Luis José Martín García-Sancho.
A pesar de que los cultivos ocupan la
mayor extensión de nuestra Tierra de Arévalo, muy pocos son los que han oído
hablar alguna vez de ganga, ortega, bisbita, terrera… No, no se trata de
rebajas, apellidos, aperos de labranza, o alguna modalidad de cultivar, son
aves de la llanura cerealista, hábitat conocido también como estepa cerealista, por su similitud con
las auténticas estepas del este de Europa y Asia.
Rastrojo en Tierra de Arévalo.
Estas especies forman parte del grupo
de las aves esteparias, uno de los
más amenazados a nivel mundial. Se caracterizan por tener un plumaje, generalmente,
mimético, dominando los tonos pajizos, anidan directamente sobre el suelo entre los interminables cultivos de cereales,
barbechos o rastrojos. Varias de estas especies, han perdido incluso la
capacidad de poder asirse a una rama, pues su adaptación a un medio
desarbolado, les ha hecho perder el dedo posterior de sus patas y sólo tienen
los tres dedos delanteros.
Sería
prolijo enumerar todas las especies de aves esteparias presentes en nuestra
comarca, soy consciente que aburriría a los lectores, por eso sólo citaré las
que me parecen más representativas. Por los estudios de biodiversidad
realizados en la zona, las dos más abundantes con diferencia son la calandria común y la cogujada común, seguidas a cierta
distancia por el triguero, terrera común y bisbita campestre.
Entre las rapaces contamos con el aguilucho cenizo y el cernícalo primilla en primavera/verano
y el aguilucho pálido y el esmerejón en otoño/invierno. Estas rapaces
se alimentan, principalmente de roedores ambos aguiluchos, casi exclusivamente
de insectos el primilla y de pequeños pájaros el esmerejón. Estos dos últimos
no son estrictamente esteparios, pertenecen a la familia de los halcones y son
las rapaces diurnas más pequeñas de Europa.
Ilustración de Antonio Ojea Gallegos
En contrapartida a estas pequeñas
rapaces, nuestros campos cuentan con un record absoluto: la avutarda, que es el animal más pesado
del mundo capaz de volar. Especialmente los machos, que pueden llegar a pesar
20 kilos y superar los dos metros y medio de envergadura, especie reina de la
estepa cerealista, a la que ya dediqué el relato “Por las mieses de Otar” del mes de abril. De la misma familia es el
sisón, pero mucho menor que su prima
la gran avutarda. Las poblaciones de estas dos especies tienen tendencias bien
diferentes, mientras que la población de avutardas se mantiene en torno a los
500 individuos en la comarca, la de sisón está cayendo paulatinamente cada año,
perdiéndose territorios de cría que no son ocupados por nuevos ejemplares.
Ilustración de Antonio Ojea Gallegos
Otra especie representativa de estas
llanuras cerealistas es el alcaraván,
emparentado con aves limícolas de hábitos acuáticos como chorlitos o avefrías,
pero que no depende de las zonas húmedas, viviendo habitualmente en áreas de
secano. Esta ave es de costumbres crepusculares, por lo que es conocido también
con el nombre de “dormilero”, porque su reclamo agudo y dulce parece invitar a
dormir al resto de las aves diurnas.
Ilustración de Antonio Ojea Gallegos
Para no alargar demasiado esta
enumeración de aves esteparias, quiero acabar con dos de las que resultan más
desconocidas para el grueso de la población, la ganga ortega y la ganga
ibérica. Estas dos especies se consideran características de zonas
semidesérticas y tienen la particularidad de acudir a beber diariamente a
pequeños lavajos o lagunas, ya que su alimentación exclusivamente granívora no
les aporta el agua suficiente para vivir. Estas dos especies son parecidas
entre sí y del tamaño de una paloma. Su principal rasgo distintivo es el sonido
que emiten al volar, muy gangoso en el caso de la ganga ibérica y sonando como churrrr en el caso de la ganga ortega,
por lo que también es conocida por su onomatopeya de “churra”. Otra diferencia
es el vientre, blanco en la ibérica y negro en la ortega.
Ilustración de Antonio Ojea Gallegos
Todas estas aves se encuentran
amenazadas y por tanto se trata de especies protegidas, estando prohibida su caza,
captura, comercialización y cautividad.
Y, aunque no exclusivamente esteparias,
no hay que olvidar por ser habitantes característicos de nuestras llanuras a la
perdiz roja, codorniz y a un
mamífero, la liebre. Especies
cinegéticas, muy codiciadas por la población cazadora de la comarca.
Liebre ibérica (Lepus granatensis).
Tal y como refería en el artículo "Biodiversidad" del mes de marzo, la presencia de estas especies de aves
esteparias, ha motivado que una buena parte de la comarca haya sido incluida en
una Zona de Especial Protección para las Aves: ZEPA Tierra de Campiñas. Una amplia área que se extiende al sur del
Duero entre las provincias de Valladolid, Salamanca y Ávila. Y que
permite a la administración pública, desarrollar programas de conservación
específicos para el hábitat de las distintas especies de aves protegidas,
acordes con el modo de vida de la sociedad rural.
Aunque, por su extensión, parece un
hábitat fuera de peligro, dejo para otra ocasión las múltiples amenazas que
hacen que las estepas cerealistas y sus habitantes, las aves esteparias, estén
pasando por unos momentos delicados. Sólo espero que en las madrugadas de
primavera, jamás falte el concierto de cientos de calandrias emitiendo sus
trinos amorosos tanto en vuelo como posadas, auténtica y maravillosa sinfonía
de vida en la Tierra de Arévalo.
En Arévalo,
primavera - verano de 2010.
Autor:
Luis José Martín García-Sancho
Paisaje de la Tierra de Arévalo.
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