Dio un suspiro prolongado, sonoro. Un suspiro
de esos que primero se te infla el pecho como un balón y luego la fuerza del
aire expulsado te hincha los carrillos y te saca los labios hacia afuera. Un
suspiro de aburrimiento, de desinterés, de apatía, de hartura. Un suspiro hondo
que suena a pedorreta.
Leía
frente al ordenador:
- Soy un autónomo de 55 años que hace tres
años que me he quedado sin trabajo y con deudas. Llevo 36 cotizando a la
Seguridad Social y no tengo donde caerme muerto.
Mi
pregunta es si usted podría vivir con 406 euros al mes.
- Bufffff -Volvió a suspirar, más
profundamente aún.
- Que suspirón estás hoy –le recriminó
Elvira-, ¿qué te pasa, cariño?
- Nada, nada. Es que nadie escribe para
felicitarme o agradecerme mi labor al frente de este barco que está atravesando
con éxito el Cabo de Hornos.
- Hombre Mariano –repuso Elvira-, ten en
cuenta que tu asesor de prensa creó esa página para que la gente exprese sus
quejas o sugerencias. Para halagos ya tienes a tus miembros del consejo.
- ¿Sabes cuánto nos costó la cena de ayer?
- A nosotros nada –respondió Elvira-, fue a
cargo de los presupuestos. Pero seguro que no bajó de 1500.
- Buffff –volvió a suspirar Mariano- ¿Y qué
le contesto yo a este hombre? Parece que todo el mundo quiere que papá Mariano les solucione sus problemas. Como si no tuviese ya bastantes.
- A ver, si quieres te ayudo a contestar.
- No. Yo creo que lo voy a dejar que estoy un
poquillo cansado.
Arévalo, a siete de noviembre de 2015
Luis José Martín García-Sancho
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