martes, 28 de abril de 2020

EL MUNDO EN LA AGONÍA




CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE
DON MIGUEL DELIBES SETIÉN

EL MUNDO EN LA AGONÍA (1975)



Se trata del texto del discurso de ingreso de Miguel Delibes en la Real Academia Española en 1975 con el título de “El sentido del progreso desde mi obra” y editado en 1976 como “S.O.S.”. Publicado posteriormente por Plaza & Janes con el título de “El mundo en la agonía” en 1979, reorganizado en diez capítulos e ilustrado por José Ramón Sánchez. Publicado nuevamente en 1988 por Círculo de Lectores con ilustraciones del Celestino Piatti.
¿Por qué no aprovechar este acceso a tan alto auditorio para unir mi voz a la protesta contra la brutal agresión a la Naturaleza que las sociedades llamadas civilizadas vienen perpetrando mediante una tecnología desbridada?
Con lenguaje claro, conciso, preciso y efectivo nos relata todo lo que hemos ganado con la tecnología y todo lo que hemos y estamos perdiendo a través de un progreso que intenta someter a la naturaleza a costa de deshumanizar, vaciar y contaminar el medio en que habitamos, a través de las siguientes reflexiones magistrales:
Todo cuanto sea conservar el medio es progresar; todo lo que signifique alterarlo esencialmente, es retroceder.
Si progresar, de acuerdo con el diccionario, es hacer adelantamiento en una materia, lo procedente es analizar si esos adelantamientos en una materia implican un retroceso en otras y valorar en qué medida lo que se avanza justifica lo que se sacrifica.
Toda pretensión de mudar la Naturaleza es asentar en ella el artificio, y por tanto, desnaturalizarla, hacerla regresar.
En cuanto a las relaciones humanas a raíz de la implantación de la tecnología, para Delibes se trata más bien del afán de dominación del hombre por el hombre:
La aspiración de todo hombre es elevar su rango, anteponerse, no tanto acrecentando su cultura y sus facultades como amedrantando a su adversario o debilitándolo.
La cuestión de supremacía no se establece ya en términos de prevalencia sino de aniquilamiento (…) A nivel internacional, procurando la hegemonía a costa de convertir el noble deseo de la paz, basado en la justicia y la libertad, en un equilibrio de terror.



Para ello pone el ejemplo de la carrera armamentista de los países más poderosos con sus arsenales nucleares formados por miles de bombas atómicas capaces de destruir varias veces el mundo.
Por otro lado afirma que algunas personas le han tachado de reaccionario por los sentimientos que describe a través de los personajes de sus novelas, que como Daniel, el Mochuelo, se resisten a abandonar la vida comunitaria de un pequeño pueblo para integrarse en el rebaño de la gran ciudad, cuando en realidad a lo que se negaba el entrañable protagonista de “El camino”, “era a convertirse en cómplice de un progreso de dorada apariencia pero absolutamente irracional.” Muchos de sus personajes son seres humillados y ofendidos “que inútilmente esperan, aquí en la Tierra, algo de un Dios eternamente mudo y de un prójimo cada día más remoto.
El hombre, nos guste o no, tiene sus raíces en la Naturaleza y al desarraigarlo con el señuelo de la técnica lo hemos despojado de su esencia. (…) En rigor, en mis libros hay un rechazo de un progreso que envenena la corte e incita a abandonar la aldea.
Hemos matado la cultura campesina pero no la hemos sustituido por nada, al menos, por nada noble. (…) Al hombre, ciertamente, se le arrebata la pureza del aire y del agua, pero también se le amputa el lenguaje y el paisaje en que trascurre su vida.
Y hace referencia a aquellos vocablos relacionados con la naturaleza o tareas campesinas que van cayendo en desuso y que dentro de pocos años no significarán nada para nadie: “aricar, agostero, escardar, celemín, soldada, helada negra, alcor.” Como pueden comprobar tachar a Delibes de reaccionario es errar pues no hay nada menos reaccionario que quien, a través de su literatura, se enfrenta a aquello que destruye la esencia de la naturaleza y la cultura que de ella emana empapando al hombre sencillo, campesino, íntegro. Quien va contra el progreso por sistema sí es reaccionario, pero aquel que se opone a la técnica por todo lo que destruye y lo argumenta una y otra vez a través de su obra, hoy por hoy y tal y como va la vida de deprisa, es más bien un revolucionario porque se opone a un sistema que prostituye la naturaleza y supone la explotación del hombre por el hombre. Por otra parte deben pensar ustedes que esta obra fue escrita durante la dictadura franquista.


En otra de sus reflexiones de esta obra magistral hace que nos preguntemos sobre el actual significado de bienestar:
¿en qué consiste el bienestar? ¿Qué entiende el hombre contemporáneo por “estar bien”? (…) Lo que no presta discusión es que el “estar bien” para los actuales rectores del mundo y para la mayor parte de los humanos, consiste, tanto a nivel comunitario como a niveles individuales, en disponer dinero para cosas. Sin dinero no hay cosas y sin cosas no es posible “estar bien” en nuestros días. (…) el dinero se antepone a todo, llegado el caso, incluso al propio hombre.
Sobre el dinero y las sociedades avanzadas, mete el dedo en la llaga del consumismo exacerbado al que nos hemos acostumbrado sin ninguna necesidad, afirmando de forma magistral:
Con dinero se montan grandes factorías que producen cosas y con dinero se adquieren las cosas que producen esas grandes factorías. El hecho de que esas cosas sean necesarias o superfluas es accesorio. El juego consiste en producir y consumir, de tal modo que en la moderna civilización, no solo se considera honesto sino inteligente, gastar uno en producir objetos superfluos y gastar noventa y nueve en persuadirnos de que son necesarios. Ante la oportunidad de multiplicar el dinero, los valores que algunos seres aún respetamos, son sacrificados sin vacilación. Entre la supervivencia de un bosque o una laguna y la erección de una industria poderosa, el hombre contemporáneo no se plantea problemas: optará por la segunda.
Ante esto, Delibes reflexiona que el desarrollo humano se ha decantado hacia el materialismo en todas las sociedades modernas tanto socialistas como capitalistas, así del teocentrismo medieval y del antropocentrismo renacentista hemos pasado al “objeto-centrismo”, haciendo caer al hombre en la abyección y la egolatría. Con este panorama: “Nada puede sorprendernos que la corrupción se enseñoree de las sociedades modernas. El viejo y deplorable aforismo de que cada hombre tiene su precio, alcanza así su sentido literal, de plena y absoluta vigencia en la sociedad de nuestros días.
Argumenta que en la actual sociedad materialista y consumista, una de las mayores preocupaciones del poder es que todos estemos tranquilos, como niños pequeños con un juguete, que no demos guerra, que no alborotemos. De esta manera, partiendo del “pan y circo” romano que entretenía y acallaba al pueblo, tras el motín de Esquilache producido por la subida del pan y la prohibición de algunas prendas de vestir, nuestro tercer Carlos descubrió que los adultos eran como niños que lloran y protestan cuando se les limpia o asea. “Desde entonces, mayor preocupación que hacer justicia ha sido para los gobernantes buscar la manera de entretener al pueblo para que no pida, esto es, para que no alborote, para que “no dé guerra”. El “pan y toros” ha tenido a lo largo de las edades de la Historia múltiples versiones.” Sencillamente tan genial como real.
Leí “El mundo en la agonía” de don Miguel Delibes Setién hace muchos años. Pero al volverle a leer para desarrollar esta crónica he disfrutado de cada párrafo, de cada frase. Pretendía subrayar algunas reflexiones, algunas ideas concisas y concretas, pero al acabar su lectura me he dado cuenta de la cantidad de texto seleccionado. Porque es muy difícil seleccionar sobre la sencillez, sobre la concisión y exactitud con que se expresa el maestro Delibes en toda su obra, pero de manera especial en esta que les traigo hoy a La Llanura. Como él mismo afirmaba: “En literatura nada hay más difícil que la sencillez”.


Todo lo que he seleccionado para esta crónica literaria, es solo una ínfima muestra de lo que podéis encontrar en su obra, pero hay mucho más sobre contaminación, sobre la destrucción a la que sometemos a natura de forma sistemática, sobre la era atómica y la sensación de vivir sobre un volcán, sobre el campo que “ha seguido siendo campo pero ha dejado de ser naturaleza”, sobre su pesimismo ante la sociedad actual, sobre la moral, sobre el éxodo rural, sobre la prostitución de la naturaleza y la explotación del hombre por el hombre.
En las últimas décadas, los continuadores o perpetuadores del más salvaje capitalismo, materialismo, consumismo, o como queramos denominarlo, pero ahora teñidos con el refinado eufemismo de neoliberalismio económico, nos dicen que el ecologismo no está de moda, que ahora tiene mala reputación eso de ser o sentirse ecologista, que es algo trasnochado y  radical. Cuando no hay nada más radical que nutrirse de la naturaleza y, al mismo tiempo, envenenarla, destruirla, porque eso ya no tiene marcha atrás, tal y como nos recuerda este castellano maestro de la literatura universal.
Y si en alguno de ustedes, amigos lectores, he despertado la curiosidad por leer esta obra del universal Delibes o cualquiera otra, me doy por satisfecho. Porque como nos recuerda este vallisoletano, maestro de las letras, que tanto y tan bien ha escrito sobre Castilla, lo castellano y los castellanos: “Un pueblo sin literatura es un pueblo mudo”.

En Arévalo, a veinticinco de febrero de 2020.
Luis José Martín García-Sancho.


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