jueves, 19 de abril de 2018

ESCRITO EN SUS OJOS




Bajo la escalera deprisa, abro la puerta del portal y la cierro tras de mí.
El olor a humedad y las grandes gotas cayendo oblicuamente a la luz de la farola, son un signo inequívoco de que llueve intensamente y con viento. Difícil evitar empaparse así. Por un instante pienso en volver a por un paraguas, pero me subo la cremallera de la parka, me ajusto la capucha y comienzo a andar deprisa por el soportal. Al final de la plaza tomo la calle de la derecha y me pego a la pared en la que parece que llueve menos.
No sé por qué lo llaman noche de perros. No se ve a nadie.  Quizás el perro sea yo.
A la altura del parque de San Francisco la silueta familiar de una lechuza recorre las copas de algunos árboles en busca de algún gorrión que, hecho una bola, duerma a la intemperie y le sirva de cena. Por un instante aminoro la marcha para contemplar la escena, hasta que la blanca rapaz desaparece.
Ni la lluvia ni el viento amainan. Quizás aquí, fuera de la protección de las estrechas callejuelas, se note más la intensidad de ambos elementos.
“Me tenía que haber puesto los zapatos de agua”, pienso mirando hacia el suelo por donde corren los regueros de los canalones. Al cruzar la calle de los Lobos el aire aumenta, casi parece vendaval que me empuja por la espalda hacia el Paseo.
Un poco más adelante, en el paseo de la Alameda, un gran sapo detiene su marcha en medio de la acera al escuchar mis pasos, pienso en hacerle una foto, pero llueve demasiado, sus verrugas anaranjadas brillan a la luz de la farola en su piel mojada.
Cuando llego, el volumen de la tele está excesivamente alto, mi padre es duro de oído. Me quito la parka y la dejo en un sillón de la entrada que arrimo al radiador. Abro la puerta del comedor. Ella duerme en la silla con la cabeza ladeada, mientras, en la cocina se oye trajinar a mi padre colocando los platos en el lavavajillas.
“Hola madre” digo sin gritar. Se despierta y gira la cabeza hacia mí. Adivino una sonrisa en su mirada antes que en sus labios.
Intenta hablar, pero no logra decir nada coherente. Mientras extiende su mano para coger la mía.

En Arévalo, a catorce de abril de 2018.
Luis José Martín García-Sancho.







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