domingo, 17 de diciembre de 2023

El arroyo de la Mora


 

El arroyo de la Mora.

Los primeros afloramientos superficiales del Arroyo de la Mora se encuentran entre el manantial de la Minguela y la balsa del Redondo, muy cerca de la localidad segoviana de Montuenga, perteneciente al municipio de Codorniz. En la vertiente oeste del punto geodésico del cerro de Navalperal, a 934 sobre el nivel del mar, perteneciente a un conjunto de lomas y cerros que se extienden de sur a norte entre las provincias de Ávila y Segovia y que son la línea divisoria de aguas de las cuencas de los ríos Adaja, al oeste, y Voltoya, al este.

Arriba y abajo nacimiento del arroyo de la Mora muy cerca de Montuenga. En la imagen de GMAPS, al fondo, conjunto de lomas que son la divisoria de aguas entre los ríos Adaja y Voltoya.

Tras este modesto nacimiento, sus aguas discurren entre las provincias de Ávila y Segovia, primero hacia el poniente y después hacia el norte, a través de un cauce de llanura más o menos sinuoso y, en ocasiones, no demasiado claro. Atraviesa los términos municipales de Codorniz, Espinosa de los Caballeros, Arévalo, Martín Muñoz de la Dehesa y Arévalo, en un recorrido de poco más de quince kilómetros.

Arriba y abajo, cauce del arroyo de la Mora entre Montuenga y espinosa de los Caballeros.

En el primer tramo, desde su nacimiento hasta el cruce con la carretera nacional N-601 y, seguramente, desde la última concentración parcelaria, se llama colector del Valle del Muerto. Recibe varios aportes de pequeños arroyos, caceras y colectores, como el del Prado Lavajo, procedente de Martín Muñoz de las Posadas, el del Cañazo o Carias, procedentes de Martín Muñoz de la Dehesa. Tanto el Arroyo de la Mora, como todos los cauces tributarios, son de carácter estacional y solo llevan agua superficial en periodos de prolongadas precipitaciones.

Recorrido completo del Arroyo de la Mora.

Su recorrido es bastante sinuoso entre las tierras de cultivo de la llanura de la Tierra de Arévalo, donde, en varias ocasiones, no es demasiado claro, llegando a discurrir por simples caceras entre parcelas agrarias. Atraviesa varias estructuras viarias de grandes dimensiones como rotondas, autovía A-6 o ferrocarril Arévalo-Medina.

Arriba y abajo cruce del arroyo de la Mora con la A-6 en dos ocasiones. (G.MAPS)

Ya en su último tramo, en 1995, para eliminar el paso a nivel con el ferrocarril de la carretera que une las localidades de Arévalo y Donhierro, SG-413, se hizo un túnel a la altura del cementerio de Arévalo. Pero, al parecer, el único sitio posible era el mismo por el que el arroyo de la Mora cruzaba también. Para los sesudos ingenieros surgió la duda de si buscar un trazado alternativo para la carretera, y cruzar las vías por otro sitio, o desviar el cauce de un arroyo prácticamente seco durante todo el año. Se optó por la segunda opción y, justo aguas abajo del pequeño puente mudéjar de la Mora, se desvió el cauce del arroyo, ¿por dónde?, por la cuneta de la mencionada carretera, en su tramo entre el cementerio de Arévalo y el nuevo puente del cementerio sobre el río Adaja.

Arriba, arroyo de la Mora discurriendo por la cuneta a la altura del puente de la Mora. Al fondo Arévalo.

Abajo: Arroyo de la Mora discurriendo por la cuneta de la carretera SG-413, justo antes de su actual desembocadura.


Al poco tiempo de ser inaugurada esta nueva variante viaria, durante el otoño e invierno de 1996-97, llovió bastante y el modesto arroyo de la Mora creció y creció, hasta arrancar más de la mitad de la nueva carretera. Por lo que, durante bastante tiempo, para ir al cementerio de Arévalo, desde Arévalo, había que dar un rodeo de más de veinte kilómetros.

Arriba y abajo, actual desembocadura en el Adaja del Arroyo de la Mora, a través de una escala de hormigón a la altura del puente nuevo del cementerio.

Por esta desafortunada obra, actualmente, las aguas superficiales del Arroyo de la Mora desembocan en el Adaja a la altura del puente nuevo del cementerio a través de una escala de hormigón. Pero, como todo cauce fluvial, una gran parte de las aguas subterráneas de este modesto arroyo siguen su curso natural y afloran unos metros más abajo, en su antiguo cauce, justo antes de recibir el tributo del arroyo Carias, y ambos caudales corren alegres y saltarines, como siempre lo han hecho, por un profundo y estrecho tajo, con varias cascadas y pozas, hasta su auténtica desembocadura en el Adaja, entre los cerros de Monsalve y Cantazorras, en un valioso paraje, tanto por sus destacados valores naturales y paisajísticos, como por su patrimonio histórico.

Mapa de las desembocaduras del Arroyo de la Mora, en morado la actual, en fucsia la natural.
Arriba y abajo, desembocadura natural del Arroyo de la Mora en el Adaja.

En Arévalo, otoño de 2023.

Luis J. Martín.

Imágenes relacionadas:

Arriba y abajo, lugar por el que el arroyo de la Mora cruzaba el ferrocarril. Y nuevo túnel por donde la carretera SG-413 salva las vías. Visto desde la raqueta de subida al cementerio de Arévalo.
Abajo, detalle del puente del ferrocarril por donde cruzaba el arroyo de la Mora.

Aquila adalberti, pareja de dameros de águila imperial ibérica en el entorno del Arroyo de la Mora.
Arriba y abajo, diferentes tramos del cauce natural del Arroyo de la Mora.
Arriba y abajo, diferentes tramos del cauce natural del Arroyo de la Mora.

Capreolus capreolus, corzo, en el arroyo de la Mora.

Arriba y abajo, cauce artificial del Arroyo de la Mora por la cuneta de la carretera SG-413 antes de su actual desembocadura.
Abajo, cauce del arroyo de la Mora por la cuneta a la altura del Puente mudéjar de la Mora.

Arriba y abajo, puente mudéjar de la Mora.
Arriba y abajo, puente mudéjar de la Mora.

Abajo: Luscinia megarhynchos, ruiseñor común macho, en el arroyo de la Mora.

Arriba y abajo, cauce natural del último tramo del Arroyo de la Mora, un paraje espectacular.
Arriba, cauce natural del último tramo del Arroyo de la Mora, un paraje espectacular, entre los cerros de Monsalve, a la izquierda, y Cantazorras, al fondo.
Abajo, último tramo del cauce natural del arroyo.

Oryctolagus cunniculus, conejo, en el arroyo de la Mora.

Arriba: Vulpes vulpes, zorro rojo, en el entorno del arroyo de la Mora.
Abajo: Phoenicurus ochruros, colirrojo tizón macho.

Arriba: Saxicola rubicola, tarabilla común macho.
Abajo, rubus ulmifolius, zarzamora, de donde, seguramente, provenga su nombre
Abajo, Phylloscopus ibericus, mosquitero ibérico, en Conium macylatum, cicuta.

El Arroyo de la Mora, aunque pequeño, tiene sus propias leyendas populares.






domingo, 12 de noviembre de 2023

Entre el ocaso y el otoño

 


Otoño y ocaso en mi cuerpo reunidos

colores preciosos que anuncian proyectos,

proyectos de vida en mi carne expuesta

como manos tendidas, como manos unidas.

Y el viento soplando en mis ojos abiertos

manantial de reposo de caminos serenos,

de miradas tranquilas.

 © Luis J. Martín.

En Arévalo, a doce de noviembre de 2023.









sábado, 21 de octubre de 2023

Las plantas del sol.

 

Solanum pimpinellifolium, tomatera cherry.


De la excelencia culinaria a la muerte.

Hoy, amigo lector, voy a hablarte de las solanáceas, una familia de plantas conocida para la ciencia como Solanaceae, muy extendida por todo el mundo, aunque muchas de las más conocidas proceden de América y fueron introducidas por los españoles hace más cuatrocientos años en Europa. Es una familia amplísima, con más de 1200 especies, muchas de ellas muy conocidas y cultivadas en infinidad de huertas, muy apreciadas y utilizadas en las cocinas de todo el mundo. Quizás la palabra solanácea no te diga nada, pero si hablamos de especies como el tomate, Solanum lycopersicum, tomate cherry Solanum pimpinellifolium, la patata, Solanum tuberosum, el pimiento, Caspicum annuum o la berenjena, Solanum melongena, que pertenecen a esta gran familia botánica, la cosa cambia, ¿verdad?

Solanum lycopersicum, tomatera silvestre.

La amplísima familia de las solanáceas, también cuenta con infinidad especies silvestres, frecuentes y conocidas, muchas de ellas con propiedades farmacológicas, estupefacientes y tóxicas importantes: Solanun dulcamara, conocida como dulcamara o uva del diablo es una de ellas; otras son la hierba mora o tomatillo negro, Solanun nigrum; el tomatillo del diablo o hierba mora vellosa, Solanum villosum; el estramonio o campana del diablo, Datura stramonio; o la belladona o solana mayor, Atropa belladona. Utilizadas desde la antigüedad en botica, en pequeñas y controladas dosis, por sus efectos para tratar ciertas enfermedades, cardiacas, respiratorias o digestivas.  Aunque las dosis elevadas pueden producir, alucinaciones, pupila dilatada, estreñimiento, taquicardia e, incluso, la muerte.

Flor de Solanum dulcamara, dulcamara o uva del diablo.

La mayoría de las plantas pertenecientes al género Solanum, tienen una flor muy parecida en cuanto a su forma, aunque de diferentes colores. Si comparamos la flor amarilla del tomate, con la morada y amarilla de la dulcamara o con la blanca y amarilla de la patata o de las hierbamoras, su aspecto es muy similar: son péndulas, mirando hacia abajo, con cinco pétalos que al abrirse se retraen hacia el cáliz, y los estambres amarillos agrupados y apretados en torno al pistilo en forma de cono o campana. En cierta manera nos recuerdan a pequeños soles.

El nombre científico de la familia Solanaceae, o del género Solanun proviene del latín y este, a su vez, del griego, y significa “al sol” o “solana”, es decir, expuesto al sol. Entonces quizás el título de este artículo, para ser más exactos, debería ser: “Las plantas al sol”. Solana es una palabra preciosa caída en desuso, debido al uso o al abuso de otra palabra parecida: “solárium”, aunque derivada, igualmente, del latín se considera un anglicismo, porque ha sido introducida desde la Gran Bretaña o desde los Estados Unidos de América. Por lo que, nuevamente, la lengua de Shakespeare gana por la mano, y en su propio terreno, al idioma de Cervantes, el nuestro. Aunque ambas palabras signifiquen lo mismo, en ninguna piscina, hotel o balneario español tienen designado a este espacio, en el que se puede tomar el sol, como solana, que sería muy correcto, castellano y español, sino solárium. Como ves, querido lector, en nuestra querida España, siempre defendiendo lo nuestro; como diría mi abuelo: PeLeCé, es decir, por los cojones.

La mayoría de las plantas descritas se pueden observar en Arévalo, en sus frondosas riberas, empinadas laderas, duras aceras, o agrarias parcelas. Incluso alguna de las “domesticadas” desde tiempos inmemoriales por el hombre, como el tomate, se pueden ver asilvestradas en las riberas de los ríos. A estos tomates “asilvestrados” se los suele llamar con el simpático nombre de cagones o cagalones, ya que proceden de los excrementos de los pájaros que, previamente, han picoteado tomates de huerta. Otra solanácea que ha colonizado todas las laderas de los ríos Adaja y Arevalillo a su paso por Arévalo, es Lyciun barbarum, conocida como cambronera o goji, que produce bayas muy apreciadas en el mercado oriental.

Bayas de goji, procedentes de Lycium barbarum, cambronera.

Los pimientos, ajís, chiles… como decía al principio son también solanáceas, pero del género Caspicum, con varias especies procedentes todas ellas de Latinoamérica como annuum, schottianum, baccatum, chinense, pubescens. El pimiento, Caspicum annuum, es la especie más extendida en España con multitud de variedades: Pimiento morrón con sus coloraciones, roja, verde o amarilla; pimiento de Padrón, pimiento de piquillo, pimiento choricero, pimiento italiano, ñora… etc. Además de su consumo en crudo o cocinado, también se obtienen productos para condimentar embutidos o guisos como el pimentón.

No quiero pensar cómo sería el chorizo antes de que llegara el pimiento de América. Recuerdo que después de una operación de apendicitis, y tras una obstrucción intestinal que alargó el proceso de recuperación, cuando ya podía alimentarme sin sonda me preguntaron qué es lo que más me gustaría comer. Sin dudarlo respondí que huevos fritos con chorizo frito.

Como las solanáceas, amigo lector, disfrutemos de la solana mientras podamos, activemos la vitamina D, también llamada vitamina del sol, para mejor calidad de nuestros huesos.

En Arévalo, a uno de octubre de 2023.

Luis J. Martín.

(Artículo publicado en el número 172 de La Llanura de Arévalo).

 Imágenes relacionadas:

Arriba: detalle de la floración de la dulcamara con sus características flores moradas y amarillas. Solanum dulcamara.

Abajo: Fruto de la dulcamara conocida también como uva del diablo.


Arriba: tomates silvestres, también llamados tomates cagones. Solanum lycopersicum.

Abajo: floración de la tomatera silvestre, Solamun lycopersicum.


Arriba: fruto de la hierba mora o tomatillo negro, Solanum nigrum.

Abajo: Foración de la hierba mora, Solanum nigrum.


Arriba y abajo: patata, Solanum tuberosum.

Arriba: Floración de una tomatera cherry silvestre, Solanum pimpinellifolium.

Abajo: floración del diminuto tomate del diablo, Solanum villosum. 


todas estas solanáceas tienen una flor con una forma muy parecida. Y todas ellas se han fotografiado en Arévalo.

Arriba: flor de la campana del diablo o estramonio, Datura stramonium.
Abajo: fruto del estramonio, Datura stramonium.

Arriba y abajo: flor y hojas de la cambronera o goji, Lycium barbarum, fotografiadas en las cuestas del Adaja y Arevalillo a su paso por Arévalo. Esta planta produce las bayas de goji, muy apreciadas en el mercado oriental.
Detalle de una de las muchas formaciones impenetrables de cambronera en Arévalo. Lycium barbarum.