miércoles, 30 de enero de 2013

SOBRE LA NOCHE


         Se apagaba el día ante mis ojos. La enorme esfera anaranjada sucumbía entre unos pinares lejanos. La luz difusa proyectaba una sombra alargada tras de mí. Ésta se apagaba como el día pero no por ello dejaba de ser enorme, como gigantesco era lo que con ella se perdía.
Foto Primo.
 
         Yo permanecía como una piedra. Mirando caer la luz. Poco a poco la oscuridad me rodeaba, devoraba mi sombra que cada vez se hacía más tenue al pasar a ser parte de la sombra de la noche.

         Cerré los ojos.

         Yo permanecía como una piedra, mientras que en mi interior amanecía nublado. Como si hubiese estado absorbiendo esa claridad difusa del sol poniente.

         Yo permanecía como una piedra, formando parte de un todo. La sombra, tras de mí, se perdía en el tiempo. Mientras, en mi interior, la enorme mole de piedra sobre la que estaba, era demolida lentamente, hasta quedar reducida a polvo empujado por el aire. Y la noche se llevaba mi sombra con el viento.

         Una mano suave me tocó en el hombro. Al abrir los ojos pude ver como la luna, casi encima de nuestras cabezas, proyectaba nuestras sombras unos centímetros por delante.

         Sonreí.

         Dije:

         Buenas noches...

 

Arévalo, verano de 1981 (fragnento de "El Cuaderno Azul")

por: Luis J. Martín

 

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