domingo, 24 de agosto de 2014

RECORDANDO A ÁNGEL RAMÓN


Día veinticuatro de agosto de 2014
 Salimos de Orbita a las siete de la madrugada.

Aún es de noche y el termómetro marca 12ºC.

Pero un chocolate caliente nos hace entrar en calor.

Y unos bizcochos de soletilla también ayudan a preparar la marcha hacia el Cristo de los Pinares.

Leemos los primeros textos recordando a Ángel Ramón: Leen su hermano una de sus hijas y familiares.

Salimos de orbita con la luz del crepúsculo.

Aún no ha salido el sol.

Camino de Montezuelo se produce el amanecer

y el sol proyecta nuestras sombras alargadas hacia el oeste, indicándonos el camino.

En el Torrejón de Montezuelo de Garcilobo,

Volvemos a recordar a Ángel Ramón

Su hermano y Juan Carlos son los encarcados de leer.

Bajamos al Adaja, dejando el cerro de la Tejada a la izquierda, donde Ángel Ramón nos enseñó restos de un castro vettón.

Cruzamos el Adaja por los merenderos
Padre de la tierra llana de Ávila

y subimos de nuevo al pinar y buscamos el camino de la margen izquierda del Arevalillo.

Donde su hermano y dos de sus hijas se encargan de leer...
bellos y didácticos textos escritos por el maestro y amigo Ángel Ramón.

Aunque la marcha continúa hasta la ermita del Cristo de los Pinares, muy a mi pesar, en este punto me despido.

Si la Confederación Hidrográfica del Duero se dignara a acceder a nuestra petición, el Arevalillo en lugar de venir seco

podría mantener un caudal ecológico continuo regulado desde la balsa de Nava de Arévalo.
P.D.: Aunque no tengo foto, esta vez sí hubo bota de vino.
 
En memoria de mi amigo Ángel Ramón.
Orbita, 24 de agosto de 2014.
Texto y fotos: Luis J. Martín
ENLACES RELACIONADO:
- Ángel Ramón González:
http://arevaceos.blogspot.com.es/2014/03/angel-ramon-gonzalez-gonzalez.html

viernes, 22 de agosto de 2014

CRÓNICA DE UNA EXTINCIÓN

Por: Luis José Martín García-Sancho
 
La mañana del domingo 21/08/2011, Ángel Ramón González, nos enseñó los restos de tres poblados antiguos, ya desaparecidos, asentados en el actual término de Orbita. Pertenecieron a tres periodos distintos de nuestra historia. El primero de ellos es el Montejuelo datado en el siglo XII y desaparecido en el XVII. El segundo las Ilejas, villa romana habitada hace 1900 años. Y el tercero el castro vetón de la Tejada habitado hace unos 2700 años. Pudimos ver restos de estos tres asentamientos desperdigados por las tierras de labor y las laderas del Adaja y arroyo del Pontón.

         Las explicaciones de Ángel fueron interesantes y apasionadas y todos aprendimos algo más de la historia de nuestros antepasados, que es lo mismo que nuestra historia. Llamaba la atención como los escasos restos que quedan de la iglesia de Montejuelo, podrían haberse salvado de la última concentración parcelaria realizada a raíz de la puesta en marcha del regadío de las Cogotas, simplemente convirtiendo en zona común esta pequeña parcela, permutándola por otro terreno.

         Resulta lamentable comprobar como se pierde un pedazo de nuestro patrimonio ante la dejadez, pasividad, olvido, desidia… de los que pueden hacer algo y no lo hacen. Ya en el río fuimos también testigos de esta misma apatía de nuestra administración, en este caso de medio ambiente, por la cantada extinción del cangrejo de río autóctono de las aguas del Adaja.

         Ante la inminente extinción del cangrejo de río autóctono (Austropotamobius pallipaes) ocasionada por una enfermedad conocida como Afanomicosis, causada por el hongo Afanomyces astaci, a la Junta de Castilla y León no se le ocurrió otra cosa, hace unas décadas, que introducir una especie de cangrejo procedente de América conocida como cangrejo señal (Pacifastatus leniusculus), de mayor tamaño y voracidad que el cangrejo autóctono. Pero no dieron la menor importancia a un “pequeño”, pero crucial, detalle: que esta especie foránea era portadora del hongo que estaba causando la extinción al cangrejo autóctono. Todos los asistentes a la excursión eco-arqueológica pudimos observar varios ejemplares de este crustáceo alóctono introducido por la Junta de Castilla y León en el río Adaja.
Cangrejo autóctono: de tonos beiges o terrosos uniformes. Ágil y luchador.
 
Cangrejo Señal: de tonos terrosos y casi verdosos se caracteriza por una mancha blanca en la comisura de sus pinzas, es más lento y menos agresivo.
 
Cangrejo rojo: se caracteriza por su color rojo o granate con puntos más claros.

         Lo sorprendente de todo este despropósito es que la primera suelta “controlada” de cangrejo señal se realizó el año 1974 en la provincia de Soria con nefastos resultados para nuestro cangrejo ¿Por qué entonces se continuó con esta introducción? ¿Por qué conociendo que el Cangrejo Señal era portador del hongo mortal se le siguió soltando, de forma continua y prolongada, en muchos ríos de Castilla y León?

         A esta desafortunada actuación de la Junta de Castilla y León hay que sumar la suelta “irregular” del cangrejo rojo (Procambarus clarkii), otro crustáceo procedente de América e igualmente portador del letal hongo, realizada de forma descontrolada en la cuenca del Duero por personas sin escrúpulos. Este cangrejo fue introducido por primera vez en España por la administración en el año 1973 en las marismas del Guadalquivir. Pasando a suponer en poco tiempo una auténtica plaga, capaz de modificar peligrosamente el rico y diverso hábitat de las marismas y arrozales.

         Hoy se sabe perfectamente que los cangrejos señal y rojo actúan como vectores de la enfermedad conocida como afanomicosis o “peste del cangrejo”, es decir, aunque a ellos no les afecta, son portadores del hongo que a nuestro cangrejo de río le causa la muerte. Por lo tanto, el trasiego y dispersión de estas dos especies foráneas, puede poner en peligro a las poblaciones aún existentes de cangrejo autóctono, así como a un futuro y muy necesario plan de recuperación, si es que la consejería de Medio Ambiente decide realizarlo algún día.

         Aunque demasiado tarde, la Junta de Castilla y León, en sus normativas anuales de pesca, ha dictado que los cangrejos señal y rojo pescados sólo se pueden usar para el consumo propio y que está prohibida, por tanto, la comercialización y la introducción del cangrejo señal en cualquier masa de agua, estando ambos hechos penados por Ley. Recordemos que fue la propia Junta la que introdujo esta especie invasora.

         La introducción del cangrejo señal en los ríos, a la que se ha aplicado con determinación la Administración regional durante varias décadas, se ha considerado dentro y fuera de las esferas de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León como una desafortunada actuación por ser una especie tan invasora, oportunista y predadora, como perjudicial. De hecho, desde el Consejo de Pesca de Castilla y León se viene reclamando la erradicación total tanto del cangrejo señal como del rojo de los ríos castellanos y leoneses.

         Aunque el cangrejo de río autóctono lleva más de treinta años tocado de muerte por la afanomicosis, aparecida inicialmente por la suelta incontrolada de cangrejo rojo, todavía se le podía ver en algunos puntos del Adaja hasta que la propia Junta comenzó a soltar cangrejo señal. Desde entonces el cangrejo autóctono se considera extinguido en este río. Otro desaguisado más a sumar a la política medioambiental de la Junta de Castilla y León. El cangrejo autóctono, a nivel nacional, es una especie amenazada, catalogada como “Vulnerable” tal y como queda recogido en el Real Decreto 139/2011, de 4 de febrero, para el desarrollo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y del Catálogo Español de Especies Amenazadas.

         A pesar de lo dicho anteriormente, todos debemos saber que en la orden anual de vedas se limita la pesca del cangrejo señal (Véase: Resolución de 29 de abril de 2011, de la Dirección General del Medio Natural, por la que se regula la pesca del cangrejo señal en las provincias de Ávila, Burgos, León, Palencia, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora para el año 2011). Es decir, a pesar del riesgo que supone su presencia para la recuperación del cangrejo autóctono, sólo se puede pescar en determinados tramos de río, en determinadas épocas del año y un número de ejemplares limitado siempre que superen un tamaño determinado.

         La pregunta es muy clara. Puestos a repoblar nuestros ríos con cangrejos, ¿por qué se usó el señal?, ¿por qué no se reintrodujo el cangrejo autóctono?, ¿por qué se sigue vedando la pesca del cangrejo señal y no se facilita la eliminación de las dos especies invasoras para asegurar un mayor éxito de un futuro plan reintroducción?, ¿es el dinero que la administración saca en licencias de pesca el precio que hay que pagar por la total extinción nuestro cangrejo autóctono?

 

En Arévalo, a 31 de agosto de 2011.

Artículo publicado en La Llanura de Arévalo nº 28 en septiembtre de 2011

lunes, 18 de agosto de 2014

EL DESEO DE FARIDA




EL DESEO DE FARIDA®
por: Luis José Martín García-Sancho.

Entré llorando.
        Quería a mi mama matiba.
        No entendía nada de lo que aquellas personas me decían con una sonrisa exagerada.
        Me causaban miedo, todos vestidos de verde con un ridículo gorro de papel. Pronto empezaron a pesarme los brazos, las piernas, la cabeza. Los párpados se cerraban, aunque quería mantenerlos abiertos a toda costa para evitar que aquellos extraños pudieran hacerme daño.
        Mama matiba me había dicho antes que no me asustara de las personas vestidas de verde porque eran las que iban a arreglarme la cara. Pero no podía dejar de pensar en ellos porque tenían un gorro muy parecido al que llevaba el viejo que nos arrojó a mi madre y a mí un líquido que ardía por la cara y por todo el cuerpo, provocándome un dolor tan intenso que me hizo perder el conocimiento.
        Luego, en el hospital, conocí a mi mama matiba que me cuidó igual o mejor que mi propia madre.
- Voy a llevarte a mi país -dijo una mañana mi mama matiba muy contenta-, al lugar donde yo he nacido, donde vive mi familia. Me han dicho que pueden curarte y dejarte tan guapa como antes.
- ¿Vendrá mi mamá conmigo? -pregunté mientras cogía la mano de mi mama matiba.
- No, cariño, tu mamá no puede ir -contestó mama matiba dulcemente-. Tiene que curarse de sus quemaduras y luego debe hacerse cargo de tus hermanos. Pero es ella la que me ha pedido que te arregle la cara.
        Me quedé pensativa. Estuve un rato en silencio mirando la mano de Ester, mi mama matiba.
- Entonces, ¿vendrás tú conmigo? -dije mirándola directamente a los ojos mientras apretaba su mano con fuerza-. Me da miedo quedarme sola. Puede venir el hombre viejo y arrojarme otra vez el agua que quema.
- Claro que iré contigo, cariño -contestó Ester-. Estaré siempre a tu lado. Jamás dejaré que te ocurra nada malo.
        Pero ahora me había dejado sola con unos desconocidos vestidos de verde y con un gorro que se parecía mucho al que llevaba el hombre que nos agredió.
        Finalmente el sueño venció. Mis ojos se cerraron y las palabras de aquellas personas empezaron a difuminarse en mis oídos hasta hacerse incomprensibles.
        En ese momento me acordé de mi madre. Bastantes días antes había ido a nuestra casa una anciana. Yo escuché parte de la conversación, cuando mi madre comenzó a gritar que jamás permitiría que hicieran daño a su hija, que nadie la mutilaría. Mientras la empujaba para que se fuera de la casa. La anciana salió gritando cosas que yo no llegaba a entender: Que la ley tenía que cumplirse igual con todas las niñas. Que el padre y los abuelos de la niña ya habían decidido y que no podía negarse porque habría represalias.
        No comprendía qué ley ordenaba hacer daño y mutilar a las niñas y más aún si no había hecho nada malo. Siempre había ayudado a mi madre, cuidaba de mis hermanos pequeños. Incluso, cada día iba a por agua al pozo situado junto al cauce seco del río con una garrafa sobre mi cabeza.
        Dos días después, mientras esperaba con mi madre para coger agua del pozo, empecé a oír las voces de un hombre que se acercaba hacia nosotras. Nos señalaba con el dedo mientras gritaba todo tipo de insultos y repetía una y otra vez que habíamos incumplido la ley. Le conocía de vista, era un tío de mi padre. Un primo de mi abuelo o algo así.
        De pronto, el viejo sacó un frasco. Todos se apartaron precipitadamente. Destapó el envase y lo arrojó sobre nosotras. Mi madre se pudo tapar el rostro con el hiyab mientras intentaba apretarme contra ella para protegerme con su cuerpo. Pero no le dio tiempo. El líquido que nos arrojó aquel hombre me alcanzó de lleno en la cara y en el brazo de mi madre con el que intentaba ocultarme. Quemaba más que el fuego.
        Comencé a notar claridad oía palabras que no entendía. Quería abrir los ojos pero un fuerte sopor me lo impedía. Hice un puchero intentando llorar. Pero ni eso podía. Me parecía escuchar una voz conocida.
- Hola, cariño -dijo Ester acariciándome la mano -, ¿ves?, estoy aquí contigo. Tu mama matiba, no te he dejado sola.
        Intenté hablar pero no podía articular palabra.
- Tengo sed -logré decir por fin-. Me arden la cara y los muslos.
- No te preocupes preciosa -dijo Ester-. ¿Te acuerdas de lo que te expliqué? Los médicos que te han operado, te han cogido piel de los muslos para sustituir la que tenías quemada en la cara. Me han dicho que ha sido un éxito y que pronto podrás volver a reír y a ver con normalidad. Que tendrás muchos pretendientes.
        Intentaba escuchar pero se me cerraba el único ojo que tenía destapado.
- ¿Sabes lo que me han dicho los médicos? -continuó Ester-. Que, seguramente, también puedas ver algo con el ojo izquierdo, que no lo has perdido. Podrás ver con tus dos ojos cariño, es una noticia fantástica. Allí pensábamos que lo habías perdido.
- No me dejes sola mama matiba -susurré apretando con fuerza la mano de Ester mientras me dormía-. Quiero que venga mi mamá.
        Ester me frotaba la mano con suavidad para que me despertara, mientras me acercaba una gasa húmeda a los labios.
        Una semana después Ester me llevó a su casa. Estuve curioseando por todas las habitaciones con el único ojo que tenía destapado muy abierto. Al llegar a la cocina abrí el grifo, acerqué los dedos al chorro y me los llevé a los labios. Os aseguro que intenté sonreír, pero las cicatrices no me dejaban. Luego reconocí una cazuela sobre la encimera.

 - ¿Es la comida? -pregunté destapando la cazuela a la que casi no llegaba- ¡Hala!, si sale humo.
        Miraba extrañada por debajo porque no lograba ver el fuego que calentaba la comida.
- Mira cariño -dijo Ester apartando la cazuela y llevando mi mano a la encimera-. El fuego está debajo de esta placa.
- ¡Hala!, cómo quema – dije retirando la mano-. Pero si no hay llama.
- Ten cuidado no te quemes -dijo Ester sujetándome la mano-. Aunque no puedas verlo, el fuego está debajo de la placa ¿Te acuerdas de David y Víctor? ¿Los niños que fueron a verte al hospital?
- ¿Tus hijos? -pregunté-. Son un poco feos.
- Si, cariño, mis hijos -contestó Ester riendo-. Cuando vuelvan del cole comeremos todos juntos.
- ¿Y Lalo?, ¿va a venir también Lalo? -pregunté mientras encendía y apagaba las luces del comedor repetidamente- Tu marido es más guapo que tus hijos.
- Vaya, vaya -dijo Ester riendo-. No sabía que te gustara más Lalo.
- Es que me hace reír mucho -contesté un poco triste-. Yo casi no conozco a mi padre. Pero me acuerdo que una vez que estaba en casa, zarandeó a mi madre y se fue dando voces.
- Claro que vendrá Lalo, cariño -dijo Ester muy sonriente-. Él es el que ha ido a recoger a David y Víctor al cole. Comeremos todos juntos.
        Cuando llegaron Lalo, David y Víctor, Ester y yo ya habíamos puesto la mesa. Se lavaron las manos y nos sentamos a comer. Empezamos a hablar de mi país. Ester traducía lo que yo decía y lo que ellos me decían a mí. Aunque ya les entendía bastante bien. Ester me dijo que, tal y como estaba evolucionando todo, pronto podría volver a casa con mi familia. Les contesté que tenía ganas de ver a mi madre y a mis hermanos pero que me daba pena irme porque la familia de mi mama matiba se había portado muy bien conmigo.
- ¿Qué te gustaría llevarte a tu casa cuando regreses? -preguntó Ester- ¿Qué regalo te haría más ilusión?
        Me quedé pensando un buen rato sin contestar. Con todo lo que me habían regalado los médicos, los enfermeros, los amigos y familiares de Lalo y Ester, ya tenía suficientes juguetes y muñecas para todos mis hermanos y amigos.
- Farida es una tonta -dijo Víctor-, no sabe que regalo quiere.
- Mamá, si ella no quiere nada -intervino David-, me puedes regalar a mí la Samtug Galaxia, es chulísima. Se la han regalado a Fer y...
- Vale ya, David -cortó Lalo, haciendo un gesto con la mano a sus hijos-. Dejad a Farida que piense.
- Ya lo sé, mama matiba, quiero un grifo -dije muy contenta y en castellano-. Un grifo del que siempre salga agua.
        Víctor y David comenzaron a reír a carcajadas. Yo quería reír también, pero las heridas me lo impedían.

Arévalo, enero de 2014.

miércoles, 13 de agosto de 2014

LUNA DE AGOSTO



Luna llena en la Tierra de Arévalo. Foto: Luis J. Martín
 
                   Blanca luna de verano.
                   Luna grande, luna llena
                   que se toca con la mano
                   y sueños desencadena.

Arévalo, 10 de agosto de 2014
Por Luis José Martín García-Sancho. 

jueves, 7 de agosto de 2014

DIJO BRAULIO

BRAULIO: (foto modificada de Alexander Rodchenko)
Dijo Braulio:

- Lo que la mayoría de la gente llama obra de dios, yo, simplemente, lo llamo naturaleza.

Entonces le preguntaron:

- Dinos Braulio, ¿qué fue antes?, el huevo o la gallina.
- ¿Antes y después decís?, después y antes -respondió Braulio bajando del olmo-, ¡qué más da!, si ambos son la misma cosa.
- Entonces, ¿te confiesas ateo?
- No -negó Braulio-, soy creyente, pues creo firmemente en la inexistencia de dios.

Arévalo, julio de 1992 (basado en un fragmento del Cuaderno de Campo VII)
Luis José Martín García-Sancho