miércoles, 13 de agosto de 2025

EL AVE DE ORO

 



Diálogos con oropéndolas.

La oropéndola es el ave de oro, su nombre científico así lo afirma “Oriolus oriolus”.

Es una de las aves más hermosas de nuestra fauna, también de las más esquivas y escondidizas.

Desde últimos de abril, que llegó, hasta el mes de agosto, que está a punto de irse. Casi cuatro meses detrás de ella. Y nada, tan sólo alguna observación fugaz, siempre entre las frondas de los árboles. Escondida entre lo más denso de chopos, álamos, fresnos o sauces de las riberas de los ríos Adaja y Arevalillo. Sin poderla ver a gusto, imposible fotografiarla.

Casi cuatro meses de conversaciones improductivas, de un diálogo cerrado.

―Gruurrii ―Empieza él, el macho de la pareja.

(Algo así como: Cuidado, intrusos. Emitido con una especie de graznido melodioso).

―Fuit fuiu ­―contesto intentando imitar su silbido aflautado.

(Que, según parece, en el idioma orioluno significa algo parecido a bendita arboleda).

―Fuit fuiu ―repite él, potente y claro. Y al cabo de un rato―, fu fuit fuiu.

(Esto último quiere decir algo así como: La arboleda es bella, o buena. Que de ambas formas puede interpretarse).

―Fu fuit fuiu ―corroboro para ir ganando confianza.

―Gruurrii ―repite el macho para llamar la atención de la hembra.

(Que en este caso es algo así como Escucha cariño).

―Gruurrii ―repite el macho.

(Ahora: cuidado, intrusos).

― Fuit fuiu ―continua él―, Fu fuit fuiu.

(Es decir, bendita arboleda, la arboleda es buena)

Yo le contesto, él repite, intercalando el cuidado, intrusos de vez en cuando.

Todo este diálogo sin mostrarse lo más mínimo, una conversación desde la frondosidad de la arboleda. En la que sólo escucho sin poder ver a mi interlocutor. Podemos estar así cinco minutos, diez, quince, invariablemente. Ellas escondidas, sin mostrarse. Y así una y otra vez, cada día que bajo al río desde últimos de abril hasta agosto.

Pero hace poco se ha producido un cambio, ha entrado en juego otra variable: los pollos. Aunque también desconfiados y escondidizos, algo más atrevidos.

Así que, a primeros de agosto, con la reproducción terminada y a pocas fechas de irse a sus cuarteles de invierno, estábamos una vez más con nuestra conversación interminable: cuidado, intrusos, bendita arboleda, la arboleda es bella, escucha cariño, bendita arboleda…, cuando uno de los pollos se ha acercado más de la cuenta, mostrándose por completo en la rama de un chopo durante un segundo o dos. Entonces el macho desde una de las ramas más altas le ha regañado: Cuidado, intrusos. Y nuestras miradas han coincidido por primera vez en casi cuatro meses de diálogo, aparentemente, infructuoso. Habrá pensado algo así como “voy a ver bien a este imitador pesado que no hace otra cosa que repetir lo que digo. Y así ha estado, visible, el tiempo necesario para hacerle unas pocas fotos.

Por la tensión de la espera, me rilaba algo el pulso. Así que hasta que no llegué a casa y descargué las fotos no pude saber los resultados a ciencia cierta.

Aunque no son una maravilla, alguna ha quedado más o menos decente, así que comparto contigo, amigo lector, los resultados de cuatro meses de apacible plática con una de las aves más bellas de nuestra fauna, por el color de su plumaje: un explosivo amarillo predominante que contrasta con el negro de las alas y el pico rojo.

Por eso su nombre es: el ave de oro que hace nidos que penden de las ramas: oropéndola, (Oriolus oriolus).

Mi hija María me ha acompañado en los días de agosto y también ha participado en el diálogo, aunque a veces nuestro interlocutor se mostrara algo más huraño.

Disfruten.

En Arévalo, agosto de 2025.

Luis J. Martín.

 





 

 

 


2 comentarios:

  1. Benditos diálogos. La espera mereció la pena 😉

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  2. En esto de la observación natural, la paciencia suele tener recompensa.
    Gracias por tu comentario.

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