Mercado único y siempre verde, para los mismos de siempre.
Parece
que ahora que ya se abre el canal de Suez la economía mundial, brutalmente globalizada, respira.
Ojalá
se atravesaran otros diez megabuques y el canal se cerrara durante más tiempo para
que nos diéramos cuenta de lo idiotas que somos, de lo insensato que es aceptar
la globalización de la economía sin cuestionarla. Para que seamos conscientes de
la forma absurda e innecesaria de la que dependemos de países lejanos; dependencia
impuesta por el “mercado global”, que ha hecho desaparecer al mercado local, que
no es otra cosa que la supervivencia basada en nuestros recursos en nuestro
entorno inmediato o cercano.
¿Es
que nadie se ha dado cuenta de que dependemos de países lejanos, de mercados
ignotos para la inmensa mayoría de nosotros?, mercados que no nos proporcionan
trabajo, al contrario, lo destruyen. Mercados que fijan los precios, aunque sea
a costa de arruinar a productores o fabricantes locales.
Dicen
economistas entendidos, estudiosos y sesudos que el “mercado global” es bueno
para la economía y, por lo tanto, para la sociedad.
La
verdad es que yo no lo veo.
Esa
economía global provoca, por ejemplo, el que explotaciones agrarias ancestrales
no sean competitivas aun siendo muy productivas, o que se produzca el cierre de cientos de empresas o la “deslocalización”
de las mismas, que no es otra cosa que cerrar la empresa en Europa y llevársela
a otro país donde los salarios, los impuestos y la seguridad social sean diez veces más
pequeños.
Ahora
todo tiene que ser mega y global para que sea rentable. De esta forma, la
macroeconomía se carga a las microeconomías que siempre han funcionado a pesar
de lo que digan sesudos economistas siervos de un capitalismo salvaje y
deshumanizado.
Para estos sesudos economistas, por
narices nos tiene que ir bien a la economía local que, siendo productores, bien
de productos agrarios, textiles o electrónicos, vemos como esos productos
comprados en el mercado global son mucho más baratos, lo que arruina a las pequeñas
economías familiares y a cadenas de producción locales que siempre han
funcionado, proporcionado puestos de trabajo con sus correspondientes salarios, pagando puntualmente
sus impuestos y fijando población.
Pero ahora,
esa globalización, impuesta por el mercado único, tiembla y se tambalea porque un
solo buque se ha quedado atravesado en el canal de Suez y han empezado a subir
los precios del petróleo, del gas… por si acaso… para prevenir el colapso de la economía global, que depende de un buque que viene cargado de Asia con
productos para desembarcar en Europa y de todos los cargueros que está
bloqueando. Este navío, como no pudiera ser de otra manera, es un megacarguero,
el más grande del mundo y, curiosamente, se llama Evergreen, es decir, “siempre
verde”, curioso nombre para uno de los barcos más contaminantes de la flota
mundial. En fin, paradojas de la vida, estudiadas contradicciones.
¿Es
esto una economía global?, ¿en serio?, o es lo de siempre, un capitalismo
salvaje, ese “neoliberalismo económico” del que tanto se habla en el que
siempre perdemos los mismos para que ganen los de siempre, las cuatro mega empresas
que comercializan todo, incluido el bienestar de las personas.
Así
que ojalá que el canal de Suez se colapse más, para que esos sesudos
economistas se den cuenta de lo importante que es la economía local y empiecen
a mirar con otros ojos a los productores locales, a la industria familiar, al
comercio de barrio. Así, tal vez, la gente no se iría de los pueblos por falta
de futuro, no se cerrarían comercios por falta de negocio, ni pequeñas fábricas
por competencia desleal. Pues, en realidad, esos pequeños productores, esas
microempresas, son las que mantienen el 90% de la economía nacional, con sus
puestos de trabajo, cotizaciones a la seguridad social y todos y cada uno de
los impuestos que pagan para que la sociedad del bienestar no se desmorone.
¿O es
que acaso son ustedes tan ingenuos para pensar que el Evergreen, u otros
cargueros similares, van a salvar nuestra economía y a pagar los salarios, los
seguros sociales, los impuestos que generarían los puestos de trabajo locales
que este comercio globalizado, pero terriblemente desleal, destruye?
Si así
piensan, sigan haciendo caso a sesudos economistas y sigan ustedes la linde, aunque ya se haya terminado.
En Arévalo, a treinta de marzo de 2021.
Luis José Martín García-Sancho.
Imágenes de Internet.
Suscribo lo dicho.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
EliminarGran verdad. Personalmente, aún voy más allá en mi opinión. Admiro la sencilla vida tribal, alegre, familiar, de subsistencia, verdaderamente humana (no tecnologificada, no motorizada) que conocí en el Sur de Etiopía, donde no se vive con ganas de morir, sino que se aún en la muerte se tienen ganas de Vivir.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Javier.
ResponderEliminar