Braulio
y los bulos.
Llegado el día, Braulio
descendió de las alturas y les llamó para que se acercaran al olmo, para
prevenirles sobre las noticias falsas que se estaban imponiendo.
Uno de los que acudieron
pregunto:
―¿Por qué debemos creerte a ti,
cómo puedes estar seguro de lo que dices?
Entonces Braulio les dijo:
―Estoy
seguro de que, a día de hoy, estar seguro de algo no sirve de nada. En los
tiempos que corren, la mentira vence a la verdad y el mentiroso es elevado al
más alto rango. Los embusteros gobiernan nuestras vidas y los sinceros son
castigados.
―Y, acostumbrados a los
cuentos de las religiones ―continuó Braulio―, los bulos son palabra de dios,
nadie los comprueba ni duda de ellos.
Un rumor se apoderó de los allí
presentes, pero Braulio había hablado y, trepando por el olmo, ascendió de nuevo
a las alturas.
Enterados los vigilantes de la
verdad, que habían sido elegidos por aquellos que utilizaban la mentira para conquistar
el poder, quisieron quemar el olmo. Pero empezó a llover copiosamente.
Entonces Braulio les gritó
desde las alturas:
―Vuestro fuego lo enciende la
mentira. Aquí y ahora, la única verdad indiscutible es la lluvia.
En Arévalo, a veintidós de junio de 2025.
Luis J. Martín.
Imagen de Aleksandr Ródchenko.
Relato publicado en La Llanura 198, de noviembre de 2025.
