Foto: Alexander Rodchenko
Llegado el día, Braulio
colocó a unos a su izquierda y a otros a su derecha y, dirigiéndose a los
primeros, dijo en alta voz:
- Vosotros rabiad, llorad,
rechinad los dientes, retorceos de dolor. Estáis condenados a las tinieblas.
Seréis hoguera viva.
Acabado esto, giró a su derecha y volvió a gritar:
- Vosotros sonreíd, gritad,
saltad de júbilo, sois la luz del mundo.
Pero tanto unos como otros reían burlonamente y le tomaban
el pelo mientras se entremezclaban de nuevo. Pues era Braulio el más
insignificante de todos los seres sobre la tierra.
Una vez mezclados, tanto unos como otros le escupieron, le abofetearon,
apalearon, flagelaron, desnudaron y le pusieron una corona de espinas. Seguidamente,
le ataron un madero a los hombros y le hicieron subir hasta un monte. Una vez
allí le soltaron. No le crucificaron pues era Braulio el más insignificante de
todos los seres sobre la tierra.
Mientras todos reían y se daban codazos, Braulio,
arrastrándose a duras penas, con la boca ensangrentada exclamó:
- Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?
Pero ni el cielo se nubló, ni se rasgó el velo del templo,
ni el viento sopló fuertemente. Pues era Braulio el más insignificante de todos
los seres sobre la tierra.
Sólo se oían risas.
10.- Gente poco importante
(fragmento de "el cuaderno azul")
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