Lavajo estepario. Foto Luis J. Martín
Acto
de presentación a las Jornadas de Naturaleza y Medio Ambiente.
Texto:
Luis José Martín García-Sancho.
Saludo:
Buenas
noches.
Lo
primero agradeceros vuestra asistencia a este acto de presentación de las Jornadas de Naturaleza y Medio Ambiente
que con el lema de “Arévalo,
naturalmente” queremos desarrollar a lo largo de los próximos años.
Con
ellas intentaremos poner en valor la naturaleza cercana: por un lado, aquellos espacios naturales que nos rodean, que
están próximos y, por otro, los recursos
naturales de los que disponemos, aquellos que permiten nuestra
supervivencia, es decir, la relación del
hombre con la naturaleza, que en definitiva no es otra cosa que el medio ambiente.
Estas
I Jornadas de Naturaleza y Medio
Ambiente, que hoy presentamos, se van a desarrollar a lo largo del presente
año y tendrán como tema principal el agua, con el título de “el Agua es Vida”. Porque no os quepa
ninguna duda de que sin agua no hay vida, lo afirmo rotunda y categóricamente, el agua es un generador de vida y de los recursos imprescindibles para que esta
se produzca.
La
primera impresión que nos puede dar al hablar del agua es que se trata de un
recurso inagotable. Abrimos el grifo de nuestras casas y sale agua sin
límite alguno, hasta que nosotros queramos. Por otra parte sabemos que casi el
70% de la superficie de la tierra es agua, lo que nos da una sensación de
disponibilidad prácticamente ilimitada que nos hace pensar que es imposible que tal cantidad de
agua se agote algún día.
Pero
debemos preguntarnos si realmente el agua es un recurso ilimitado y tiene una
disponibilidad sin fin. Veamos: casi la totalidad del agua planetario, concretamente
un 97,5%, es agua salada, es un recurso del que no podemos disponer de forma directa
para nuestra supervivencia. Solo el 2,5% restante es agua dulce, del que
depende la vida de la especie humana. Pero, además, de esta pequeña cantidad,
el 1,5% no está disponible ya que se encuentra congelada en los casquetes
polares. Por tanto solo nos queda el uno por ciento en forma de ríos, lagos,
lagunas o acuíferos. Este 1% es el agua del que en realidad podemos disponer.
Como podéis comprobar, ciertamente el agua no es un recurso inagotable, al
contrario, es muy limitado. Por lo que debemos cuidar, mimar incluso, esta parte de agua que nos queda porque de ello depende nuestra supervivencia.
Esta pequeña porción de agua, comparada con el resto podríamos llamarla “agua vital”.
Esta
falsa percepción de que el agua es casi un recurso inagotable ha acarreado una
serie de problemas tanto en nuestra comarca como en otras vecinas. Todos sabemos
que, actualmente, varios pueblos de los alrededores no disponen de agua potable
pues de sus grifos sale agua contaminada. También en el recuerdo de los que ya
tenemos cierta edad está que en los últimos treinta o cuarenta años se han ido
secando, ríos, arroyos, lagunas y fuentes. Poco a poco hemos sido testigos de
que estas zonas se han ido quedando sin agua.
Río Arevalillo seco. Foto Luis J. Martín
Ante
esta patente e innegable pérdida en cantidad y calidad de agua y de biotopos
acuáticos no debemos quedarnos impasibles. Debemos preguntarnos por qué ha sucedido,
cuáles son las causas, para así intentar buscar soluciones que frenen el deterioro
e inicien la recuperación.
Podríamos
achacarlo solo a fenómenos naturales tales como las precipitaciones o las
temperaturas.
Es
cierto que durante los últimos cincuenta años las precipitaciones han descendido. Según la Agencia Estatal de
Meteorología (AEMET) la cantidad de lluvia y nieve ha decrecido de la década de
los sesenta para acá. De igual forma, según la AEMET, las temperaturas medias han aumentado en el mismo periodo casi medio
grado, que puede parecer poco pero en realidad es una burrada pues este aumento
en tan solo 50 años, de mantenerse la tendencia, supone un serio e invisible
peligro para nuestra supervivencia.
Pero,
esta pérdida tanto en la calidad como en la cantidad de nuestra agua vital, ¿es
solo achacable a estos fenómenos naturales?, ¿no ha tenido nada que ver la mano
del hombre con ello?
Veamos:
Durante
los últimos años, durante los últimos siglos, la mano del hombre ha sometido a estas
comarcas a una constante e incesante deforestación.
Es de sobra conocido que en bosques o zonas forestales las temperaturas no son
tan extremas, las máximas no son tan altas y las mínimas no son tan bajas como
en zonas deforestadas, se puede decir que el
bosque tiene un efecto regulador de
las temperaturas, las suaviza. Por otra parte en los terrenos forestales
las precipitaciones son más cuantiosas y, además, casi toda el agua caída pasa
al acuífero, especialmente en zonas forestales llanas cono es el caso de
nuestra comarca. Por este motivo, son las mejores áreas de recarga de los acuíferos y, por tanto, nutren a los ríos,
lagunas y manantiales.
También
los regadíos vienen directamente de
la mano del hombre y han experimentado un espectacular y descontrolado
crecimiento desde los años sesenta para acá. En muy poco tiempo han pasado de
ser algo testimonial, a contarse por millares en la actualidad. La inmensa mayoría de
estos nuevos regadíos se nutren de agua del acuífero, lo que ha producido, por
un lado, su sobreexplotación con la
consiguiente desecación de ríos, arroyos, lagunas y fuentes pues los acuíferos
de los que se nutren se encuentran cada vez a mayor profundidad y, también, la contaminación de estas aguas subterráneas
lo que hace que en determinadas áreas no sean aptas para el consumo humano.
Regadíos. Foto; Luis J. Martín
Como
podemos comprobar, aunque duela reconocerlo, la mano del hombre sí que tiene
mucho que ver tanto en la cantidad como en la calidad de nuestra agua vital.
Por
lo tanto, algo que ya he dicho en otras ocasiones: lagunas sin agua, pueblos
sin gente, soledades de Castilla, es una realidad cada vez más preocupante.
Todos
estos asuntos los vamos a tratar a lo largo de estas jornadas que hoy
presentamos y que, a continuación tanto Víctor como Juan Carlos os van a
explicar con mayor detalle.
Luego
veremos una película de treinta minutos basada en un relato de Jean Giono: “El
hombre que plantaba Árboles”, en la que comprobaremos como la mano del hombre
puede devastar las comarcas en las que habita convirtiéndolas en un erial
inhabitable. Pero también nos deja la semilla de la esperanza al narrarnos como
un solo hombre, un pastor llamado Eleazar Boufier, es capaz de convertir una
tierra desolada en un vergel con la sencilla pero constante actividad de
plantar árboles. Gracias a la paciencia y tesón de este personaje solitario el
agua vuelve a correr por los ríos y a manar en fuentes antaño secas.
Todo
un ejemplo de como el hombre puede destruir lo que le rodea pero también es
capaz de recuperar o mejorar el espacio en el que habita a poco que se lo proponga.
Solo
hace falta tener la voluntad de hacerlo.
En
Arévalo, a dieciocho de marzo de 2016.
Salón de actos de la casa del Concejo de Arévalo
presentación de las jornadas: foto: Víctor Cuello
Enlace a "El hombre que plantaba árboles":
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