miércoles, 24 de septiembre de 2014

CAÑADAS

Cañada Real a su paso por Arévalo. Foto Luis J. Martín



            Hoy se conocen como vías pecuarias a los caminos utilizados durante la trashumancia por pastores y ganaderos para trasladar a sus reses entre el norte y el sur de la península. Es decir, entre los pastos frescos de las zonas altas en verano y los de las llanuras y dehesas en invierno.

            En la Edad media adquirieron su máximo esplendor debido a la importancia económica que tenía el negocio de la lana. Ya en el siglo XIII, durante el reinado de Alfonso X el sabio, se crea la Mesta, considerada como una de las agrupaciones de ganaderos más importantes de Europa, y que daba a éstos ciertos privilegios sobre los agricultores en cuanto a pastos o pasos para el ganado con sus respectivos abrevaderos, descansaderos o majadas. En el siglo XIV, durante el reinado de Alfonso XI el justiciero, las vías pecuarias pasaron a estar bajo protección real por lo que empezaron a denominarse Cañadas Reales. Por aquel entonces, muchas de las vías pecuarias eran como las autopistas de hoy, en las que la corona cobraba tributos por el paso de ganados y mercancías en algunos puntos, tales como determinados puentes y puertos de montaña. Este control culminó en el siglo XV a través de una Real Carta de Enrique IV el impotente (hermanastro de Isabel de Castilla), por la cual se adueña de las principales vías pecuarias del reino de Castilla.

            Esta hegemonía del paso ganadero o su pastoreo sobre otros derechos agrícolas, se pierde en el siglo XIX con la abolición de la Mesta en 1836. Lo que inicia el declive de la trashumancia y, por consiguiente, el deterioro y la pérdida de multitud de vías pecuarias. Fenómeno que se ha agravado y acelerado en el siglo pasado debido a la caída del precio de la lana por la aparición de fibras textiles sintéticas. Pero también el transporte de ganado por ferrocarril o carretera, el éxodo rural, las concentraciones parcelarias y el crecimiento incontrolado de multitud de ciudades y urbanizaciones, con el consiguiente aumento de todo tipo de vías de comunicación, han hecho desaparecer una buena parte de la antigua red de cañadas. A pesar de ello, el conjunto de vías pecuarias españolas alcanza una longitud de 125.000 kilómetros, lo que nos da una idea de su importancia en cuanto bien de dominio público.

            La denominación de las diferentes vías pecuarias viene marcada por su anchura:

- Cañada: ancho máximo 90 varas castellanas: 75m.

- Cordel: ancho máximo 45 varas castellanas: 37,5m.

- Vereda: ancho máximo: 25 varas castellanas: 20m.

- Colada: con un ancho menor no determinado.

(Vara castellana: 83,5cm.) Estas medidas son menores de lo que fueron en su día.
Cañada Real Leonesa Occidental a su paso por el pinar de Arévalo. Foto: Luis J. Martín.

            Aunque la importancia de las vías pecuarias en Castilla y León es notoria, sólo existe un borrador de Anteproyecto de ley por lo que su gestión viene ordenada por una Ley de rango estatal: la  Ley 3/95, de Vías Pecuarias .

             La Ley las protege claramente en su artículo 2: Las vías pecuarias son bienes de dominio público de las Comunidades Autónomas y, en consecuencia, inalienables, imprescriptibles e inembargables. Según esta Ley, las Comunidades Autónomas son las responsables de la conservación y mantenimiento de las vías pecuarias y deberán defender su integridad, asegurar su adecuada conservación, adoptar medidas de protección y restauración y garantizar el uso público de las mismas tanto cuando sirvan para facilitar el tránsito ganadero como cuando se adscriban a otros usos compatibles o complementarios.

            Según la Ley, son usos compatibles de las vías pecuarias los que, siendo de carácter agrícola y no teniendo la naturaleza jurídica de la ocupación, puedan ejercitarse en armonía con el tránsito ganadero. Y son usos complementarios de las vías pecuarias: el paseo, la práctica del senderismo, la cabalgada y otras formas de desplazamiento deportivo sobre vehículos no motorizados siempre que respeten la prioridad del tránsito ganadero.

            La ley protege claramente la naturaleza ganadera de las vías pecuarias y prohíbe cualquier alteración, ocupación o modificación. Por tanto, hoy por hoy una cañada, cordel, vereda o colada, no puede ser convertida en carretera, tierra de labor o urbanización, tampoco se puede realizar ningún tipo de construcción permanente ya sea corral, vivienda o explotación agrícola, ganadera o industrial. Sólo se permite el uso que respete la naturaleza de la misma.

            Son muchas las vías pecuarias que atraviesan la Tierra de Arévalo. La mayor parte de ellas la cruzan de norte a sur: Cañada Real Leonesa Occidental, muy deteriorada en la parte que atraviesa el polígono industrial de Arévalo, Cañada Real Burgalesa, conocida en Arévalo como “la Cañada”. Cordel Real de Merinas de Arévalo al puente Rumel, cortada al sur de la Ermita de la Caminanta tras realizarse el puente de los lobos sobre el río Arevalillo. Camino de los Frailes, desde Arévalo hacia el sur siguiendo el cauce del Adaja por su loma izquierda. Calzada de Ávila o Camino de las Burras sigue un trazado paralelo o coincidente con la carretera a Ávila por Tiñosillos. Por la parte derecha del Adaja transcurre el Cordel de la Calzada de Toledo, atravesando los municipios de Arévalo, Espinosa, Orbita Gutierre Muñoz y Pajares. Por Madrigal, pasa el Cordel de Merinas procedente de Medina y por Horcajo la Cañada Real Mostrenca de Extremadura. Todas ellas con dirección Norte - Sur.

            Pero también son muchas las vías pecuarias que se cruzan con las anteriores en sentido Este - Oeste: Cordel de Arévalo que viene del este, desde Montuenga.  Vereda de la calzada de Peñaranda que cruza el Adaja en Orbita por el vado de Montejuelo y pasa a llamarse Cordel de Martín Muñoz por los pinares de Arévalo. Otro ejemplo es la Calzada de Arévalo a Peñaranda que ha sido fruto de estudio recientemente (Calzada Arévalo - Peñaranda). Resulta curioso el que la denominación de muchas vías pecuarias esté unida a la palabra calzada, lo que, a veces, ha dado lugar a confusiones.

            Hoy en día en España se han perdido una buena parte de las antiguas vías pecuarias fagocitadas por tierras agrícolas, vertederos, carreteras y zonas urbanas. La mayoría son ocupaciones ilegales de terrenos que pertenecen al dominio público. Es decir a todos nosotros. Véase el ejemplo de Arévalo que ha incluido la Cañada Real Burgalesa en sus planes urbanísticos. Lo que está provocando su progresiva ocupación. Hasta hace poco contaba con su anchura legal de 75 metros, incluso en algunos puntos los superaba, ahora se han instalado de forma permanente, edificios con sus calles, asfalto, aceras, farolas, alcantarillado, etc. El innecesario recrecimiento de Arévalo hacia el sur ha supuesto la pérdida de bosques, como el pinar de Amaya y otros, y el estrangulamiento de la Cañada, lo cual no deberíamos permitirlo por ser un espacio natural público. Especialmente cuando el centro histórico y monumental de Arévalo se queda vacío y en ruinas porque la gente prefiere vivir en terrenos que antes fueron forestales o que pertenecen al dominio público de una vía pecuaria, es decir a todos nosotros.
 
Cordel Real de Merinas de Arévalo al puente Rumel. Foto: Luis J. Martín

            Resulta curioso, por no decir incomprensible, el que sin haber agotado aún las posibilidades de suelo dentro del núcleo urbano, se inventen nuevos espacios edificables a costa de perder suelo forestal (pinar de Amaya y otros) o público (Cañada Real). Mientras que el centro monumental de Arévalo cada vez se parece más a un pueblo fantasma: Un Arévalo de altivas torres y humillantes ruinas.

 

En Arévalo, a 13 de enero de 2013
Por Luis José Martín García-Sancho
Artículo publicado en La Llanura de Arévalo nº 43 en febrero de 2013

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