jueves, 28 de mayo de 2015

DEL ASOMBRO AL MIEDO


Asombro.

Es lo que está experimentando el partido en el poder al darse cuenta de que una mayoría absoluta no es un cheque en blanco para hacer y deshacer a su antojo.

Impotencia.

Es lo que siente el partido en el poder al comprobar que los que consideraban votantes incondicionales no lo eran tanto y se han acabado cansando de tanta mamandurria.

Pataleta.

Es lo que le ha entrado a alguna dirigente mítica al comprobar que el insulto y la descalificación continuos solo han servido de ayuda al insultado y descalificado para obtener unos resultados mejores cuanto más vil y falso fuera el insulto o la descalificación.

Duda.

Es lo que les ha entrado a aquellos que se pensaban que todo lo hacían bien porque a ellos mismos y a sus amigos les iba bien.

Decepción.

Sentirán algunos dirigentes al darse cuenta de que la mentira, a la larga, no es el camino correcto.

Llanto.

Tal vez alguna persona poderosa habrá comprendido el llanto sincero del desahuciado, del parado… y se habrá humanizado, un poco, y habrá experimentado que el llanto es realmente doloroso cuando la situación se complica.

Rabia.

Es lo que tiene el partido en el poder porque una pandilla de perroflautas les está haciendo preocuparse por su cómoda posición y ven como se tambalea lo del coche oficial, las dietas, los desplazamientos pagados, comisiones por asistir a actos oficiales en los que se duermen o se aburren, asesores que les hacen el trabajo gordo, los discursos…

Miedo.

Es lo que tiene el partido en el poder de poder perderlo ante una banda de radicales.
Para gente acomodada, apoltronada en esto de la política o del poder, un radical es cualquier persona que les puede hacer descender a la cruda realidad.

Arévalo, despues de las elecciones municipales de mayo de 2015.
Luis J. Martín.

miércoles, 20 de mayo de 2015

SOY DE ARÉVALO.


Plaza de la Villa, Arévalo. Foto David Pascual Carpizo.
 
Soy de Arévalo.
Siempre lo he sido. Aquí nací en el 61 y aquí sigo.

Podría haber sido de cualquier parte pero soy arevalense. Podría añadir el tópico de que lo digo con orgullo, el caso es que, no sé bien que es, no sabría definirlo, pero sí siento algo especial al reconocerme arevalense.

A veces me pregunto por qué me quedé en Arévalo si podría ser de cualquier otro sitio a poco que me lo hubiera propuesto, ¿qué me da Arévalo?, aunque quizás la pregunta debería ser, ¿qué le doy yo?

Me gusta vivir en Arévalo. Recorrer sin prisa sus calles. Contemplar sus monumentos. Pasear por sus campos, sus pinares y sus ríos. Observar la naturaleza que nos rodea y aprender de todo lo que nos muestra, siempre diferente.

Me gusta mi pueblo, admiro su patrimonio natural y cultural, que es mucho y variado. Sé que comparto esta admiración con mucha gente, amigos, conocidos y, también, desconocidos. Por eso, desde el respeto que me produce aquello a lo que admiro, me causa rabia e impotencia contemplar cómo se deteriora o, incluso, se pierde con lentitud pero con constancia una buena parte del patrimonio arevalense.

Sé que hay a mucha gente que le molesta que diga que la ruina se ha institucionalizado en Arévalo. Incluso, me han dicho que hago un flaco favor a mi pueblo con tal afirmación. Pero, paseo tras paseo, es lo que veo. En más ocasiones de las que me gustaría reconocer, cuando un monumento empieza a deteriorarse el único fin que le espera es la ruina. Triste, sí, doloroso, también, pero terriblemente real. Y eso a pesar de los avisos que siempre unos u otros dan o damos sobre su estado.

O me equivoco, o en Arévalo no existe ni un Plan de Conservación del Patrimonio, ni un Catálogo Monumental en el que se refleje el estado en el que se encuentran los principales edificios civiles y religiosos de la localidad, o el conjunto de casas en barrios históricos, así como las posibles intervenciones para impedir su deterioro, su ruina o su pérdida.

Puente del cementerio. Foto Luis J. Martín
 

Tampoco en el aspecto natural, a pesar de que la riqueza y variedad ecológica es patente en muchos enclaves de Arévalo. Pocos pueblos castellanos tienen el escarpe de dos ríos con sus sotos ni están rodeados de abiertas llanuras y extensos bosques habitados por especies diversas y escasas. A pesar de esta riqueza y biodiversidad, ¿se protegen estos valiosos enclaves?, no, al contrario, se urbanizan bosques y vías pecuarias, se deterioran hasta que, prácticamente desaparecen. Los bellos escarpes de los ríos, ¿se intentan reforestar allá donde la pendiente lo aconseje?, no, al contrario, se “plantan” con todo tipo de desechos convirtiéndose en vertederos lo que provoca, una y otra vez, peligrosos deslizamientos, incendios de ladera o, en el mejor de los casos, desagradables panorámicas muy poco turísticas. Se podría decir que el pueblo devora la naturaleza que le rodea, la aleja cada vez más en lugar de acercarla. Lástima.

O me equivoco, o en Arévalo no existe un Plan de Conservación de Espacios Naturales, ni un Catálogo Medioambiental en el que se describan los principales lugares con un valor natural elevado y donde se refleje el estado en el que se encuentran, así como las posibles intervenciones para evitar su deterioro o pérdida. Medidas encaminadas a dotar a la ciudad de una mejor calidad de vida.

El potencial de Arévalo es mucho pero de poco sirve si nada se hace al respecto. Muchas veces da la impresión de que Arévalo vive de espaldas a sus ríos, a sus pinares, a sus monumentos, a sus viejas casas y plazas ¿Cuál será el futuro del casco histórico, seguirá abocado al despoblamiento, al abandono, a la ruina? ¿Seguirán desapareciendo pinares como el de Amaya, o la Malla como se le conocía popularmente? Hasta tenía su propio dicho, recordad: “El que va a la Malla no falla” ¿Seguirá desapareciendo poco a poco la Cañada? Su condición de vía pecuaria y, por tanto, de espacio público, que a todos nos pertenece, de poco está sirviendo ¿Seguiremos dando la espalda a los ríos?

Se pierden pinares, se ignoran ríos, se ensucian laderas, se agrietan fachadas, se olvidan puentes, se hunden tejados…

Sí, soy de Arévalo, lo reconozco, siempre lo he sido.

Soy tan de Arévalo que, a veces, me duele.

Arévalo, enero de 2015

Luis José Martín García-Sancho.
Artículo publicado en el nº 69 de La Llanura de Arévalo.
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lunes, 18 de mayo de 2015

SATURNO DEVORANDO A SUS HIJOS


 
Y como ya estaba harto de pagar siempre la cuenta de los demás, decidió votar a los nuevos partidos.

Pero resulta que uno de esos nuevos dijo que jubilación a los sesenta y una vez que entró en Europa dijo que no, que mejor a los 65. También dijeron que darían una paga de 700 euros a todos, luego que no, que eso era imposible. Hasta uno de los cabezas visibles de este nuevo partido se cansó de tanta gaita y se mató, políticamente claro. Pero murió matando pues dijo que el nuevo partido al que pertenecía se había convertido en más de lo mismo.

Otro de esos nuevos que parecía ser una marca blanca decidió que si gobernaran subirían los impuestos más injustos, es decir los de primera necesidad, esos que nos rascan el bolsillo los 365 días del año. Y, hablando de regeneración política, decidieron que eso de regeneración era cosa de edad y no de ideas, y propusieron una limpia de políticos con más de 35 años, cuando todos conocemos a muchos viejos de 25 y a jóvenes de 85. Nada, que se lanzaron al territorio nacional oliendo a añejo.

Entonces pensó que podría votar a los pequeños de siempre y de nunca, los que son ninguneados por leyes electorales que favorecen a los grandes.  Los que van de limpios, de legales, de incorruptibles, con corruptos en sus filas. Los que hacen pactos imposibles, incluso anti natura, con explicaciones surrealistas. Otros que por no pactar se convierten en caníbales y emulan a Cronos o se devoran a sí mismos cuan uróboros.

Así que sólo quedan los grandes, los alternantes, los bipolares. Los que dicen una cosa para ganar la elecciones y hacen la contraria cuando ascienden a los cielos del poder. Los que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio, los hipócritas por tradición o por convicción, no sabría diferenciar este punto. Que se venden al mejor postor aunque sea perjudicando al bien común. Los que han gobernado siempre, o nunca, sacando tajada para sí mismos, para los suyos, que no son los nuestros, vamos ni usted ni yo, ni nuestros ascendientes o descendientes. Egoístas que, por estos días, se ofrecen como altruistas y desinteresados. Son los de siempre, los que piden un café y le ponen a la cuenta de la colectividad., a mi cuenta, a la de usted, a la de todos los paganos (RAE: Pagano: Persona que paga, generalmente por abuso, las cuentas o las culpas ajenas).

Pensó que estos últimos son los que siempre nos han hecho pagar las cuentas de los demás que, por raro que parezca, esos “demás” son siempre los mismos: una reducida élite económicamente privilegiada pero empeñada en que sus cuentas las paguemos entre todos y las nuestras las paguemos solo nosotros. Nos llaman hijos, amigos, hermanos y nos devoran lentamente.

Así que dedujo que pasará lo de siempre, gane quien gane, nos tocará pagar errores ajenos. Y sin saber bien porqué se le vino a la cabeza el cuadro de Goya “Saturno devorando a sus hijos”.

Y como ya estaba harto de pagar siempre las cuentas de los demás, no supo a quién votar.
 
En Arévalo, a 18 de mayo de 2015
Luis José Martín García-Sancho

domingo, 10 de mayo de 2015

PATRIMONIO NATURAL DE LA TIERRA DE ARÉVALO

Martín pescador. Foto David Pascual Carpizo.

 
INTRODUCCIÓN DE Luis J. Martín
A CHARLA “La Moraña, patrimonio histórico y natural (I)  
Impartida por David Pascual Carpizo en la sala de Caja España-Duero de Arévalo el 8 de mayo de 2015.  
David Pascual Carpizo. Foto Luis J. Martín
“La charla que hoy da David Pascual Carpizo sobre patrimonio natural de la Tierra de Arévalo se engloba dentro del ciclo de conferencias que sobre patrimonio histórico, artístico, cultural, arquitectónico y natural viene organizando la asociación La Alhóndiga desde hace meses.
Entendemos por Patrimonio: Aquello que heredamos de nuestros ascendientes. Generalmente el uso que se suele hacer de esta palabra es más económico que sentimental pues se suele entender como el conjunto de bienes materiales y, por lo tanto, perfectamente tasables. Pero muchas veces lo utilizamos con un valor mucho más abstracto o intangible ya que la arquitectura, el arte, la historia, la cultura o la propia naturaleza son difíciles de tasar, de dotarlos de un valor económico. Pero no es porque carezcan de valor, sino porque su valor es incalculable.

Qué valor damos al verso del poema, a la línea del relato, al ladrillo en el puente, a la teja en la iglesia o en el palacio. Cuánto vale la almena del castillo, la pincelada del cuadro, la huella que dejaron nuestros antepasados o la que nosotros dejaremos a nuestros descendientes, ¿se pueden medir con dinero?
Más difícil aún: Cuánto vale la hoja del árbol, la porción del aire que respiramos, el rayo de sol que brilla en el arroyo, la gota de lluvia que cae sobre la arena, ¿se les puede poner precio?, no, ¿verdad?, no podemos pero valen la vida, nuestra vida, todas las vidas.
 
Hoy hablamos de patrimonio natural, otras veces decimos "medio ambiente" pero en realidad de lo que siempre hablamos es de naturaleza, de aquello que vive y nos permite vivir, entonces, ¿qué precio tiene la naturaleza?, ¿cuánto vale aquello que nos permite vivir?
Difícil pregunta para una sociedad tan mercantilista como la nuestra en la que todo tiene un precio y lo que no lo tiene, sencillamente, no interesa. Por eso, a veces, desaparecen determinados elementos culturales o naturales sin poder hacer nada por remediarlo, sin que nos enteremos, sin llegar siquiera a conocerlos.
Por eso debemos preguntarnos si sabemos lo que tenemos. Porque si perdemos algo que ni siquiera conocemos, difícilmente sepamos valorar su pérdida. Entonces, solo conociendo lo que tenemos sabremos lo que podemos perder.
Porque así tendremos recuerdos.

Yo recuerdo a mi padre en el Adaja pescando cangrejos, metiendo sus brazos hasta los hombros entre las raíces de los chopos, sauces o fresnos de la ribera y sacando, de vez en cuando, un cangrejo que chapoteaba con su cola. También recuerdo que una noche de verano me llevó a pescar cangrejos con un amigo suyo al Arevalillo, a las pozas que se hacían en su cauce y que nunca se secaban. Echamos los reteles y al poco tiempo los sacamos repletos de cangrejos. También recuerdo que en inviernos crudos, el agua del Arevalillo llegaba a helarse por completo y se podía patinar, especialmente en las pozas de la Pradera de los Huevos.
Río Arevalillo a su paso por Arévalo a principios del S XX. Colección digital de La Alhóndiga

Seguramente, si nos hubieran dicho hace cuarenta o cincuenta años que los cangrejos de río se iban a extinguir de nuestros ríos, incluso del arroyo de la Mora que tenía su población de cangrejos, y que el río Arevalillo se iba a secar por completo, seguramente no nos lo hubiéramos creído. Hoy sabemos lo que hemos perdido porque tenemos recuerdos.

Por eso es bueno conocer nuestro entorno para saber lo que tenemos y lo que podemos perder. Poca gente asociaría a nuestra comarca con biodiversidad, de hecho muchos la califican como un lugar monótono, feo, inhóspito, casi desértico. Aunque respeto esta opinión no la comparto. En realidad, la comarca de La Tierra de Arévalo y La Moraña es un espectáculo de vida y posee una gran biodiversidad, mucha más de la que la mayoría de la gente piensa.

Estepa cerealista. Foto Luis J. Martín.

- Llanura cerealista. Es lo que a primera vista vemos en la Tierra de Arévalo, es el paisaje dominante pero no por eso monótono o aburrido. Hace unas semanas estuve paseando con buenos amigos por los caminos de las llanuras cerealistas, entre los campos de cultivo, sin prisas, parando, mirando, observando lo que nos rodeaba. El aire ondulaba los trigales o las cebadas más crecidas haciendo un efecto de oleaje en un mar verde inmenso. También, pudimos contemplar el celo de las avutardas, un espectáculo digno de ver. O el celo de las perdices, más humilde y machacón. Vimos como los machos de aguilucho cenizo, recién llegados de tierras africanas, acariciaban con la punta de sus alas las incipientes mieses.

Estas estepas cerealistas acogen a un grupo de aves muy amenazadas a nivel mundial, el de las aves esteparias: Avutarda, sisón, alcaraván, aguilucho cenizo, aguilucho pálido, cernícalo primilla, ganga, ortega, calandria, cogujada, terrera, alondra, bisbita campestre, mantienen en estos territorios una de las poblaciones más importantes de Europa. Entre otras aves más comunes como perdiz, codorniz, triguero o collalba.
- Ríos y riberas: Estas interminables llanuras se ven interrumpidas por los ríos que las recorren con sus riberas serpenteantes en la planicie: Voltoya, Adaja, Arevalillo, Zapardiel o Trabancos.


Zona de contacto entre las riberas del Adaja y el pinar. Foto Luis J. Martín.


- Bosques: Algunos bosquetes, generalmente pinares y algún encinar, salpican los campos de cultivo, aunque se agrupan especialmente en el espacio comprendido entre el Adaja y el Arevalillo.

Estos dos últimos ambientes, riberas y bosques, van a diversificar la flora y la fauna local al permitir la existencia de especies forestales. Podremos observar corzos, jabalíes, tejones, zorros y, además, una importante comunidad de aves forestales. Más de cien especies de aves se pueden ver en nuestros bosques, un elevado número de pequeños pájaros y, además, bastantes especies de rapaces nidificantes, entre ellas dos consideradas en peligro de extinción como el milano real o el águila imperial ibérica. Pero También milano negro, ratonero, águila calzada, azor, halcón peregrino, cernícalo vulgar, águila culebrera. También se ven otras especies de rapaces que, aunque no nidifican en la comarca, acuden a alimentarse o en sus movimientos dispersivos, como buitre leonado, buitre negro, águila perdicera o águila real.
Labajo Salado. Foto Luis J. Martín
- Humedales: A veces zonas deprimidas de la llanura se inundan en épocas lluviosas o por el afloramiento del acuífero subterráneo formando lagunas, lavajos y charcas que atraen a la flora y fauna acuática. Un importante número de aves acuáticas migratorias utilizan estas zonas húmedas en sus desplazamientos, igual que nosotros utilizamos las áreas de servicio en nuestros viajes, pasarán unas horas, unos días o algunas semana, según esté el tiempo, para descansar y reponer fuerzas y luego continuarán su migración que será hacia el sur en otoño y hacia el norte en primavera. Ahora mismo está finalizando este desplazamiento migratorio. Un número también importante de aves, se quedarán a pasar el invierno en nuestros humedales, son las aves invernantes. Entre ellas varias especies de limícolas, de patos, de gansos, cigüeñas y grullas. Y un número más reducido de individuos y de especies se quedarán a criar pues son pocos los humedales que permanecen con agua hasta principios de verano.
Arévalo al atardecer. Foto Luis J. Martín
- Pueblos: Aunque los pueblos son un medio creado por y para el hombre, en sus construcciones, parques o huertas pueden habitar varias especies como la salamanquesa común, el avión común, la golondrina, el vencejo o, incluso, la lechuza. Por tanto la presencia de pueblos va a permitir la existencia de varias especies relacionadas con el medio urbano o rural.
Un claro ejemplo de esta biodiversidad es el Corredor del Adaja, donde en un espacio relativamente estrecho se dan todos los ambientes de los que he hablado anteriormente. Por ejemplo, Arévalo es un pueblo ribereño, la llanura cerealista acaba bruscamente en las lomas del río, dando paso a las laderas que pueden ser verticales, formando cortados o cárcavas, o más tendidas con algo de vegetación. En el fondo del valle los bosques de ribera acompañan el cauce del río en todo su recorrido. El propio cauce del río permite la existencia de fauna acuática como peces anfibios o aves. Y, al otro lado del río, los pinares acompañan el curso del Adaja, reforzando el ambiente forestal. Como vemos se dan todos los hábitats y, por tanto, es una de las zonas con más diversidad de flora y fauna de las llanuras de la región ya que podemos observar especies urbanas, esteparias, forestales y acuáticas en un espacio reducido.
Corredor del Adaja. Foto Luis J. Martín
Esta biodiversidad ha intentado captarla David Pascual Carpizo con su cámara y la verdad es que lo ha conseguido con excelentes resultados.
Recuerdo que cuando estaba empezando iba en moto y con su cámara colgada al hombro a intentar fotografiar a un grupo de avutardas que se estaba asentando entre Arévalo y Aldeaseca. Más tarde le llevaba su padre con el coche (que de tal palo tal astilla porque Julio Pascual también tiene una gran afición a la fotografía, con excelentes fotos tanto de Arévalo como de la comarca y de sus paisajes) Pues bien, Julio le dejaba por la mañana pronto y David se podía pasar tumbado en su red de camuflaje toda la mañana o la tarde intentando fotografiar lo que por allí se acercara (también ha compartido largas sesiones fotográficas en el campo con David Martín Fernández otro gran fotógrafo de Arévalo y gran conocedor de la fauna local). También coincidí con él en alguna ocasión en la junta de los ríos, escondido, intentando capturar imágenes de patos, garzas, cigüeñas o las rapaces que se acercaban por allí a alimentarse. Un día me dijo que le diera mi correo electrónico porque quería enseñarme algunas fotos. En cuanto las vi enseguida comprendí que tenía un don especial para captar con su cámara la vida de los animales. Luego han sido muchas horas de compartir nuestra visión del campo y la afición por la naturaleza, generalmente, durante largas caminatas por la comarca.
Macho de Avutarda en plumaje de celo. Foto David Pascual.
David ha demostrado una gran sensibilidad con su trabajo de campo y consigue con sus fotos sensaciones difíciles de transmitir como, por citar algún ejemplo, la agresividad y la fuerza en la mirada de una rapaz o la grandeza y tranquilidad de una avutarda alimentándose.
Hemos colaborado en varias ocasiones tanto en la revista La llanura como en mi blog Arevaceos, donde sus fotos acompañan y enriquecen mis textos
Es un espectáculo ver las fotos de David, en su conjunto o una a una: la agresiva mirada de un águila imperial, la solemnidad de un macho de avutarda, el brillante colorido de un martín pescador preparado a lanzarse a por un pez, el mimetismo de una liebre encamada, la mirada furtiva de un corzo antes de emprender la huida, las acrobacias del herrerillo capuchino o del carbonero garrapinos, el contraste en el plumaje del rabilargo, la grandeza de los buitres, la salvaje belleza de una águila real.
Buitre negro. Foto David Pascual
Y siempre con el respeto a la vida de los animales fotografiados. Esto conviene resaltarlo porque otras personas dan prioridad a la imagen antes que a la seguridad del animal fotografiado.
David ha sabido traspasar esa línea que diferencia a un fotógrafo de un artista, al convertir sus fotos en arte, en cultura, en patrimonio. Pues, no hay duda de que sus fotos ya forman parte de nuestro patrimonio.
Como dije en la charla del mes pasado, en Arévalo y en Castilla y León necesitamos a jóvenes que como David utilicen los conocimientos adquiridos, después de horas y horas de experiencia, en favor del lugar que les ha visto crecer. David lo ha hecho y esto es siempre muy de agradecer.”
En Arévalo a ocho de mayo de 2015
Luis José Martín García-Sancho.
Carbonero Garrapinos. Foto David Pascual.