“La
Santa Infamia” es una novela escrita por José Ramón Rebollada Gil, que narra los
hechos históricos del proceso inquisitorial del “Santo Niño de la Guardia”, al
parecer, acaecidos en La Guardia, Toledo, a finales del siglo XV. Y digo, “al
parecer”, porque, aunque esa ha sido siempre la versión oficial, los hechos
nunca se probaron realmente.
Todo
el proceso empieza en Astorga donde un judío converso llamado Benito García de
las Mesuras es sorprendido con un pan ácimo en forma de oblea que es confundido
con una hostia consagrada. Aunque Benito lo niega, es detenido e “interrogado”, bajo tortura, por la “Santa Inquisición”. Al final acaba diciendo lo que los
inquisidores quieren que diga, que es un converso judaizante que lleva una
hostia consagrada para hacer ritos contra los cristianos y la Inquisición. Que,
también, por el mismo motivo, han secuestrado, torturado y asesinado a un niño
en una cueva cercana a la localidad toledana de La Guardia. Acaba implicando
hasta a once personas más que, tras el proceso inquisitorial celebrado en
Ávila, son quemadas en el braseo de la ciudad, seis de ellas vivas, tres
ahogadas previamente y tres en efigie porque ya habían muerto.
Hasta aquí los hechos históricos, extraídos de la documentación encontrada por el estudioso Fidel Fita sobre el proceso a Juçe Franco, uno de los encausados.
Lo
cierto es que nunca fueron probados los hechos por los que la justicia asesinó
a esas doce personas. Nunca quedó probado que hubiera desaparecido un niño,
nunca se encontró el cuerpo del niño. Por lo que ese niño nunca existió en
realidad.
Para
el autor de la novela, todo el proceso fue una farsa, perfectamente maquinada
por Fray Tomás de Torquemada, Inquisidor General de Castilla, y ejecutada por
los inquisidores de Ávila.
Pero,
¿por qué se celebró el proceso inquisitorial en Ávila, si el primer detenido
fue interrogado en Astorga y todos los implicados eran de la provincia de
Toledo, menos uno que era de Zamora?
Para aclarar estas cuestiones entra en juego un molinero de Ávila, Lifardo Díaz, erudito en leyes, teología y
filosofía, con un pasado muy diferente a su ocupación actual que va quedando
reflejado poco a poco durante la trama. Para Lifardo el proceso no tiene ningún
sentido y empieza a investigar. Poco a poco se va dando cuenta de que quien
está detrás de toda esta farsa es el mismísimo Torquemada por oscuros intereses
que demuestran su odio visceral hacia la población judía en general y los
judíos conversos en particular.
Torquemada
estructuró muy bien la forma de actuar de la Inquisición, de la que era el
inquisidor general. Primero, favoreciendo las delaciones a través de una
cláusula que protegía la identidad de los testigos que declarasen contra los
acusados: “Lifardo el molinero sabía que con esa cláusula se daba la seguridad de
que las delaciones serían anónimas, un asunto muy peligroso.” Solo con estas delaciones los
inquisidores podrían argumentar que “el delito estaba semiplenamente probado” y
podrían torturar al acusado.
Esto
supuso un filón de oro, literalmente, para la Inquisición, pues podían
apoderarse de todos los bienes de aquellos que fueran declarados culpables de
herejía o apostasía, y también de la administración de los mismos. Y, aunque
los bienes y derechos confiscados eran entregados a la cámara y fisco de los
reyes, “Torquemada pensaba que era justo que las posesiones de los
ajusticiados, se destinasen al servicio de Dios, la Iglesia y la Santa
Inquisición a pesar de que era bien consciente de las necesidades de la Corona
para financiar los gastos de la guerra de Granada. (…) Torquemada suplicó a los reyes que les donase a la comunidad dominicana
y los monarcas accedieron.”
Para
que ustedes se hagan una idea tras la ejecución en la hoguera de dos encausados
en otro proceso, Torquemada se hizo con la renta perpetua de unas treinta
toneladas y media de cereal, noventa cestas de paja al año, una casa, una
huerta, un palomar y veintiuna gallinas. Y por la ejecución quemado vivo de
Gonzalo de Cuéllar, regidor de Segovia, 393.000 maravedíes, equivalentes a unos
seis millones de euros. Qué duda cabe que fomentar o favorecer la delación
anónima era un negocio redondo para la Santa Inquisición.
Llevando
el proceso del niño de la Guardia a Ávila, lo que pretendía Torquemada era
romper la convivencia armónica que existía entre las minorías de moros y judíos
con los cristianos. “Torquemada se ocupó de hablar muchas veces
con la reina de estos asuntos pero no parecía que se quebrase su voluntad hacia
los judíos, ¿qué podía hacer? El inquisidor estaba empezando a tomar conciencia
de la situación excepcional que se daba en Ávila donde judíos y moros convivían
sin contratiempos con los cristianos desde hacía siglos.”
Incluso el obispo Fonseca llegó a decir en un
sínodo: “Hemos visto hacer en Ávila un abuso que no hemos visto en ningún otro
lugar de cristianos. Judíos y moros son admitidos a andar en procesión el Día
del Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo (…) y no sabemos por qué razón y con qué
ceguedad se vienen tolerando esos abusos.”
Torquemada,
a través de este proceso, quiso forzar a las autoridades seglares para que la
convivencia entre judíos, moros y cristianos se rompiese en Ávila, pues no
comprendía cómo “consentían que moros y judíos pudieran seguir desempeñando sus labores
y oficios como siempre, sin restricciones de ningún tipo y otorgándoles los
mismos derechos que a los cristianos.”
Gracias
a las torturas y delaciones, la Inquisición logró un caso perfecto para romper
las relaciones amigables que se daban en Ávila: Según los detenidos de la
Guardia y Tembleque se hablaba del sacrificio de un niño cristiano martirizado
a la manera de Jesucristo. “Torquemada pensó que si se trajese el
proceso a Ávila podría evidenciar a los vecinos de aquí, cómo actuaban en realidad
los judíos y conversos, lo que podría ayudar a romper ese letargo armónico que
parecía haberse asentado entre unos y otros en la ciudad amurallada.”
El molinero
abulense Lifardo Díaz, personaje de ficción, es crucial para el desarrollo de
la novela. Gracias a su pasado y a sus conocimientos en temas legales y teológicos,
va a intentar poner a Torquemada en entredicho en varias ocasiones a lo largo
de la novela con diferentes resultados: “Lifardo se fue a la cama pensando que
Torquemada no era tan terrible en realidad. Era obvio que conocía bien las
leyes y la doctrina. Un tanto abrupto en el trato y las formas, pero había
escuchado sus argumentos sin que pareciera inmutarse y, lo más importante, sin
que hubiera sentido rechazo sino discusión dialéctica. La sorpresa vino a la
mañana siguiente. Antes de amanecer los guardias inquisitoriales despertaron a
Lifardo y le condujeron a la casa de tormentos sin darle explicación alguna.
Allí estaba el propio Torquemada…”
Años después,
en el siguiente encuentro con el Inquisidor General, Lifardo fue mucho más precavido…
pero para descubrirlo, amigos lectores, deben ustedes leer la novela. Aunque de
este segundo encuentro les adelanto esta perla que José Ramón Rebollada pone en
boca de su protagonista: “Le preguntaré ahora por una cuestión que me
intriga. ¿Instruyó usted este proceso para convencer a los reyes de que era
necesario expulsar a los judíos?”
El
caso es que, gracias al proceso inquisitorial que se dio en llamar “El Santo Niño
de la Guardia”, Torquemada logró sus objetivos y los judíos fueron expulsados
de los reinos de Castilla y Aragón. Así lo relata el autor en el caso de Ávila:
“Los
judíos fueron concentrándose poco a poco en la Puerta de la Malaventura, la
puerta por la que todos ellos debían salir sin utilizar ninguna otra según se
había ordenado. Antes de que el sol llegase a mediodía todas las familias habían atravesado esa puerta entre sollozos y lamentos.”
En un solo día, desaparecieron familias enteras de castellanos que llevaban siglos viviendo en la ciudad, y cuyo único delito fue el no pertenecer a la mayoría católica.
La
trama se enriquece y se diversifica, de forma notable, con historias paralelas
que se producen al mismo tiempo que los hechos acaecidos en Ávila. Como la
conquista de Granada por parte de los reyes Fernando e Isabel, con algunos
pormenores interesantes, tales como las negociaciones con Boabdil, último rey
de Granada, la creación de la ciudad de Santa Fe, que acogió a los reyes y su
séquito durante una buena parte del proceso bélico de conquista, negociación y
rendición. También, la propuesta de Cristóbal Colón de llegar a las Indias por
el oeste, con sus diferentes procesos, en los que el proyecto fue rechazado en
varias ocasiones, hasta su final aprobación, con la participación o mediación
del obispo abulense Fray Hernando de Talavera, hombre de confianza de Isabel I y
contrario a las prácticas de la Inquisición de Torquemada.
De hecho,
la historia ha hecho coincidir dos fechas claves en el devenir de España tal y
como la conocemos actualmente, la expulsión de los judíos de Ávila y la partida
de Colón hacia su viaje oceánico desde el puerto de Palos: el 3 de agosto de
1492.
La
novela, además, tiene otros regalos de la historia en forma de personajes
secundarios. Personas que, según los estudios del profesor Serafín de Tapia, existieron
realmente en Ávila, como es el caso de los moros Alí Moharrache y Abdalá el
rico, o del judío Mosé Tamaño: “Mosé Tamaño no podía dar crédito a lo que
estaba escuchando aunque todavía no era consciente del todo de la gravedad de
la decisión real, solo le daba vueltas en la cabeza al dato de que debía
abandonar su casa y su país antes de que finalizase julio, en tres meses,
después de años y años al servicio de la Corona y de la ciudad.”
El libro se estructura de la siguiente forma:
- Nota
del autor, donde enumera a los autores de los muchos escritos que ha
consultado o en los que ha basado el argumento y trama de la novela, en especial
la publicación del historiador Fidel Fita de la única acta encontrada del
proceso inquisitorial conocido como del Santo Niño de la Guardia, correspondiente
a uno de los acusados, el judío Juçé Franco.
- Breve
cronología de los judíos en España. Fechas y acontecimientos
relacionados con la historia de los judíos en España y Europa.
- Introito.
Donde se relata cómo los acusados son quemados en el Brasero de Ávila.
- Prefacio.
Donde introduce en la trama de la novela a un personaje actual, Alessandra
Xáteba, especialista en libros y escritos antiguos, a quien un misterioso
abogado entrega un manuscrito secreto para que lo estudie.
- Libro
primero. Donde se relata pormenorizadamente todo el proceso inquisitorial
ocurrido en Ávila, condena y ejecución de los reos. Y donde Lifardo Díaz obtiene un gran protagonismo, al
intentar investigar por su cuenta algunos pormenores del proceso.
- Interludio.
Donde cuenta las averiguaciones de Alessandra Xáteba sobre el misterioso
manuscrito.
- Libro segundo. Donde narra la expulsión de los judíos de los reinos de Castilla y Aragón, el final de la conquista de Granada, la aprobación y preparativos del viaje de Colón. Y donde son desveladas las averiguaciones de Lifardo Díaz sobre el proceso inquisitorial y su enfrentamiento personal con el mismísimo Torquemada.
- Epílogo,
donde Alessandra Xáteba entrega al misterioso personaje el manuscrito con el
correspondiente informe… con sorpresa final.
- Otros
hechos. Por último, el autor hace la cronología de hechos relacionados
con este proceso o con otros de la Inquisición desde 1492 hasta nuestros días.
Imagen obtenida de Internet.
La novela de José Ramón Rebollada es una obra basada en hechos históricos, pero con la impronta del mejor hacer periodístico, que es, sin duda, intentar buscar la verdad y denunciar la injusticia y la mentira. Seguramente, las conclusiones a las que llega Lifardo Díaz tras sus investigaciones, son las mismas a las que hubiera llegado hoy en día cualquier periodista serio. Las mismas a las que llega el autor. Las mismas que expone, de forma razonada a lo largo de la novela.
La lectura de la novela atrapa desde la primera página hasta la última con la misma intensidad, en especial, a cualquier persona sensible que esté a favor de la justicia y en contra de la injusticia.
En Arévalo, a dieciséis de diciembre de 2020.
Luis J. Martín.
José
Ramón Rebollada, Jota para sus amigos y conocidos, es un periodista natural de
Medina del Campo, pero muy vinculado y comprometido con la sociedad abulense,
con su cultura, con su historia y con su patrimonio. Entre otros cargos y
trabajos, ha sido jefe de informativos de la cadena SER en Ávila, y ha dirigido
películas documentales directamente relacionadas con la historia, la cultura y
la sociedad abulense, tales como "Poder contra verdad" sobre la
destrucción de la antigua fábrica de harinas de la capital abulense,
"Maqbara" sobre la destrucción de los restos del cementerio musulmán
de Ávila y "La moral del vampiro" sobre las irregularidades para la
prórroga en la explotación de la AP-6, gracias a la construcción de las
autopistas AP-51 y AP-61, que unen la AP-6 con Ávila y Segovia respectivamente.
Ahora, en
"La Santa Infamia", Jota utiliza sus dotes de periodista para
investigar los hechos históricos que se narran y para demostrar cómo el poder
puede llegar a manipular la verdad para dar por ciertos hechos que, en
realidad, nunca pasaron, y que a pesar de ello, aún hoy en día, después de más
de medio milenio, aún se cree en su veracidad, cuando lo cierto es que fue una tremenda infamia disfrazada de santidad por la iglesia, mediante el poder sin límites de la Inquisición
castellana.
Muy bueno el libro y, también, muy buena esta reseña.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Serafín. Y gracias por todo lo que aportas y has aportado a la historia abulense.
ResponderEliminarEstupenda reseña y apasionante la novela de Jota. Destapar la injusticia y la mentira eleva la condición humana.
ResponderEliminarGrande Jota !!!
ResponderEliminarGrande Jota !!!
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