ARGOLLAS
EN LAS PAREDES.
No
sé si se habrán fijado ustedes alguna vez en viejas argollas de hierro clavadas
a las fachadas de edificios con solera, generalmente, próximas a viejas puertas
carreteras.
El
término “argolla” es muy vago proviene del árabe hispánico y significa literalmente “cepo”. Una de las
acepciones que recoge el diccionario de la Real Academia es: “1. f. Aro grueso, generalmente de hierro, que, afirmado debidamente,
sirve de amarre o asidero.” Esta acepción podría servir para definir el
elemento que encabeza este artículo, pero buscando un poco más se puede encontrar
otro término mucho más apropiado.
La
palabra “aldaba”, también proviene
de nuestro pasado musulmán, ya que deriva del árabe hispánico y significa literalmente
“lagarta”, quizás por la forma que originariamente tuviera alguno de estos
elementos metálicos.
El
diccionario de la Real Academia recoge varias acepciones para aldaba:
1. f.
Pieza de hierro o bronce que se pone a las puertas para llamar golpeando con
ella.
2. f.
Pieza, ordinariamente de hierro y de varias hechuras, fija en la pared para
atar de ella una caballería.
3. f.
Barreta de metal o travesaño de madera con que se aseguran, después de
cerrados, los postigos o puertas.
Las
tres acepciones siguen siendo válidas en la actualidad. La primera acepción de aldaba es
el llamador o tirador de las puertas, aunque, con los modernos timbres
eléctricos, han pasado a ser meros elementos decorativos, perdiendo su carácter
funcional. Muy poca gente golpea con la aldaba en la puerta si existe el
interruptor de un timbre eléctrico en la pared o en el umbral. Sobre estas
aldabas o llamadores ya se hizo una revisión más amplia en la entrada “Arévalo en puertas”, cuyo enlace se
facilita al final del presente artículo.
Con la tercera acepción, en algunas puertas sigue habiendo aldabas de metal que aseguran los postigos.
Aunque este sistema de cierre, prácticamente, ya no se usa en la actualidad, quedando relegado a casas o establecimientos antiguos. También en la entrada “Arévalo en puertas”, se mostró alguna de estas antiguas puertas con postigos o
cuarterones asegurados mediante aldabas metálicas.
Puerta de la plaza del Real con aldaba metálica que asegura los postigos de madera.
Pero la acepción de aldaba que hoy nos ocupa es la segunda que recoge la RAE, es decir, la de la argolla que se sujeta a la pared para atar caballerías, pues, más pronto que tarde, puede caer en el más absoluto olvido debido a que esta actividad ha desaparecido. En las viejas casas de Arévalo, ya no se atan caballerías. Es obvio que ya no se amarran ni burros, ni caballos, ni mulos, ni mulas a las puertas de ninguna de las casas de nuestra ciudad. A pesar de ello, todavía quedan algunas de estas aldabas en varias fachadas, como testigos mudos de un pasado y de una actividad que ocurría de forma cotidiana en las calles de cualquier pueblo y ciudad castellana. Al final del artículo se muestran documentos gráficos antiguos recopilados y digitalizados por la Asociación La Alhóndiga de Arévalo que reflejan lo dicho de forma fidedigna, dado que las imágenes de vida cotidiana transcurren en Arévalo.
Esta
aldaba se usaba no hace tanto tiempo para atar a las caballerías, tan útiles para carga y transporte de personas y todo tipo de mercancías. También se
denomina "arrendadero"
definido por la RAE como: "anillo de hierro con una armella que se clava
en la madera o en la pared, y sirve para atar las caballerías". Consta de dos
piezas de forja realizadas artesanalmente en cualquiera de las herrerías que
había por los pueblos de la geografía castellana. La primera consiste en un
potente clavo, la armella, que se fija fuertemente a la pared, cuya cabeza es
un pequeño aro al que se inserta una argolla mucho mayor. Con este sistema la
argolla grande, tiene movilidad y resulta mucho más fácil atar y desatar al
animal.
Vamos
a ver algunos ejemplos de las pocas aldabas o arrendaderos que van quedando en Arévalo:
- En
la casa que hay junto al mirador en la calle San Ignacio de Loyola aún se
conservan dos aldabas, una a cada lado de la puerta carretera de madera.
- En la casa en ruinas que hay junto a la iglesia de San Martín aún se aprecia una Aldaba junto a la puerta carretera de madera.
- En
la calle de la Lechuga hay una vieja aldaba junto a una puerta carretera que
fue de madera y hoy es metálica.
- En
la plazuela del Paraíso hay una vieja puerta carretera de madera, junto a la
cual se puede ver una aldaba para atar caballerías. La propia puerta tiene una
aldaba a modo de tirador.
- En
una de las bodegas del Arevalillo, junto a una puerta tapiada con bello arco de
medio punto aún se conserva una vieja aldaba en la que se atarían las
caballerías que iban a transportar los toneles de vino.
- Una
de las fachadas con mayor profusión de aldabas es la del Asador “las Cubas”, que antes fue bodega de venta de vinos y licores. Tiene cuatro arrendaderos en
su fachada de la calle Figones y otro en la esquina con la calle Larga. Lo que
nos muestra la gran actividad que este establecimiento debió tener en su
anterior dedicación, con varios burros, mulas o
caballos atados a la fachada principal esperando para cargar o descargar los
caldos que trasportaban.
Seguramente,
hace no muchos años habría una o varias aldabas cerca de las puertas de muchos
corrales o establecimientos de Arévalo o de cualquier otro pueblo. Ahora estos
curiosos y humildes elementos de forja van desapareciendo lentamente de
nuestras fachadas. Ya no son funcionales, no tienen utilidad, así que son
eliminados sistemáticamente en reformas. Y en nuevas construcciones, ni
siquiera se plantea la posibilidad de utilizar una vieja aldaba como elemento histórico o decorativo de la fachada.
Son elementos de nuestra historia, que
terminarán desapareciendo. Parece que lo que no sucede en los Estados Unidos de América no ha sucedido nunca, pero tengan en cuenta que antes de que alguien atara un caballo en América por aquí nuestros antepasados ya llevaban siglos atando sus caballos a las aldabas. Así que cuando en alguna película del lejano oeste vean
que el vaquero o el viajero ata a su caballo a la puerta del “saloom”, piensen que aquí también había
vaqueros o viajeros que, igualmente, ataban su caballo a la aldaba de la bodega.
Hasta nuestro rico idioma castellano recoge expresiones con
esta palabra que están cayendo en desuso, como "tener buenas aldabas",
que significa tener buenas puertas donde atar el caballo o a las que llamar, es
decir buenas relaciones, buenas influencias. Gente, en definitiva, con poder.
Somos así, valoramos más lo ajeno que lo propio.
Así nos va.
En Arévalo, a tres de febrero de 2021
Luis
J. Martín
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IMÁGENES RELACIONADAS:
Colección de imágenes digitalizadas por La Alhóndiga de Arévalo con el título de "Memoria fotográfica de Arévalo":
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MEMORIA FOTOGRÁFICA DE ARÉVALO.
COLECCIÓN DE FABIO LÓPEZ:
Padre e hijo en el mismo caballo en Aldeaseca.
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