EL
ÚLTIMO PRADO.
El prado es un espacio rural que no se
cultiva, donde crece la hierba de forma natural para pasto del ganado. En la
comarca son terrenos que ocupan una extensión minoritaria, normalmente la
propiedad es municipal y se subastan o subastaban entre los ganaderos o
pastores para pasto a diente del ganado, generalmente ovino.
En otras ocasiones estos prados se encuentran
o se encontraban en vías pecuarias, en zonas tales como descansaderos,
abrevaderos o fuentes para que fueran utilizados por el ganado en sus largos
desplazamientos durante la práctica de la trashumancia.
Otros prados están relacionados con humedales
endorreicos, de aguas someras y temporales que se secan en verano y son
aprovechados para el pasto a diente del ganado, en este caso, también entra en
ganado vacuno.
Dado que la ganadería extensiva tanto ovina
como vacuna está en claro retroceso en la comarca, este tipo de terrenos cada
vez se utilizan menos. Pero el hecho de haberse perdido la práctica del
pastoreo, no implica que no tengan valor, ya que los prados son utilizados por
la fauna silvestre ya sea para reproducirse, alimentarse o, simplemente, descansar
durante la migración. Varias especies esteparias amenazadas, cuyas poblaciones
se encuentran en serio retroceso, utilizan los escasos prados para alimentarse,
nidificar o durante los cortejos reproductores.
Observando aves desde el prado de una laguna de la tierra de Arévalo. (LJM)
Al ser terrenos libres de pesticidas se
desarrollan interesantes comunidades tanto botánicas como de fauna invertebrada
que, a su vez, sirven de alimento a la fauna local, especialmente a las aves. Es
habitual contemplar el cernido de los primillas que, suspendidos en el aire
como helicópteros, acechan a alguno de estos insectos. También, a hembras de avutarda,
seguidas de uno, dos o tres pollos, capturando invertebrados y ofreciéndoselos
a sus vástagos, como necesario aporte proteico para su normal desarrollo.
Son, por tanto, espacios naturales pertenecientes
al patrimonio rural, por formar parte importante de su historia y de su
identidad pecuaria pero, también, son espacios vivos y necesarios para la vida
silvestre característica de estos terrenos abiertos. Pero, a pesar de ello,
lejos de ser conservados, muchos prados son misteriosamente fagocitados por las
tierras de cultivo colindantes, de tal manera que sucesivas aradas, y año tras
año, el prado pierde parte de su extensión. Incluso, algunos acaban
desapareciendo.
En el término municipal de Arévalo tenemos
algunos ejemplos: La fuente de los Lobos
y el prado asociado a la misma desaparecieron hace cuatro o cinco años tras la
última concentración parcelaria correspondiente al regadío de las Cogotas. Era
una fuente con su manantial protegido por una construcción de ladrillo mudéjar,
con su correspondiente caño y abrevadero para el ganado, rodeada de un prado.
Estaba situada en la parte occidental de Arévalo, lindando, prácticamente, con
el término de Aldeaseca. Ahora ya no queda ni rastro de la fuente, ni del
abrevadero ni del prado, se han perdido para siempre.
Lugar donde se encontraba la desparecida Fuente de los Lobos. (JCL)
Otro ejemplo es el prado Avelasco pero, en este caso para bien, ya que el pastoreo
y, curiosamente, la práctica del golf han preservado el espacio. Este prado de
propiedad municipal es utilizado conjuntamente por un pastor llamado Fortunato
Carpizo, conocido popularmente como Fortuna, que cuenta con un rebaño de unas
540 ovejas que pastan libremente por el prado para dejarle en perfectas condiciones
para la práctica del golf. Un uso tradicional y otro moderno perfectamente
compatibles, engranados.
Desde el año 1995 el Club de Golf de Arévalo
viene practicando este deporte en el prado, en el que han conseguido trazar un
campo de nueve hoyos. Cuando se delimitó, la superficie inicial era de 9,9
hectáreas, aunque según los planos originales del catastro esta debería ser de
13,5 Ha., lo que significa que a lo largo de los años las tierras colindantes
se habían apropiado de 3,6 Ha.
Con la concentración parcelaria llevada a
cabo para poner en funcionamiento el regadío de las Cogotas, se anexionaron al
prado dos hectáreas más por lo que la superficie actual es de 11,9 Ha. Estas
dos nuevas hectáreas están incluidas en la superficie regable y, por lo tanto,
el club pasó a disponer del agua procedente de la canalización, haciéndose
cargo del pago del consumo de agua utilizado para regar, exclusivamente, los
nueve greens y antegeens.
De la siega se encargan las ovejas de Fortuna,
pastando habitualmente por todo el campo excepto en los greens que son segados
de forma mecánica. También, el club ha plantado alrededor de 370 árboles de
nueve o diez especies diferentes. El prado aún conserva su pozo y su abrevadero
en la parte más baja, y en épocas lluviosas puede llegar a inundarse
someramente un pequeño lavajo.
Pozo y abrevadero junto al lavajo que se forma en el prado Avelasco. (JCL)
Pero hace algo más de dos años una gran fuga
procedente de la canalización del regadío de las Cogotas inundó una buena parte
del prado convirtiéndolo en un lodazal, que lo hacía incompatible la práctica
del golf y causó pérdidas al club. Reclamados los daños, los representantes de
los regantes no quisieron hacerse cargo de los gastos ocasionados a través del
seguro que tienen para este tipo de perjuicios. Entonces el club, al no poder
arreglarlo de forma amigable por la vía del seguro como era su intención, se
vio obligado a denunciar, por lo que, ahora mismo, el asunto está en el
juzgado.
Tan solo he citado dos ejemplos de prados: la
fuente de los Lobos y el prado Avelasco, pero hay muchos más cada uno con su
historia: unos olvidados, otros reducidos a su mínima expresión, otros
utilizados aún por el ganado, otros de importancia internacional para varias
especies de aves y otros desaparecidos para siempre.
El prado forma parte del acervo cultural de
nuestros pueblos, de su historia, de su leyenda, de su etnografía. Pero también
tiene un valor natural y ecológico muy importante en el entorno rural. Son
espacios vivos y, por tanto, necesarios.
En Arévalo, a cuatro de mayo de 2018.
Luis José Martín García-Sancho.
Artículo publicado en el número 108 de La
Llanura, de mayo de 2018.
Caño y restos de la fuente de los Lobos esparcidos por el suelo tras su desaparición. (JCL)
Fortuna con su rebaño y sus perros por el prado Avelasco. (JCL)
Fotos:
- 1 y 2: Luis José Martín García-Sancho. (LJM)
- 3, 4, 5 y 6: Juan Carlos López Pascual. (JCL)
La Fuente de los Lobos desapareció a la par que se inició la concentración parcelaria,que pena.
ResponderEliminar¿Se sabe por qué no se respetó por parte del agricultor? ¿Estaba el agricultor concienciado con el patrimonio? ¿Hubo denuncia?
Jaime Borromeo