miércoles, 30 de diciembre de 2020

UN ELEFANTE SOBRE EL PUENTE





UN ELEFANTE EN EL PUENTE

 

Sobre el puente de Medina,

un gran puente medieval,

pusieron valla de hierro,

desentona cantidad.

 

Bajando al puente pasea

un elefante triunfal,

camina, camina lento

con su correa y trompal.

 

 Mira a la valla perplejo,

mira y la vuelve a mirar,

no comprende como alguien

hizo tal barbaridad.

 

Por el arco de ladrillo

se aproxima un concejal,

el elefante se acerca

y le pregunta cordial.

 

¿A quién se le habrá ocurrido

poner valla de metal

tan cerca de un monumento

Bien de Interés Cultural?

 

Escuchad atentos todos,

escuchad sin vacilar,

así contesta aquel hombre,

así dice al animal.

 

La valla era necesaria

para poder evitar

que alguien se caiga a las cuestas

con resultado fatal.

 

El elefante cavila,

piensa y lo vuelve a pensar

y pregunta nuevamente

al edil municipal.

 

Pero es que esta valla tapa

al pretil original

hecho de piedra rajuela

unida con arena y cal.

 

¿No era más respetuoso

el murete restaurar

y, si fuera necesario,

levantarle un poco más?

 

Mas concejal se hace el sordo,

como el que oye barritar,

da la espalda al paquidermo

y se marcha hacia el pinar.

 

El elefante ahora grita,

grita alto y grita más,

agitando las orejas

hacia delante y atrás:

 

El puente de Medina es

un monumento genial,

de nuestro mudéjar civil,

el más espectacular.

 

Las obras de adecuación

sin respetar el lugar

es una labor que resta

esplendor patrimonial.

 

Mas sus palabras se pierden

por un arco ojival

de sus cinco enormes ojos,

ladrillo, rajuela y cal.

 

En Arévalo, a diecinueve de diciembre de 2020.

Luis J. Martín

(De la serie “Poemas con trompal”)


Valla Metálica levantada por delante del pretil original.

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lunes, 28 de diciembre de 2020

BRAULIO Y NAVIDAD

 




Entonces, vieron a Braulio subido al olmo y fueron hasta donde se encontraba.

Le llamaron a voces, pero no quiso bajar. Se limitó a preguntarles que qué querían de él.

Se miraron todos y, finalmente, uno de ellos le preguntó que por qué no celebraba la navidad como el resto de la gente.

Entonces, Braulio descendió hasta una de las ramas bajas y les habló así:

- Hace cientos de años un artesano escultor derribó un coloso árbol. De su tronco talló las estatuas de un Cristo, de un santo y de una virgen.

La gente se arrodilló ante ellas durante siglos, sin darse cuenta de que a quien rezaban realmente era a trozos de un árbol colosal, al que se le arrebató la vida para que las personas se sintieran redimidas de sus miedos, de sus faltas y de sus complejos, a los que llamaban pecados.

Todos se miraron sin comprender. Muchos se marcharon sin decir nada. Pero dos o tres se quedaron con la intención de quemar el olmo con Braulio incluido.

Pero desistieron porque empezó a llover.


En Arévalo, a veinticuatro de diciembre de 2020.

Luis J. Martín.


En la foto: Vladimir Mayakovsky (Autor: Alexander Rodchenko).



viernes, 18 de diciembre de 2020

LA SANTA INFAMIA

 


“La Santa Infamia” es una novela escrita por José Ramón Rebollada Gil, que narra los hechos históricos del proceso inquisitorial del “Santo Niño de la Guardia”, al parecer, acaecidos en La Guardia, Toledo, a finales del siglo XV. Y digo, “al parecer”, porque, aunque esa ha sido siempre la versión oficial, los hechos nunca se probaron realmente.

Todo el proceso empieza en Astorga donde un judío converso llamado Benito García de las Mesuras es sorprendido con un pan ácimo en forma de oblea que es confundido con una hostia consagrada. Aunque Benito lo niega, es detenido e “interrogado”, bajo tortura, por la “Santa Inquisición”. Al final acaba diciendo lo que los inquisidores quieren que diga, que es un converso judaizante que lleva una hostia consagrada para hacer ritos contra los cristianos y la Inquisición. Que, también, por el mismo motivo, han secuestrado, torturado y asesinado a un niño en una cueva cercana a la localidad toledana de La Guardia. Acaba implicando hasta a once personas más que, tras el proceso inquisitorial celebrado en Ávila, son quemadas en el braseo de la ciudad, seis de ellas vivas, tres ahogadas previamente y tres en efigie porque ya habían muerto.

Hasta aquí los hechos históricos, extraídos de la documentación encontrada por el estudioso Fidel Fita sobre el proceso a Juçe Franco, uno de los encausados.

Lo cierto es que nunca fueron probados los hechos por los que la justicia asesinó a esas doce personas. Nunca quedó probado que hubiera desaparecido un niño, nunca se encontró el cuerpo del niño. Por lo que ese niño nunca existió en realidad.

Para el autor de la novela, todo el proceso fue una farsa, perfectamente maquinada por Fray Tomás de Torquemada, Inquisidor General de Castilla, y ejecutada por los inquisidores de Ávila.

Pero, ¿por qué se celebró el proceso inquisitorial en Ávila, si el primer detenido fue interrogado en Astorga y todos los implicados eran de la provincia de Toledo, menos uno que era de Zamora?

Para aclarar estas cuestiones entra en juego un molinero de Ávila, Lifardo Díaz, erudito en leyes, teología y filosofía, con un pasado muy diferente a su ocupación actual que va quedando reflejado poco a poco durante la trama. Para Lifardo el proceso no tiene ningún sentido y empieza a investigar. Poco a poco se va dando cuenta de que quien está detrás de toda esta farsa es el mismísimo Torquemada por oscuros intereses que demuestran su odio visceral hacia la población judía en general y los judíos conversos en particular.

Torquemada estructuró muy bien la forma de actuar de la Inquisición, de la que era el inquisidor general. Primero, favoreciendo las delaciones a través de una cláusula que protegía la identidad de los testigos que declarasen contra los acusados: “Lifardo el molinero sabía que con esa cláusula se daba la seguridad de que las delaciones serían anónimas, un asunto muy peligroso.” Solo con estas delaciones los inquisidores podrían argumentar que “el delito estaba semiplenamente probado” y podrían torturar al acusado.

Esto supuso un filón de oro, literalmente, para la Inquisición, pues podían apoderarse de todos los bienes de aquellos que fueran declarados culpables de herejía o apostasía, y también de la administración de los mismos. Y, aunque los bienes y derechos confiscados eran entregados a la cámara y fisco de los reyes, “Torquemada pensaba que era justo que las posesiones de los ajusticiados, se destinasen al servicio de Dios, la Iglesia y la Santa Inquisición a pesar de que era bien consciente de las necesidades de la Corona para financiar los gastos de la guerra de Granada. (…) Torquemada suplicó a los reyes que les donase a la comunidad dominicana y los monarcas accedieron.

Para que ustedes se hagan una idea tras la ejecución en la hoguera de dos encausados en otro proceso, Torquemada se hizo con la renta perpetua de unas treinta toneladas y media de cereal, noventa cestas de paja al año, una casa, una huerta, un palomar y veintiuna gallinas. Y por la ejecución quemado vivo de Gonzalo de Cuéllar, regidor de Segovia, 393.000 maravedíes, equivalentes a unos seis millones de euros. Qué duda cabe que fomentar o favorecer la delación anónima era un negocio redondo para la Santa Inquisición.

Llevando el proceso del niño de la Guardia a Ávila, lo que pretendía Torquemada era romper la convivencia armónica que existía entre las minorías de moros y judíos con los cristianos. “Torquemada se ocupó de hablar muchas veces con la reina de estos asuntos pero no parecía que se quebrase su voluntad hacia los judíos, ¿qué podía hacer? El inquisidor estaba empezando a tomar conciencia de la situación excepcional que se daba en Ávila donde judíos y moros convivían sin contratiempos con los cristianos desde hacía siglos.

Catedral de Ávila. 

 Incluso el obispo Fonseca llegó a decir en un sínodo: “Hemos visto hacer en Ávila un abuso que no hemos visto en ningún otro lugar de cristianos. Judíos y moros son admitidos a andar en procesión el Día del Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo (…) y no sabemos por qué razón y con qué ceguedad se vienen tolerando esos abusos.

Torquemada, a través de este proceso, quiso forzar a las autoridades seglares para que la convivencia entre judíos, moros y cristianos se rompiese en Ávila, pues no comprendía cómo “consentían que moros y judíos pudieran seguir desempeñando sus labores y oficios como siempre, sin restricciones de ningún tipo y otorgándoles los mismos derechos que a los cristianos.

Gracias a las torturas y delaciones, la Inquisición logró un caso perfecto para romper las relaciones amigables que se daban en Ávila: Según los detenidos de la Guardia y Tembleque se hablaba del sacrificio de un niño cristiano martirizado a la manera de Jesucristo. “Torquemada pensó que si se trajese el proceso a Ávila podría evidenciar a los vecinos de aquí, cómo actuaban en realidad los judíos y conversos, lo que podría ayudar a romper ese letargo armónico que parecía haberse asentado entre unos y otros en la ciudad amurallada.

El molinero abulense Lifardo Díaz, personaje de ficción, es crucial para el desarrollo de la novela. Gracias a su pasado y a sus conocimientos en temas legales y teológicos, va a intentar poner a Torquemada en entredicho en varias ocasiones a lo largo de la novela con diferentes resultados: “Lifardo se fue a la cama pensando que Torquemada no era tan terrible en realidad. Era obvio que conocía bien las leyes y la doctrina. Un tanto abrupto en el trato y las formas, pero había escuchado sus argumentos sin que pareciera inmutarse y, lo más importante, sin que hubiera sentido rechazo sino discusión dialéctica. La sorpresa vino a la mañana siguiente. Antes de amanecer los guardias inquisitoriales despertaron a Lifardo y le condujeron a la casa de tormentos sin darle explicación alguna. Allí estaba el propio Torquemada…

Años después, en el siguiente encuentro con el Inquisidor General, Lifardo fue mucho más precavido… pero para descubrirlo, amigos lectores, deben ustedes leer la novela. Aunque de este segundo encuentro les adelanto esta perla que José Ramón Rebollada pone en boca de su protagonista: “Le preguntaré ahora por una cuestión que me intriga. ¿Instruyó usted este proceso para convencer a los reyes de que era necesario expulsar a los judíos?

El caso es que, gracias al proceso inquisitorial que se dio en llamar “El Santo Niño de la Guardia”, Torquemada logró sus objetivos y los judíos fueron expulsados de los reinos de Castilla y Aragón. Así lo relata el autor en el caso de Ávila: “Los judíos fueron concentrándose poco a poco en la Puerta de la Malaventura, la puerta por la que todos ellos debían salir sin utilizar ninguna otra según se había ordenado. Antes de que el sol llegase a mediodía todas las familias habían atravesado esa puerta entre sollozos y lamentos.

Puerta de la Malaventura, Ávila.

En un solo día, desaparecieron familias enteras de castellanos que llevaban siglos viviendo en la ciudad, y cuyo único delito fue el no pertenecer a la mayoría católica.

La trama se enriquece y se diversifica, de forma notable, con historias paralelas que se producen al mismo tiempo que los hechos acaecidos en Ávila. Como la conquista de Granada por parte de los reyes Fernando e Isabel, con algunos pormenores interesantes, tales como las negociaciones con Boabdil, último rey de Granada, la creación de la ciudad de Santa Fe, que acogió a los reyes y su séquito durante una buena parte del proceso bélico de conquista, negociación y rendición. También, la propuesta de Cristóbal Colón de llegar a las Indias por el oeste, con sus diferentes procesos, en los que el proyecto fue rechazado en varias ocasiones, hasta su final aprobación, con la participación o mediación del obispo abulense Fray Hernando de Talavera, hombre de confianza de Isabel I y contrario a las prácticas de la Inquisición de Torquemada.

De hecho, la historia ha hecho coincidir dos fechas claves en el devenir de España tal y como la conocemos actualmente, la expulsión de los judíos de Ávila y la partida de Colón hacia su viaje oceánico desde el puerto de Palos: el 3 de agosto de 1492.

La novela, además, tiene otros regalos de la historia en forma de personajes secundarios. Personas que, según los estudios del profesor Serafín de Tapia, existieron realmente en Ávila, como es el caso de los moros Alí Moharrache y Abdalá el rico, o del judío Mosé Tamaño: “Mosé Tamaño no podía dar crédito a lo que estaba escuchando aunque todavía no era consciente del todo de la gravedad de la decisión real, solo le daba vueltas en la cabeza al dato de que debía abandonar su casa y su país antes de que finalizase julio, en tres meses, después de años y años al servicio de la Corona y de la ciudad.

El libro se estructura de la siguiente forma:

- Nota del autor, donde enumera a los autores de los muchos escritos que ha consultado o en los que ha basado el argumento y trama de la novela, en especial la publicación del historiador Fidel Fita de la única acta encontrada del proceso inquisitorial conocido como del Santo Niño de la Guardia, correspondiente a uno de los acusados, el judío Juçé Franco.

- Breve cronología de los judíos en España. Fechas y acontecimientos relacionados con la historia de los judíos en España y Europa.

- Introito. Donde se relata cómo los acusados son quemados en el Brasero de Ávila.

- Prefacio. Donde introduce en la trama de la novela a un personaje actual, Alessandra Xáteba, especialista en libros y escritos antiguos, a quien un misterioso abogado entrega un manuscrito secreto para que lo estudie.

- Libro primero. Donde se relata pormenorizadamente todo el proceso inquisitorial ocurrido en Ávila, condena y ejecución de los reos. Y donde Lifardo Díaz obtiene un gran protagonismo, al intentar investigar por su cuenta algunos pormenores del proceso.

- Interludio. Donde cuenta las averiguaciones de Alessandra Xáteba sobre el misterioso manuscrito.

- Libro segundo. Donde narra la expulsión de los judíos de los reinos de Castilla y Aragón, el final de la conquista de Granada, la aprobación y preparativos del viaje de Colón. Y donde son desveladas las averiguaciones de Lifardo Díaz sobre el proceso inquisitorial y su enfrentamiento personal con el mismísimo Torquemada. 

- Epílogo, donde Alessandra Xáteba entrega al misterioso personaje el manuscrito con el correspondiente informe… con sorpresa final.

- Otros hechos. Por último, el autor hace la cronología de hechos relacionados con este proceso o con otros de la Inquisición desde 1492 hasta nuestros días.

Imagen obtenida de Internet.

 La novela de José Ramón Rebollada es una obra basada en hechos históricos, pero con la impronta del mejor hacer periodístico, que es, sin duda, intentar buscar la verdad y denunciar la injusticia y la mentira. Seguramente, las conclusiones a las que llega Lifardo Díaz tras sus investigaciones, son las mismas a las que hubiera llegado hoy en día cualquier periodista serio. Las mismas a las que llega el autor. Las mismas que expone, de forma razonada a lo largo de la novela. 

Con "La Santa Infamia", el autor relata de forma veraz y amena una grave injusticia ocurrida en la historia de Ávila, que repercutió en la historia de España.

La lectura de la novela atrapa desde la primera página hasta la última con la misma intensidad, en especial, a cualquier persona sensible que esté a favor de la justicia y en contra de la injusticia.

En Arévalo, a dieciséis de diciembre de 2020.

Luis J. Martín.


"¡La palabra es el cristianismo y no la inquisición, ni el castigo, ni la tortura!".
La Santa Infamia, José Ramón Rebollada, julio de 2020.

José Ramón Rebollada, Jota para sus amigos y conocidos, es un periodista natural de Medina del Campo, pero muy vinculado y comprometido con la sociedad abulense, con su cultura, con su historia y con su patrimonio. Entre otros cargos y trabajos, ha sido jefe de informativos de la cadena SER en Ávila, y ha dirigido películas documentales directamente relacionadas con la historia, la cultura y la sociedad abulense, tales como "Poder contra verdad" sobre la destrucción de la antigua fábrica de harinas de la capital abulense, "Maqbara" sobre la destrucción de los restos del cementerio musulmán de Ávila y "La moral del vampiro" sobre las irregularidades para la prórroga en la explotación de la AP-6, gracias a la construcción de las autopistas AP-51 y AP-61, que unen la AP-6 con Ávila y Segovia respectivamente.

Ahora, en "La Santa Infamia", Jota utiliza sus dotes de periodista para investigar los hechos históricos que se narran y para demostrar cómo el poder puede llegar a manipular la verdad para dar por ciertos hechos que, en realidad, nunca pasaron, y que a pesar de ello, aún hoy en día, después de más de medio milenio, aún se cree en su veracidad, cuando lo cierto es que fue una tremenda infamia disfrazada de santidad por la iglesia, mediante el poder sin límites de la Inquisición castellana.







sábado, 12 de diciembre de 2020

ESCRITO EN EL AIRE

 


 

Atrévete.

Observa a tu alrededor, interpreta el lenguaje con que natura se expresa.

Una tarde, a mediados de noviembre, regreso a casa cabizbajo. He salido en busca de avutardas y sisones por el norte de Tierra de Arévalo. Vuelvo con los ojos vacíos, y con el deseo de verlos rebosante. Lo cierto es que el sisón cada vez es más difícil, escasea, desaparece de sus territorios ancestrales, las llanuras cerealistas, pero la avutarda… pocas veces me había fallado. En fin, puede que esté perdiendo facultades, o vista, o las dos cosas. La erosión del tiempo.

El sol se tiende sobre la tarde, buscando la línea del horizonte para acostar su fulgor. Los tonos cálidos del atardecer se imponen. Hago una foto a Villanueva del Aceral. Aunque he pasado muchas veces por aquí, hoy me gusta el color que toman sus edificios con la luz vespertina. Me encamino de vuelta a Arévalo dando un rodeo. A veces, la carretera no es el camino más recto para acercarte a lo que puedes ver con tranquilidad, con silencio, con sosiego.

De repente, los veo. Recortándose en la lejanía sobre la ladera de un cerro y un grupo de árboles que no identifico. Una enorme bandada de miles estorninos moviéndose al unísono. Dando giros imposibles, apareciendo y desapareciendo en el aire, para volver a aparecer un segundo después en el mismo sitio, cambiando de forma, de color, según la dirección de sus vuelos, ascendentes, descendentes, hacia el alba, hacia el ocaso, alejándose, acercándose. Es un espectáculo que atrapa, hipnotiza. Al cabo de un rato, me doy cuenta de que el negro baile de los tordos es la tinta de la pluma de natura escribiendo en el aire.

Sigo el camino de regreso con ganas de contar a Braulio lo que he visto y leído. El sol acaba de hundirse y desaparecer proyectando sus últimas luces hacia el cielo, hacia el aire. A menudo andamos, recorremos, nos fijamos, a veces, otras no. Somos espectadores de lo que sucede. El sol que se pone, una alameda sobre la línea del horizonte, por encima el cielo, inmenso, quebrado tan solo por estelas de avión en prácticas y nubes livianas, encendidas ambas por el arrebol del ocaso. Natura y los hijos de natura en el mismo instante, siempre.

Cuando llego, le llamo a voces. Le digo que baje. Me dice que suba. Me lo pienso, hace muchos años que no trepo a un olmo. Quizás no debería subir… doy un salto, agarrándome con manos y pies al tronco áspero y rugoso. Después, un golpe de riñones para ascender unos centímetros con las manos, ahora subo los pies a pulso. Y vuelvo a repetir la operación varias veces. Con cada manotazo, la corteza del olmo suena como una plancha de corcho golpeada, casi como un timbal. Por fin alcanzo la horquilla del olmo, la base de la copa. No ha sido tan difícil. Quien tuvo, retuvo, me grita Braulio. Está en la picorota de una de las dos ramas principales, balanceándose con el viento. Me subo por la otra rama hasta su altura.

La verdad es que ya no estoy acostumbrado. El balanceo me produce algo de vértigo, pero consigo dominarlo. Le cuento lo que he visto, lo que los estorninos han escrito en el aire, dando gracias a natura en todos los idiomas. Algunas letras de nuestro gracias, otras de obrigado, otras de merci, de xiexie, de shukran, de thanks, de dank, y otras muchas más que no pude interpretar. Luego le cuento las letras escritas en el aire por las estelas de avión, por las nubes, formando una inmensa “NAT”.

Braulio se ríe a carcajadas. Se balancea, intencionadamente, acercándose y alejándose, mientras me pregunta qué me he tomado.

Mi primera intención es contestarle indignado por la pregunta, pero al final acabo riendo con él, mientras le digo que solo he tomado el aire. Braulio sigue riendo. Me contagia. Me dice entre risas que “el aire, para unos, la mayoría de la gente, solo escapa entre sus dedos o entre sus cabellos. Pero para otros, penetra en sus ojos, en sus oídos, en sus narices, en su boca, en sus manos, trasmitiendo el lenguaje universal con que natura se expresa. Lo que pasa es que, para los unos, los otros son unos locos visionarios que se agarran a una realidad inexistente. Cuando tú sabes, amigo mío, que es difícil interpretar la realidad al completo con los ojos cerrados, con la boca tapada o con las manos atadas, porque entonces la realidad se convierte, tan solo, en lo que te cuentan”.

Mientras escucho a Braulio, una estrecha luna en forma de “C” asoma entre nubes plateadas. Me hace pensar en el mito de la caverna. Pero luego desaparece y la oscuridad se apodera del lugar. Entonces me pregunto, si seré capaz de bajar de allí a oscuras.

En Arévalo, a uno de diciembre de 2020.

Luis J. Martín.


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