“En Orihuela, su pueblo y el
mío”, tal y como escribió Miguel Hernández en uno de sus poemas más conocidos,
se encuentran los “Murales de San Isidro”. Se trata de pinturas sobre los muros
de las humildes casas del populoso y obrero barrio oriolano de San Isidro.
Vista de Orihuela desde el río Segura.
El mural que da la bienvenida al barrio lo encontramos en una fachada que hace chaflán y está dedicado al cuadro “El
Guernika” de Pablo Picasso.
Siempre he pensado que
Picasso quiso reflejar el horror de la guerra representado principalmente en
las mujeres, que son las protagonistas de la pintura.
Este mural reproduce uno de
los versos de la elegía a la muerte de Ramón Sijé. Y se pueden ver varias cabras dado que el poeta fue pastor de cabras en su adolescencia.
"Volverás a mi huerto y a mi higuera".
La cronología de estos murales es la siguiente:
En mayo de 1976
llegaron a Orihuela, procedentes de muy diversos lugares de
nuestra geografía, pintores, escritores y músicos que, en un contexto de
transición incierto y difícil, reclamaban la libertad de la que hasta entonces
se había carecido. En aquella cita histórica se acercaron hasta la cuna del
poeta para realizar varios actos como “Homenaje de los pueblos de España” a
Miguel Hernández. A lo largo de aquel acto se pintaron varios murales.
En 2012, se recuperaron
algunos de aquellos murales de la mano de artistas locales y, desde entonces,
cada mes de marzo, se van incorporando nuevas pinturas a las fachadas de las
humildes casas del barrio de San Isidro.
El resultado es sorprendente, un museo pictórico y literario al aire libre que puede visitarse tranquilamente, con pausa y sin prisa, para disfrutar de las
imágenes, relacionadas mayoritariamente con el poeta oriolano, y algunos de
sus más famosos y sentidos versos, escritos a lo largo de su vida tanto en
libertad como durante su presidio, fruto de la represión franquista, que se
alargó desde el final de la guerra civil hasta su muerte en 1942.
“La
mano es la herramienta del alma, su mensaje
y
el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Cierra
las puertas, echa la aldaba, carcelero.
Ata
duro a ese hombre, no le atarás el alma.
Son
muchas las llaves, muchos cerrojos, injusticias,
no
le atarás el alma.”
“Tristes
guerras
si
no es amor la empresa.
Tristes.
Tristes.
Tristes
armas
si
no son las palabras.
Tristes.
Tristes.
Tristes
hombres
si
no mueren de amores.
Tristes.
Tristes.”
“El
sol, la rosa y el niño
flores de un día nacieron.
Los de cada día son
soles, flores, niños nuevos.
Mañana no seré yo:
otro será el verdadero.
Y no seré más allá
de quien quiera su recuerdo.
Flor de un día es lo más grande
al pie de lo más pequeño.
Flor de la luz el relámpago,
y flor del instante el tiempo.
Entre las flores te fuiste.
Entre las flores me quedo.”
- Carmen Conde Abellán fue una
escritora y maestra. Perteneciente a la generación del 27 y la primera mujer académica de número de la Real Academia Española. Fue gran amiga de Miguel Hernández tras su paso por la Universidad Popular.
- María Zambrano Alarcón fue
una escritora que entabló una buena amistad con Miguel Hernández en las
tertulias literarias que se celebraban en Madrid durante la segunda república. Fue también amiga íntima de Antonio Machado.
- Ana María Gómez González, conocida por el nombre artístico de Maruja
Mallo, fue una pintora de reconocido éxito que reveló al pastor de Orihuela
las dulzuras de la carne femenina cuando el tímido “perito en lunas” era
todavía inexperto en temas amorosos. Algunos biógrafos del poeta achacan a
estos amores o a su influencia el poemario “El rayo que no cesa”, publicado en
1936.
-
María Cegarra Salcedo tenía una bien definida afición: la poesía, por lo que se
codeó con la intelectualidad de la época. Sin embargo, iba a encontrar su
vocación en la química. Se convirtió en la primera mujer española licenciada en
Ciencias Químicas. Gracias a su afición a la poesía mantuvo una estrecha relación
con Miguel Hernández.
-
Josefina Manresa Marhuenda fue la
esposa de Miguel Hernández y su principal fuente de inspiración. Gracias a su
trabajo se han salvado gran parte de los textos del poeta oriolano que se
hubieran perdido para siempre durante el régimen franquista.
Versos
del poema “Andaluces de Jaén”, popularizado en los años 70 por el grupo Jarcha.
He aquí una de las estrofas del famoso poema:
¡Cuántos
siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces
de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén,
levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro
de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.
Del poemario "Perito en Lunas": "Gitanas".
"¡LUNAS!
Como gobiernas, como bronces,
siempre en mudanza, siempre dando vueltas.
Cuando me voy a la vereda, entonces
las veo desfilar, libres, esbeltas,
Domesticando van mimbres, con ronces,
mas con las bridas de los ojos sueltas,
estas lunas que esgrimen, siempre a oscuras,
las armas blancas de las dentaduras."
Del "Cancionero y romancero de ausencias":
Por
las calles voy dejando,
algo
que voy recogiendo:
pedazos
de vida mía,
venidos
desde muy lejos.
Voy
alado a la agonía,
arrastrándome
me veo,
en
el umbral, en el fundo,
latente
de nacimiento.
El
último poema de Miguel Hernández:
“Eterna
sombra”.
"Yo
que creí que la luz era mía
precipitado
en la sombra me veo.
Ascua
solar, sideral alegría
ígnea
de espuma, de luz, de deseo.
Sangre
ligera, redonda, granada:
raudo
anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera,
la luz en la luz sepultada.
Siento
que sólo la sombra me alumbra.
Sólo
la sombra. Sin rastro. Sin cielo.
Seres.
Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro
del aire que no tiene vuelo,
dentro
del árbol de los imposibles.
Cárdenos
ceños, pasiones de luto,
dientes
sedientos de ser colorados.
Oscuridad
del rencor absoluto.
Cuerpos
lo mismo que pozos cegados.
Falta
el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya
no es posible lanzarse a la altura.
El
corazón quiere ser más de prisa
fuerza
que ensancha la estrecha negrura.
Carne
sin norte que va en oleada
hacia
la noche siniestra, baldía.
¿Quién
es el rayo de sol que la invada?
Busco.
No encuentro ni rastro del día.
Sólo
el fulgor de los puños cerrados,
el
resplandor de los dientes que acechan.
Dientes
y puños de todos los lados.
Más
que las manos, los montes se estrechan.
Turbia
es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué
lejanía de opacos latidos!
Soy
una cárcel con una ventana
ante
una gran soledad de rugidos.
Soy
una abierta ventana que escucha,
por
donde va tenebrosa la vida.
Pero
hay un rayo de sol en la lucha
que
siempre deja la sombra vencida."
LAS
ABARCAS DESIERTAS
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca
tuve zapatos,
ni
trajes, ni palabras:
siempre
tuve regatos,
siempre
penas y cabras.
Me
vistió la pobreza,
me
lamió el cuerpo el río,
y
del pie a la cabeza
pasto
fui del rocío.
Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún
rey coronado
tuvo
pie, tuvo gana
para
ver el calzado
de
mi pobre ventana.
Toda
gente de trono,
toda
gente de botas
se
rió con encono
de
mis abarcas rotas.
Rabié
de llanto, hasta
cubrir
de sal mi piel,
por
un mundo de pasta
y
unos hombres de miel.
Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
Del
cancionero y romancero de ausencias: “Nanas de la cebolla”:
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Le
dedicó estas “canciones de cuna” a su segundo hijo, Manuel Miguel, mientras el poeta se
encontraba preso en la cárcel de Torrijos (lo que hoy es la
calle del Conde de Peñalver, esquina con la calle Juan Bravo).
Después de que
el poeta recibiera una carta de su mujer, donde contaba que solo tenían pan y
cebolla para comer, escribió las Nanas de la cebolla, que mandó como respuesta.
Elegía
por Ramón Sijé.
(En
Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con
quien tanto quería)
Yo
quiero ser llorando el hortelano
de
la tierra que ocupas y estercolas,
compañero
del alma, tan temprano.
Alimentando
lluvias, caracolas
y
órganos mi dolor sin instrumento,
a
las desalentadas amapolas
daré
tu corazón por alimento.
Tanto
dolor se agrupa en mi costado,
que
por doler me duele hasta el aliento.
Un
manotazo duro, un golpe helado,
un
hachazo invisible y homicida,
un
empujón brutal te ha derribado.
No
hay extensión más grande que mi herida,
lloro
mi desventura y sus conjuntos
y
siento más tu muerte que mi vida.
Ando
sobre rastrojos de difuntos,
y
sin calor de nadie y sin consuelo
voy
de mi corazón a mis asuntos.
Temprano
levantó la muerte el vuelo,
temprano
madrugó la madrugada,
temprano
estás rodando por el suelo.
No
perdono a la muerte enamorada,
no
perdono a la vida desatenta,
no
perdono a la tierra ni a la nada.
En
mis manos levanto una tormenta
de
piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta
de catástrofes y hambrienta.
Quiero
escarbar la tierra con los dientes,
quiero
apartar la tierra parte a parte
a
dentelladas secas y calientes.
Quiero
minar la tierra hasta encontrarte
y
besarte la noble calavera
y
desamordazarte y regresarte.
Volverás
a mi huerto y a mi higuera:
por
los altos andamios de las flores
pajareará
tu alma colmenera
de
angelicales ceras y labores.
Volverás
al arrullo de las rejas
de
los enamorados labradores.
Alegrarás
la sombra de mis cejas,
y
tu sangre se irán a cada lado
disputando
tu novia y las abejas.
Tu
corazón, ya terciopelo ajado,
llama
a un campo de almendras espumosas
mi
avariciosa voz de enamorado.
A
las aladas almas de las rosas
del
almendro de nata te requiero,
que
tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero
del alma, compañero.
(10
de enero de 1936, "El rayo que no cesa")
Siendo
Miguel Hernández uno de los muchos intelectuales republicanos represaliados por
la dictadura franquista, en varios de los murales de San Isidro se encuentran
los colores de la república, rojo, amarillo y morado, bien camuflados, bien de forma explícita:
Fragmento
del poema “La Boca”:
Boca
que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.
Imágenes tomadas en Orihuela,
su pueblo, el mío, el de todos los amantes de la literatura, el 24 de octubre
de 2021 por Luis J. Martín.