Inagen invernal del río Adaja (3/01/2016)
- El veintinueve de
diciembre, mientras paseaba con Ana por
las cuestas de Foronda algo que se arrastraba por el suelo llamó nuestra
atención. Era un sapo común que intentaba encaramarse al pequeño murete sin
conseguirlo dando, para ello, continuos pero torpes saltos. Le toqué con la
punta del pie, comenzó a segregar un líquido viscoso que puede resultar
bastante urticante.
Como durante el día había
hecho muy buena temperatura y ya llevábamos varios días así, seguramente el
reloj biológico del anfibio le había jugado una mala pasada y había confundido
tantos días de clima benigno con la primavera. Las estrellas y el cielo raso
indicaban temperaturas bajo cero durante la madrugada así que mal le iba a ir a
aquel animal como no encontrase pronto refugio. Así que le cogí cuidadosamente
con un pañuelo y le arrojé a las cuestas, al otro lado del muro, entre un grupo
de cambroneras donde podría conseguir refugio bajo tierra. Una vez que le solté
lamenté no haberle hecho una foto.
- El tres de enero, después
de dar un paseo con mi hija María y su perra Noah por la senda fluvial del
Arevalillo llamó nuestra atención una malva silvestre en plena floración en la
explanada del castillo. Nunca hasta entonces había visto florecer a esta planta
en pleno invierno ya que lo hace durante la primavera e, incluso, en verano. La
estuve haciendo algunas fotos pero el aire intenso agitaba las flores y las
hojas de la malva así que quedó algo movida.
- Al día siguiente, mientras paseaba a Noah por la mañana pronto, vi el murete de las cuestas de Foronda lleno de lo que parecía barro o suciedad. Pero una observación más minuciosa me hizo comprobar que lo que parecían virutas de barro en realidad eran caracoles minúsculos, de medio centímetro de diámetro, y algunos de ellos estaban unidos en lo que parecía ser una cópula. Los hice una foto con el móvil. Nunca había visto tantos caracoles juntos, se podían contar por millares y en pleno invierno. Solo las temperaturas benignas de los últimos días les pudo hacer salir en semejante cantidad con intenciones reproductoras.
Caracoles en la cuesta de Foronda (4/01/2016)
- Cada día, después de
cerrar la tienda por la mañana, suelo tomarme un chato con Ana en alguno de los
bares de la plaza, una sana costumbre heredada de mi abuelo y de mi padre y que
antes estaba más generalizada entre los comerciantes de la plaza. Normalmente
nos suele acompañar mi primo Julio y, a veces, su hermano Jaime. Pues bien, el
siete de enero, mientras esperábamos Julio y yo a que Ana saliera de su trabajo,
una mariposa recorrió los soportales de la plaza con su característico vuelo
zigzagueante. Nunca había visto ese tipo de mariposa en pleno invierno.
Comentamos lo loco que está el tiempo y como engaña a plantas y animales, Julio
dijo que había visto en la tele que los almendros habían empezado a
florecer a últimos de diciembre en el sureste español, cuando lo normal por
allí es que lo hagan en febrero.
Estos cuatro hechos,
aislados, seguramente no signifiquen nada pero unidos en el tiempo, en
conjunto, se podrían considerar mensajes de la naturaleza que nos está
intentando decir que algo está cambiando en el clima y que
afecta al comportamiento de los seres vivos.
¿Seremos capaces de
interpretar a tiempo lo que la naturaleza nos está intentando decir?, o
seguiremos pensando que cuatro ecologistas histéricos intentan alarmar a toda
la humanidad con falacias e invenciones.
Aunque siempre podremos
hacer lo que hemos hecho hasta ahora: no prestar atención, mirar para otro
lado.
Y si es así, ¿qué pensarán
nuestros nietos de nosotros?
Arévalo a diez de enero de
2016
Luis José Martín
García-Sancho
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