Pequeñas pinceladas biográficas.
Durante la presentación de su novela “Secundarios” en la Casa del Concejo de Arévalo el 17 de junio de 2011.
Juan es hijo de César y Candelitas.
Es el tercero de mis hermanos que, como la mayoría de vosotros sabéis, somos seis.
Juan nació en Arévalo en 1965, un día antes del día de los burros, es decir el 16 de enero. Más adelante comprenderéis porqué digo esto.
Vivió toda su infancia y parte de su juventud en el paseo de la Alameda. A donde todavía acude con asiduidad a visitar a nuestros padres.
A los tres años, empezó sus estudios en el Colegio Amor de Dios. Tal vez por haber nacido un día antes del día de los burros de pequeño era muy terco. En el colegio permaneció de pies una buena parte del curso. Cuando las monjas le preguntaban que por qué no se sentaba Juan respondía muy serio: “Porque no estoy cansado”. Poco más lograron hacerle decir. Lo intentó alguna que, haciéndose la simpática, le preguntaba “¿Cómo te llamas rico?” Él respondía “Juan”, “Juan qué más” insistía la monja. “Juan sólo”. Muy serio, zanjando definitivamente el asunto.
Desde muy pequeño se sintió atraído por la música, y antes de aprender a leer ya conocía todos los discos que había en casa. Esta afición, no sólo la ha mantenido, sino que la ha ido cultivando a lo largo de los años. Siendo ahora un buen melómano.
Después pasó a la escuela que regentaba don Hilario, en el antiguo instituto, donde hoy están los juzgados. Y más tarde a los Salesianos. Época en la que ya comenzó a destacar como buen estudiante.
En el barrio se juntaba con los hermanos, primos y amigos para jugar al bote, o a policías y ladrones hasta que caía la noche y los gritos de las madres comenzaban a llamar a sus respectivos hijos por puertas o ventanas. Desde muy pequeño, ha tenido la habilidad de trepar a los árboles con sus dos hermanos mayores. Los altos y longevos olmos, no suponían ninguna dificultad para él. Hasta llegamos a construir “cabañas” en alguno de esos gigantescos negrillos, ahora desaparecidos por la grafiosis y que se necesitarían tres envergaduras como la tenía Juan en aquella época para poder abarcarlos.
Pronto comenzó su afición por la lectura, quizás contagiado por nuestro padre y nuestro hermano mayor que tenían y tienen la buena costumbre de leer con asiduidad.
En el instituto siguió siendo muy buen estudiante pero también desarrolló su faceta más irónica, incluso cómica. Es decir se convirtió en un guasón. Hay decenas de anécdotas relacionadas con su paso por el instituto pero, para no alargarme, sólo contaré ésta: En una ocasión se metió en el armario ropero de la clase de sus amigos Carlos Hebrero, Pedro Martín y Ángel Sanz, vestido con gabardina y sombreo, al estilo de las películas de Humprey Bogart. Cuando llegó el profesor, Juan Golpeó la puerta desde dentro del armario. El Profesor gritó: “Adelante”, pero no entró nadie. La clase siguió. Al rato volvió a golpear. “Adelante”, repitió el docente, pensando que llamaban desde el pasillo. Pero la puerta de la clase no se abría. Sólo a la tercera y ante el tono enojado del profesor, Juan abrió la puerta del armario, de donde salió acompañado de sus tres amigos y, al asomarse a la clase, dijo: “Perdón esta no es mi película”. Abandonando el aula ante el estupor del profesor y las risas del resto de la clase. Se puede decir que, pese a su reconocido carácter heterosexual, Juan fue pionero en eso que, bastantes años después, se dio en llamar “Salir del armario”.
Las actuaciones de la fiesta de fin de curso con su amigo Hebrero nada tenían que envidiar al humor absurdo de Tip y Coll. Quizás con estos pequeños guiones comenzó su vena creativa, ante el rotundo éxito de las veladas.
En esta época siguió cultivando su afición a la lectura, sin dejar nunca la música y comenzó a interesarse por el cine. Se pasaba horas en casa devorando libros con pasión. Su madre tenía que recordarle que saliera a dar un paseo. Juan entonces solía coger nuestra vieja bici y se iba hasta la Pradera de los Huevos. Y digo nuestra bici porque, con tantos hermanos como éramos, teníamos que compartir bici y muchas cosas más.
A los 18 años comenzó sus estudios de medicina en la Universidad de Salamanca. Ante la gran oferta cinematográfica de la ciudad, allí pudo cultivarse más como cinéfilo al tener la buena costumbre de ir una vez a la semana al cine. A los 24 años acabó la carrera con excelentes notas y aprobó la oposición de MIR. Eligió la especialidad de Inmunología en el Hospital madrileño de la Paz. Allí estuvo siete años, hasta 1994. Cuatro de residente, uno con beca y dos años más en paro, aunque acudiendo a diario al laboratorio para no perder el contacto con una profesión que casi tiene novedades día a día. Allí también conoció a Carolina, persona que será muy importante en su vida.
En su etapa madrileña, tampoco pierde el contacto con Arévalo donde acude cada fin de semana. Sus familiares, amigos y los diferentes bares de chateo o de copas pueden dar buena cuenta de ello.
Durante los dos años de paro que pasó en Madrid, se le reavivó la vena creativa y se apuntó a un curso de guiones cinematográficos.
Después aprobó la oposición y, desde entonces, trabaja como médico inmunólogo en el Hospital Universitario de León, ciudad donde reside desde hace 13 años.
En la actualidad está casado con Carolina, su antigua compañera de trabajo de la Paz, y ahora compañera de su vida. Tienen dos hijos, Juan y César. Que, según sus propias palabras, son lo mejor que le ha pasado. A esta etapa la define como la más plena de su vida. Porque el trabajo de padre le ha hecho acabar de madurar como persona.
Aunque “Secundaros” es su única novela publicada ha escrito otras dos novelas, un libro de relatos y un guión cinematográfico.
Le gusta decir que, aunque no lo necesita para vivir, tiene la necesidad de contar historias, crear personajes. E intenta inculcar la afición por la lectura a sus hijos leyéndoles cuentos siempre que puede.
La trama de Secundarios es un retrato de una serie de personajes que se entrecruzan en un microcosmos plagado de egoísmo, miseria, racismo, crueldad…Todo ello untado con el bálsamo del humor, del que, como ya os he contado, Juan es un buen practicante. Así consigue una realidad menos dolorosa, pero sin dejar de ser cruel.
Con “Secundarios” quedó entre los finalistas de los Premios Azorín de novela y Río Manzanares de novela. Lo que demuestra que es un buen escritor, pero también es cinéfilo, melómano, buen conversador, buen hermano, pero siempre mejor persona.
Y ya os dejo con él porque aquí hemos venido a hablar de su libro: “Secundarios” de Juan Martín García-Sancho, hijo de César y Candelitas, mi hermano.
En Arévalo, a 17 de junio de 2011.
Luis José Martín García-Sancho
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