Hoy voy a hablarles de una pequeña planta que recibe
el nombre científico de Tribulus terrestris y el común de
abrojo, abreojo, gata o tríbulo, entre otros muchos. Es una planta rastrera,
que se extiende horizontalmente y que rara vez se levanta del suelo. De los
tallos salen hojas compuestas paripinnadas, es decir, formadas por un número
par de hojuelas o pinnas, generalmente entre 10 y 14, de color verde oscuro y
algo pilosas. La flor, aunque pequeña, es muy vistosa, formada por cinco
pétalos acorazonados de color amarillo y diez estambres del mismo color.
Pero por lo que, realmente, se conoce a los abrojos es por el fruto, muy espinoso, con varias afiladas puntas, conocido en botánica como esquizocarpo. Esta es su cruel manera de propagarse: clavarse en un animal para, cuando se suelte de su piel o pelo, colonizar otro territorio distinto al de la planta madre.
La palabra proviene del latín tribulus. Los romanos, que no eran tontos, cuando andaban descalzos, seguramente en más de una ocasión se clavaran los abrojos de esta planta, y dirían: “¡hostias, como duele!”, bueno, seguramente, dirían “¡por Júpiter, qué dolor!”, hasta que un patricio avispado se dio cuenta de que la gente no pasaba por zonas con abrojos, e ideó un arma disuasoria formada por cuatro puntas de hierro, dispuestas de tal manera que una de ellas siempre queda hacia arriba. Y con este sencillo invento seguro que ganaron batallas, pues los caballos o los soldados enemigos se abrirían los pies o las patas al intentar atravesar esta sencilla línea defensiva.
Hoy en día, a este ingenio se le ha puesto explosivo,
al pico que queda para arriba se le ha convertido en detonador y se le ha dado
el nombre de minas anti persona, ¡qué cabrón!, no el patricio romano sino el
que haya ideado este invento que tanto daño ha causado, causa y causará, pues
el ser humano es de naturaleza destructiva, más que cualquier planta o animal,
no le quepa duda.
Lo que no sabemos es si el
nombre latino de tribulus se basa en la planta o en el arma, aunque lo más
razonable sea que al arma se le denominara así por el parecido con los frutos
de la planta. Hoy en día, el tríbulo o abrojo es un arma disuasoria. Se usan
encadenados en algunos controles policiales para evitar el paso del vehículo al
que se le ha dado el alto. También, había gente rara que se abría las carnes al
azotarse con este tipo de artilugios.
Volviendo a la planta, hay varias especies que, para propagar sus semillas, se clavan o se adhieren al cuerpo de los animales, sean de pluma, pelo o ropa. Algunas de ellas son los lampazos, cadillos o arrancamoños (Caucalis platycarpos, Arctium lappa, etc). Pero, aunque molestos, no suelen causar dolor, como es el caso de planta que nos ocupa, que se clava literalmente en la piel o en las almohadillas de los animales. Por este pequeño detalle es muy odiada por los dueños de perros y, de forma especial, por los ciclistas. Cuántas veces se ha truncado una excursión en bici porque esos frutos espinosos se han clavado en las ruedas. Reparar el pinchazo llevaba su tiempo: primero fijarse dónde se había clavado el abrojo, luego, desmontar la rueda, sacar la cámara y, si no había un charco cerca, escupir hasta que las burbujas te indicaran el lugar de la fuga aérea. Localizado el pinchazo, había que lijar la zona, echar pegamento de contacto, colocar un parche de goma y, por último, volver a montar la rueda e inflarla con la bomba.
Otra solución era llevar la
bici al taller del señor Emilio, situado en la plazuela del hospital o de
Ángela Muñoz, donde ahora se abre el pasadizo de las Angustias. Aunque alguna
vez había que buscarle en el bar Taller. No, amigo lector, no es que su taller
tuviera un bar, sino que en dicha plaza había un bar llamado así, donde hoy
está “Tu Boutique”. Allí, el señor Emilio, con su mono de trabajo de un color
indeterminado por las innumerables manchas de grasa, acodado en la barra, con
su chato de vino, hablaba afablemente con el señor Rufino, y consumía uno de
los deliciosos pinchos de la señora África.
Pero el nombre por el que, casi todos los que tenemos cierta edad, conocemos a esta planta es por peseta, ignoro el por qué, además no es generalizado, pues solo se llama así en pocas localidades castellanas. Lo cierto es que, esta planta, conocida por la ciencia como Tribulus terrestris, vulgarmente como abrojo y en Arévalo como peseta, que florece durante el verano y madura entre agosto y septiembre, muchos de los que hayan sufrido sus efectos en carnes propias, en alguna ocasión habrán gritado eso de ¡malditas pesetas!, y no precisamente porque padezcan de plutofobia.
Ahora bien, si usted,
querido lector, alguna vez es víctima de las pesetas, antes de arrancarlas
piense dónde las va a tirar, porque ese es el fin último de tan astuta planta.
En Arévalo, a tres de
septiembre de 2023.
Luis J. Martín García-Sancho.
¡Muy bueno, Luis! 👏👏👏
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
EliminarMuy interesante tu artículo. Los conocía y los sufrí pero no los había unido a las armas ni a las pesetas. La creatividad humana es casi infinita. Lástima que muchas veces sea para fabricar el mal.
ResponderEliminarGracias, Luis.
Gracias por tu comentario, Julio. Cierto, el ser humano es más destructivo que cualquier planta o animal.
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