Marolo Perotas Muriel.
CON
MAROLO PEROTAS EN
EL RINCÓN DEL DIABLO.
Una de las “Rimas callejeras” del cronista y
escritor arevalense Marolo Perotas Muriel (Arévalo, 1896 – 1969) es el romace que dedica al Puente de los Barros. El poema empieza así:
“Podemos asegurar
sin temor a equivocarnos
que uno de los
monumentos
más viejos y
despreciados
de nuestra hidalga
ciudad
es el Puente de los
Barros.”
A lo largo del poema hace una descripción
detallada, no solo del puente, sino también de su entorno inmediato y de otros
elementos presentes en el paisaje como la vegetación propia del lugar.
He leído el poema en varias ocasiones, pero
al releerlo hoy me he interesado especialmente por el significado de algunas
palabras utilizadas en el texto.
En el fragmento que reproduzco a continuación
utiliza la palabra “Oraño”:
“El sujeto se ocultaba
siempre en el rincón
más alto
del lienzo de la
muralla
por almenas flanqueado,
y desde allí vigilaba
los caminos del Oraño.
He ahí por qué al
rincón
que hay detrás de casa
Hurtado
el pueblo, por
tradición,
La palabra Oraño como tal no existe en
ninguno de los diccionarios que tengo a mano: Diccionario de la Lengua Española
y María Moliner. Hasta ahora había pensado que al decir: “los caminos del
Oraño”, se refería a los caminos del oeste y más sabiendo que todos los caminos
que concurren en el puente de los Barros vienen del poniente arevalense.
Otra posibilidad era que El Oraño fuera el
nombre de un lugar, es decir, un topónimo situado al oeste de Arévalo, pero he
buscado en varios mapas y no he encontrado referencia alguna a ningún lugar que
reciba ese nombre en los términos de Arévalo, Aldeaseca o Nava de Arévalo.
Topónimos situados al oeste de Arévalo, hacia el término de Aldeaseca
Recientemente, curioseando en diccionarios y
redes, la teoría de punto cardinal ha sido reforzada por el hecho de que oraño se utiliza en un lenguaje criollo,
conocido como papiamento, hablado en varias regiones de América del sur, para
referirse al color anaranjado y también al dorado de la puesta de sol, es decir
del poniente, tal y como escribe el autor al describir el paisaje que se
observa desde el rincón del Diablo en uno de los últimos versos “Sol poniente, sol dorado”. Por lo que
oraño podría derivar de color oro, es decir dorado.
Pero ayer un amigo natural de Aldeaseca, para
más señas José Fabio López Sanz, me dice que, aunque el topónimo de “El Oraño”
no venga en los mapas, sí existe en la memoria de los labradores y viejos del
lugar. Según Fabio, se sitúa entre los términos de Arévalo y Aldeaseca,
concretamente, al sur de la desaparecida fuente de los Lobos, al final del
camino conocido como “del Lavajuelo”, que desde la Caminanta se dirige recto
hacia el oeste y que al pasar al término de Aldeaseca recibe el nombre “camino
de las Monjas” o “parada de las Mulas”, seguramente, porque el mencionado
camino acaba en Langa donde antaño se celebraba un afamado mercado de mulas.
Por todo lo dicho, se trata de un paraje situado al oeste de Arévalo y, por
tanto, los caminos del Oraño, o del dorado poniente, se divisan perfectamente
desde el Rincón del Diablo.
Zona entre Arévalo y Aldeaseca conocida como "El Oraño" desde el camino del Lavajuelo
Un poco más adelante hace una descripción de
la vegetación del río Arevalillo citando la palabra “verguerón”:
“Chopos, verguerones, álamos.
El mezquino
«Arevalillo»
vierte chorros
plateados
por la incipiente
pesquera.”
La palabra verguerón, como tal, no viene en el diccionario. Sí Existe
“verguear”: varear, sacudir con verga o vara. Que a su vez viene de verga que,
aparte de pene, es vara. De ahí, por tanto, se puede deducir que “verguerón” es
el árbol o arbusto que produce varas, como lo son varias especies del género Salix, es decir los sauces.
Grupo de sauces entre el molino de Valencia y el puente de los Barros.
Al indagar sobre la palabra verguerón he
recordado otra palabra que busqué hace años sin resultados: el topónimo “La Verguería” asociado al río Adaja.
Bastantes personas de Arévalo asocian este lugar al tramo del Adaja situado
entre Arévalo y Donhierro que se encuentra al norte del cerro Cantazorras, pero
el enclave como tal no existe en los mapas. Sí existe, en cambio, el topónimo
“La Alberguería” en la zona del Adaja perteneciente a Donhierro y el lugar
conocido como “Casa de la Alberguería”: una serie de construcciones ruinosas
situadas al norte del término de Arévalo que se localizan entre el río Adaja y
la vía pecuaria conocida como Cordel Real de Merinas, en su tramo de Arévalo al
Puente Runel.
La "Verguería" podría situarse entre Cantazorras y las casas de la Alberguería, entre el Adaja y el Cordel Real de Merinas.
Por lo tanto, al no venir “La Verguería” en
los mapas pensé que podría ser una deformación de “La Alberguería” que sí viene.
Pero ahora, después de profundizar en el poema de Perotas, tengo mis dudas y
pudiera ser que “La Verguería” pueda ser
un lugar donde abundan los “verguerones”, que producen vergas o varas, es
decir los sauces que en esta zona
del Adaja al norte de Cantazorras, ciertamente, abundan.
El poema acaba con otra palabra desconocida
para mí y que tampoco viene en el diccionario, se trata de “cardoncha”:
“Golondrinas y
vencejos.
Cardonchas en el
ribazo.
Ovejas rebuscadoras.
Sol poniente, sol
dorado.
Visión admirable y pura
Aunque este término, sí viene en algunas
enciclopedias o guías botánicas para referirse a la cardencha o cardo de
cardador (Dipsacus fulloum) que es el
cardo que se utilizaba antiguamente para cardar tejidos, trabajo también
conocido como perchar o afelpar. Y este cardado, perchado o afelpado se hacía
precisamente golpeando con insistencia el paño con la inflorescencia de esta
especie de cardo, ya que cada involucro termina en una especie de gancho o
anzuelo ideal para esta tarea. Por tanto, la palabra cardar viene de cardo, concretamente de esta especie de cardo.
Precisamente, el cardo de cardador es bastante abundante en el tramo del río
Arevalillo descrito en su poesía entre el molino Valencia y el puente de los
Barros.
Grupo de cardos de cardador o "cardonchas" junto al molino Valencia.
Por lo tanto, leyendo o releyendo a nuestros
antiguos autores, a nuestros viejos poetas, podemos conocer cómo era el paisaje
en el momento en que ellos lo describían, cómo se encontraba nuestro patrimonio
monumental o natural y, también, palabras o localismos que al caer en desuso
han sido olvidadas pero que pertenecen, igualmente, a nuestro patrimonio
cultural. Un patrimonio que fue contado de forma magistral por Marolo Perotas Muriel,
un arevalense universal, desde el alba hasta el oraño.
En Arévalo, a 10 de julio de 2018.
Luis José Martín García-Sancho.
A continuación, reproduzco el poema de Marolo
Perotas completo:
EL
PUENTE DE LOS BARROS.
Podemos asegurar
sin temor a equivocarnos
que uno de los monumentos
más viejos y despreciados
de nuestra hidalga ciudad
es el Puente de los Barros.
Su antigüedad se remonta
a cientos y cientos de años:
Dicen algunos arqueólogos
que es obra de los templarios,
otros, que si de los godos
es su ejecución y ornato;
de lo que no cabe duda,
porque así está demostrado,
es que su traza y estilo
es puramente romano.
El puente que nos ocupa,
histórico y olvidado,
fue tuerto toda su vida,
mas al nacer le adornaron
con dos puertas ojivales
protegidas por dos arcos.
La de la parte de fuera
daba al silencioso campo,
y la de dentro, se abría
para cobrar los portazgos,
las prebendas, los impuestos
y otros derechos de «paso».
Cerrábanse los portones
para repeler asaltos
en las epidemias graves
portadoras de contagios,
en las traidoras sorpresas,
en los feudales agravios,
y cuando daba la «Queda»
el reloj de los milagros.
El puente, por su estructura,
tomó el nombre de los Arcos,
y al guardián de aquella mole
que era un astuto criado
de la iracunda nobleza,
la gente llamaba «El Diablo»,
por su rara vestimenta
y por su picudo casco.
El sujeto se ocultaba
siempre en el rincón más alto
del lienzo de la muralla
por almenas flanqueado,
y desde allí vigilaba
los caminos del Oraño.
He ahí por qué al rincón
que hay detrás de casa Hurtado
el pueblo, por tradición,
le llame «El rincón del Diablo».
En el transcurso del tiempo
desmoronaron los arcos,
desapareció el portillo,
los muros, el subterráneo,
la garita, los machones,
y hasta el rústico vasallo.
Una brecha en la muralla,
de ignominioso tamaño,
dio entrada a los de Medina,
Madrigal y Sinlabajos,
por lo que el antiguo
puente quedó apenas transitado...
En cuanto caen cuatro gotas
o surge cualquier chubasco,
la tierra arcillosa y suave
que se extiende en el barranco
se pega como la liga
a la suela del zapato
y se cogen..., sin querer,
unos amigables «zancos».
Esa tierra pegajosa,
ese lodo y ese fango
es el que dio nombre al puente
que llamamos de los Barros.
Ruinas, soledad, silencio,
un molino abandonado
que se puede aprovechar
y puede ser destinado
al desarrollo de industrias.
Chopos, verguerones, álamos.
El mezquino «Arevalillo»
vierte chorros plateados
por la incipiente pesquera.
La ermita, en el altozano
acurrucada y ascética
abre sus augustos brazos
a la fecunda llanura
del buen pan y el buen garbanzo.
Un arco de medio punto
retador y solitario.
Golondrinas y vencejos.
Cardonchas en el ribazo.
Ovejas rebuscadoras.
Sol poniente, sol dorado.
Visión admirable y pura
de un paisaje castellano.
(Marolo Perotas Muriel).
APÉNDICE FOTOGRÁFICO:
APÉNDICE FOTOGRÁFICO:
Vista del puente de los Barros desde el Rincón del Diablo.
Molino Valencia
Sauce blanco en el Río Arevalillo, nombrado como "verguerón" por Perotas.
Grupo de "cardonchas" en el molino Valencia, citadas por Perotas .
Cerro de cantazorras
Arriba y abajo, lo que popularmente se conoce como la "Verguería".
Lugar conocido como "casas de la Alberguería".
Cordel Real de Merinas de Arévalo al puente Runel.
Restos de la muralla medieval conocida como el Rincón del Diablo.
"Camino de las Monjas" o "Parada de las Mulas" en Aldeaseca.
"Camino del Lavajuelo" situado al oeste de Arévalo, que atraviesa el paraje conocido como "el Oraño".
No hay comentarios:
Publicar un comentario