viernes, 11 de julio de 2014

TETAS JOROBADAS

    Foto: Nadia Wicker

TETAS JOROBADAS®

Por: Luis José Martín García-Sancho

Son las seis y media de la tarde. Alexia se lava cuidadosamente sentada en el bidé del cuarto de invitados de cara a la pared, mientras dos lagrimones se deslizan por su mejilla derecha.
Juanón se acerca a ella y le acaricia el hombro con dos dedos.

- ¿Ves tonta? -dice Juanón mientras deja tres billetes de 500 doblados dentro del vaso junto a un tubo dentífrico casi gastado-, no ha sido para tanto. Así podrás ir al funeral. No me digas que no soy una buena persona. Fíjate, lo poco que tú me has dado y todo lo que yo te doy. Y, ya sabes, si quieres que te pague el billete de vuelta -mientras le besa delicadamente en el hombro-, pásate mañana por mi despacho antes de ir al aeropuerto. No sabes tú muy bien lo cómodo que es el sillón de piel de leopardo que tengo.

Alexia retira el hombro con asco, mientras hace chirriar la vulva de lo fuerte que la frota, recordando aquel bigote áspero y maloliente, hace tan sólo un instante, besuqueando y baboseando su cuello con ímpetu.
Juanón sale de la habitación de invitados y baja las escaleras de dos en dos.

- Muy contento estás tú hoy hermanito -le dice Mariví que cruza el hall con un vermut en la mano- ¿No habrás visto a Alexia? Va a empezar a llegar la gente y aún no ha preparado la mesa en el salón de té. No sé qué le haces últimamente que cuando llegas se pone nerviosita. Fíjate, yo creo que le gustas, por lo tonta que se pone, que es que no da ni pie con bola.
- Mujer no seas tan dura con ella -contesta Juanón intentando poner un gesto de desagrado-. Estará así porque esta misma mañana se ha enterado de que han matado a tiros a su padre y a su hermano ¿Cómo quieres que esté?, Marivivi, ¿cómo estarías tú si me hubieran matado a mí a tiros?
- Anda, anda, no seas coplero -protesta Mariví con un mohín de desaprobación-. Y no me llames Marivivi, que no me gusta. Bastante tengo yo con aguantarla. Toda la santa mañana suspirando y gimoteando cada dos por tres. Ya le he dicho: "cariño, deja de pensar en tu familia que nada puedes hacer por los muertos y concéntrate en tu trabajo para que te ayude a paliar tu dolor y su pérdida. Mañana estarás con ellos. Ahora no puedes hacer nada, excepto cumplir con tus obligaciones y no dejarme tirada con tantos invitados" ¿No crees que he hecho bien en intentar que esté entretenida para hacer más corta la espera? Yo creo que es lo mejor, hasta que no salga mañana su vuelo, que trabaje. Además me da grima tener que buscar, precisamente hoy en el cumpleaños de la niña, a una sustituta con los invitados a punto de llegar. ¡Uy, no, qué horror! Mira, se me revuelve el estómago sólo de pensarlo.
- Eres una tirana -contesta Juanón pellizcando las mejillas a su hermana-. Deberías haber pagado a Alexia un vuelo privado para que llegase hoy mismo a su país y acompañar a los suyos en este dolor -mientras se golpea el pecho teatralmente con la palma de la mano-. Eres más vil que Cruella de Vil.
- Quita, quita. Qué fácil es ser generoso con lo ajeno -protesta Mariví-, además no tengo tanto dinero. Ya sabes que tu cuñadito ha regalado a Pauli diez mil euros por su cumple para que se opere de una vez. Un capricho, ya ves, que no sabe decir que no a todo lo que le pide nuestra hija, que si no fuera por mí estaría malcriada. Además no tengo por qué ser una hermanita de la caridad con todos estos inmigrantes que aparecen hasta debajo de las piedras. 
 
         Al mirar hacia la escalera, descubren a Alexia, vestida de negro con delantal y cofia blanca, asomada a la barandilla. Juanón arrebata el vermut a su hermana, levanta el vaso hacia la joven criada y, con una sonrisa forzada, se gira hacia la entrada y sale por la puerta principal al jardín.

- Gracias por la copa hermana -grita Juanón mientras desaparece por la puerta.
- Vamos Alexia -ordena Mariví bajando la mirada-. Apresúrese, que aún hay mucho que hacer. Y no haga caso de lo que dice mi hermano, ya sabe lo bromista que es. Acuérdese que la mesa del salón de té está aún sin preparar y los invitados llegarán en un cuarto de hora.

         Mientras tanto, Pauli se mira los pechos frente al espejo. Los sube con ambas manos, los junta, los separa, los deja caer para repetir nuevamente la misma operación.
         Llaman a la puerta. Pauli se pone la blusa y contesta: "Adelante". Entra Ximo. Pauli se tira a su cuello, con la blusa abierta, rodeándole con ambas manos y besándole con dulzura.

- ¡Qué sorpresa! -grita la joven mientras repite los besos y los abrazos- ¡Qué alegría que hayas podido venir a mi cumpleaños! Pensé que te ibas hoy mismo al Caribe.
- No, cariño -contesta Ximo-. Te dije que me iba hoy para darte una sorpresa. En realidad me voy mañana. Toma, mi regalo.

         Pauli da un chillido mientras rasga el papel del pequeño paquete que le acaba de entregar Ximo. Abre el estuche y saca una cadenita y un colgante con la figura de una ballena. Inmediatamente se lo pone al cuello sobre sus pechos desnudos y se mira nuevamente al espejo con una risita nerviosa.

- ¡Qué bonito cari! -dice Pauli muy sonriente- ¡Qué bien! Te has acordado de mí ¿Te gusta? -pregunta Pauli mientras se gira hacia Ximo.
- Ya lo creo que me gusta -responde el joven-. Pero me gusta aún más lo que hay debajo.
- ¿Tú crees? -duda Pauli girándose hacia el espejo-. Sólo tengo una 85. Es muy poco, todas mis amigas tienen la 95 ó la 100.
- Claro, así se puede -protesta Ximo-, la mitad están operadas. Son pechos artificiales. Estos son bonitos y naturales -le susurra Ximo al oído mientras la rodea con sus brazos por la espalda para atrapar ambos pechos con las manos-. Seguro que no tienen nada que ver con un trozo de silicona ¡Uhmmm! Tus tetas me vuelven loco ¿Nos da tiempo a uno rapidi…
- Ya lo hemos hablado otras veces cari -le corta Pauli de forma tajante-. Yo quiero unas tetas más grandes. No quiero ser la planeta del grupo. Ya sabes que mi padre me ha regalado una operación de aumento de pecho por mi cumple. Mira -mientras abre el cajón de su coqueta-, estos diez mil euros me los ha dado esta mañana para que haga la primera entrega a la clínica mañana mismo.
- Ya veo que yo no pinto nada -contesta Ximo enfadado-. No te importa mi opinión. Sabes que estoy loco por ti desde que eras una niña sin tetas, entonces, como tú dices,  sí eras planeta, no ahora, y ya me volvías loco. A mí me gustas como eres Pauli, sin aditivos, ni aumentos, ni disminuciones.
- Anda cari, no te enfades que es mi cumple y mañana te vas -responde Pauli poniendo un tono mimoso-. Si yo te voy a seguir queriendo, si voy a ser la misma pero con más pechuga. Tonto, ven aquí, si vas a tener más dónde agarrar.
- La verdad es que no te comprendo Pauli. No hay quién te entienda. Si ganas una talla de pantalón te coges un cabreo monumental. Pero, en cambio, quieres aumentar a toda costa dos tallas de pecho. Quien lo entienda que me lo explique -termina Ximo resignado.

         Se escucha en el jardín delantero un pitido de coche alegre y continuo. Pauli sale corriendo hacia la puerta, dejando a Ximo con los brazos abiertos para abrazarla nuevamente.

- ¡Es mi papo! -grita Pauli mientras se dirige hacia las escaleras-. Le voy a decir que no te has ido al Caribe y que me has dado una sorpresa.

         Pauli llega al hall al mismo tiempo que su padre abre la puerta principal, portando un maletín en la mano izquierda.

- Mira papá -grita Pauli nerviosa-. Ximo ha venido a mi fiesta de cumpleaños. No se ha marchado al Caribe como me dijo ayer. Lo ha hecho para darme una sorpresa. Y mira que colgante tan bonito me ha regalado.
- Ya veo, ya veo -Responde su padre con cierto tono de indiferencia-. Este Máximo es todo un detallista. Bueno, bueno, vaya cetáceo que te ha regalado. Este es uno de esos que todavía cazan los japoneses, ¿no, Máximo?

         Ximo iba a empezar a contestar pero le corta Pauli.

- No empecéis otra vez papá -corta Pauli tajante-. No en la fiesta de mi cumpleaños.
- Tienes razón Pauli -dice Alberto extendiendo su mano derecha a Ximo-. Ven Máximo, acompáñame a la bodega a elegir el vino de la merienda.

         Al ir hacia la bodega atraviesan el pabellón de caza que Alberto ha ido llenando de trofeos de todo tipo. Una decena de cabezas de venados con cuernas descomunales. Varios corzos con la cuerna de tres picos con variados perlados. Machos monteses de largos cuernos en forma de lira, jabalíes con sus pares de afilados colmillos como navajas. Incluso un macho entero de avutarda disecado haciendo la rueda. A Ximo no le agrada entrar en el pabellón. Nunca le ha gustado la caza. El padre de Pauli lo sabe pero disfruta enseñando sus trofeos al novio de su hija. Al pasar junto a uno de los machos monteses Alberto comenta a Ximo que ese ejemplar lo cazó en Gredos acompañando a su majestad.
- Nos subieron en helicóptero hasta el Refugio del Rey -cuenta Alberto despacio, saboreando las palabras-, por las altas praderas se distinguían varias manadas de machos. Los guardas nos guiaron hacia una de las más pequeñas, apenas cinco machos. Pero qué machos. Uno de ellos tenía los cuernos más grandes que había visto nunca. Nos apostamos tras unas rocas, los animales parecían confiados. Quizás las bolas de sal dispersas por aquella pradera habían ayudado a que se mostraran más confiados de lo normal. Uno de los celadores nos indicó los dos machos sobre los que debíamos disparar. Yo maté al más grande, un medalla de oro, porque se me puso a tiro antes que a su majestad. Pero los guardas se lo adjudicaron al rey y a mí me dieron este que no está nada mal, ¿verdad? y siempre podré presumir que lo mató el mismísimo rey.

         Ximo no atiende. Ha oído tantas veces esa historia que le aburre. Casi le repugna el que se pueda matar así a un animal tan noble. Pasan al fondo del pabellón donde hay un buen número de rifles, escopetas y trofeos mayores como leones, búfalos, antílopes, osos, incluso un par de manos de gorila que hacen las veces de cenicero.

- ¿Estos también los has matado con su majestad? -pregunta Ximo al pasar junto a un par de colmillos de elefante africano-. Fue en Botsuana, ¿no?
- Tengamos la fiesta en paz, hijo -corta Alberto muy serio, mientras le da unas palmaditas en las mejillas-. Se lo hemos prometido a mi hija.

         Cuando entran en el salón de té ya han llegado casi todos los invitados. La tía Margot, esposa del tío Juanón, con sus tres hijos Juan, Anselmo y Margarita. Beatriz, vecina y una de las amigas operadas de Pauli, con sus padres Gloria y Ernesto, catedráticos de la Universidad y socios, a su vez, del bufete de abogados que regentan Mariví y el tío Juanón y, por último, Alba y Sole, vecinas y amigas de Pauli, con su madre, Soledad, de quien dicen que le viene el nombre de perlas pues Juan Pablo, su marido y uno de los mejores clientes de Alberto, raramente está en casa. Como siempre, sólo falta por llegar Maurita, una amiga sotera de la familia que se apunta a todas las fiestas. Al parecer, fue novia del tío Juanón en su juventud y aún le pone ojitos en cuanto la tía Margot se despista, que es con mucha frecuencia.
         Cuando llega Maurita ya están sentados a la mesa. Pauli abre todos los regalos con mucha alegría. El que más ilusión le ha hecho es un sujetador de la talla 95 de la prestigiosa marca italiana Christine, especialmente por la dedicatoria: “Para que tus nuevos pechos encuentren la mejor acogida. Con cariño Sole y Alba”. Todos ríen y celebran la ocurrencia excepto Ximo que se muestra serio e indiferente. Alberto se da cuenta. Sus miradas coinciden. Ximo se pone aún más serio, incluso frunce el entrecejo. Alberto le aguanta la mirada, hasta que empieza a reír de forma exagerada al ver a su hija con el sujetador puesto por encima de la ropa.
         Entonces, Mariví toca la campanilla. Son las siete menos cuarto. Inmediatamente aparece Alexia con su uniforme, al que ha añadido unos guantes blancos y, sopera en mano, comienza a servir una crema de marisco templada. Maurita, que está sentada entre Gloria y Ernesto, se da cuenta de cómo Juanón mira a la muchacha. La está desnudando con la mirada, piensa mientras Alexia continua sirviendo con delicadeza cada plato. Al llegar a la altura de Gloria, Maurita golpea disimuladamente con su codo el codo de la sirvienta, lo que provoca que parte de la cucharada se vierta sobre el vestido de Gloria.

- ¡Por dios muchacha! -protesta Gloria airada-. Mira cómo me has puesto. Si no fuera el cumpleaños de la niña, le pediría a Mariví que te pusiera de patitas en la calle.
- Disculpe señora Gloria -Dice Alexia casi llorando-. Quítese el vestido si quiere y yo misma se lo intentaré limpiar.
- ¡Vamos, anda, mona! Voy a dejar yo que pongas tus manos en este vestido, diseño exclusivo de Roberto Torres, para que me lo destroces.
- Váyase ahora mismo a su cuarto a meditar sobre lo ocurrido -interviene Mariví arrebatando a Alexia la sopera y el cazo-. Ande, ande. Si quiere haga las maletas y váyase al aeropuerto, que para lo que está haciendo... Esta chica está cada día más tonta. Perdona amor. Ya veremos cómo podemos arreglar este desaguisado ¡Qué horror! Si es que lo tiene que hacer una todo. No puedo con ella.
- Pauli, cariño -continua Mariví-. Por favor, acompaña a Gloria a mi vestidor y mirad a ver qué vestido se puede poner, una 40, ¿verdad, amor?
- No, no guapa, lo que me faltaba, ¿con qué ojos me ves? -protesta Gloria mientras se levanta frotándose con una servilleta-. Una 38 y gracias.
 - Mira a ver si te vale el vestido fucsia de Marino y Luciano -grita Mariví mientras Gloria y Pauli suben por las escaleras-, ese que me ponía cuando estaba más rellenita.
- ¡Qué mala es tu madre! -se oye protestar a Gloria-. Se empeña en que estoy más gorda que ella. Si desde que nos conocemos de la uni siempre he gastado una 38, no como ella, que ha llegado a gastar una 42 ó 44.
- Por cierto -interviene Ernesto-, hablando de la universidad, mirad qué sorpresa me he llevado al abrir el periódico universitario esta mañana.

         Ximo se queda mirándole fijamente. Intuye por dónde van los tiros. Ernesto abre el periódico y busca entre sus páginas.

- Aquí está -sonríe Ernesto mientras comienza a leer-, "Activistas y simpatizantes del grupo ecologista Blue Sea Green Forest se manifiestan en la Facultad de Biología con el objetivo de recaudar fondos para su campaña contra la caza de ballenas que empezará este mismo mes entre las aguas del Atlántico tropical y el sur del Caribe". Pero mirad la foto, a ver si reconocéis a uno de los que aparecen colgados de las ventanas del tercer piso desde donde desplegaron una pancarta gigante con el lema "no a la caza de las ballenas".
         Todos se levantan para mirar la foto con curiosidad. Todos menos Ximo y Alberto, que permanecen sentados mirándose el uno al otro. En ese momento regresan Pauli y Gloria.

- Mira hija -dice Alberto con tono socarrón-. Mira como el radical de tu novio se descuelga por las ventanas de la facultad como una cabra. En lugar de estudiar y aprender a callar y a ser tolerante con otras culturas, que es lo que debería hacer.

         Ximo se levanta de la mesa y sale de la sala, da vueltas por el hall con los puños apretados, quiere contenerse, prefiere tranquilizarse. Finalmente se dirige a la cocina a beber un vaso de agua. Mientras traga, escucha unos gimoteos contenidos. Se asoma a la puerta de la cocina que da al jardín trasero y encuentra a Alexia sentada en las escaleras, llorando con la cara tapada por las rodillas. Ximo le ofrece un poco de agua.

- No llores Alexia -dice Ximo con voz tenue y cálida-. No merece la pena. Ninguna de las engreídas personas que están sentadas a la mesa merece que derrames ni una sola lágrima por ellas.
- No lloro por eso, señorito Máximo -contesta la muchacha con la cara empapada en lágrimas y los ojos enrojecidos por el llanto-, lloro porque echo de menos a mi mamá. Porque me gustaría estar ahora mismo con ella. Porque siento no poder acompañarla en estos momentos de dolor.
- ¿Qué le ha pasado a tu madre? -pregunta Ximo- ¿Está enferma?
- No, no es eso, señorito Máximo -responde Alexia algo más calmada-. Es que esta misma mañana han matado a tiros a mi papá y a mi hermano y, como comprenderá usted, me gustaría estar ahora mismo allí para abrazarla y acompañarla en su dolor.
- Pero eso es terrible, ¿cómo puedes estar aquí trabajando pensando en que han asesinado a tiros dos miembros de tu familia?, ¿cómo pueden hacerte esto? Es inhumano.
- No, señorito Máximo, no hable usted así de mis señores. Ellos siempre se han portado muy bien conmigo. Bueno el señor Juan, el hermano de mi señora no tanto. No, el hermano de la señora no debería haberse aprovechado de mi situación. Yo soy una chica honrada y trabajadora, así me educaron mis papás desde que era una niña. El hermano de la señora no debería haber utilizado la muerte de mi papá y de mi hermano para aprovecharse de mí.
- Pero, qué dices Alexia -interroga ahora Ximo muy indignado-. Me estás diciendo que Juanón, el tío de ni novia, se ha aprovechado de ti, ¿ha intentado violarte o algo parecido?
- No, no exactamente -comienza a llorar nuevamente Alexia-. No señorito. No me haga caso estoy hecha un lío. No entiendo nada de lo que me está pasando. Él me chingó, señorito, él me chingó. Pero yo me dejé, yo me dejé chingar. Compréndalo señorito Máximo. Yo quería volver a mi país enseguida para acompañar a mi mamá. Quería llegar a tiempo al funeral

         Las lágrimas vuelven a colmar sus ojos y un llanto más amargo aún comienza a brotar de su garganta.

- ¿Qué te hizo ese cabrón? -Pregunta ahora Ximo llorando también-, Te ofreció dinero para volver con tu madre, a cambio de acostarse contigo, es eso, ¿verdad?

         Alexia no contesta. Sólo asiente con la cabeza entre las rodillas. Mientras intenta contener un llanto entrecortado, con hipo. Ximo se sienta junto a ella abrazándola con delicadeza.

- ¡Qué cabrón! -grita Ximo en voz baja con los ojos humedecidos- ¿Cómo se puede llegar a caer tan bajo?, si no le falta de nada ¡Qué hijo puta!
- ¡Qué vergüenza señorito! -responde Alexia con la voz entrecortada por el hipo que le produce el llanto-, no debería habérselo contado. Va a pensar usted que soy una puta y no lo soy, señorito Máximo, no lo soy. Mi papá me enseñó desde pequeña a ser honrada y trabajadora igual que lo era él, igual que lo era mi hermano y, mire, les han matado como a perros.
- Cálmate Alexia, por favor -intenta tranquilizar Ximo-, yo no pienso ni pensaré jamás que eres una puta. Ya veremos cómo se puede arreglar esto. Tranquilízate. A ver, cuéntame, ¿por qué han matado a tu padre y a tu hermano?
- Por la gente del partido del general -cuenta Alexia intentándose calmar-. Ya les amenazaron con violarme si no contrataban a la gente del partido ¿Sabe? Mi papá tiene un barco de pesca, lo bautizó “MARIOLA” en honor a mi mamá, lo escribió con grandes letras doradas, dijo que nos traería suerte. Y la verdad es que nunca nos fue mal. Hemos sido gente trabajadora. Al empezar la campaña de la sardina, le fueron a visitar a mi papá. Le dieron cinco nombres de gente del partido o amigos suyos para que los contratara. Al despedirse le dijeron: “Señor Anselmo, debería usted salir a pescar con estos amigos nuestros, así estamos todos contentos. Usted pesca sus sardinas y gana su platita y nuestros amigos pueden llevar algo que comer a sus casas para que sus hijitas se puedan poner tan sanotas como su Alexia. Se comenta mucho en el puerto lo guapetona que se está poniendo su hija. Sería una pena que le pasara algo malo, ¿verdad, señor Anselmo?”.
 
- Mi papá, siempre ha sido un hombre tranquilo y trabajador -continua Alexia-. Me ha repetido muchas veces que en la casa manda mi mamá y en el barco sólo manda él. Así que reunió todos los ahorros que tenían, pidió algo a los abuelos y a los tíos y me envió para acá, jamás consentiría que me pudiera pasar algo malo. Después, contrató a los que quiso, como siempre lo hacía. Dice que en el mar no vale cualquiera y que la experiencia siempre puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. No eligió ningún nombre de la lista. Yo llevo aquí un año. Casi todo lo que he ganado se lo he enviado a mis papás para que devolvieran lo que habían pedido prestado para que yo pudiera venir a trabajar a casa de los señores. Ahora empezaba una nueva campaña de la sardina. Llegó una nueva lista y mi papá volvió a ignorar las amenazas. Hoy, mientras descargaban las cajas con la pesca del día, se ha acercado un auto y los han tiroteado desde las ventanillas. Han matado a mi papá, a mi hermano y a Andrés, uno de los marineros que mi papá contrata habitualmente, y han herido a otros dos. Como ve, en mi país vale muy poco la vida de una persona. O haces lo que te dicen o te matan, no más. Eso es lo que vale una vida por allá. Como ellos te recuerdan con mucha frecuencia, vives hasta que sus balas quieren. No más, señorito Máximo, no más.
- Entonces, no tenías dinero para pagar el billete de avión, ¿verdad? -pregunta Ximo-, y has tenido que acceder a los deseos del cerdo del tío Juanón. Pero, dime Alexia, ¿acaso no saben Mariví y Alberto que no tienes dinero porque casi todo se lo envías a tu familia?
- Supongo que sí, no lo sé -contesta Alexia volviendo a llorar de nuevo-. Se lo quería pedir, para devolvérselo después con mi trabajo, pero me daba mucho respeto porque la señora siempre anda diciendo que ella no es una hermanita de la caridad. Además hoy mismo la he oído que decía a su hermano que el señor se había gastado mucho dinero para la operación de pecho de la señorita Paula. Perdone, lo he escuchado sin querer. No sé qué hacer, estoy hecha un lío. Si acepto el dinero del señor Juan, todos van a pensar que soy una puta. Pero si se lo devuelvo, no me podré ir mañana a acompañar a mi mamá, ¿qué hago señorito? ¿Qué hago?

         Alexia rompe a llorar de nuevo con fuerza, Ximo la abraza e intenta consolarla.

- No te preocupes -le dice Ximo al oído-, yo te daré el dinero que necesitas.
- Que asqueroso eres Ximo -irrumpe Pauli en la puerta de la cocina- ¿Qué estás haciendo abrazado a esta cerda a mis espaldas? Ya me lo había advertido mi padre.
- No estoy haciendo nada -protesta Ximo-, no sabía que han matado a los padres de Alexia. Y no la trates así, no es ninguna cerda. Sólo una mujer que está lejos de su casa y sufre.

         Alexia intenta reponerse, dejar de llorar. Quiere pedir perdón a Pauli pero sus palabras surgen entrecortadas por el hipo del llanto. No se entiende nada de lo que dice y sale corriendo precipitadamente, entra en la cocina y se dirige hacia su habitación.

- Ya, ya veo -Insiste Pauli con desdén-. Debería haber hecho caso a mi padre hace tiempo. Te he pillado abrazando y besando a la criada y encima soy yo la mala. La que falto al respeto a una guarra que lo único que pretende es quitarme el novio y, por lo que oigo, dejarte sin un céntimo.
- Te repito, cariño, que he venido a la cocina y la he visto llorando y me ha partido el corazón porque no sabía que…
- Ya, ya -continúa el reproche de Pauli-. Eres un cerdo y ella una puta, como todas las que vienen a España a buscar un marido rico que las saque de la miseria.
- Nunca has hablado con Alexia de su familia, ¿verdad? -dice Ximo intentando no alzar la voz-, nunca habéis hablado con ella sobre los motivos por los que ha tenido que huir de su país. Por qué ha tenido que abandonar a su familia.
- ¡Qué tonterías dices! -contesta Pauli alzando la voz-, ¡qué sé yo, será por hambre! Como todas las de su calaña.
- Entonces, no sabes nada de su vida -insiste Ximo con voz tranquila-. No sabes que su padre era marinero, que tienen un barco de pesca y que vivían bien…
- Y tú qué sabes -corta Pauli nerviosa y alzando aún más la voz-. Tú qué sabes, ¿eh? Te crees todo lo que te cuenta. Vamos a ver, si vivía tan bien de la pesca, por qué coños ha venido a trabajar aquí de criada roba novios. Eres un cabrón, la crees a ella más que a mí.
- Pero Pauli, cariño -intenta reflexionar Ximo-, si tú sólo has dicho que está muerta de hambre y que intenta robarte al novio y eso es mentira.
- Tú sí que eres un mentiroso -insiste Pauli-, Si ya me lo lleva diciendo mi padre mucho tiempo, que eres un ecologista sandía y el día menos pensado me dejarás por una de esas que enseñan los pechos para protestar delante de los políticos o de las celebridades.
- Y, qué significa eso de sandía, si puede saberse.
- Que eres verde por fuera y rojo por dentro -contesta Pauli.
- Y, qué quiere decir tu padre con eso -insiste Ximo-, que soy un comunista o algo así.
- No, que engañas -responde Pauli-, que a primera vista pareces un ecologista moderado y en realidad eres un ecologista radical de esos que están en contra de la propiedad privada y del progreso. De esos que se cargarían la fiesta nacional, todas las presas y las centrales nucleares.
- ¿Es eso lo piensas tú de mí? ¿Qué pinta tu padre en todo esto? -pregunta Ximo perdiendo un poco la paciencia-, tú sólo haces lo que te dicen tus padres. A mí sólo me tienes como un capricho para presumir delante de tus amigas de lo progre que eres con un novio ecologista.
- No es cierto, eso sí que es mentira -vocea Pauli-, si así fuera, si sólo hiciera caso a mis padres, ¿tú te crees que estaría contigo?
- Vamos, anda, Pauli -pierde la paciencia Ximo-. Si hasta tu papaíto te prepara las papeletas en las elecciones.
- No es cierto -empieza a llorar Pauli- Sabes que en las últimas elecciones fui a votar contigo.
- Lo que te dijo tu papo -insiste Ximo-. Jamás te he preguntado a quién votas ni quiero saberlo. Es tú elección o, al menos, debería serlo.
- Claro, Claro, ahora que has encontrado a una puta -contesta Pauli entre llantos-, no quieres saber nada de mí.
- Yo no he dicho eso -dice Ximo indignado-. Hablando de saber el uno del otro, ¿sabes Pauli?, ni siquiera me has preguntado a qué voy al Caribe.
- A qué vas a ir. De vacaciones, ¿no?
- No, no, ¿ves cariño? -dice Ximo otra vez con tono tranquilizador-, eso es precisamente lo que quiere tu padre que creas.
- Entonces, ¿a qué vas?
- A luchar contra los balleneros japoneses -responde Ximo acercándose a ella-.Voy como activista de Blue Sea Green Forest para intentar salvar a las ballenas que se acercan al Caribe por estas fechas.
- ¿Ves? Es lo que dice mi padre, ¿qué te dan a ti las ballenas que las antepones a nuestra relación?
- Yo no antepongo nada a lo que hay entre nosotros Pauli. Pero si no lo comprendes creo que todos estos años hemos perdido el tiempo. No sé, no sé, tú no entiendes lo de los bosques o lo de las ballenas y yo no entiendo cómo pueden ser más importantes unas tetas de goma que nuestra relación.

         Entonces, Pauli se va corriendo hacia su cuarto, mientras balbucea algo entre llantos que Ximo es incapaz de entender. Intenta ir tras ella pero se cruza en el pasillo de la cocina con Alexia que va cargada con una maleta de ruedas, una gran bolsa de viaje y una mochila.

- Me voy señorito Máximo -le dice Alexia tendiéndole la mano-. Muchas gracias por su ayuda. Me ha tranquilizado mucho desahogarme con usted. Diga a la señorita Paula que me perdone si en algo la he ofendido. La verdad es que siempre se ha portado bien conmigo. La tengo mucho aprecio.
- No Alexia -contesta Ximo-, no me trates de usted, por favor. Se puede decir que ya somos amigos, llámame simplemente Ximo. Y gracias a ti. Eres tú la que me has ayudado a comprender ciertas cosas que no quería ver aunque estuvieran delante de mí ¿Sabes cuál es mi coche? Pues toma las llaves, mete las maletas y espérame dentro. No voy a permitir que pases toda la noche en el aeropuerto. Subo a hablar con Pauli y bajo enseguida, no puedo irme mañana de viaje dejando así a Pauli, me importa demasiado.
- No por favor -contesta Alexia-, no se preocupe por mí. Hay una parada de autobús llegando a la autovía, apenas a cinco minutos. Bastante daño les he hecho ya usted y a la señorita Paula.

         Pero Ximo ya no la escucha y se dirige apresuradamente hacia las escaleras mientras el reloj del hall comienza a dar siete campanadas.

         Tres semanas más tarde, el señor Alberto estrella un vaso de whisky contra la pared, cuando abre un enlace de vídeo que le han enviado a su correo electrónico. Son imágenes del grupo ecologista Blue Sea Green Forest, sobre su campaña por el Caribe contra los balleneros japoneses, tomadas desde un helicóptero: Mientras el barco nodriza de los ecologistas se acerca al costado de un ballenero japonés, intentando abordarlo para desplegar una pancarta, un pequeño pesquero se interpone entre la proa del arponero y un grupo de ballenas jorobadas. El arpón pasa por encima del barco pesquero y se hunde en el mar. "Han fallado, han fallado". Se oye gritar al locutor. Entonces la cámara hace un zoom para acercarse al pequeño pesquero de nombre "MARIOLA", escrito con grandes letras doradas. La cámara hace un barrido por la cubierta en la que se distingue a dos personas. Aumenta el zoom para captar la alegría de los tripulantes. Ahora se reconocen perfectamente sus caras, son Alexia y Ximo, se abrazan haciendo el símbolo de la victoria con sus dedos, mientras miran a la cabina del patrón donde parece haber un tercer tripulante. El helicóptero se acerca hasta lograr enfocar al timonel. Es Pauli que sonríe con una mano en el timón y con la otra haciendo el mismo símbolo que sus compañeros. Luce una camiseta con el dibujo de una ballena en la que se puede leer en letras mayúsculas:

"POR CONSERVAR LA 85, SALVO BALLENAS"

"GRACIAS PAPÁ"

 Arévalo, 27 de diciembre de 2013.
 

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