Bandada de ánsares comunes sobrevolando las lagunas de El Oso. Foto: PEPE RODRÍGUEZ
Luis José Martín García-Sancho
Ojalá se equivoquen.
Varios científicos hablan
del efecto invernadero, del calentamiento global debido a las emisiones de
gases derivados del carbono. Se anuncian catástrofes cada vez más frecuentes,
provocadas por cambios climáticos extremos, que producirán huracanes, tifones,
inundaciones, sequías, disminución de acuíferos, deshielos, desaparición de
zonas costeras engullidas por los mares.
Hace poco se ha celebrado la
cumbre del clima en Paris. Lo de siempre, buenas intenciones pero pocos
compromisos serios por parte de los grandes países contaminadores. Dicen que el
objetivo es que no suba más de dos grados la temperatura media del planeta a
finales del presente siglo con respecto a la época preindustrial para ello se
deben reducir drásticamente las emisiones de carbono a la atmosfera. Bla, bla,
bla... política al más alto nivel pero política rancia al fin y al cabo.
Algunos animales y plantas
nos lo están diciendo, ¿no me creen? Los llamamos bioindicadores porque son
seres vivos que, a través de su conducta, nos dicen que algo está cambiando en
su entorno, en el clima. Hace muy poco he leído un artículo en la revista
Quercus sobre las migraciones de los gansos, escrito por Mariano Rodríguez
Alonso, director de la reserva de las lagunas de Villafáfila, Jesús Palacios
Alberti, jefe de la sección de espacios naturales y especies protegidas de
Zamora, y mi amigo Enrique Gómez Crespo, técnico de la sección de espacios
naturales de Palencia y coordinador de los censos de aves acuáticas de esta provincia.
En dicho artículo se preguntan si debido al cambio climático pueden llegar a
desaparecer los gansos como invernantes en el centro de España. Relatan el caso
ya conocido del ánsar campestre (Anser
fabalis): Esta especie de ganso era la más abundante a principios del siglo
XX en la mitad norte de la península según los estudios del profesor Francisco
Bernis, pionero de la ornitología moderna. Pero a partir de mediados de siglo
empieza un lento declive hasta que su presencia quedó reducida únicamente a las
lagunas de Villafáfila primero y al cercano embalse de Ricobayo después. Y en
este último enclave se documenta su espectacular declive: A principios de los
ochenta invernaban allí unos 4.000 ánsares campestres, en 1990 se censaron tan
sólo 134 individuos y a partir del año 2003 desapareció. Desde entonces sólo se
han visto ejemplares aislados entre grandes bandos de ánsares comunes,
concretamente en las lagunas de El Oso en 2014. Igualmente se observó que,
paralela a la disminución de la población, el periodo de invernada del
campestre disminuía en la mitad sur del continente europeo, cada vez llegaban
más tarde y se marchaban antes. En cambio, en la mitad norte de Europa su
población aumentaba.
Arriba: ánsar campestre (Anser fabalis) Foto: LECURU
La principal diferencia con el ánsar común (abajo) está en el pico más oscuro en el campestre.
Ánsar común o ganso común (Anser Anser) Foto: PEPE RODRÍGUEZ
Mientras el campestre
desaparecía, la población del ánsar común (Anser
anser) en Castilla y León se incrementaba de forma espectacular. Hasta los
años setenta era prácticamente una especie de paso hacia Doñana. Pero a partir
de los ochenta la población invernante de ganso común empieza a crecer hasta
alcanzar la cifra de 39.296 individuos censados en las Lagunas de Villafáfila
en el año 1999. Igualmente en este periodo en nuestra comarca, debido
seguramente a la recuperación de las lagunas de El Oso, la población invernante
pasa de tener unos pocos centenares a los 2.000-2.500 gansos comunes censados
durante los primeros años del presente siglo. La población invernante en
Castilla y León alcanzó su máximo en enero de 2006 con 66.171 ánsares comunes.
A partir de este año
comienza un progresivo declive poblacional y una reducción del periodo de
estancia en España, llegan más tarde y se marchan antes, exactamente la misma
tendencia y comportamiento descrita en su primo el ánsar campestre años atrás. Por
el contrario, la población de ganso común en el norte de Europa ha aumentado de
forma espectacular.
Este declive poblacional
también se ha notado en las lagunas de El Oso, documentado gracias a los censos
periódicos realizados por mi, también amigo, José María García Jiménez donde se
observan cifras máximas de invernada de 982 individuos en enero de 2014, 861 en
febrero de 2015 y 689 en diciembre de 2015, como se ve, en disminución y nada
que ver con los dos millares largos censados entre 2002 y 2006.
Esta tendencia puede ser
debida al cambio climático: su merma poblacional en las zonas de invernada no
se debe a un descenso real de la población sino que un número cada vez mayor de
gansos o no migran o realizan viajes migratorios más cortos. Por ejemplo, en
los ochenta Holanda tenía una población casi testimonial de ánsares comunes
invernantes, mientras que en la actualidad cuenta con más de 400.000.
Según los expertos citados
anteriormente, de mantenerse la actual tendencia, podría suponer la
desaparición del ánsar común como invernante en España en pocos años. Las aves
migratorias nos hablan a su manera, nos dicen que el clima está cambiando, que
las temperaturas medias están subiendo, que el frío invierno nórdico ya no lo
es tanto y que prefieren quedarse más cerca de sus lugares de cría para gastar
menos energías.
Pero la especie humana no
escucha lo que nos dicen y no hace nada para remediar este calentamiento global
anunciado por las aves. Los pasos que damos son demasiado pequeños para
solucionar el problema. Y cuando alguien propone dar un paso adelante para
cortar este efecto, una multitud ya ha dado varios atrás. Y el pretendido
avance en frenar el efecto del calentamiento global, no es más que un nuevo
retroceso.
Ojalá me equivoque y no sea
más que un loco que habla con las aves.
En Arévalo, a 30 de
diciembre de 2015
Luis José Martín
García-Sancho.
Publicado en el número 80 de La Llanura de Arévalo, en
enero de 2016.
Bandada de ánsar común en su típica formación de vuelo. Foto: PEPE RODRÍGUEZ
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