
Como os he dicho antes, creo en la propiedad
privada y en la iniciativa privada. Pero no creo que sea justo que el uno por
ciento de la población acapare el ochenta y dos por ciento de la riqueza y
que el noventa y nueve por ciento de la población cuente tan solo con el dieciocho por ciento del capital. Para una mayor justicia social, no cabe otra que la de
repartir más equitativamente la riqueza.
Y aunque no se lleve, aunque no esté de moda,
aunque esté mal visto, soy ecologista a mi pesar. De verdad que he intentado
dejar de serlo varias veces, mirar para otro lado, pasar… para vivir más
tranquilo, pero no lo he conseguido, siempre que lo intenté, fracasé.
Pero ello no me convierte en un asidero para
solucionar lo que los demás no quieren. Muchas veces me ha dicho alguno de vosotros “como eres ecologista, deberías denunciar…”, “como eres de izquierdas, a
ver si los tuyos…” o “como te gustan los animales, a ver si nos solucionas…”, a
lo que voy a empezar a contestar que cada cual se solucione sus problemas, y
si es de forma colectiva mejor que mejor. Pero, por favor, dejad de tocarme los
cojones.
Dicho
esto, Braulio se encaramó al olmo y se perdió por las ramas más altas. Mientras
uno de los presentes decía: «este tío es más rojo que un tomate maduro», a lo
que otro respondió: «más bien como una sandía, verde por fuera y rojo por
dentro». Los más rieron con ganas, los menos quedaron pensativos unos breves
instantes, pero se acabaron sumando a las risas.
En Arévalo, a diez de julio de 2020.
Luis J. Martín.
"Soy creyente en la inexistencia de dios", dice Braulio. Y lo dice bien, pues se trata de un acto voluntario de fe.
ResponderEliminarMi identificación con Braulio es de tres cuartos. Yo creo en Dios porque quiero. Y por eso encuentro mil razones para justificarlo. Pero si quisiera creer que no existe, encontraría tantas razones como él para justificarlo.
Lo que me intriga es saber por qué Braulio quiere no creer en Dios. O por qué no quiere creer en Él, pues el hombre es religioso por naturaleza igual que es social por naturaleza. ¿No será por algún orgullo herido? Presumimos de razón pero también tenemos sentimientos. Y, en el fondo, muchas veces son los que deciden. Si deciden contra nuestra propia naturaleza, digo yo que merece la pena curarlos.
Díselo a Braulio, por favor.
Javier.
Gracias Javier, se lo diré, de hecho ya se lo he dicho mientras leía. Me ha dicho lo que suele decir en estos casos "Lo que vosotros llamáis obra de dios, yo, simplemente lo llamo naturaleza" y que "la inexistencia ni sana ni enferma pues solo es inexistencia".
ResponderEliminarUnas cañas, un café o un paseo por el campo curan casi todo, hasta las diferentes formas de pensar o sentir. Sin convencer, sin influir.
Seguro que nos veremos pronto.
Está bien lo que dices pero por qué no criticas también el comunismo de China o Cuba, si tanto crees en la libertad,creo que por allí no hay mucha.
ResponderEliminarAburrís Anónimo del 13 de julio. Estamos en Europa y aquí lo que imponen los estados y los poderes económicos no es el comunismo, nada más lejos, si no el neoliberalismo económico, curioso eufemismo para denominar al capitalismo salvaje de toda la vida. Que antepone los intereses de los poderes económicos a los derechos sociales básicos, especialmente cuando más daño hacen al pueblo llano, en época de crisis. El texto es claro "rechazo la dictadura..." "Creo que la libertad es posible...", "creo en la democracia...", y vosotros empeñados en tirar balones fuera: "y en China qué, y en Cuba qué y en Corea del norte qué"... siempre la misma cantinela para desviar la atención de los problemas que tenemos en Europa en general y en España en particular.
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