EL TONTO DE LAS DOS CARAS
Por: Luis José Martín García-Sancho
® AV-8-11
(Antes de leer esta parte se recomienda leer la primera:
http://arevaceos.blogspot.com.es/2012/05/el-tonto-de-las-dos-caras.html )
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SEGUNDA PARTE:
JULIA
Todos los días, cuando Julia la tendera abría la puerta, el dos caras se presentaba puntual para hacer la compra. Siempre tenía algo que comprar. Cuando oía su voz, los pocos pelos que tenía se le ponían aún más de punta. Sentía como la voz arrulladora de Julia penetraba en sus oídos produciéndole un estremecimiento que le recorría toda la espalda. Y notaba como el pene crecía dentro de sus pantalones, produciendo un abultamiento que trataba de ocultar torpemente con la gorra.
Su conversación siempre solía tratar de la puesta de sol.
- ¿Cómo fue ayer? -solía preguntar Julia.
- Ayer el sol se aplastó como una enorme mandarina antes de tocar Prado Luengo y estuvo unos instantes sobre él, como si no quisiera separarse -decía el tonto sin tartamudear, con la voz clara y limpia-. Mientras, una bandada de más de cien grullas volaban hacia la laguna del Hoyo con alegre algarabía, celebrando el encuentro.
Para Julia, todo lo que decía Braulio sobre el sol le parecía poesía. Como una que les leyó don Julián, el maestro, cuando aún iba a clase. Después sucedió lo de su madre y tuvo que quedarse en la tienda, pues su padre decía que el negocio ayudaba mucho y él no podía dedicarse a la venta sin desatender la labranza.
En la tienda de Julia había de todo, desde comestibles y artículos de droguería a género de punto, zapatería y paquetería, pasando por ferretería o aperos de labranza. En la ventana que hacía de escaparate se mezclaban sobre una mesa las manzanas y boinas con escardillas y azadones.
Era Julia una buena moza de unos dieciocho años, bien formada y contorneada. La falda hasta la rodilla, dejaba ver unas bonitas piernas. Cuando se apoyaba con los codos sobre el mostrador, la blusa se ahuecaba y dejaba ver el inicio de sus pechos. El pelo era de color castaño, suave y liso, generalmente recogido atrás en una coleta, excepto los domingos y lunes que solía llevarlo suelto. Sus ojos, entre verde y pardo, grandes y abiertos y rematados por unas largas pestañas y un hilo no muy grueso de pelos que constituían unas simétricas cejas. Su nariz pequeña así como su boca, delimitada por unos finos labios, le daban cierta gracia así como un aire de hermosura por un lado y de bondad y simpatía por otro.
Cuando Julia no podía verle, solía mirarla a la cara. Era la mujer más hermosa que había visto y, al contemplar cada tarde la puesta de sol, se imaginaba la cara de Julia ocupando toda la esfera solar, haciéndola de esta manera el centro del mundo. De buena gana se quedaría allí toda la mañana, todo el día, contemplando a Julia sin decir una palabra, sin oír ni ver a nadie más que a ella, como todos los atardeceres, pero esto se acababa cada mañana cuando Telesforo bajaba las escaleras.
- Buenos días hija.
- Buenos días papá -besándole la mejilla.
El tonto entonces despertaba y volvía a tartamudear de nuevo.
- Buenos días tte ttenga u uusted - decía dando vueltas a la boina.
- Hola Braulio ¿Qué tal hace hoy? Parece que hace mejor.
- Sí ss sseñor mejor -retorciendo la boina-, parece que va a llover.
- Dios lo quiera Braulio, dios lo quiera. No sabes lo duro que está el campo de esta jodía sequía. Fabián y Pedro colilla, han tenido que regar para sacar la remolacha que les quedaba. Ya ves como están las cosas y hay mucha gente que todavía no se ha atrevido a sembrar.
- Don Fabriciano sembró la semana ppa ppasada. Dice que algo hay que hacer.
- Ese puede arriesgarse, tiene tela el jodío tacaño ¿Cuántas vacas dices que tiene?
- Vve vveinte -respondió el Dos caras girando la boina- y en el otro establo tiene lo menos otros vve vveinte chotos.
- ¡Y te da doscientas pesetas! No sé como no le da vergüenza al jodío tacaño.
- Sí ppe ppero me da para vivir, yo no me quejo.
- Eres un pobre inocente Braulio, se están aprovechando de ti, no sé como no te das cuenta ¿Sabes cuanto gana el Pelao haciendo menos que tú en casa de Antonio? Pues pregúntalo para que sepas como se paga tu trabajo. A ver si bajas de las nubes, que se están aprovechando de ti, que no te enteras -decía dándole con los dedos en la frente.
- Bueno hija, me voy a lo mío que ya es hora -mientras se ponía la chaqueta-. Hoy vendré antes para ir al mercado de Arévalo. Así que hazme una lista con todo lo que necesites para la tienda. Ale, hasta luego - dijo ya desde la puerta.
- ¿Lloverá hoy?-le preguntó mientras alcanzaba un paquete de azúcar.
- Tiene pinta, ojalá que sí, hace mucha falta -mirándola fijamente-. El suelo está como una roca.
- Toma Braulio -colocándose la coleta-, el azúcar.
- Adiós Julia. Hasta mañana -decía intentando sonreír. Y se marchaba arrastrando los pies, como si le costara trabajo salir de allí.
- Adiós Braulio. A ver como es hoy la puesta.
- “Ojalá fuese tan hermosa como tú” -pensó el tonto mientras cerraba la puerta. Le gustaría habérselo dicho, pero tenía miedo de que Julia se enfadase.
Recordaba como un día que paseaba por la calle Venancio le dijo:
- ¡Qué buena estás niña!
Ella se volvió bruscamente y le propinó dos sonoras bofetadas. No la gustaba que la piropeasen. Los mozos decían que tenía madera de soltera. Ya en el pueblo había quien la llamaba solterona a pesar de lo joven que era. Por esta razón, Braulio nunca se atrevió a comparar al sol con su hermosura, por temor a que se enfadase y esto era lo último que quisiera.
Cuando caminaba hacia su casa a dejar la compra, se encontró con Tinín.
- Mira Dos caras -dijo señalando al cielo-. Parece que está lloviendo.
Braulio, ingenuo, miró a las nubes, lo que aprovechó Tinín para clavar su navaja en el paquete de azúcar.
- ¡Ah no! Está nevando -mientras se alejaba riendo la gracia-. Está nevando dulce.
Braulio tapó rápidamente el agujero. Había perdido la mitad del contenido. Pero no le importó, había comprado el azúcar para ver a Julia, así que aquel paquete ya había cumplido su cometido.
No le dijo nada a Tinín. Nunca decía nada cuando se metían con él, por lo que nunca salía a mal con nadie. Aunque, casi siempre, solía salir malparado. Todo el mundo pensaba que era un cobarde puesto que nunca se defendía. Pero un día quedó demostrado su valor y su fuerza.
sigue leyendo...:Continúa en la tercera parte: La Pelea:
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Primera parte: Braulio:
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segunda entrega de una historia que escribí hace casi treinta años
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