A veces la sabiduría popular podría tener soluciones ante la crisis si, al menos, en alguna ocasión nuestros políticos escucharan al pueblo llano.
Escuché esta conversación por casualidad mientras esperaba mi turno en un pequeño comercio de una pequeña ciudad. Una clienta se quejaba de lo que habían subido los precios, a lo que el tendero respondía:
- Y más que subirán señora. En cuanto suban el IVA, como se rumorea, los precios subirán nuevamente.
- Ustedes tienen la culpa –contestaba la clienta-. Tal y como están las cosas, no deberían subir los precios aunque les suban el IVA. Ustedes siempre, ¡a ganar dinero! Deben ser solidarios con los pobres desempleados y consecuentes con la situación actual que no está para aguantar subida tras subida.
- Perdone señora –respondía en tendero con una mueca de sonrisa-, pero no quiera cargar sobre mis hombros la responsabilidad de la subida de los precios o de los millones de parados. Yo no tengo la culpa ni de una cosa ni de otra. Si un artículo me costaba 100 hace diez años y ahora me cuesta 180, no puedo venderlo a 160 como hace diez años. Tendré que ir subiendo los precios con arreglo a como me los suban a mí. Si no fuera así tendría que haber cerrado el negocio hace tiempo.
- ¡Vaya! –contestaba la señora airada-. No me irá a decir ahora que la culpa no es en parte suya.
- No veo qué culpa tengo yo de que me suban los precios –contestaba paciente el tendero-. Yo pago las facturas a mis proveedores puntualmente, pago los salarios a mis dos empleados el último día del mes, pago el IRPF cada tres meses, pago los seguros sociales cada mes. No puede ser de otra manera, si no fuera así ya me habrían multado y cerrado el negocio. A pesar de ello, mis ventas han bajado un 33% en los últimos 10 años, si en 2001 vendía 100 en 2011 he vendido 67. Pero lo peor de todo es que a pesar de la promesa de nuestros políticos que con la entrada del euro se iba a frenar la inflación, lo cierto es que lo que en 2001 me costaba 100 ahora me cuesta 180. No puede usted pedirme que sacrifique mis escasos beneficios para que los políticos puedan subirse el sueldo en cada legislatura.
Es más, señora, le digo otra cosa, cuando los diputados y senadores se rebajen el sueldo un 33%. Cuando presidentes de Gobierno, autonomías, diputaciones…etc, se rebajen el sueldo y dietas en un 33%. Cuando ministros, consejeros, alcaldes, concejales…etc, se rebajen sueldo y dietas en un 33%. Cuando desaparezcan cargos como asesores de alcalde, jefe de prensa municipal, secretario personal del alcalde o los miles de coches oficiales con cargo al erario público. Cuando todo esto ocurra, señora, le aseguro a usted que entonces no tendré que subir los precios porque, sencillamente, no será necesario subir los impuestos.
Termino el relato tal y como lo empecé: A veces la sabiduría popular podría tener soluciones ante la crisis si nuestros políticos escucharan más al pueblo llano y menos a los multimillonarios creadores de este capitalismo salvaje en el que vivimos inmersos sin quererlo ni entenderlo.
En Arévalo, a 25 de junio de 2012.
Por Luis José Martín García-Sancho
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