Cuando allá por 1931, en la segunda república,
Clara Campoamor, elegida diputada por Madrid por el partido Radical, defendió
en el Parlamento español el sufragio femenino, es decir, que las mujeres
pudieran votar en todas las elecciones, muchos parlamentarios de distintas ideologías
y partidos políticos se la echaron encima, como Victoria Kent o Roberto Novoa, porque
pensaban que una buena parte del voto femenino estaría dirigido o influenciado
por la iglesia católica y, por tanto, sería un voto de derechas y contrario a
la república.
Finalmente, la propuesta quedó aprobada por una
mayoría simple: 161 votos a favor, 121 en contra y 188 abstenciones, una abstención
muy superior a la de los votos favorables. Al parecer, había muchas dudas sobre
si la mujer era capaz de elegir libremente a los representantes políticos. De esto no hace ni noventa años, hoy en día, nadie
duda de la capacidad de la mujer para elegir, entre otras cosas, porque poner
en duda esa capacidad de libertad de las mujeres es anticonstitucional.
Pero ustedes se estarán preguntando qué tendrá
que ver el voto de la mujer con el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ),
es decir, con el órgano de gobierno de los jueces y, por tanto, de uno de los tres
poderes del Estado: el Judicial, así reconocido en la Constitución de 1978, que
en el punto 2 de su primer artículo dice lo siguiente:
“La
soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.”
No dice que la soberanía nacional resida en los
partidos políticos, ni que de estos emanen los poderes del Estado. Dice, de forma
clara, que reside en el pueblo español, es decir en usted, en mí, en todos y
cada uno de nosotros. Entonces, según el artículo 117 de la Constitución: “La justicia emana del pueblo y se
administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder
judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al
imperio de la ley.”
La clave constitucional está, entonces, en que la
justicia emana del pueblo y en la independencia
de los jueces y magistrados respecto a los otros dos poderes del Estado, el
legislativo y el ejecutivo.
Es cierto que, a los miembros del poder
legislativo, es decir, diputados y senadores, los elige el pueblo español, pero
el pueblo español no elige al gobierno de los jueces, al CGPJ. Para muchos,
como a los parlamentarios los elegimos nosotros, si los parlamentarios eligen
a los miembros del órgano de gobierno de los jueces, es como si los estuviéramos eligiendo nosotros
mismos. Que para qué tantas elecciones, que nos vamos a cansar de votar, que no
somos capaces de discernir qué juez o qué jueces deben ser los que dirijan el
poder Judicial, y que, por lo tanto, los diputados y senadores deben encargarse
de elegir, puesto que ellos sí entienden y, al fin y al cabo, han sido elegidos
por el pueblo español.
Sinceramente, creo que negar a los españoles de
a pie la capacidad de saber o de poder elegir a uno de los poderes del estado es
hacernos a todos de menos. Lo comparo con el querer negar el voto a la mujer,
hace 90 años, porque sería incapaz de elegir libremente y podría estar manipulada.
Por otro lado, la clave está en la palabra “independientes”.
Difícilmente, uno de los poderes del estado, el judicial, será independiente de
los otros dos, legislativo y ejecutivo, si a los miembros del poder judicial
los eligen miembros de los otros dos poderes. Esta táctica, pactada entre
partidos políticos, que se ha venido produciendo durante todo el periodo
democrático, lo único que ha conseguido es prostituir la independencia del
poder judicial. Si los partidos eligen a los jueces que deben dirigir el CGPJ,
¿dónde coños está la independencia judicial?, ¿dónde cojones está “La soberanía nacional reside en el pueblo
español, del que emanan los poderes del Estado.”?
Repito una vez más, pensar que el pueblo
español no está preparado para elegir al gobierno de los jueces, es hacernos a
todos de menos, igual que se hacía de menos a las mujeres por no permitirlas
votar hasta la segunda república, hasta bien entrado el siglo XX.
No se debe tener miedo a las elecciones, a los
sufragios, a los referéndums, pues una sociedad que no se atreve a elegir su
destino es una sociedad acomplejada y, por supuesto, menos libre.
En Arévalo, a diecisiete de octubre de 2020.
Estoy de acuerdo en gran parte del escrito.
ResponderEliminarLa elección del los representantes en el poder judicial me parece un tema bastante complejo. En cualquier caso, lo que debe estar claro es la independencia del poder judicial con respecto al poder ejecutivo. Se trata de un poder del estado, no del gobierno.
Lo último de lo último sobra.
ResponderEliminarSobra o no, depende para quién, depende para qué.
EliminarSinceramente le agradezco su opinión Anónimo de 15 de noviembre de 2020, 20:43.
Lo cierto es que el pueblo no ha elido al Jefe del Estado. La mayor parte de los que ahora votamos ni siquiera éramos mayores de edad cuando se votó la Constitución en 1978, no la votamos.
Habría entonces que repasar si la jefatura del estado debe ser hereditaria, lo que me resulta un anacronismo, o debe ser también elegida por el pueblo.
Repito no debe darnos miedo votar para elegir nuestro futuro.