jueves, 13 de julio de 2023

Se lo llevaron un día.


María García Sancho, de enfermera en el hospital de Valdecilla (Santander).
Imagen tomada en 1950.

El soldado y la enfermera.

 

Se lo llevaron un día

con sus manitas quemadas,

se lo llevaron un día,

un día de nubes blancas.

 

Cuatro camisas azules

con su diestra levantada

irrumpieron a buscarle

a las diez de la mañana.

 

Se lo llevaron a rastras

desde su lecho a la zanja,

tenía cara de niño,

y muy limpia la mirada.

 

Cuando fue a curar sus manos,

María quedó asolada,

estaba caliente el hueco

de su cabeza en la almohada.

 

Corrió y corrió a detenerlos

con su cabeza tocada,

recorrió todo el pasillo

hasta que llegó a la entrada.

 

Al camión ya lo subían

con sus dos manos atadas,

con su carita de niño

y una expresión muy clara.

 

María gritó su nombre,

para que él se girara,

sus miradas coincidieron,

sus sonrisas enfrentadas.

 

Ella intentó detenerlos,

les rogó que lo bajaran,

a los camisas azules

dijo que no había hecho nada.

 

Ella preguntó furiosa

que por qué se lo llevaban,

ellos dijeron por rojo,

él les contestó por nada.

 

Le dieron un culatazo,

le ordenaron que callara,

con sus camisas azules

y gritando viva España.

 

Le subieron al camión

del que nadie regresaba.

Él sonrió a María

para evitar que llorara.

 

Levantó sus dos manitas,

sus dos manitas quemadas,

y se las llevó hasta el pecho,

sus labios dijeron gracias.

 

Jamás le volvió a ver,

ni a darle galletas mojadas

en una infusión de achicoria

por la tarde a pie de cama.

 

Él era un joven muchacho

de una aldea segoviana,

ella una buena enfermera

que en Valdecilla curaba.

 

Con lágrimas en los ojos

vio como el camión marchaba,

las gaviotas se callaron,

y enmudeció la calandria.

 

Se lo llevaron un día,

un día de nubes blancas,

el cielo se puso rojo

a las diez de la mañana.

 

Luis J. Martín García-Sancho

Romance basado en hechos reales. 

La protagonista de esta historia es María García Sancho, mi tía. Nacida en Codorniz hacia 1900 y fallecida en Arévalo en 1978. 

Estos hechos nos los contaba, ya jubilada y con cierta nostalgia, en sus últimos años de vida. Ella se encargaba de curar al joven soldado las quemaduras de las manos en el Hospital de Valdecilla, donde trabajaba de enfermera. Ocurrió durante la guerra civil (1936-1939).

Las fotos, en las que María aparece vestida de enfermera, que acompañan esta entrada fueron tomadas en el Hospital de Valcecilla en marzo de 1950.

Las otras fotos familiares, fueron tomadas en Arévalo en esa misma década, durante alguna visita que María hizo a su hermano Luis, mi abuelo, en las que también aparecen: mi madre, muy joven, y mis tíos Luis y Javier, en la casa familiar del Paseo de la Alameda.

María frente al hospital de Valdecilla, en Santander.

María García Sancho con su hermano Luis y su sobrino Javier en Arévalo.

Arriba: María entre sus sobrinos Javier y Candelas en Arévalo.
Abajo: María junto a sus sobrinos Luis y Candelas.


Cuando María García Sancho se jubiló, se fue a vivir a Arévalo con su hermano Luis, y le asistió como enfermera varios años en su consulta de dentista, situada en la plaza del Arrabal.

Murió en la casa familiar en 1978, aquejada de demencia senil, ocho meses después de que falleciera su hermano "Luisito" como ella le llamaba de forma cariñosa, ya que era algún año mayor que él.

Nunca supimos si entre aquel joven soldado y María hubo algo más que una relación enfermera-paciente, pero intuimos que sí, pues en los años sesenta rara vez se hablaba de la guerra civil, "aquellos años canallas", como la oí decir en alguna ocasión.

Historias sencillas como esta, pero trágicas por sus consecuencias, deben ser contadas y recordadas, pues apenas queda ya gente que las viviera en primera persona.

Sólo la memoria histórica, si se hace colectiva, puede evitar que hechos trágicos y repudiables se repitan.

Me pregunto por qué hay gente que quiere derogar la ley de memoria histórica y por qué les vota tanta gente.

María García Sancho en el Hospital de Valdecilla, junto a algunos de sus compañeros en 1950. Donde trabajó cerca de treinta años.







 

14 comentarios:

  1. Precioso y emotivo. Recuerdo a los dos hermanos, D. Luis y doña María con muchísimo cariño

    ResponderEliminar
  2. Que triste e injusta época,que bonita y nostálgica a la vez;historia y fotos preciosas,gracias por compartir.

    ResponderEliminar
  3. Precioso poema Luis... Transparente.
    Suena a Federico García Lorca. Emociona hasta las tripas... tu canción desesperada sin los veinte poemas de amor que imaginar quisiéramos. Te escribo el primero el de una mujer, blanca por fuera y por dentro, y el de un joven agricultor, tal vez de un pueblo de Segovia:

    Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
    te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
    Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
    y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
    Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
    y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
    Para sobrevivirme te forjé como un arma,
    como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
    Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
    Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
    Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
    Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
    Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia.
    Mi sed, mi ansia sin limite, mi camino indeciso!
    Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
    y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Flordelerma,
      Ignoro la forma en que María quería a aquel joven, porque nunca lo dijo, pero, de lo que no cabe duda es de la desesperación de ambos el día que se lo llevaron. Reflejada en su expresión al contarlo, en su tono sentido, en la forma en que su mirada se perdía en sus huesudas manos.
      Neruda cantó muy bien al amor, gracias por recordarnos uno de ellos.

      Eliminar
  4. Maravilloso poema y relato.
    No olvidemos . Viva la inteligencia, muera la guerra!!!
    Un abrazo primo.

    ResponderEliminar
  5. Gracias !! Lo escribo con lagrimas...
    Es muy emotivo. ❤️

    ResponderEliminar
  6. Querido Luis.

    Este post tuyo, incomprensiblemente se me había pasado. Pero anoche, repasando tu blog, lo leí. Y esta mañana se lo he leído a varias personas.
    Porque la historia que revelas me parece, tan humana, tan terrible, tan cruelmente bella, tan testimonial, que creo necesario divulgarla. Es un documento, una suerte de reportaje sobre el salvajismoy la necesidad de recordar, precisamente para que no vuelva a repetirse, para que no caigamos en ese alzheimer colectivo en el que muchos habitantes de este país, o lo que sea, están inmersos. Y pretenden además borrar todas las huellas.
    Tu poética descripción de los hechos me parece magnífica y me ha, nos ha, conmovido.
    Si a eso unes que yo tuve la fortuna de conocerla -a tu tía abuela-, y de conocer y apreciar a muchos miembros de tu familia, que además estuvo muy cercana a la mía, pues comprenderás que me has tocado muchas fibras.
    Gracias por este regalo. Un abrazo. Y sigue. Sigue.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con lágrimas en los ojos y una sonrisa, amigo Ángel, te doy las gracias por tus palabras, que me animan a seguir, que lo haré, mientras no me falten las fuerzas o la motivación.
      Un abrazo.

      Eliminar