Arévalo y río Adaja desde la loma. Texto y fotos: Luis J. Martín
En el camino no hay bosque
y en el bosque no hay camino.
Por Arévalo pasean
vivencias de esta mi tierra
entre el dorado del trigo,
rojo ladrillo mudéjar,
celeste sobre las tejas
y el verde oscuro del pino.
En mi tierra soy mendigo
de animales y de hombres
por calles, plazas y torres
por sus pinares, sus ríos
y los campos de cultivo.
Recorro muchos rincones,
de todos busco sus nombres:
pinar del águila imperial,
el río del carbonero,
vencejos en el Arrabal,
por las mieses del triguero,
y en el bosque no hay camino.
Por Arévalo pasean
vivencias de esta mi tierra
entre el dorado del trigo,
rojo ladrillo mudéjar,
celeste sobre las tejas
y el verde oscuro del pino.
En mi tierra soy mendigo
de animales y de hombres
por calles, plazas y torres
por sus pinares, sus ríos
y los campos de cultivo.
Recorro muchos rincones,
de todos busco sus nombres:
pinar del águila imperial,
el río del carbonero,
vencejos en el Arrabal,
por las mieses del triguero,
grande avutarda en cereal,
el árbol del carpintero,
el árbol del carpintero,
las cañas del carricero,
ribera de lavanderas,
las torres de las cigüeñas
o los cardos del jilguero.
Y así regreso a mi pueblo,
las torres de las cigüeñas
o los cardos del jilguero.
Y así regreso a mi pueblo,
el llano a loma se muda
cuando el Adaja se encaja
y serpea por la raja
como una verde fractura
cuando el Adaja se encaja
y serpea por la raja
como una verde fractura
que rompe la gran llanura.
Se aproxima hasta la plaza
en una cerrada curva,
luego baja Arevalillo
a reunirse en el castillo
abrazando así las casas
de este viejo caserío
que queda entre los dos ríos.
En tan bello casco antiguo
juegan ya muy pocos niños,
sus padres viven en lares
lejos de palacios viejos
y de abuelos con achaques,
las casas quedan vacías
y abandonadas se hunden,
viejos y casas se funden
Se aproxima hasta la plaza
en una cerrada curva,
luego baja Arevalillo
a reunirse en el castillo
abrazando así las casas
de este viejo caserío
que queda entre los dos ríos.
En tan bello casco antiguo
juegan ya muy pocos niños,
sus padres viven en lares
lejos de palacios viejos
y de abuelos con achaques,
las casas quedan vacías
y abandonadas se hunden,
viejos y casas se funden
en la desidia maldita.
Me dicen que es el destino,
no me convence pues creo
que mal sino es el olvido.
Por eso camino lento
mientras regreso a mi pueblo
Me dicen que es el destino,
no me convence pues creo
que mal sino es el olvido.
Por eso camino lento
mientras regreso a mi pueblo
entre el dorado del trigo,
rojo ladrillo mudéjar,
celeste sobre las tejas
y el verde oscuro del pino,
pues de Arévalo mendigo
celeste sobre las tejas
y el verde oscuro del pino,
pues de Arévalo mendigo
por calles, plazas y torres
por sus pinares, sus ríos
y los campos de cultivo
por sus pinares, sus ríos
y los campos de cultivo
repitiendo día y noche
que en el camino no hay bosque
y en el bosque no hay camino.
que en el camino no hay bosque
y en el bosque no hay camino.
Arévalo, a siete de septiembre de 2014
Por Luis José Martín García-SanchoPoema recitado el 12/09/2014 en el I Paseo Poético por el Casco Antiguo de Arévalo.
Enlace relacionado:
Atardecer de Arévalo: http://arevaceos.blogspot.com.es/2012/01/atardecer-de-arevalo.html
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¿Machado?
ResponderEliminar¿Bromeas?
ResponderEliminarPaisajismo, sensibilidad, crítica social, todo en uno: "Machado"
EliminarDemasiado, amigo anónimo,.pero gracias. Un gran elogio para un pequeño aprendiz de poeta.
EliminarManchado de tu tierra: de tu pueblo y de sus campos.
ResponderEliminarCaco
Gracias Caco, solo intento aprender y dar a conocer por varios medios, este de la poesía es quizás el más costoso.
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